Capítulo 34
El dolor de perder a un ser amado, es algo tan profundo y agonizante.
Asher.
Hay personas en este mundo que son digna de admirar, no solo por la fuerza de voluntad que poseen. También por cómo se manejan frente a las adversidades que viven a diario.
Solo se necesitó un minuto que entrara a la casa, para que un caos mayor se desatara afuera. Encontrándome con una Saday en shock y cubierta de sangre, con la mirada perdida. Su mirada se encuentra perdida. Los siguientes días que pasaron no hablaba, no comía, y simplemente no dormía. En varias ocasiones me quede con ella hasta que se durmiera.
Ella se trataba así misma como si no mereciera amor, no mereciera ser amada. Apartaba a cualquiera que se quisiera acercar a ella a excepción de mí. Pasaba todo el día mirando un dije de dos ángeles. Es algo traumático ver morir a tres personas que amas frente a tus ojos. Yo vi morir a mi madre y no fue algo agradable.
Pero aquí estoy, cumpliendo mi promesa. Evitando que caiga. Llego el día del entierro, viajamos al mismo lugar donde se había enterrado a la señora Gladys. No solo es un entierro, son dos. El rostro de Saday permanecía pálido y sus ojos los tenía hinchados y rojos. Con esfuerzo logré que ella se vistiera. Le intenté pedir ayuda a Valentina, pero eso termino en una pelea no muy agradable.
Ahora estamos afuera de la iglesia, ya que se niega a entrar, está sentada en las escaleras para entrar. Me siento a su lado, ella nota mi presencia sin embargo no articula nada.
—Lo mejor está por venir —pronuncio ganando su mirada, pero es una vacía.
—Cuando algo termina, algo nuevo empieza. —sujeto su mano.
Su mirada sigue vacía. Acorto la distancia que hay entre nosotros y la envuelvo entre mis brazos.
—Recuerda que después de la tormenta sale el sol —trato de animarla.
—O puede caerte un rayo —pronuncia con una sonrisa en su rostro.
—Se me había olvidado que te encanta leer y usas mucho esas frases —niego con la cabeza, feliz de sacarle una pequeña sonrisa.
Pero tan rápido como apareció esa sonrisa, de esa misma manera desapareció. La separé ligeramente de mí, sus ojos están rojos, llenos de lágrimas.
—En medio de tanto dolor, los corazones se hacen más fuertes y no mueren —limpio las lágrimas que se esparcen por sus mejillas.
—Gracias —susurra.
—No hay tormenta sin calma, noche sin día. Y cuando te falten las fuerzas, te sobraran las razones.
Saday.
El dolor puede llegar a nublar tu juicio, encontrando filos donde no los hay. Pero para otros, simplemente es como abrir los ojos y ver cosas que pasabas por alto.
Aquí estoy frente a dos grupos de personas que bajan los cuerpos de Alejandro y Sam.
—Deténganse —grito cuando están metiendo ambos atadles a los huecos.
—Sada... —Asher intenta detenerme, pero me suelto de su agarre.
—Solo quiero verlos una última vez —susurro intentando no quebrarme.
Asher les hace una señal a los hombres y abren ambos ataúdes. Volteo a ver a Alejandro, permanece igual, solo que su piel se ve algo pálida. Tiene un saco con corbata y un pantalón de tela. Junto con una rosa entre sus manos.
¿Cómo le dices adiós a alguien que no quieres dejar ir? Niego con la cabeza, trato de sonreír, pero se trasforma en una mueca de dolor. No sé qué hacer y muero de remordimiento. Mis piernas no pueden y flaqueo, cayendo de rodillas contra el suelo.
Mi pecho me duele, mientras las lágrimas bajan por mis mejillas.
—Cuando dijiste tu último adiós, morí un poco —susurro observando su cuerpo sin vida.
Queriendo que se levante, y me regañe por ser llorona, que aparezca cuando tengo un ataque de ansiedad. Ver sus hoyuelos una vez más, su sonrisa expandirse por su rostro. Ver como vuelve logra crear luz en medio de tanta oscuridad.
—No tienes ni... idea de la falta que me haces. —intento seguir hablando—, no solo a mí, a tu hermana. ¡Maldita sea! Ella te necesita, pero yo también. Prefiero ser egoísta si eso me permitía sabiendo que estabas bien... —no puedo seguir hablando, porque un nudo se forma en mi garganta.
Siento una pequeña mano posarse en mi hombro, no tengo que levantar la mirada porque sé que es Candy.
—Sé que él no quisiera verte así llorando, al borde del precipicio. —pronuncia para nosotras—, él te quería y no me voy a cansar de repetirlo, lo hacía con todas sus fuerzas. Porque fueron la evidencia de que se puede amar a alguien poco tiempo, pero también de que, en medio de tanto caos, puede florecer algo hermoso. ¿Quién iba a creer en medio de tantas piezas rotas se podría formar algo tan único? Eso eran ustedes, algo único.
—Por favor... vuelve —hablo en medio de súplicas, sintiendo como en mi pecho sigue persistiendo ese dolor.
Quema, mi pecho se siente en llamas, unas las cuales van a terminar en un gran agujero.
—Me hiciste encontrar esperanza en medio de tanto desespero —niego con la cabeza— me dijiste todo, me dijiste que viviera, pero fuiste el único capaz de enseñarme a sanar lo roto. Me dijiste todo, pero nunca supe que estabas dispuesto a morir por mí. —entierro mis uñas en mi palma, hasta sentir un ardor adueñarse de ellas.
Miro hacia abajo y la sangre empieza a salir, pero no me importa en lo más mínimo. Ese ardor no se compara con lo que siento dentro de mí.
—Ahora puede ser libre y no tiene que fingir nada por nadie. Ya no va a sufrir más —la voz de Candy suena en un susurro.
—¿Por qué no me llevaste contigo? Aquí estoy de rodillas y te necesito, sé mi ayuda, sácame de este desastre. No estoy lista para continuar. —ya no soy capaz de ver, mis lágrimas no me lo permiten.
—Por favor —me suplica Candy.
Pero no puedo, quiero otro abrazo de él. Quiero volver a sentir su cuerpo abrazarme. Quiero que todo esto sea una maldita pesadilla y despertar. Que el este aquí, que me siga enseñando.
—Mira —sigo la mano de Candy.
Y ahí están ambos, Sam y Alejandro. Vestidos de blanco, una sonrisa adorna sus rostros. Sam susurra un "te quiero" que me saca lágrimas involuntarias. Y Alejandro... él... se ve diferente, ya no veo dolor en sus ojos. Su mirada me trasmite paz, y es cuando se vuelven a marcar esos hoyuelos tan lindos que poseía.
—Te amo —pronuncia, sacándome una carcajada con lágrimas— no te des por vencida, sigue luchando y cuando sea el momento. Nos volveremos a ver, pero no olvides que yo siempre voy a estar para ti cuidándote, a tu lado aun cuando no me veas. Ahí estaré
Intento levantarme para caminar a eso que veo, pero desaparece y mis piernas amenazan con dejarme caer, pero Asher me sujeta por la cintura evitando que caiga. Me giro, encontrándome con el padre de Candy y el difunto Alejandro. Mi madre se encuentra a lo lejos. Leo el hermano de Sam. Y unas cuantas personas no conozco. Pero un hombre alto, que carga lentes se acerca a nosotros, deteniéndose delante de mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro