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Volviendo al infierno

En el corazón del bosque, una pequeña casa se alzaba entre los árboles, su interior impregnado de un silencio tenso. Allí, Ángel yacía en un colchón desgastado, disfrutando de un descanso que parecía un lujo tras un mes de tortura incesante. Yoe le había concedido esta breve tregua, enviando a dos sombras para escoltarlo a un lugar alejado, lejos del horror que había vivido.

Despejando su mente de los ecos del pasado, Ángel se sentó al borde de la cama. Sin camisa, su torso estaba surcado por cicatrices que contaban historias de dolor y sufrimiento. Cada marca era un recordatorio de las brutalidades que había soportado. Respiró hondo, intentando asimilar la información que había recolectado hasta ahora.

**El mundo de las sombras**. Así se llamaba este lugar paralelo a la Tierra, donde habitaban entre 3,000 y 7,000 personas conocidas como sombras, guerreros destinados a luchar contra monstruos y espectros que amenazaban el mundo original. La jerarquía era estricta: desde el grado G hasta el S, con la posibilidad de ingresar al consejo.

Mientras su mente procesaba esta nueva realidad, comprendió que su cuerpo estaba al límite. Yoe no tardaría en volver a inyectarle la dosis de grado S. Ángel sabía que estas inyecciones eran potenciadores genéticos, pero el propósito detrás de ellas seguía siendo un misterio.

Una semana pasó en meditación y lucha interna. La ira, la desesperación y el miedo se entrelazaban en su pecho como serpientes enredadas. Se sentía menos expresivo, cada día más consumido por el deseo de venganza hacia Yoe.

En medio de esta tormenta emocional, sintió dos presencias observándolo desde las sombras. Sus corazones latían con calma y sus respiraciones eran casi imperceptibles; la experiencia de quienes lo vigilaban era palpable. Este entrenamiento infernal estaba dando sus frutos: ya no lo sorprendían.

Finalmente, las sombras emergieron de la oscuridad del cuarto, interrumpiendo su meditación.

-Ángel, debes acompañarnos. En breve será la introducción a los nuevos reclutas -dijeron con una voz relajada y respetuosa.

Se levantó rápidamente y se vistió antes de seguirlas hacia el exterior. Las sombras desaparecieron en un parpadeo, moviéndose ágilmente entre los árboles cubiertos por una densa neblina que dificultaba la visión.

Tras unos minutos de carrera frenética, llegaron a un campamento rodeado de árboles imponentes y cabañas antiguas llenas de moho y una aura tenebrosa. Un grupo de 20 a 30 personas se alineaba frente a una tarima desgastada.

-Debes presentarte ante Yoe -le indicó una sombra antes de desaparecer.

La incomodidad lo invadió al notar las miradas mixtas: algunas llenas de desdén, otras con curiosidad. Recordó las torturas que había sufrido y sintió cómo el desprecio se cernía sobre él como una sombra oscura.

Concentrándose en mejorar, levantó la vista hacia Yoe en la tarima; este lo observaba fijamente, analizando cada movimiento con ojos críticos.

-Ahora que están todos aquí, dará comienzo la explicación -anunció Yoe con voz firme.

Sin esperar a que Ángel se acercara a la tarima, comenzó a detallar cómo serían tratados y sus respectivas responsabilidades.

-Desde ahora son sombras... Todo lo que conocían antes no existe. Tienen un único propósito: eliminar a todo aquel que perturbe la paz e intente atacar el mundo original. Ustedes son el pilar que mantendrá a la humanidad en paz tras cientos de años sin invasiones del continente NOSTRUM -declaró Yoe con una autoridad aplastante.

Los presentes se emocionaron; una confianza férrea comenzaba a formarse entre ellos mientras Yoe evaluaba sus reacciones con calma imperturbable.

-Ahora recibirán una sustancia que amplificará sus capacidades físicas y sensoriales; por ahora es solo grado H. Sentirán un dolor horrible mientras sus músculos se contraen -advirtió Yoe antes de dar la orden.

Las sombras surgieron de la oscuridad y comenzaron a inyectar las dosis sin permitir resistencia alguna. Los reclutas cayeron al suelo retorciéndose; algunos gritaban mientras la espuma brotaba de sus bocas.

-Instructores, arrastren a sus alumnos y enséñenles el verdadero infierno. No quiero ver ningún rango inferior al E... Tienen una semana; si no lo logran, me encargaré personalmente de mandarlos a primera línea -ordenó Yoe con una sonrisa macabra.

Los instructores saltaron sobre los reclutas y los arrastraron hacia el bosque oscuro como si fueran marionetas sin voluntad propia. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar mi propio entrenamiento infernal; no era solo tortura, era un verdadero infierno.

Desprendiendo sed de sangre en dirección a Yoe, lo observé inclinarse ligeramente mientras reía macabramente. De repente estaba justo a mi lado dándome palmadas en el hombro; el miedo me paralizó mientras un frío helado recorría mi espalda.

-Tienes tu primera misión... Es de ultra importancia -dijo Yoe sujetándome por la cabeza y mirándome fijamente a los ojos con presión descomunal-. Tu misión es destruir la línea de suministros del enemigo. Te prestaré cinco sombras de grado B y una grado A para que te ayuden; más te vale dar la talla.

Soltándome con desdén, chasqueó los dedos y seis sombras aparecieron frente a él.

-Ellos son tuyos. Jhon será tu guía; enséñale y si intenta escapar, mátalo en el acto -instruyó Yoe antes de desaparecer en un parpadeo.

Jhon se acercó e inclinó su rodilla ante mí:

-A sus órdenes, líder -dijo con respeto genuino.

-Dime la información sobre la misión ahora -exigí con voz firme mientras intentaba proyectar autoridad pese al caos en mi mente.

-Como ordene, líder... Nuestra misión es eliminar la línea de suministros incluyendo todo su cargamento y destruirlo antes de retirarnos inmediatamente para evitar encuentros con los monstruos humanoides -explicó Jhon sin titubear ante mi presión.

-¿Cuantos están involucrados en esta misión? -pregunté perplejo.

-Es una misión conjunta no dispongo de su totalidad; hay demasiadas rutas enemigas y no podemos dar abasto con tan pocas sombras... Casi todas están luchando en primera línea. Si fallamos aquí, perderemos la academia y las residencias... Este golpe debe ser un rotundo éxito -respondió Jhon con seriedad aplastante.

La magnitud del reto me abrumó; tenía tanto que perder y tan poco tiempo para asimilarlo todo. ¿Por qué tuve que ser arrastrado a este mundo? Era tan tranquilo compartir momentos familiares sin preocupaciones... Ahora todo había cambiado drásticamente.

Jhon me sacó de mis pensamientos:

-Líder, debemos irnos ahora.

Con tantas cosas en mente reaccioné tarde; nos movimos rápidamente hacia el bosque corriendo entre las ramas como si fuéramos parte del mismo entorno natural.

-¿Y ellos no se presentarán? -pregunté curiosamente mientras corríamos juntos.

-No importa; son desechables -respondió Jhon sin darle más importancia al asunto.

Sin detenernos para descansar durante tres días continuos llegamos finalmente al sitio acordado justo antes del amanecer.

-Líder, debemos descansar antes del ataque -sugirió Jhon deteniéndose en medio del bosque.

-Aún estamos en pleno bosque; no veo enemigos... Solo oscuridad -dijo Ángel cuestionando su ubicación.

-La ruta está más adelante; estamos seguros aquí por ahora -respondió Jhon dejando dos sombras grado B como guardias mientras él y yo descansábamos... Bueno, solo él descansaba porque yo no podía conciliar el sueño debido al estrés acumulado en mi mente.

Al amanecer nos preparamos para avanzar nuevamente hacia lo desconocido:

-Líder, prepárate; lo que vas a ver es algo muy grotesco -advirtió Jhon mientras avanzábamos firmemente hacia la oscuridad del bosque.

Después de unos largos minutos caminando entre sombras densas hasta llegar finalmente a una brillante luz que iluminaba nuestros rostros: habíamos llegado a primera línea...

Montañas de cadáveres ardían por doquier; un mar rojo cubría el suelo mientras múltiples monstruos luchaban contra las sombras: bestias montadas por duendes disparando flechas mortales. Las sombras partían por la mitad a orcos y trolls mientras hechizos devastadores caían indiscriminadamente sobre aliados y enemigos por igual.

A nuestro costado, dos escuadrones de seis sombras, liderados por un grado A, emergieron de las sombras con una determinación feroz.

-Nosotros nos encargamos de abrir un camino -anunció uno de ellos, su voz grave resonando en medio del caos.

Se acercó con respeto, sus ojos reflejando la urgencia de la situación.

-Debemos iniciar ahora; están retrasados unos segundos -dijo, mientras el otro líder del escuadrón nos instaba a avanzar hacia el infierno que se extendía ante nosotros.

Gritos desgarradores resonaban a nuestro alrededor; la masacre era inminente. Cada fuerza luchaba con desesperación en un caos absoluto. La ceniza flotaba en el aire como un manto gris que dificultaba nuestra visión, mientras corríamos tratando de escapar del propio infierno. Los lobos feroces saltaban sobre nosotros, incapacitándonos momentáneamente, mientras los duendes apuntaban sus arcos con miradas llenas de malevolencia.

De repente, orcos montando monturas mutantes y bestias humanoides aparecieron en el cielo, cayendo en picada como aves de presa. Sus garras afiladas se abalanzaban sobre las sombras que nos escoltaban, partiendo a algunos por la mitad y bañándonos en un torrente de sangre caliente. Las risas macabras de nuestros enemigos resonaban en el aire, una sinfonía de locura y brutalidad que nos helaba la sangre. Ya no éramos ni la mitad de los que habíamos llegado.

La tensión crecía como una tormenta imparable; cada pequeño error podría costarnos la vida. En medio del caos, vi cómo uno de nuestros compañeros fue partido en dos por tres lobos feroces que atacaron sin piedad. Otro grado B cayó bajo una lluvia mortal de flechas antes de que pudiera reaccionar, su cuerpo desplomándose sin vida ante nuestros ojos.

Nos cubrimos tras los cuerpos caídos, usando los cadáveres como escudos improvisados mientras avanzábamos. Mutilamos a duendes y orcos gigantes armados hasta los dientes con garrotes mortales. La sangre manchaba nuestras manos y rostros; el sabor metálico impregnaba el aire mientras pisábamos los restos de aliados y enemigos por igual.

El horror era palpable; hechizos ardientes caían frente a nosotros, abriendo caminos entre llamas voraces hacia las líneas traseras enemigas. Sabíamos que solo quedaba destruir sus suministros antes de que fuera demasiado tarde. Cada paso era una danza con la muerte; cada grito era un recordatorio escalofriante de lo que estaba en juego. La brutalidad del combate nos envolvía como una niebla densa y opresiva, y el miedo se convertía en nuestro único compañero mientras nos adentramos más en el abismo del horror.

El Laberinto del Espejismo

Yoe observaba el horizonte desde la cabaña, su mente enfocada en la inminente batalla. Sabía que la situación se volvía cada vez más crítica. Con un gesto decidido, se dirigió hacia el bosque, donde las sombras de grado S lo estaban esperando. Eran los mejores, y su llegada era un signo de que la misión se intensificaba.

Al salir de la cabaña, el aire se volvió denso y cargado, como si el bosque estuviera vivo. Las sombras guiaron a Yoe a través de un espejismo que se extendía ante ellos: un laberinto de árboles que parecían moverse y cambiar de forma. Sin la guía de las sombras, habría sido fácil perderse en la confusión, pero cada paso que daban estaba marcado por la precisión de sus guías.

—Mantente cerca —dijo uno de los líderes de las sombras, su voz baja pero firme—. No te desvíes.

La tensión aumentaba con cada giro y cada cambio en el camino, mientras la presión del tiempo y la urgencia de la misión pesaban sobre los hombros de Yoe. A pesar de la inquietud en su interior, una chispa de determinación ardía en su pecho. Debía demostrar su valía.

Finalmente, emergieron del laberinto y se encontraron ante la imponente sala del consejo, un espacio austero, iluminado por luces etéreas que flotaban en el aire. Al entrar, los miembros del consejo se volvieron hacia él, sus miradas llenas de desdén.

Uno de los líderes, con una voz profunda y resonante, se dirigió a Yoe:

—La situación en el campo de batalla es crítica. Luke está perdiendo terreno, y necesitamos que movilices a tus sombras.

Yoe asintió, sabiendo que la batalla requeriría toda la fuerza disponible.

—Movilizaré 25 sombras de grado S para apoyar a Luke —respondió con firmeza—. Además, necesito que se envíen otros cuatro escuadrones de 25 sombras cada uno. Debemos atacar con fuerza y destruir los suministros enemigos.

El consejo se miró entre sí, evaluando sus palabras. La aprobación llegó en forma de un asentimiento colectivo.

—Ve y haz lo que sea necesario —dijo uno de los miembros, su tono brusco y sin compasión—. No podemos permitirnos más pérdidas.

Sin perder tiempo, Yoe se volvió hacia las sombras de grado S que lo acompañaban. Con un gesto, las sombras se alinearon, listas para partir. El aire se llenó con un sentido de urgencia mientras se preparaban para la batalla.

Yoe lideró el camino mientras se movían rápidamente hacia el campo de batalla. El sonido de la guerra resonaba en la distancia: gritos, choques de metal y el retumbar de pasos. La atmósfera era eléctrica, cargada de peligro y emoción.

Al llegar al campo de batalla, la escena era caótica. Las fuerzas enemigas se agrupaban, tratando de aprovechar la ventaja que habían ganado. Luke, en medio de la batalla, luchaba con una ferocidad desesperada, pero la presión era abrumadora.

Yoe, al ver la situación, dio la orden de ataque. Las sombras de grado S se lanzaron hacia el campo de batalla, como un torrente oscuro que devoraba todo a su paso. Con precisión, empezaron a eliminar a los enemigos, cada movimiento fue ejecutado con la gracia y la letalidad de guerreros entrenados.

—¡A matar! —gritó Yoe, uniendo su voz al clamor de la batalla.

Los cuatro escuadrones de sombras siguieron su ejemplo, dispersándose en formaciones estratégicas mientras se movían hacia la línea enemiga. El objetivo era claro: desestabilizar al enemigo, causar caos y permitir que las pequeñas unidades avanzaran para destruir los suministros que tanto necesitaban.

Las sombras atacaban con hechizos devastadores: relámpagos que partían el cielo, llamas que consumían, y vientos que barrían a los enemigos de su camino. La sinfonía de la batalla se mezclaba con los gritos de los caídos, creando una orquesta de destrucción.

Yoe se movía con agilidad entre los combates. Cada enemigo que caía a su alrededor era una victoria más para su lado. La adrenalina lo mantenía alerta, y con cada hechizo que lanzaba, cada enemigo que eliminaba, se convertía en una parte integral de la lucha.

La batalla continuaba, cada segundo un desafío, cada instante una oportunidad para demostrar su valía. Yoe lideraba la carga, y mientras sus sombras luchaban a su lado, él sabía que estaban comenzando a cambiar el rumbo de la guerra.

—¡No se detengan! —gritó a las sombras a su lado, impulsándolos a seguir luchando.

Con cada hechizo lanzado, con cada movimiento calculado, Yoe se dio cuenta de que no solo estaba luchando por el consejo, sino por la supervivencia de su gente y la salvación de su mundo.

La guerra estaba lejos de terminar, pero en ese momento, bajo el manto de la oscuridad y el fuego, todos sabían que estaban luchando por algo más grande que ellos mismos.

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