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Él. 17

Los pasos tambaleantes del individuo que se aproximaba más y más a nosotros, me revelaron lo mismo que su forma de hablar cuando abrió la boca. Además, que ella suplicara de aquel modo asustadizo, con arrepentimiento, disgustada, me puso en alerta. En definitiva: estaba borracho. Y estaba demásiado cerca de Betty. Estaba muy preocupado por ella. Aquel tipo en estado de embriaguez atentaba contra el bienestar mi amiga. Su descaro arrebataba mi pacificidad con demasiada rapidez, creándose peligro a sí mismo.

Intuía que se acontecerían disturbios de forma inminente por el comportamiento que demostraba el tal Kevin. Mantuve mi compostura, erguido, con los brazos en tensión y los puños cerrados que apretaba tanto como mi mandíbula. Noté mi ceño fruncido. Alerta y preparado para cualquier movimiento en falso. Según observé, el tipo no me había echado cuenta aún. Grave error para él después su comentario a Betty.

Adelanté un paso, imponiéndome, con la intención de protegerla a ella. Sin embargo, Betty tiró de mí, haciéndome saber que quería irse de allí. Pero antes de ceder, cumplir con su petición y apartarla de aquel hombre, él mismo se interpuso, ésta vez, pretendiendo de forma violenta que Betty fuera a su lado.

Los insultos me resultaban íntimamente ofensivos, más aún en comparación al enfado provocado por su irrespetuoso comportamiento. No debió tirar así del brazo de Betty. Interrumpí sus sucias palabras de forma inmediata, sin dejarle tiempo de acercarse más a mi joven amiga. Utilicé mi mano izquierda para romper su agarre, mientras que la derecha se ocupó de tomarle del cuello. La fuerza que surgió de mi profundo enfado, junto a la dada por el suero, me llevaron a alzarle varios centímetros sobre el suelo.

—No vuelvas a tratar así a una señorita, y mucho menos a Betty —amenace severo, avanzando hacia el mar.

El bruto tipejo, una vez que regreso del trance causado por la sorpresa de mi agarre, comenzó a mover todas sus extremidades buscando golpearme. Logró acertar en mi mandíbula, en mi estómago y en mi cadera. Respondí a sus golpes de un sólo impulso. Todos sus torpes movimientos fueron en vano. Fue sencillo noquearle con un izquierdazo, tirándole al suelo. Se quejó por el dolor, estaba balbuceando palabras incomprensibles, probablemente insultos hacia Betty o hacia mí.

Aún no satisfecho en darle su merecido, me acerqué a él, agachándome lo suficiente como para ser capaz de tomarle del cuello por segunda vez. No lo dudé ni un segundo.

—Aprende a comportarte, maldito bastardo —farfullé con odio en el instante inmediatamente anterior al que un gran chof se hizo audible y varias gotas quedaron cerca de salpicarme el calzado.

Le lancé al agua sin miramientos. Al regresar la atención en Betty, comprobé que estaba en el suelo, temblando y con sus brazos tapando su rostro. Noté cómo mi corazón se encogió hasta el punto de querer implosionar.

—¡Betty! —desgarré mi voz para llamar su atención al tiempo que corría hacia ella tan rápido como mis piernas me lo permitieron.

Estaba atemorizado por creer que había sufrido un golpe. Hinqué las rodillas en el suelo, pasé mi brazo derecho bajo sus rodillas encogidas y con el otro rodee su cintura, delicada y velozmente. Me puse de pie y la acerqué más a mí. Todavía temblaba y lloraba, achicando más mi corazón. Me en caminé decididamente a la moto.

—Betty, dime que estas bien, que no estas herida, por favor... —olvidé las formas, sólo me importaba su estado.

—Tranquila, no se acercará más a ti. Voy a llevarte a casa, estarás más segura y podré cuidar de ti -mi voz tembló, anunciando lágrimas que no llegaron a asomar por la rabia e impotencia de verla maltrecha.

El mundo derrumbándose en ese instante hubiera sido una mera metáfora de cómo sentía mi alma a razón del estado de Betty.

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¡Saludos!

Espero que la espera no haya sido larga. Pretendía subir capítulos en las vacaciones de semana Santa, hasta que comprobé que de vacaciones no tenían apenas nada. Aprovecho ahora, esperando vuestros votos y comentarios, como siempre.

¡Nos leemos!

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