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La caída

La brisa fría de la tarde se tornaba en un viento helado, mientras la desesperación se apoderaba de la Academia. Los ecos de la batalla resonaban a lo lejos, pero aquí, el verdadero horror se desplegaba. Las sombras de Elena, quienes antes habían sido su aliadas, ahora luchaban al borde de la extinción, enfrentándose a un mar de bestias desatadas que se abalanzaban en un frenesí de destrucción.

El paisaje que rodeaba la Academia era un contraste aterrador: antes un bastión de conocimiento y esperanza, ahora se erguía como un monumento a la tragedia. Las torres de piedra, que una vez se alzaban orgullosas hacia el cielo, estaban carbonizadas y desmoronadas. Las llamas devoraban los restos de las aulas, mientras el humo negro se elevaba, tiñendo el cielo de un gris ominoso. En el suelo, cuerpos de reclutas y sombras yacían desmembrados, un mar de sangre que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

En medio de esta devastación, Elena se alzaba como un faro de resistencia. Con su grácil figura envuelta en un manto de sombras, invocaba raíces del suelo que aprisionaban a las bestias, mientras sus compañeros combatían a su lado. “¡No cedan! ¡Defiendan hasta el último aliento!” gritaba, su voz resonando con determinación. Las sombras a su alrededor respondían con fervor, lanzándose a la carga, decapitando a los enemigos que se atrevían a acercarse.

“¡Elena, a tu izquierda!” aviso uno de los instructores, mientras una sombra se desvanecía bajo el ataque de una bestia. Ella se giró y, con un movimiento rápido, conjuró un rayo que impactó directamente en la criatura, reduciéndola a cenizas. “¡Juntos, podemos detenerlas! ¡No podemos dejar que lleguen al portal!”

Las bestias, implacables y numerosas, parecían multiplicarse con cada segundo que pasaba. La academia se convirtió en un campo de batalla caótico, donde la desesperación y la valentía se entrelazaban. Las sombras salían volando, estrellándose contra las estructuras, mientras las bestias atacaban sin piedad. “¡Formen líneas! ¡No permitamos que se rompa nuestra defensa!” ordenó Elena, mientras un fiero grito de guerra resonaba a su alrededor.

A pesar de su valentía, la situación se tornaba crítica. “¡Elena, necesitamos refuerzos!” gritó otro instructor, pero la respuesta llegó demasiado tarde. Las sombras que habían enviado a buscar ayuda fueron detenidas en su camino, asesinadas antes de poder llevar el mensaje. “¡No! ¡No podemos rendirnos!” respondió Elena, aunque su voz comenzaba a titubear.

Tras horas de lucha encarnizada, un silencio ominoso se apoderó del campo de batalla cuando la bestia humanoide que había matado a Luke hizo su aparición. Su presencia era abrumadora, y Elena sintió cómo su corazón se detenía. “¡Todos, retrocedan!” ordenó, pero el pánico ya se había apoderado de las sombras. La criatura, grotesca y poderosa, avanzó con una sonrisa macabra.

“¿Qué tenemos aquí? ¿Una valiente hechicera perdida entre las sombras?” dijo la bestia, su voz resonando con un eco sobrenatural. Con un movimiento rápido, sujetó a Elena del cuello, levantándola del suelo y mirándola a los ojos. “Tu sangre será un deleite”, murmuró, y en un instante, la parte por la mitad, bañándose en la sangre de su oponente...

##CONTINENTE NOSTRUM##

Mientras tanto, en una sala oscura donde el Supremo Gobernante de la Dungeon se recluía, dos miembros del consejo observaban la destrucción con una sonrisa. Habían traicionado a la humanidad, orquestando el ataque a las líneas de defensa. “Todo ha salido según lo planeado”, dijo uno de ellos, mientras el Gobernante, una figura imponente con escamas rojas y ojos azules, se recostaba en su trono.

Uno de los traidores, con una sonrisa de satisfacción, se volvió hacia el Gobernante. “Todo ha salido según lo planeado. La batalla en la Academia es sólo el comienzo. Pronto, el portal caerá en tus manos”, dijo, su voz llena de desdén por aquellos que habían confiado en él.

“Perfecto”, respondió el Gobernante, sus ojos azules brillando con malicia. “Con el caos en el campo de batalla, la humanidad no tendrá oportunidad. Y con la muerte de Luke, hemos debilitado su liderazgo. Ahora, sólo queda exterminar a los que quedan.”

Sin embargo, en ese instante, un destello de luz interrumpió la oscuridad. Bell, un sabio de 34 años con cabello plateado y una toga de sabio, apareció en medio de la sala. La energía que irradiaba era palpable, y su mirada estaba llena de furia y determinación. “¡No permitiré que avances!” gritó, su voz resonando con fuerza.

Los traidores se giraron, sorprendidos por la inesperada llegada. “¿Tú?” exclamó uno de ellos, tratando de ocultar su preocupación. “¡¿Qué estás haciendo aquí?!”

“Vine a matarlos,” respondió Bell, levantando su bastón místico, que brillaba con una luz mágica. “No permitiré que destruyan más vidas.”

El Gobernante se inclinó hacia adelante, divertido por la audacia de Bell. “¿Crees que puedes detenerme? Eres un simple humano,” dijo, mientras su aura oscura comenzaba a envolver la sala. Con un gesto, envió una ráfaga de energía oscura hacia Bell, quien la esquivó con agilidad, sintiendo cómo el aire vibraba a su alrededor.

Bell contraatacó con un poderoso hechizo. “¡Relampago” Las energías se concentraron en su bastón y, con un movimiento rápido, un rayo de luz pura se lanzó hacia el Gobernante, iluminando la sala con una intensidad cegadora. Sin embargo, el Gobernante levantó su mano con desprecio, desvaneciendo el ataque con una ola de oscuridad.

“¡Inútil!” se burló el Gobernante, mientras las bestias a su lado avanzaban para atacar a Bell. “Tus trucos no me afectan.”

Pero Bell no se dejó intimidar. “¡No he terminado!” gritó, mientras invocaba un hechizo de protección alrededor de sí mismo. Un escudo mágico se formó a su alrededor, absorbiendo el impacto de los ataques. Con una energía renovada, conjuró un torrente de llamas, lanzando bolas de fuego hacia el Gobernante.

Sin embargo, en medio de la batalla, el Gobernante, con un gesto de su mano, teletransportó a Bell fuera de la Dungeon. En un instante, Bell se encontró en medio de la ciudad capital, en un lugar que una vez había sido un símbolo de paz y prosperidad. Pero ahora, el caos reinaba.

Las llamas devoraban edificios, y el aire estaba impregnado del olor a humo y sangre. Gritos de terror resonaban por todas partes, mientras los civiles corrían en pánico, intentando escapar de las bestias que se desataban por las calles. “¡No!” gritó Bell, horrorizado al ver la destrucción que se desataba. Su corazón se llenó de desesperación al ver a los inocentes caer bajo el ataque de las criaturas.

En medio de esta devastación, el comandante del imperio Wes y los tres protectores del imperio, el Guerrero, el Arquero y el Mago, hicieron su aparición. “¡Protegeremos a la ciudad!” declaró Wes, su voz resonando con autoridad. “¡Unámonos y enfrentemos a estas bestias!”

Los cuatro se lanzaron a la batalla, luchando con determinación. El Guerrero arremetió con su espada, cortando a través de las bestias, mientras el Arquero disparaba flechas imbuidas de magia, cada una impactando con precisión mortal. El Mago conjuraba bolas de fuego, iluminando la oscuridad de la ciudad.

Bell, viendo cómo sus aliados luchaban valientemente, sintió una oleada de determinación. “¡Debo hacer más!” decidió, mientras se preparaba para invocar su magia más poderosa. “¡Fusión monstruosa!”

De su bastón emergió un conejo mutante, su pelaje blanco y gris brilla con un aura mágica, y sus ojos rojos resplandecían con ferocidad. Bell, sintiendo la conexión entre ellos, se fusionó con la criatura en un estallido de luz. Su forma cambió, adoptando una apariencia más poderosa y ágil, con garras afiladas y un aura de sangre que emanaba de su ser.

“¡Ahora enfrentaré tu oscuridad con toda mi fuerza!” gritó Bell, su voz resonando con un eco que retumbaba en el aire. Con un salto, se lanzó hacia el Gobernante, sus garras brillando con energía mágica. “¡Prepárate para lo que viene!”

El Gobernante, sorprendido por la transformación, se preparó para el ataque. Bell arremetió con una velocidad impresionante, lanzando una serie de ataques rápidos y devastadores. “¡Tu reinado de terror termina aquí!” gritó mientras las garras de su forma fusionada impactaban contra el Gobernante, quien retrocedió por primera vez, sintiendo el poder del ataque.

La batalla se intensificó, cada golpe resonando en la ciudad en ruinas. Bell, ahora más poderoso, conjuraba relámpagos que caían del cielo, iluminando la oscuridad mientras se enfrentaba al Gobernante. “¡Rayo de la Tormenta!” invocó, y un torrente de energía chispeante descendió, impactando de lleno en la figura del Gobernante, quien gritó de ira.

“¡Eres fuerte, pero no suficiente!” rugió el Gobernante, recuperándose y contraatacando con una ola de energía oscura. Bell apenas logró esquivar, sintiendo cómo la sombra del ataque rozaba su piel. La ciudad a su alrededor seguía siendo un caos, pero Bell sabía que no podía rendirse. Consciente de que su energía se desvanecía, Bell se concentró, cerrando los ojos por un instante. Las imágenes de los civiles aterrorizados, sus compañeros luchando valientemente y el futuro de la humanidad pasaron por su mente. “¡No puedo dejar que esto termine así!” pensó, mientras comenzaba a canalizar todo su poder en un solo hechizo.

Su bastón comenzaba a brillar intensamente, un resplandor que iluminaba la oscuridad que los rodeaba. “¡Por todos los que han caído y por aquellos que aún luchan!” gritó, levantando su bastón hacia el cielo. “¡Invoco el poder del rayo eterno!”

Con esa declaración, Bell comenzó a conjurar el hechizo más poderoso que conocía. La energía mágica a su alrededor se intensificó, creando un torbellino de luz y electricidad que danzaba en el aire. Relámpagos comenzaron a caer del cielo, atrayendo la atención de todos los presentes, incluidos los civiles que, aunque aterrorizados, se detuvieron para mirar el espectáculo sobrenatural.

“¡Rayo Eterno, desciende sobre mí y purifica esta oscuridad!” gritó, mientras la tormenta se desataba. La energía mágica se concentró en su bastón, formando una esfera brillante de luz pura y eléctrica, una representación del poder de la naturaleza que desafiaba la propia oscuridad del Gobernante.

Cuando el hechizo alcanzó su punto máximo, Bell lanzó la esfera hacia el Gobernante con toda la fuerza que le quedaba. “¡Muerte a la oscuridad!” grito y el rayo se disparó en un destello de luz cegadora. El impacto fue inmediato y devastador.

La explosión de energía pura iluminó la ciudad como si el sol hubiera estallado en medio de la noche. Una onda de choque se propagó, arrasando todo a su paso. Los edificios más cercanos temblaron y se desmoronaron, mientras el suelo se agrietaba bajo la fuerza del hechizo. La luz era tan intensa que los habitantes tuvieron que cubrirse los ojos, mientras la energía mágica atravesaba la oscuridad, creando un espectáculo de destellos y sombras.

El rayo impactó directamente en el Gobernante, quien se vio sorprendido por la magnitud del ataque. Sin embargo, a pesar del poder del hechizo, el Gobernante se mantuvo en pie, riendo con desprecio mientras la energía chocaba contra su aura oscura. “¿Crees que eso me hará daño?” se burló, pero Bell sintió que la fuerza de su hechizo estaba debilitando la barrera de oscuridad que lo rodeaba.

A medida que la luz del hechizo se expandía, alcanzó a las bestias que atacaban la ciudad. Muchas fueron desintegradas instantáneamente, convertidas en cenizas por la pura energía. Los gritos de terror se transformaron en gritos de asombro, mientras los civiles se daban cuenta de que sus vidas estaban siendo salvadas, aunque fuera por un breve momento.

El impacto del hechizo creó una onda expansiva que arrastró a las bestias, lanzándolas por los aires y causando destrucción en su camino. La ciudad, ya devastada, sufrió aún más daños, pero en medio del caos, los defensores encontraron un destello de esperanza.

Sin embargo, el costo del hechizo fue alto. Bell sintió cómo su propia energía vital se drenaba con cada segundo que pasaba. La luz del hechizo, aunque poderosa, comenzó a desvanecerse, y el Gobernante, aunque momentáneamente aturdido, comenzó a recuperarse. “Esto no ha terminado, humano,” rugió, mientras su aura oscura se reconstituía.

Bell, agotado y tambaleándose, comprendió que había hecho todo lo posible. “¡No dejaré que cruces al mundo de las sombras!” exclamó, aunque su voz temblaba por el esfuerzo. Su figura se erguía débilmente, pero su determinación seguía brillando.

El hechizo de Bell había causado una destrucción significativa, pero no había sido suficiente para derrotar al Gobernante. Sin embargo, había ganado un tiempo crucial. Con un último esfuerzo, comenzó a recitar las palabras de un antiguo conjuro. “¡Por el poder de las sombras y la luz, que la distancia se convierta en mi aliado!”

La energía mágica comenzó a concentrarse a su alrededor, formando un vórtice brillante que lo envolvió. Bell sintió cómo su cuerpo se llenaba de energía renovada mientras el poder del hechizo lo levantaba del suelo. “¡No te escaparás tan fácilmente!” gritó el Gobernante, extendiendo su mano hacia Bell, pero era demasiado tarde.

Con un estallido de luz, Bell se desvaneció en el aire, el vórtice absorbiendo su forma mientras la ciudad se mantenía en caos. La última imagen que vio fue la de su ciudad, aún en llamas, y sus compañeros luchando valientemente contra la oscuridad. “¡Luchen! ¡No se rindan!” gritó una última vez, mientras desaparecía.

Bell se encontró en un lugar desconocido, lejos del horror y la destrucción de la ciudad, rodeado por la tranquilidad de un bosque iluminado por la luz del sol. Sin embargo, su corazón seguía con la carga de la batalla. Había escapado, pero sabía que la lucha no había terminado. Tenía que regresar, encontrar la manera de reunir a sus aliados y enfrentarse de nuevo al Gobernante Supremo.

“Esto no ha acabado,” murmuró para sí mismo, mientras se preparaba para planear su regreso. Bell sabía que la esperanza aún existía y que, aunque había sido forzado a escapar, su lucha por el futuro de su mundo seguiría. Con el poder de la magia a su lado y el recuerdo de aquellos que habían luchado a su lado, estaba decidido a volver y hacer frente a la oscuridad una vez más...

Mientras Bell se acomodaba en su nuevo entorno, rodeado por la serena belleza del bosque iluminado por la luz del sol, su mente estaba llena de planes y estrategias. El eco de la batalla aún resonaba en su mente, y la imagen de la ciudad en llamas lo perseguía. Su determinación de regresar y recuperar lo que habían perdido era palpable.

De repente, una sombra se movió entre los árboles. Bell se giró, preparado para lo inesperado, y de las sombras emergió Kex, un hombre de 36 años, musculoso, con una barba descuidada y una mirada que irradiaba tanto confianza como preocupación. Su presencia era familiar y reconfortante, un ancla en medio del caos que había dejado atrás.

“Bell, viejo amigo, siempre tienes un talento especial para aparecer en el momento más dramático,” dijo Kex con una sonrisa burlona, aunque su tono reflejaba la seriedad de la situación.

Bell respiró hondo, aliviado de ver a su amigo. “Kex, ¿fue suficiente tiempo?” preguntó con ansiedad, buscando la confirmación que necesitaba para seguir adelante.

Kex asintió, su expresión se tornó grave. “Sí, he logrado sellar el portal del continente. No podrán enviar más monstruos al mundo de las sombras durante un par de años. Pero eso no significa que estemos a salvo. El Supremo Gobernante de la Dungeon ha ganado poder, y el imperio ha caído en sus manos.”

La declaración de Kex impactó a Bell como un balde de agua fría. “¿Cómo pudo suceder esto?” preguntó, su voz temblando ligeramente. “La Academia… nuestros aliados…”

“Las bestias fueron demasiadas,” explicó Kex, su tono sombrío. “El Gobernante desató su ejército en el momento perfecto. Aquellos que sobrevivieron están en la retaguardia, reorganizándose, pero la moral es baja. Muchos han perdido la esperanza.”

Bell cerró los ojos, sintiendo el peso de la desesperanza. “¿Qué podemos hacer? No podemos dejar que todo termine así. Necesitamos reunir a los supervivientes, formar una nueva estrategia. El tiempo juega en nuestra contra.”

Kex dio un paso adelante, su mirada intensa. “Lo sé, y por eso estoy aquí. He estado en contacto con otros sobrevivientes. Hay un grupo de guerreros que se han escondido en las montañas. Si logramos reunir fuerzas, tal vez podamos dar una última oportunidad a nuestra causa.”

“¿Y los magos?” preguntó Bell, su mente corriendo a mil por hora. “Necesitaremos su poder para enfrentar al Gobernante.”

“Algunos han sobrevivido. Pero estarán buscando refugio. Necesitamos actuar rápido antes de que el Gobernante envíe más de sus bestias a terminar con lo que queda de nosotros,” respondió Kex, su tono firme.

Bell sintió el fuego de la determinación encenderse dentro de él. “Entonces, tenemos que movernos. No podemos permitir que la oscuridad se expanda. Cada segundo cuenta. Juntos, tenemos que reunir a nuestros aliados y prepararnos para la próxima batalla.”

Kex sonrió, la camaradería y lealtad brillando en sus ojos. “Siempre supe que volverías a luchar, Bell. Has mostrado una y otra vez que te niegas a rendirte.”

“Porque la esperanza aún existe,” replicó Bell, su voz firme. “No solo por nosotros, sino por aquellos que no pueden luchar. Debemos ser su voz, su defensa.”

Con la determinación renovada, Bell y Kex se adentraron en el espeso bosque que rodeaba el lugar donde se habían reunido. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, creando un juego de sombras que danzaban en el suelo. El canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles parecían celebrar su nueva misión. Bell sentía cómo la energía del bosque lo envolvía, dándole fuerzas para lo que estaba por venir.

“Recuerda, amigo,” dijo Kex, mientras avanzaban por el sendero cubierto de musgo. “No solo luchamos por nosotros, sino por todo lo que hemos jurado proteger. El futuro de nuestras familias y de nuestros aliados también está en juego.”

Tras varias horas de marcha, finalmente llegaron a la costa. El océano se extendía ante ellos, sus aguas brillando bajo el sol. Allí, en la distancia, se alzaba el Palacio del Reino, un magnífico edificio que parecía flotar sobre el agua, rodeado de islas y protegido por torres de vigilancia. Era el hogar de los líderes de las naciones aliadas, un lugar donde se forjaban pactos y se discutían estrategias para enfrentar la creciente amenaza del Supremo Gobernante de la Dungeon.

“Debemos apresurarnos,” dijo Bell, mirando el horizonte con expectativa. “Cada segundo cuenta. Si el Gobernante ha cruzado el mar, hay que prepararnos para el conflicto inminente.”

Kex asintió, su rostro serio. “Sí, y no solo eso. Debemos asegurarnos de que el portal hacia el mundo de las sombras esté protegido. Sin esa barrera, la invasión podría arrasar con todo lo que conocemos.”

Al llegar al Palacio, fueron recibidos con honores. Los nobles y líderes de las distintas casas se habían reunido para discutir la situación. El ambiente era tenso, pero también había un aire de esperanza. Los murmullos de preocupación llenaban la sala, y todos los ojos se posaron sobre Bell y Kex cuando entraron.

“¡Bell! ¡Kex!” exclamó el rey, un hombre de porte majestuoso con una mirada aguda. “Nos alegra verlos. Hemos estado esperando noticias. La caída del imperio ha dejado una sombra sobre nuestras tierras.”

“Las noticias son malas, su majestad,” respondió Bell, tomando la palabra. “El Supremo Gobernante está a punto de cruzar el mar y su ejército se ha fortalecido. Necesitamos unir fuerzas y planear nuestra defensa.”

Kex, con su habitual firmeza, se dirigió a la asamblea. “Debemos reforzar nuestras líneas y proteger el portal a toda costa. No podemos permitir que la oscuridad se expanda más allá de lo que ya ha alcanzado.”

Mientras la reunión continuaba, Kex aprovechó su influencia. Como protector del continente, había logrado establecer un equilibrio de poder entre las principales familias del reino. Su presencia imponía respeto, y su habilidad para manejar las dinámicas políticas era bien conocida. “Debemos actuar con coherencia y rapidez,” insistió, mientras miraba a cada líder de la sala. “Si unimos nuestras fuerzas, podremos crear una defensa que ni el Gobernante podrá romper.”

Los nobles comenzaron a comentar entre ellos, algunos visiblemente preocupados por el poder que el Gobernante había acumulado. “¿Qué podemos hacer?” preguntó uno de ellos, un hombre de aspecto preocupado. “¿Cómo podemos luchar contra tal oscuridad?”

“Nosotros tenemos la fuerza de nuestras familias y nuestras alianzas,” explicó Kex. “Cada una de nuestras casas tiene guerreros y magos que están dispuestos a luchar. Necesitamos coordinar nuestros esfuerzos.”

Después de largas discusiones, se trazó una estrategia. Se decidió que las tropas de cada casa se unirían para formar un frente común. Se convocarían a los magos y guerreros más poderosos del reino y de los países aliados. También se establecerían guardias en el portal de reino hacia el mundo de las sombras para evitar que el Gobernante pudiera cruzar nuevamente sin ser detectado.

“Si logramos mantener la paz por un tiempo, podremos ganar tiempo para prepararnos,” dijo Kex, mientras planificaba un plan para la defensa del portal. “Debemos establecer un sistema de vigilancia y un grupo de élite que esté listo para responder a cualquier incursión.”

Sin embargo, mientras la reunión avanzaba, Bell recordó el delicado equilibrio que había mantenido Kex con el Gobernante. “Kex, ¿qué sucederá si el Gobernante decide atacar antes de que estemos listos?” preguntó, su preocupación evidente. “¿No has hablado de un acuerdo de no agresión?”

Kex frunció el ceño. “Sí, pero el Gobernante se ha recuperado más rápido de lo que pensábamos. Ha roto el acuerdo al cruzar el portal hace años. Ahora no solo estamos en peligro, sino que también estamos en una carrera contra el tiempo. Necesitamos prepararnos para un ataque inminente.”

A medida que la reunión llegaba a su fin, la determinación llenaba la sala. Bell y Kex compartieron una mirada de complicidad, sabiendo que la lucha estaba lejos de terminar. “No nos rendiremos”, afirmó Bell con firmeza. “Lucharemos por nuestros aliados, por nuestras familias y por nuestro futuro.”

“Así es,” concluyó Kex. “Hoy comenzamos a hacer frente a la oscuridad. ¡Por el reino y por todos nosotros!”

Con un renovado sentido de propósito, los líderes se levantaron, listos para enfrentar la tormenta que se avecinaba, decididos a luchar juntos contra el Supremo Gobernante de la Dungeon y recuperar la paz que habían perdido...

##MUNDO DE LAS SOMBRAS##

En el sombrío mundo de las sombras, la atmósfera estaba cargada de tensión y desesperación tras la caída de la Academia. Las bestias y monstruos avanzaban implacablemente hacia la retaguardia, donde las últimas fuerzas de la resistencia se organizaban para hacer frente a la amenaza inminente. Yoe, ahora en el consejo de líderes reducido a tres, se encontraba en una posición crítica, asumiendo el mando en un momento de profunda desesperación.

Yoe había sido nombrado líder de la organización, un título que pesaba como una carga sobre sus hombros. La pérdida de su mejor amigo Luke y la muerte de Elena, lo consumía. Su corazón estaba hecho trizas, pero sabía que debía mantenerse fuerte. En un momento crucial, se le había administrado una nueva dosis de poder de grado SS, otorgándole la habilidad del “Manto de Oscuridad y Dominio”. Esta nueva capacidad le permitiría controlar y fortalecer a las sombras bajo su mando, fusionando su dolor con un propósito renovado.

Mientras observaba a Ángel descansar tras haberle inyectado una dosis de grado S, Yoe sintió una oleada de determinación. “No puedo dejar que sus muertes sean en vano,” murmuró para sí mismo, la ira y el dolor en su corazón convirtiéndose en energía. “Debo acabar con la bestia humanoide que ha matado a Luke y a Elena.”

Con 3,400 sombras a su disposición, Yoe organizó a sus tropas. Las sombras se dividieron en grupos: 1,900 de grado S, 1,200 de grado A, y el resto eran reclutas en entrenamiento, ansiosos por demostrar su valía. A pesar de las pérdidas, había un nuevo fervor en el aire. El deseo de venganza y la necesidad de proteger lo que quedaba de su mundo impulsaban a cada sombra.

“¡Escuchen!” gritó Yoe, levantando su voz para que todos lo escucharan en medio del bullicio. “Hoy no solo luchamos por nosotros, sino por aquellos que hemos perdido. ¡Hoy tomamos una firme posición contra la oscuridad! ¡No permitiremos que el Gobernante y sus bestias nos destruyan!”

Cuando el avance de las bestias comenzó, el aire se llenó de gritos y rugidos. Las sombras, organizadas y listas, atacaron con todo su poder. Las magias caían del cielo, las trampas se activaban, y las minas mágicas explotaban, lanzando llamaradas de fuego hacia las criaturas que se atrevían a cruzar sus líneas.

La batalla fue brutal. Desde el inicio, la resistencia de las sombras sorprendió a las bestias, que esperaban una victoria rápida. El efecto de la nueva habilidad de Yoe se hizo evidente; las sombras luchaban con una ferocidad renovada, empoderadas por el “Manto de Oscuridad”. Cada ataque que lanzaban era un recordatorio de que no se rendirían sin luchar.

La primera oleada de bestias fue repelida, y un grito de victoria resonó entre las sombras. Era un alivio tras tantas derrotas, un destello de esperanza en medio de la oscuridad. “¡Hemos logrado algo!” exclamó Yoe, sintiendo que la victoria, aunque pequeña, era un paso hacia la recuperación.

Los magos de grado S lanzaban hechizos devastadores, mientras los guerreros de grado A se enfrentaban a las bestias cuerpo a cuerpo. Las minas mágicas, diseñadas para explotar al contacto, arrasaban con grupos de enemigos, y las trampas ocultas desbordaban a las criaturas en un caos de gritos y fuego.

Sin embargo, Yoe sabía que esto era solo el comienzo. La batalla había sido ganada, pero el verdadero desafío aún estaba por venir. “Esto no termina aquí,” pensó, observando el horizonte. “Debemos prepararnos para lo que se avecina. La guerra total es inminente, y no podemos permitir que la oscuridad prevalezca.”

Mientras las sombras celebraban su victoria, Yoe se sentó con el resto del consejo, los otros dos líderes observando con preocupación. “Debemos usar esta victoria como un trampolín,” dijo Yoe, su voz firme. “La bestia humanoide que nos ha causado tanto dolor no se detendrá. Si queremos sobrevivir, debemos ser más astutos y fuertes que nunca.”

El consejo asintió, reconociendo que la lucha estaba lejos de terminar. La determinación de Yoe era contagiosa, y mientras las sombras se preparaban para la siguiente fase de la guerra, la esperanza de un futuro libre de miedo y dolor comenzaba a renacer en sus corazones. La lucha por su mundo apenas había comenzado, y Yoe estaba decidido a liderar a su gente hacia la victoria.

Mientras Yoe contemplaba el camino por delante, la memoria de Elena lo golpeó como una ola de tristeza. Su sacrificio y valentía habían sido el faro que había guiado a todos en la Academia. “Prometo que no olvidaré tu sacrificio,” murmuró, la emoción en su voz. “Tu lucha no será en vano.”

Con esa promesa en su corazón, Yoe se preparó para la guerra total que se avecinaba. Sabía que cada batalla sería un paso más hacia la venganza y la redención, y que, aunque la sombra de la pérdida lo siguiera, su determinación por proteger a los que quedaban sería su mayor fuerza. La lucha por la libertad comenzaba, y él estaba listo para liderar a las sombras hacia la victoria.








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