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Capítulo 40

"Fácil es juzgar de otros, difícil reconocer los propios. Fácil es hablar sin pensar, lo difícil es pensar antes de hablar. Fácil es herir a quienes nos ama, lo difícil es causar esa herida. Fácil es prometer, difícil es cumplirlo. Fácil es dictar reglas, difícil es seguirlas. Fácil es decir " te amo" lo difícil es demostrarlo cada día. Fácil es criticar a los demás, lo difícil es mejorar uno mismo. Fácil es llorar por la perdida, lo difícil es cuidarlo para no perderlo.

Saday.

Los días pasaban convirtiéndose en semanas, que pronto llegaron a meses. Mi relación con Asher se volvió más fuerte, de alguna forma extraña, pero agradable era mi padre. Valentina mantenía ciertas actitudes no muy gratas, e intento más de una vez tirarme la culpa de cosas que ella hacía. Sin embargo, Asher no le creía y terminaban en una discusión en conjunto con una amenaza de divorcio.

Por otro lado, Janeth, Connor empezaron a salir como algo más que amigos, pero a la misma vez se volvieron mis amigos, unos raros, pero divertidos amigos. Gracias a ellos, he logrado empezar a desenvolverme mejor en la vida, frente a las personas y situaciones que se me presentan a menudo.

Duncan, bueno, con él siempre he mantenido la misma relación. En momentos las cosas se ponen extrañas entre nosotros, pero he aprendido a sobrellevarlo. Está más listo que nunca para ser padre y eso me alegra, porque ha empezado a cambiar. Dándome señales de que ese bebe estará orgulloso de él, porque yo ya lo estoy. Luke. Él ha estado más presente, empezó a ir a terapia y yo también. Ambos estamos cambiando para mejor o eso quiero creer.

El año nuevo llego, trayendo cosas buenas, pero al mismo tiempo provocando una extraña sensación que se adueña de mi pecho. Trato de enfocarme en las cosas buenas que han pasado, la primera navidad que he disfrutado en toda mi vida, no necesitaba obsequios porque ya me han concedido el que más anhelaba. Sentirme querida. Sin embargo, no todo es color de rosa.

—Señorita, ¿desea que la espere? —la pregunta de Sandler me toma por sorpresa, pero soy incapaz de responder y solo niego con la cabeza.

—Yo les aviso. —es lo único que logro articular bajando del carro.

El viento frío golpea mi rostro, provocando tranquilidad en mi interior. Tratando de congelar todo aquello que amenaza con quitarme la estabilidad que he conseguido en estos últimos meses. La vibración en mi bolsillo me regresa a la realidad, lo saco y contesto sin mirar quien es.

—¡¿Dónde ESTÁS?! —grita Duncan en mi oído, lo quito sintiendo como me quedo sorda por unos segundos.

—Voy a colgarte si vuelves a gritarme —le amenazó cuando vuelvo a ponerlo en mi oreja.

—No, no lo hagas, necesito que vengas al hospital urgente —su tono de voz es angustiante.

—¿Qué ocurre? —le pregunto sintiendo como el miedo se instala en mi pecho.

—Sandra está dando a luz —habla por lo bajito.

—Fueras empezado por ese tema —lo regaño— ¿llevaste todo? ¿Pañalera? ¿Ropa para ella? —le pregunto por qué no se olvida a sí mismo, porque no puede.

—¿Tenía que traer eso? —pregunta sorprendido.

—No, ni modo, van a salir del hospital como dios los trajo al mundo. Desnudos —ironizo.

—Puedes ir a mi apartamento, las llaves se las pides al guardia y te las da, por favor y gracias —me pide.

—Ok —es lo último que le respondo.

Por suerte su apartamento está cerca de donde estoy. Comienzo a caminar mientras la melodía de Safe and sound suena en mi cabeza. A la vez, una sonrisa se esparce por mi rostro. Recordando que se volvió nuestra canción, mía y de Alejandro.

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Abro la puerta de su departamento, sintiendo como un extraño olor se abre paso por mi nariz, no puede ser que vayan a ser padres y sean tan desordenados. Niego con la cabeza. Pero antes de que pueda dar otro paso, mi piel se eriza, mi corazón comienza a bombear más rápido y la sensación de que alguien esta detrás de mí, me provoca miedo. Considero girarme, pero unas manos me empujan entrando por completo al apartamento, seguido la puerta se cierra dejándome petrificada.

Intento ver el rostro de la persona, pero no logro visualizar nada. Hasta que enciende la luz, me cuesta acoplarme al cambio, pero lo hago. Esos ojos grises me observan detenidamente, analizando cada uno de mis movimientos. No es Kaleb, es su gemelo. Mi tío.

—En esta historia no hay malos, ni buenos —pronuncia con su gruesa voz, sentándose en un sillón de forma relajada.

—¿Qué? —es lo único que logro articular.

—¿Acaso eres sorda? —pregunta molesta. Se irrita fácilmente.

—No, pero si de la nada llega un puto extraño y me empuja y después viene con su "en esta historia no hay malos, ni buenos" —pronuncio lo último burlándome de él, cruzándome de brazos en el proceso.

—Tienes el mismo carácter podrido de tu madre —pronuncia ignorando lo que le acabo de decir, es más parece que le divirtiera.

—Qué cosa tan rara —niego con la cabeza—, porque siendo así, usted andaba como perro faldero detrás de ella —lo observo con superioridad.

"¿Qué me está pasando? Yo no le respondo de esa forma a las personas, es como si no fuera yo misma"

—Me agradas —responde con una sonrisa de boca cerrada.

Este señor está loco.

—¿Está loco? —le pregunto.

—No abuses, la suerte se te puede acabar, niña.

—Tengo un nombre, por si no lo sabe. Ahora ¿Qué hace usted aquí? —pregunto sintiendo como mi mente me plantea muchos escenarios donde yo termino muerta y nadie se da de cuenta.

—Tenemos que hablar —pronuncia acomodando sus manos en su regazo— sobre nuestra familia.

Me quedo estática, aprovechando el momento para verlo mejor. Es igual de alto que Kaleb, misma contextura, mismo color de ojos, solo que sus facciones se ven un poco más marcadas, al igual que su forma de vestir es mucho más formal que la de su hermano.

—No tenemos tal cosa —respondo de forma neutra.

—Claro que si, aunque quieras creer que no. —sacude una pelusa de su manga y prosigue— tu padre no es Kaleb —pronuncia dejándome estática y no estoy segura si estoy empezando a sufrir de sordera.

—Entonces soy adoptada —pregunto, temiendo la respuesta.

—No, pero yo soy tu padre...

—Eso suena muy strar wars —me rio en su cara— ¿Qué sigue? Que la fuerza te acompañe. —término limpiando la falsa lágrima que se escapó.

—Si deseas podemos ir al hospital que prefieras y nos hacemos una prueba, así desaparecemos tus dudas —se levanta del asiento, abotonándose el saco.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué volver? Tiene una familia, ¿Qué le cuesta ser feliz con ellos y solo con ellos? —le pregunto cruzándome de brazos.

—¿Qué tú crees que yo he pasado? —me pregunta y me encojo de hombros—, poseo una historia muy larga y compleja, ¿quieres escucharla? —me pregunta y asiento con la cabeza— no eres la única que ha tenido una vida de mierda, el dinero te permite muchas cosas materiales, pero no borra las cicatrices que quedan en tu alma.

Sus palabras tienen un efecto en mi interior. Porque a diferencia de Kaleb, él parece saberlo todo.

—Es mentira lo que dicen algunas personas sobre, que los padres no tienen hijo favorito. Si tienen —se encoge de hombros sin mostrar emoción alguna—, en mi caso. Kaleb lo era, por eso a mí me tocó vivir cosas que a él no. Mi padre tomaba y cuando eso pasaba me convertía en su saco de boxeo personalizado con solo 10 años. Mi madre siempre insistió en que no le hiciera nada, ya que ella no tenía dinero, ni familia y prefería que alguien se sacrificara para que los demás tuvieran un futuro...

Mi mente procesa todo de forma lenta, pero vamos sobre la marcha y a la vez recrea todo como si fuera una película.

—Los años pasaron y sus golpes dejaron de dolor, ¿alguna vez lo has experimentado? Cuando de tanto golpearte, ya no duele tanto, poco a poco comienzas a sentir ese vacío que amenaza con esparcirse por tu cuerpo, impidiéndote sentir. —su mirada conecta con los míos, reflejándome en ellos— Cuando tenía cierta edad tuve mi primera novia oficial y la llevé a casa, estaba ilusionado. Mi familia la conoció y creí que todo sería diferente —niega con la cabeza.

Lo que más me asusta no es verme reflejada, es entender su dolor, como si fuera mío. Porque ya he estado en ese lugar.

—Mi padre me pidió que los dejara a solas, quería hablar con ella y de tonto los deje solos —en su rostro se forma una sonrisa nostálgica—, demoraban mucho y regrese a buscarlos, pero estaban en una situación no muy grata. Ella estaba con él o eso creí. La estaba violando, cuando me vio llegar me mando a sentarme. Presencie la violación de mi novia, pero no podía hacer nada...

Cualquiera otra persona lo fuera detenido, y le fuera explicado que si tenía otra solución. Que, si había salida, pero no es mi caso. Cuando ambos salen del mismo hoyo, comprenden mejor el dolor. El saber que no pueden hacer nada, aun cuando sienten la impotencia adueñarse de su cuerpo. Sabes que, si caen, irías a un hogar para huérfanos. Como eres casi adulto nadie te querría, estarías solo en la vida y por si fuera poco, no poseerías nada y los demás se verían afectado por tus decisiones. Por eso callas, bajas la cabeza, te vuelves sordo, mudo, ciego. Nadie te puede ayudar, se llenan la boca diciendo que si, pero a la hora que los necesitas no están y vuelves a caer en ese agujero.

—Cuando termino, le lanzo dinero y ella se fue corriendo. —su mirada, se ve vacía— Después me golpeó hasta aburrirse. Comencé a ir a terapia, y a otros especialistas hasta que me diagnosticaron con un trastorno disociativo de la personalidad —su mirad se conecta con la mía—, a raíz de eso decidí irme a vivir al extranjero con una beca para mis estudios. Un día mi padre volvió a contactarme y darme ciertas órdenes, aquí es cuando descubrí que mi hermano se había casado.

—Fue cuando todo cambio —sigo por él.

Asiente con la cabeza.

—Tenía órdenes de hacerme pasar por mi hermano, en ocasiones me acostaba con su esposa. Paso todo lo que ya sabes, esa otra parte de mí, creada por lo que viví, le gustaba eso. Someter, lastimar, herir. ¿Es excusa? No, pero necesitabas saberlo. Y mi padre murió hace un par de meses —termina.

No le respondo, no lo odio, tampoco le tengo resentimiento, solo que no tengo ganas de hablar.

Me giro dirigiéndome hasta la habitación de Duncan, recojo la ropa para el bebe, la ropa de Sandra, metiéndola en dos maletas diferentes. Mi cuerpo quiere temblar y lanzarme a llorar. Porque si querer las víctimas se vuelven victimarios. No es su culpa, pero es algo que me causa tanto temor. Volverme como él, como mi madre, como ellos. Regreso a la sala con las dos maletas en mi mano, se las extiendo, aceptándolas sin preguntarme nada.

—Vamos al hospital —le informo saliendo del apartamento.

Sintiendo como camina pisando mis talones.

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El viaje fue corto, llegamos al hospital, me sacaron sangre al igual que a él. Lo deje esperándome para poder entregarla la ropa a Duncan. A lo lejos divisaba a un chico de tez pálida, con cara de lloradera.

—Llegaste, por fin —pone los ojos en blanco, provocando que yo arquee una ceja— en mi defensa tienes que entrar —no me deja que le pregunte, porque me empuja al interior de una habitación.

Pongo las maletas en el suelo, levanto mi mirada encontrándome con Sandra que parece un tomate sudado y en sus brazos un pequeño tomate, con mucho cabello, que permanece con sus ojitos cerrados. Me acerco lentamente observando sus rasgos. Va a ser una niña muy linda, de eso no tengo duda.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto por lo bajo a Sandra. Su rostro pasa a una mueca.

—Mal, creo que me voy a desmayar —responde Duncan, ganando la atención de ambas— ¿Qué? No sabes la tensión que me provoco todo esto.

—Eres increíble —ironizo.

—SI, lo sé, no me lo digas tanto que se me crece el ego —pronuncia con una sonrisa en su rostro.

—Estoy cansada, algo adolorida, pero ¿sabes? Valió cada segundo —termina de hablar acariciando las manitos de su pequeña.

Quisiera decir que estoy aquí, pero mi mente está lejos divagando en otro tema que ellos desconocen. Unas manos aparecen abrazándome por la espalda, provocando que me tense, pero al instante me tranquilizo cuando noto que es Luke.

—¿Cómo le van a poner? —pregunta jugueteando con mi cabello.

Volteo a verlo, pero él me ignora.

—Evangeline Eliza Blackstone—pronuncian a la par ganando de nuevo mi atención.

Ese es mi segundo nombre.

—¿Por qué ese nombre? —pregunto algo extrañada.

Estas coincidencias no ocurren a menudo.

—Porque conocemos a alguien que nos ha enseñado tanto, en tan poco tiempo, a mí me enseño lo que es el perdón si merecerlo, la piedad, la bondad, la empatía, pero sobre todas las cosas el cariño genuino ese que no pide nada a cambio —pronuncia Sandra mirándome a los ojos.

No soy capaz de responder, porque mi visión se nubla y soy incapaz de responder algo.

—Es un nombre muy lindo —es lo que logro articular.

—Gracias —responde Sandra.

Asiento, me disculpo y salgo del cuarto. Mis pies cobran vida propia, comienzo a caminar para buscar los resultados. Cuando llego, me los entregan y abro la prueba sintiendo como mi corazón se desemboca en cada segundo que pasa.

Abro el sobre sintiendo como la sangre deja de circular por mi cuerpo y cuando desdoblo el papel, todo raciocinio me abandona. Observa los resultados 99%, ese número provoca que mis piernas tiemblen. Si soy su hija.

—Si soy tu hija —pronuncio sintiéndolo llegar.

—Te lo dije, pero no me quisiste creer. Pero en realidad tienes dos padres —mi mirada viaja hasta él, en mis ojos se esparce la confusión ante sus palabras.

—¿Cómo dices que dijiste?

—Kaleb y yo somos físicamente semejantes, al igual que genéticamente ¿es esto posible? Te preguntarás, y la respuesta es sí.

—Ambos son mis padres, pero nunca sabré cuál no exactitud —me respondo a mí misma.

—Ves, eres inteligente —sonríe con suficiencia.

—No soy tonta —me molesto.

—No he dicho eso —se defiende.

—Pero lo pensaste —contraatacó—, ¿Por qué tienes los ojos más oscuros? —le pregunto.

—Ambos usamos lentes de contacto para diferenciarnos —me explica y procede a quitárselo, dejando a la vista unos ojos azules eléctricos.

No le pregunto más nada, solo me quedo meditando en todo lo que acaba de pasar. Mis pies vuelven a cobrar vida propia y regreso al cuarto de Sandra, pero me detengo para observarlos, todos son felices y estoy feliz, pero a la vez.

Mi visión se nubla amenazando con que mis lágrimas bajen. No sé qué me ocurre, siento un vacío esparcirse por mi pecho, antes era momentáneo, pero ahora parece estar conmigo todo el día, me provoca un deseo sin fin de llorar sin motivo alguno. Reafirmando mis dudas, algo en mí está mal, estoy jodidamente rota, algo dentro de mí ha muerto y sé que no volverá. Quiero ser feliz, como ellos, como las personas que están a mi alrededor, poder disfrutar esos pequeños momentos que me distraen de la mierda que vivo. Quiero sonreír.

Deseo ser alguien que nunca he sido.

Me alejo de la puerta, del hospital. La lluvia me recibe, pero lejos de apartarme dejo que me envuelva entre sus fríos brazos. Ocultando mi estado, mojándome y entre las gotas que se combinan con mis lágrimas. La noche llora mi miseria, llora conmigo, queriendo mostrarme que no estoy sola y que tengo solución... aun cuando yo no lo siento así. 

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