Él. 11
—Nunca es tarde para conseguir un sueño, haga que esté más orgullosa aún —la alenté cuando ya se marchaba, con la intención de rebajar mi tono autoritario por el que se fue.
La vi tímida por ello y supuse que me propasé, al mismo tiempo no quería ser la razón de un despido que pensaba impedir. Seguí sus pasos, ya que desconocía si su jefe, Ben, estaba en la tienda o en algún despacho. Por tanto, pese a que ella salió a la tienda, yo permanecí tras la puerta.
Poco después su malhumorado jefe apareció, con cara de enfado y desconfianza. Esa negativa expresión la cambió por completo en cuanto vio mi semblante. Tuve una leve discusión con él, creí convencerle ya que me pidió un autógrafo. De esa forma y con mi compra casi olvidada regresé a casa.
Me sentía más distraído que de costumbre, pensando en Betty. Tomé mi teléfono y busqué su contacto, en el registro de llamadas, como me enseñó en el almacén. Torpe de mí, la llamé. Los reflejos me ayudaron a colgar rápido. Aparté el dispositivo al que puse en una de las baldas de la estantería de entrada, dentro de un jarrón con tapa, y lo empujé al fondo hasta que tocó con la madera.
Tras realizar mi rutina de comer y tomar un descanso, en el que me dedicaba a aprender más sobre éste nuevo mundo, actualizando me por beneficio propio, me alisté para la cita. ¿Cita? De ser una, sin duda sería la primera a la que era capaz de asistir. Nuevo siglo, nuevo Steve. Peggy formaba parte de mi vida, sin embargo, tenía que asumir que pertenecía al pasado. En cambio, Betty era mi presente, claro que su nombre no me facilitaba mantener a la agente Carter en el olvido. Resignado, recogí el teléfono y marqué su número de nuevo, con seguridad. Esperé impaciente a que, tras cada pitido, se escuchara su acaramelada voz.
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