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Capítulo 37

" El tiempo no duerme los grandes dolores, pero sí los adormece"

-George Sand-

Saday.

La brisa golpea mi rostro, sintiendo como se lleva mis cargas con cada exhalación. Busco paz dentro de la desesperanza, pero no encuentro nada, en su lugar todo lo que recibo es una extraña sensación que se instala en mi pecho, oprimiendo, impidiéndome respirar o sentir tranquilidad.

Me costó tanto lograr que Asher me dejara venir al parque sola, insistiendo en que le marcara si me sentía mal o algo pasaba. He llegado a la conclusión de que quiere meterme un rastreador en algún lado.

—¿Saday Miller? —ante la mención de mi nombre me giro, encontrándome con el mismo señor del cementerio.

Solo que en esta ocasión si puedo ver el color de sus ojos, son grises oscuros, pero a la misma vez. Su rostro me parece familiar, pero no sé de donde. Sus facciones, rasgos, todo él me...

—¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Qué quiere? —pregunto de forma directa.

Lo último que necesito es que otra persona intente secuestrarme. Así como hay un chico de los recados, ahora me van a llamar "la chica de los secuestros" porque siempre me secuestran, ¿necesitas practicar secuestrar a una persona? Claro, contáctame y secuéstrame. Al fin y al cabo, todos lo hacen sin preguntarme.

—Me presento, soy Kaleb Prynce —mi mundo se detiene.

¿Prynce? Acaba de decir ese apellido. Mi apellido. ¿Acaso él es...? No es imposible. Está muerto.

—¿Quién es usted? —vuelvo a preguntarle, esperando que esto sea un mal sueño.

—Pero si ya te lo dije —se encoge de hombros con simpleza—, te pareces mucho a tu madre —esas palabras son las necesarias para helarme la sangre.

Las manos comienzan a temblarme antes de que pueda reaccionar a lo que acaba de decir.

—¿Cómo... la... conoce? —termino la pregunta con un gran esfuerzo.

—Es una larga historia —suspira mirándome fijamente, provocando que me quiera desmayar— el cómo te conozco también es una historia complicada y larga —se apresura a responder lo que yo quería preguntarle.

—Creo que necesito una mejor respuesta —intento sonar firme, que la voz no me traicione.

—¿Quieres respuestas? —pregunta sabiendo la respuesta.

—Si —susurro.

—Entonces acompáñame, no existe mejor prueba que aquella que vemos con nuestros propios ojos —extiende su mano y todo dentro de mí me pide que no lo siga.

Pero a la misma vez, quiero tener respuestas y no quedarme con las mismas dudas que me agobian.

Me levanto del suelo, no muy convencida, pero quiero respuestas y este señor parece el único dispuesto a dármelas.

—Espérame aquí —pronuncia dejándome más nerviosa de lo que ya me siento.

Alguien choca contra mi espalda, me giro con la intención de disculparme, pero me petrifico al ver quien es. Es mi madre, su rostro no refleja lo mismo, tampoco siento esa áurea de superioridad. Ahora solo parece triste, el miedo se refleja en su rostro, dejándome anonadada.

—¡No! —grita, señalando hacia atrás mío.

Me giro para entender a quien le dijo que no, encontrándome con Kaleb. El rostro de ella se desfigura y juro que ella está temblando.

—Hola, Susan, tanto tiempo sin verte —le responde Kaleb.

—No vayas con él —suplica.

—¿Por qué no debería? ¿Quién eres tú para decirle que hacer o que no hacer? —se interpone Kaleb.

—Le hablo a mi hija, no a ti —le responde Susan.

Estos dos quieren tirarse cuchillos, son como ese meme. Meto cuchillo, saco tripas.

—Eso ya no lo sé, pero... —lo interrumpo.

—Vamos —le hago una señal a mi madre.

Le hago una señal a mi madre para que avance y eso hace, hasta quedar a una distancia prudente de todo el resto. Pero ella sujeta mi antebrazo, apretándolo a su antojo, hasta que me lleva detrás de un árbol. Ella me suelta, disimuladamente acaricio el lugar donde estaba su mano.

—¿Te lastimé? No fue mi intención —su rostro es sincero.

Creo que me estoy muriendo, ella se acaba de... disculpar. Eso no pasa todos los días.

—No te vayas a ningún lugar con ese hombre —abro mi boca intentando entender todo lo que ha pasado— sé que tienes muchas preguntas, pero no puedo responderlas ahora. Solo no te vayas con él, prométemelo —me suplica.

—Ok, lo prometo —respondo en un susurro, cruzando mis dedos.

Ella asiente y antes de que pueda preguntarle algo.

—Me tengo que ir —es lo último que pronuncia antes de irse corriendo.

¿Qué acaba de pasar? Regreso al lugar donde me había quedado esperando a Kaleb. Él sigue en el mismo lugar y al verme se forma una sonrisa en su rostro, pero no es maliciosa.

—¿Nos vamos? —me pregunta.

—Sí.

Porque mentiría si dijera que no quiero saber lo que pasa.

_____&_____

—¿Por qué te muerdes el labio? —la pregunta de Kaleb me regresa a la realidad.

—Digamos que estar en un carro con un extraño, viajando a quien sabe donde, no me produce tanta tranquilidad —respondo volviendo a morder mi labio.

—Te haces daño a ti misma —se queja.

Inclino la cabeza de un lado, intentando detenerme, pero fallo en el proceso. El auto se detiene frente a un edificio en proceso de construcción. La inseguridad surge en mi cabeza, haciendo estragos en mi cuerpo. Se baja del carro y lo sigo. Perfecto, si muero, espero que encuentren mi cuerpo. Intento concentrarme el edificio, la estructura esta completa, terminada, solo faltan pequeños detalles como pintarlo, arreglarlo, decorarlo. Nos detenemos en un cuarto, entramos, pero solo hay dos sillas y un telescopio que apunta a... quien sabe donde.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto tratando de que no se note mi nerviosismo.

—Tus respuestas, solo debes mirar por ese telescopio —pronuncia sentándose con tranquilidad.

No le vuelvo a preguntar, solo me inclino ligeramente sobre el telescopio. El nerviosismo se adueña de mis manos y opto por no tocarlo. Lo primero que entra en mi rango de visión es una niña pequeña, es castaña de piel blanca, que se encuentra junto a una señora rubia. Pero antes de que pueda detallarla o prestarle más atención. Aparece un hombre alto, blanco, fornido, de cabello castaño, es idéntico a... Kaleb. Y como si sintiera mi mirada, sus ojos observan una dirección en específico. Donde estoy yo. Sus ojos son azules, pero de una forma profunda que me eriza la piel, ya son como lanzas.

—Son... iden...ticos —tartamudeo alejándome.

—¿Es lo único que puedes decir? —pregunta con decepción.

—¿Acaso leo mentes? —me cruzo de brazos molesta— usted debe ser bipolar.

—Hace 20 años conocí a una hermosa mujer, claro ella no era de tener relaciones o algo serio —una sonrisa boba se forma en su rostro—, comencé a salir con ella y con el tiempo, llegue a la conclusión de que ella era la indicada. Pasaron los meses y le pedí matrimonio —su mano viaja hasta su cuello, ¿nervioso? ¿Pensativo? —mi hermano, él descubrió que estaba casado y se metió en mi matrimonio a tal punto de hacerse pasar por mí.

¿Gemelos? ¿Suplantación de identidades? Perfecto, ¿algo más? ¿Acaso me cambiaron en el hospital?

—Poco después ella quedó embarazada, tuvimos una hermosa niña —su mirada se pierde en un punto, en medio de su silencio—, mi hermano me amenazo para que la dejara o me abstuviera las consecuencias. Fingí un accidente, dejando a mi esposa y a mi pequeña hija. Mi hermano se casó, formo su familia y se olvidó de mí.

Algo en mi cabeza hace clic.

—Esa mujer que dejaste —hablo en un susurro.

—Susan —responde por mí.

—Yo... —no logro terminar de formar la oración, porque un nudo se forma poco a poco en mi garganta adueñándose de mi estómago en el proceso. Mi visión se nubla y un repentino dolor traspasa mi pecho, amenazando con llevarme a un nuevo colapso.

—Tú eres mi hija —pronuncia acercándose a mí.

Niego con la cabeza, sintiendo que pronto llegaré a un colapso.

—¿Por qué ahora? Porque llegar a mi maldita vida después de 18 malditos años —le grito sintiendo como mi garganta arde en el proceso—, ¿crees que te necesito? Pues no, "papa" —ironizo la última palabra—, pero claro no tienes los pantalones bien puestos para pararse como un verdadero hombre y defender a los suyos —niego molesta con una sonrisa loca en mi rostro— ¿Qué tienes para defenderte? Ilumíneme, padre —termino cruzándome de brazos.

—Perdón, hija, pero... —no lo dejo terminar.

—No, no, un perdón no logra nada, no cambia nada —sus palabras me alteran, sacando una parte no muy buena de mí.

—Cálmate, por favor —intenta acercarse a mí, pero retrocedo—, mi hermano no es una persona con la que logres razonar.

—¿Mi madre lo sabe? —le pregunto de forma directa.

Porque eso tendría algo de lógica en mi cabeza.

—No, solo sabe que estoy vivo, pero no sabe lo de mi hermano.

—¿Con qué propósito regresas a mi vida, a la suya? ¿Acaso sabe lo que yo he tenido que vivir? —niego con la cabeza.

—Cometí un error, pero sigo siendo tu padre —me grita.

Me quedo estática, mi cuerpo no reacciona, se siente lo mismo que ella me hacía sentir, al final no hay mucha diferencia entre ellos.

—Eres uno de mis procreadores, pero padre, eso no eres —sentencio.

—Entiéndeme, tengo que cuidarte —intenta acercarse, pero le lanzo mi peor mirada.

—Eso lo que, hecho toda mi vida, por mi propia cuenta —mi voz sale como la de un robot.

—Hay muchas cosas que desconoces y con ese arrebato tuyo de enojo y malcriadez no vas a lograr nada —se queja— además Kaden te quiere muerta.

¿Muerta? ¿Me sorprende? No, hace mucho tiempo la muerte dejo de tener el mismo valor para mí.

—Vamos a ver si logro comprender toda la mierda que sale de su boca —su mirada es como dardos—, mi padre biológico no es Kaden, es Kaleb. Por si fuera poco, este mismo individuo me quiere muerta ¿algo más? ¿Pase algo por alto? —ironizo.

—Él me engaño, me había dicho que dejaría de molestar a tu madre, pero la verdad es que nunca se fue. Siempre estuvo con ella, ordenándola como si fuera su sumisa —niega con asco.

Si supieras como ha sido mi vida. ¿Entonces ella también ha sufrido? ¿Ella también la ha pasado mal? Es algo complicado de asimilar.

—¿Hace cuánto tiempo? —pregunto refiriéndome a lo que ella.

—Después de conocer a Patrick.

No me lo puedo creer.

—¡Cuatro malditos años! —le grito al borde del colapso nervioso—, ¿Por qué no dejas que me asesinen y listo? —pregunto sintiendo como las lágrimas amenazan con escapar de mi rostro—, a veces las cosas más difíciles para unos, puede ser la más sencilla para otros...

—No eres un soldado, no estas en una guerra, no debes morir por el capricho de alguien más. Debes ser una adolescente normal —me interrumpe.

Una risa sarcástica abandona mi garganta.

—Según usted ¿yo he tenido una vida normal? —su mirada es de lástima y eso lo odio—, pues no, si quiere le muestro cada una de mis cicatrices —levanto la manga de mi camisa manga larga. Recojo una botella de agua y limpio el maquillaje que cubre todo.

Sus ojos viajan hasta mis antebrazos, destilan lástima, pero a la misma vez quiere que me detenga, pero estoy cansada de que me provoquen. De que tenga que callar todo, absolutamente todo, pero claro cuando yo me canso y les enseño toda la mierda, se molestan y no son capaces de soportar todo lo que sale de mi boca.

—¿Quieres ver los otros? —le pregunto. Pero niega con la cabeza—, eso pensé. Ahora devuélveme al parque no necesito más de esto.

Tantas cosas que asimilar y tan poco tiempo de reponerme de todo.

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