Él. 10
Sus sonrisas al comentar mi oferta, la cual aceptó, no hicieron más que alegrarme. Era una buena muestra de interés, en querer compartir más tiempo en mi compañía.
—Es una lástima que no haya montado de nuevo por miedo —correspondí—, por lo que procuraré que lo disfrute, aunque la mía sea más grande. No debe preocuparse, el tamaño de mi "reliquia" no será ningún inconveniente. Será perfectamente posible capaz de manejarla —la expliqué con tiento, queriendo convencerla de que sería una experiencia divertida.
Aún avergonzado por mi falta de educación, escuché alegres carcajadas de su parte, las cuales me sacaron de lugar. No entendía si realmente la hizo gracia o por qué en caso afirmativo. Antes de dejar que me arrepentiera más aún, ella tocó mi antebrazo, haciéndome mirarla. Se disculpó también y me tendió la mano en acto de realizar una presentación formal. La acepté con gusto y alivio, acompañando el gesto con una sonrisa amigable de mi parte.
—Betty Queen —enfaticé—, prometo no olvidar su nombre. El placer es mio, de no ser por usted ahora mismo estaría escondiéndome de efusivas admiradoras, en lugar de estar aquí tranquilamente, compartiendo esta charla.
Solté su mano, sin embargo, noté algo extraño, como si no fuera costumbre en ella presentarse de aquella manera.
—Su abuela seguro que estaría orgullosa de usted, yo lo estaría —la sonreí con ánimos de calmar su nostalgia, que más bien me golpeó cual ventisca helada.
Contagiado por los recuerdos del pasado, razoné que su abuela podría ser de mi edad y, por motivos de tener una mente traicionera con muy buena memoria, los recuerdos de una mujer muy importante de mi vida regresaron a mi cabeza. Ahora no podía ni debía pensar en ella, no con Betty, no después de sentirme con ella de una forma tan plácida que anestesiaba las angustias con las que este siglo me estaba castigando.
—Siento insistir de nuevo, pero debe volver al trabajo. Es una responsabilidad que ha de atender. De igual forma que voy a hablar con su jefe —utilicé un tono más común del Capitán Rogers, pero era necesario para no robar más su tiempo y causarle menos problemas de los que ya la había dado.
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