Tortura
Desperté con el brillo del sol filtrándose a través de las ventanas de la cabaña, un rayo cálido que contrastaba con el intenso dolor de cabeza que me martilleaba. Intenté moverme, pero al hacerlo, desperté inconscientemente a Elena, quien estaba sentada al lado de la cama, su figura medio reclinada sobre el colchón. Me quedé cautivo por la visión de su hermoso cabello negro, que caía como una cascada brillante, y sus ojos penetrantes que parecían atravesar mi alma.
Elena había usado un hechizo sencillo para ocultar todos los moretones y heridas que la marcaban; se mostraba radiante a mis ojos, como un ángel en medio del caos.
—¿Ya te encuentras mejor? —preguntó con una voz suave y amable.
Mientras se levantaba para buscar agua, su figura se movía con gracia, y mi corazón latía más rápido. Preparó un medicamento que debía tomar durante los próximos días y volvió a sentarse a mi lado.
—Sí, mucho mejor —respondí, aunque dudé al final de mis palabras. Recordé el horror que había vivido en tan poco tiempo. Mis manos se apretaron en frustración; me sentía patético por no haber tenido la fuerza ni la voluntad para proteger a mi familia. En lo más profundo de mi ser, resonaban las últimas palabras de mi tío antes de desaparecer...
—Por cierto, ¿cómo te llamas? —preguntó Elena, mostrando una sonrisa radiante que iluminaba aún más la habitación.
—Me llamo Ángel Rodríguez —respondí, trabándome al final.
—Un gusto, Ángel. Yo soy Elena, y desde ahora me encargaré de tu seguridad —dijo ella, extendiendo su mano en señal de amistad. Mis ojos brillaron con esperanza ante su gesto.
Pero justo cuando estaba a punto de tomar su mano, Yoe emergió de las sombras como un depredador acechando a su presa. Con un movimiento brusco, le propinó un empujón a Elena que la hizo caer contra la pared de la cabaña, impactando con una fuerza que hizo temblar el espacio.
Yoe se quedó donde estaba, clavando su mirada en mí y ejerciendo una presión descomunal que hizo que mi corazón se acelerara.
—Recuerdo haberte ordenado que me avisaras apenas despertara.
La tensión en el aire era palpable; cada palabra de Yoe parecía cargar el ambiente con un peso insoportable.
—Ahora tú di en voz alta: "activar control" —demandó Yoe, intensificando aún más la presión.
Tartamudeando y con miedo en mi voz, apenas logré murmurar:
—Activar control...
De repente, mi cuerpo comenzó a contraerse como si estuvieran cortándome en pedazos. Un dolor agudo me atravesó como si cada músculo estuviera siendo desgarrado. Me retorcí bruscamente y grité hasta quedarme sin aliento.
Elena logró liberarse de la pared donde había quedado encajada y gritó:
—¡Yoe! ¡Aún es muy pronto! Su cuerpo no asimila la dosis...
Sujetando su mejilla, mostraba una profunda preocupación por mí.
—No morirá por algo tan simple; su entrenamiento comienza apenas se estabilice. Tú no te interpondrás en mis decisiones. Vete y no quiero verte en un estado tan lamentable —respondió Yoe con desdén.
Con una mirada fría, expulsó a Elena de la cabaña. En mi mente, ella era toda la esperanza que me quedaba...
Pasaron largos minutos hasta que finalmente logré estabilizarme. Jadeando, intenté sujetar a Yoe para golpearlo, pero él detuvo mi intento con facilidad y me propinó una serie de golpes controlados, cada uno destinado a recordarme mi lugar. Sentí cómo mis costillas crujían mientras la sangre brotaba de mi pecho, nariz y boca.
—Muy audaz de tu parte atacarme apenas recuperaste los sentidos —se burló Yoe entre risas—. Creíste tener una oportunidad... jajaja.
Su alegría genuina al ver que había despertado mis instintos me llenó de rabia. Sonriendo de manera macabra, me inyectó una segunda dosis de grado D junto con una píldora reconstructora celular.
—Ahora veré si realmente eres digno de convertirte en una sombra... —dijo mientras me sujetaba por la nuca.
Observé impotente cómo disfrutaba del espectáculo mientras me retorcía por el dolor provocado por la nueva dosis.
—Ahora di "activar control" —ordenó Yoe.
Sin darme tiempo para adaptarme a los cambios radicales en mi cuerpo, intenté quitarme su agarre sin éxito. Él me estampó contra el suelo repetidamente hasta que finalmente obedecí:
—Activar control...
Esta vez fue peor; un dolor infernal invadió todo mi ser. Con solo pensarlo, juré matar a Yoe con todas mis fuerzas. A pesar del tormento desgarrador, no grité ni aparté mi mirada de él; toda mi ira se canalizaba hacia él mientras el dolor comenzaba a disminuir...
Disfrutando del espectáculo desde una distancia segura, Yoe sonrió mientras buscaba la jeringa y daba un paso hacia adelante con otra dosis de grado B preparada para inyectarme. Pero justo cuando la aguja iba a tocar mi piel, reaccioné instintivamente: giré sobre el suelo y le di una fuerte patada en la quijada. La sorpresa lo dejó descolocado; aprovechando el impulso, me levanté rápidamente y le propiné dos golpes más antes de alejarme.
Corrí hacia la entrada de la cabaña con un solo pensamiento: escapar. Aprietando la manija de la puerta y colocando un pie afuera, caí al suelo sin saber qué había pasado.
Desde dentro de la cabaña, Yoe recuperó rápidamente la compostura tras haber quedado sorprendido por mis habilidades recién descubiertas; lanzó una jeringa con dosis grado B que se clavó en mi espalda justo antes de que pudiera escapar.
—No me esperaba ese despliegue de habilidades —dijo Yoe con asombro genuino mientras me agarraba de una pierna y me arrastraba nuevamente hacia adentro.
Esta vez llamó a dos sombras de grado A para vigilarme mientras quedaba atado sin posibilidad alguna de moverme. Las dosis comenzaron a hacer efecto rápidamente; sentí cómo mi cuerpo respondía lentamente a lo inyectado.
Pasaron varias horas antes de que Yoe se encontrara nuevamente con Elena, quien estaba recibiendo tratamiento especializado tras los brutales eventos anteriores.
—El chico es una bomba de tiempo —le advirtió Yoe—. Espero que no intente traicionar a la organización. Te quedarás a cargo de su seguridad y me informarás sobre cualquier novedad. Cualquier falta de información o encubrimiento por tu parte no importará; tengo autoridad para eliminarte.
La presión descomunal que ejercía sobre Elena era palpable mientras ella lo miraba con preocupación y rabia contenida.
Sin decir más, Yoe se dio vuelta y salió rápidamente del cuarto.
—No te preocupes; él no actuaría así si no fuera necesario... Al final es quien más se preocupa por ti —le dijo la doctora a Elena para consolarla.
Recordando cuánto había hecho Yoe por ella en el pasado y cómo ahora parecía tratarla como una mera herramienta hizo que su ira creciera aún más dentro suyo.
—Sé que estás pensando que te utiliza como una herramienta... ¿verdad? —preguntó la doctora suavemente.
—Él me envió a buscarte para atenderte —continuó—. Recibió órdenes del consejo para actuar de esta manera y dar una imagen amenazante al chico; ni siquiera Luke tiene control total sobre las decisiones tomadas aquí.
La doctora mostró pena mientras intentaba levantar el ánimo de Elena:
—La organización está dividida y al borde del colapso; todos nos estamos esforzando al máximo para defender el mundo original... No te arrepientas. Eres quien nos ayuda a soportar el dolor cuando más lo necesitamos.
Colocando su mano suavemente en la mejilla de la doctora, Elena le devolvió algo del ánimo perdido:
—Gracias... Cada día es más oscuro que el anterior; esta lucha debe terminar.
Con determinación renovada, la doctora se dirigió hacia primera línea para seguir ayudando a las sombras en su lucha por defender el mundo original...
Por otro lado, Yoe regresó a la cabaña preparado para dar inicio al entrenamiento duro de Ángel, quien aún permanecía atado sin posibilidad alguna de escapar.
—Llévenlo al portal; debemos ir a la academia —ordenó Yoe señalando un espejo cubierto por polvo en una esquina oscura del lugar.
Las sombras sujetaron fuertemente a Ángel y lo arrojaron al espejo oscuro como si fuera un objeto desechable. Al salir del otro lado del portal, nos encontramos rodeados por un espacio abierto lleno de árboles altos y frondosos.
—Déjenos —les dijo Yoe secamente mientras las sombras desaparecían en un parpadeo entre los árboles oscuros del bosque.
Concentrándose nuevamente en Ángel, conjuró un hechizo para desatarlo; este último lo miró con ira acumulada antes de saltar hacia él intentando atacarlo con sus manos desnudas.
—Parece que aún no estás en tus cabales... —comentó Yoe con calma absoluta mientras desenfundaba dos dagas afiladas desde su cintura y las lanzaba hacia las piernas del chico con precisión letal.
—¡Grsss! —gruñó Ángel entre dientes mientras caía de rodillas incapaz siquiera de expresarse adecuadamente debido al efecto devastador de las dosis inyectadas previamente.
Yoe sonrió ante su sufrimiento:
—Aún no puedes hablar... No importa; prepárate para recibir un entrenamiento como nunca antes lo has conocido...
Pasaron tres días arduos durante los cuales Ángel fue sometido repetidamente a entrenamientos extenuantes y golpes controlados destinados a adaptarlo al dolor físico y enseñarle cómo memorizar los movimientos necesarios para sobrevivir ante cualquier situación adversa.
La dureza con la cual Yoe lo entrenaba lo dejaba al borde de la muerte; cada día era una lucha constante entre sobrevivir o sucumbir ante el tormento físico mientras forzaban su cuerpo a consumir pastillas reconstructivas celulares.
Una semana después, logró recuperar parcialmente sus capacidades vocales, aunque aún no había pronunciado palabra alguna durante todo ese tiempo; solo entrenó con un objetivo claro: encontrar el momento adecuado para enfrentarse a Yoe.
Yoe decidió entonces ejercer presión sobre Ángel nuevamente:
—Di "activar control" —ordenó mientras intensificaba su poder sobre él sin darle opción alguna para resistirse o escapar esta vez debido al agotamiento acumulado tras días enteros de entrenamiento.
Dudando pero finalmente accediendo:
—Activar control...
Esta vez no dolió; fue como si su cuerpo estuviera preparado para recibir toda esa fuerza ejercida durante esos días previos donde había aprendido tanto acerca del sufrimiento humano...
Yoe estalló en risa:
—¡Perfecto! ¡El cuerpo está listo!
Con ojos inyectados por una sed insaciable de sangre arremetió contra Ángel desenvainando sus dagas afiladas cortando cada parte visible expuesta: pecho, brazos... piernas... hasta clavar ambas dagas firmemente dentro sus hombros...
Se acercó luego al oído del chico herido susurrándole suavemente:
-Ahora vivirás tu propio infierno...
La Llamada del Consejo
Después de recibir atención médica, Elena se sentía más fuerte, pero la inquietud aún palpitaba en su interior. Su corazón latía con fuerza mientras se preparaba para acompañar a la doctora antes que parta a primera línea. Sabía que los líderes de la organización no toleraban debilidades, y cada paso que daba hacia la sala de deliberaciones era un recordatorio de la presión que pesaba sobre sus hombros.
Al llegar, una sombra de grado S apareció de la nada, su figura oscura y amenazante proyectaba un aura intimidante. Sin preámbulos, le indicó:
—Debes presentarte ante el consejo. Es un asunto urgente.
La adrenalina recorrió su cuerpo como un torrente. El miedo se mezclaba con una determinación feroz. Sabía que el consejo no tenía reparos en mostrar su desdén, pero en ese momento, no podía permitirse flaquear. Aceptó la orden con un asentimiento y siguió al guardián hacia la sala del consejo.
Al entrar, se encontró con varios pares de ojos fríos que la observaban. Las sombras del consejo, con sus capas negras ondeando, parecían absorber la luz de la habitación. Su mirada despectiva hizo que Elena se sintiera diminuta, como un insecto frente a un depredador.
—Eres una de las pocas que ha sobrevivido a los ataques recientes —comenzó uno de los miembros, su voz brusca resonando en el aire tenso—. Sin embargo, eso no significa que te valoremos. Tu tarea es clara: rastrear a los invasores que han atravesado la primera línea. Han evitado a nuestros vigías y necesitamos que los encuentres y los elimines.
Elena sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies, pero la decisión de demostrar su valía se hizo más fuerte. Asintió, sintiendo la presión de sus propios miedos y la urgencia de la misión.
—No fallaré —respondió con firmeza, tratando de ocultar el temblor en su voz.
—Acompañarás a un escuadrón de sombras de grado S. No te atrevas a decepcionarlos —le advirtieron antes de despedirla con un gesto despectivo.
Al salir de la reunión, la adrenalina aún corría por sus venas. Se unió a las sombras de grado S, que la observaban con una mezcla de desconfianza y respeto. Mientras se adentraban en el bosque, la atmósfera se volvía cada vez más densa. Los árboles altos se alzaban como centinelas silenciosos, y el murmullo del viento parecía susurrar advertencias.
La oscuridad del bosque era palpable, y a medida que avanzaban, Elena sentía sus sentidos agudizados. Cada crujido de ramas y cada sombra en movimiento la mantenían alerta. Sabía que las bestias humanoides que acechaban en la penumbra no eran simples enemigos; eran criaturas astutas y brutales, una mezcla de instinto salvaje y ferocidad.
De repente, un grito desgarrador rompió el silencio. Las sombras se detuvieron en seco, y Elena sintió una oleada de adrenalina mientras su instinto de supervivencia se activaba. Sin pensar, conjuró un hechizo de protección a su alrededor, creando un escudo temporal que la envolvió en una luz brillante.
Las bestias humanoides emergieron de la oscuridad, sus cuerpos musculosos y desfigurados, con ojos que brillaban con hambre. Sin dudar, Elena levantó su mano y lanzó un hechizo de fuego. Un torrente de llamas surgió de sus dedos, iluminando la noche mientras se lanzaba hacia las criaturas. Las llamas envolvieron a la primera bestia, que aulló de dolor antes de caer al suelo, consumida por el fuego.
Aprovechando la confusión, se movió rápidamente, su cuerpo fluyendo entre los árboles. Con cada movimiento, sentía la energía del bosque a su alrededor, nutriéndola y guiándola. Con un giro, invocó un hechizo de viento, creando una ráfaga que empujó a otra bestia hacia atrás, derribándolo.
—¡Aquí! —gritó uno de las sombras de grado S, señalando a un grupo de criaturas que se acercaban.
Elena sintió el miedo a apretarse en su pecho, pero su determinación solo creció. Con un movimiento ágil, lanzó un hechizo de hielo, cubriendo el suelo con una capa resbaladiza que hizo que las bestias cayeran. Aprovechando la oportunidad, desenvainó su daga, diseñada para absorber magia. Con un movimiento preciso, se abalanzó sobre la primera bestia caída, atravesando su corazón con la hoja afilada.
La adrenalina la mantenía en marcha, y cada vez que una bestia caía, sentía que se acercaba más a la victoria. Con cada hechizo que lanzaba, con cada enemigo que eliminaba, la rabia y la frustración acumuladas se transformaban en poder.
—¡No se detengan! —gritó a las sombras a su lado, impulsándolos a seguir luchando.
Las sombras comenzaron a moverse con más determinación, y junto a ellas, continuó su danza mortal en el bosque, mientras el eco de sus gritos se perdería en la noche.
Cada encuentro era una prueba de su habilidad, y cada victoria era un paso más hacia su redención. Mientras la batalla se intensificaba, Elena se dio cuenta de que no solo luchaba por el consejo. Estaba luchando por sí misma, por su derecho a ser vista como alguien valioso, no solo como una herramienta.
Cuando la última de las bestias cayó, rodeada por el brillo de su magia, Elena se detuvo, jadeando y cubierta de sudor. Miró a su alrededor, a las sombras que ahora la miraban con una mezcla de respeto y asombro. Había superado lo que pensaba que era imposible posible.
—Sigamos —dijo, su voz resonando con la confianza recién descubierta—. Hay más que rastrear.
Con el corazón aún latiendo con fuerza, se adentraron más en la oscuridad del bosque, lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara. La misión estaba lejos de terminar, pero ahora, ella sabía que tenía el poder para enfrentarse a lo que fuera que estuviera por venir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro