Saday.

A menudo solemos expresarnos, con frases muy usadas, las cuales con el pasar de los años han adquirido mucha fama. Sin embargo, eso no quita, el que no sean ciertas. Un ejemplo de esta seria.

"Nada es lo que parece" cinco palabras, nueve vocales, ocho sílabas. Y tanta profundidad que ocultan. Mi vida es un claro ejemplo de eso.

El sonido de la campana me regresa a la realidad, recordándome que ya es hora de regresar al lugar que más me aterra, mi casa.

Algunos dirán "El hogar, es el lugar más seguro de una persona" claro, esto no aplica para todos. Por lo menos, no para mí.

El trayecto a casa es corto, vivo cerca de mi colegio. Abrazo mis libros contra mi pecho, las piernas me tiemblan. Mi cuerpo emana miedo, estoy segura de que si pudiera olerse, en mí sería algo fuerte. En mi campo de visión aparece una casa que, a simple vista, se me linda, con toques muy femeninos. Pero para mí es una trampa mortal. Sujeto el plomo de la puerta, mis manos están frías, lo giro lentamente, empujó la puerta de madera. El crujir de la madera hace eco en la casa. Espero escuchar el grito de mi madre, y en su lugar recibo silencio.

Mi corazón late frenéticamente, entró lentamente y con la mirada busco a mi madre, pero en su lugar únicamente encuentro unas maletas en la sala, en una mesa encuentro una nota de ella.

"En las maletas se encuentra tu ropa lista, no quiero preguntas tontas o mucho menos quejas, te vas a ir con a quedar con tu prima por un corto lapso de tiempo. Junto a esta nota encontrarás tu pasaporte y el boleto de avión. Viajas mañana. Más te vale que te vayas, porque en caso de que decidas quedarte o desobedecer mi orden, te abstendrás a las consecuencias. Las cuales conoces muy bien, Leo va a ir mañana por la tarde y si te encuentra, el té castigará, además de que te quedaras con él.

PD: más te vale mantener esa boca cerrada, recuerda lo que pasó la última vez que decidiste desobedecer".

Un escalofrío recorre mi cuerpo, al leer la mención de ese nombre. Y el pánico toma lugar en mi pecho, al leer esas últimas líneas. Mi mirada recae ahora en el pasaporte, que yace en la mesa, junto con el boleto de avión. Reviso la hora "12:30 pm". Leo el destino "New York".

Solo espero y deseo que ese mes pase rápido. No recuerdo a ninguna prima, talvez se debe a que mi madre nunca deja que nadie nos visite o recibir visitas. Como dice en mi película favorita "felices juegos del hambre y que la suerte esté siempre de tu lado".