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El Nuevo consejo

Han pasado dos años desde que las sombras repelieron la primera oleada de bestias que amenazaban su existencia. La batalla había sido feroz, pero Yoe había demostrado su valía como nuevo líder de la organización y miembro del consejo. Con cada victoria, su autoridad se consolidó, y pronto se volvió evidente que las órdenes de Yoe eran ley. Se había convertido en un líder frío y calculador, que no toleraba fracasos ni errores. Aquellos que fallaban eran castigados sin remordimiento.

"¡Silencio!" gritó Yoe en la reunión del consejo, su voz resonando en la sala. "Hemos recibido informes de un nuevo grupo de bestias en la región norte. No podemos permitir que se fortalezcan. Los errores anteriores no se repetirán." Su mirada se posó en un miembro del consejo que había fallado en una misión reciente. "Tú, ¿qué tienes que decir por tu fracaso?"

El miembro, visiblemente nervioso, tartamudeó: "Lo siento, líder Yoe. No anticipé su número..."

"No hay lugar para excusas," interrumpió Yoe con frialdad. "La próxima vez, espero que estés preparado. Si fallas de nuevo, las consecuencias serán severas."

Ángel, que había estado escuchando desde un rincón, sintió que la rabia burbujeaba dentro de él. Aunque le tenía lealtad y respeto a Yoe por su liderazgo, su resentimiento crecía a diario. La tortura que había soportado en su entrenamiento y la pérdida de su familia a manos del espectro lo consumían. La imagen de su padre poseído, matando a su familia, se repetía en su mente como una pesadilla interminable.

"¿Hasta cuándo aceptaremos esto?" murmuró Ángel a un compañero de confianza después de la reunión. "Yoe se comporta como un tirano. ¿No ve que estamos luchando por nuestra supervivencia, no por su orgullo?"

"Es lo que necesitamos en este momento, Ángel," respondió su compañero, tratando de calmarlo. "Un líder fuerte. Pero entiendo tu frustración."

"Este no es liderazgo; es opresión," respondió Ángel, su voz firme. "Cuando tenga el poder necesario, lo desafiaré. No puedo seguir viviendo bajo su control, no después de todo lo que he perdido." Su determinación era palpable, alimentada por el dolor de su pasado.

Durante estos dos años, la organización había llevado a cabo numerosas misiones para recuperar lo que quedaba de la Academia y fortalecer sus líneas. Yoe había diseñado estrategias meticulosas, utilizando sombras exploradoras para identificar campamentos de bestias y rescatar a prisioneros.

"Necesitamos dividir nuestras fuerzas," dijo Yoe en otra reunión del consejo. "Un grupo se encargará de las misiones de rescate, mientras que otro establecerá defensas en las áreas más vulnerables. No podemos permitir que las bestias se recuperen."

"Yo me encargaré de la misión de rescate," ofreció Ángel, su deseo de probarse a sí mismo evidente. "He trabajado en mi magia y puedo llevar a cabo la operación sin problemas."

Yoe lo miró con desdén. "No eres el único que ha sufrido, Ángel. No olvides tu lugar. Tu lealtad a esta organización es lo más importante. No arriesgaré a mis mejores hombres por un deseo personal de venganza."

A pesar de las tensiones, Ángel continuó trabajando incansablemente, y su contribución en las misiones no pasó desapercibida. Después de una exitosa operación en la que lograron liberar a varios prisioneros y derrotar a un grupo de bestias, Yoe reconoció su esfuerzo.

"Ángel," dijo Yoe en una reunión del consejo, su tono más serio de lo habitual. "Has demostrado tu valía en el campo de batalla. Te ofrezco una dosis de grado SS. Con este poder, serás una fuerza aún más formidable para nuestra causa."

Ángel aceptó la dosis, pero en su corazón, la lucha interna continuaba. "Este poder es solo un paso hacia mi verdadero objetivo," pensó, sintiendo cómo la ira y la determinación se entrelazaban en su ser.

Con su nuevo poder, Ángel comenzó a entrenar más intensamente, impulsado no solo por el deseo de proteger a sus compañeros, sino también por la necesidad de desafiar a Yoe en el futuro. "Cuando esté listo, no dudaré en enfrentar a Yoe," se dijo a sí mismo. "No puedo seguir siendo su sombra."

En su mente, la idea de una confrontación mortal con Yoe se volvía más clara. "No me importa el costo. El dolor que he soportado no puede ser en vano. Debo hacerle pagar por lo que me ha hecho y por la familia que perdí."

La lucha por recuperar su mundo apenas había comenzado. Mientras Yoe lideraba con una mano de hierro, Ángel se preparaba en silencio para el conflicto que sabía que se avecinaba. En el fondo, sabía que, independientemente de sus sentimientos hacia Yoe, la unidad de la organización era crucial para enfrentar al Supremo Gobernante de la Dungeon.

"Debemos ser fuertes, más fuertes que nunca," repetía Yoe, y las sombras respondían a su mando, aunque algunos, incluidos Ángel, comenzaban a cuestionar el costo de esa fuerza.

La batalla contra el Gobernante se acercaba, pero para Ángel, la batalla más personal también se cernía en el horizonte. Él estaba decidido a reclamar su venganza, y cuando llegara el momento, no dudaría en desafiar a Yoe.

Una semana más tarde. Finalizando su entrenamiento diario, Ángel se dirigió con tranquilidad a la reunión del consejo. Había estado concentrado en afinar sus habilidades, y la rutina le había proporcionado un sentido de normalidad en medio del caos que rodeaba su vida. Sin embargo, en su camino, un niño pequeño, corriendo sin mirar, chocó contra él.

"¡Oye, ten cuidado!" exclamó Ángel, pero antes de que pudiera procesar la situación, sintió una oleada de energía oscura brotar de su interior. Al ver el rostro pálido del niño, su instinto de supervivencia se activó. "¿Es un enemigo?" pensó, su mente trabajando rápidamente. "Podría ser un infiltrado, utilizando magia ilusoria para engañarnos."

Sin pensar, Ángel liberó un aura aterradora que envolvió al niño, quien, incapaz de soportar la presión, colapsó y comenzó a vomitar. La sed de sangre que emanaba de Ángel era descomunal, y a medida que se acercaba al niño, su mente se llenó de una mezcla de preocupación y agresión.

"Debo asegurarme de que no represente una amenaza," se dijo, agachándose para observar al niño, que yacía en el suelo, temblando. Ángel extendió la mano, listo para sujetarlo y alejarlo del peligro que él mismo había creado.

Pero antes de que pudiera tocar al niño, cuatro figuras desconocidas saltaron desde las sombras, armadas con armas de fuego que tenían runas talladas en sus cañones. "¡Aléjate del niño!" gritó uno de ellos, su voz llena de autoridad. Las armas, aunque modernas, eran efectivas en el mundo de las sombras, donde las runas otorgaban poder y precisión.

Ángel, confundido por la repentina aparición y decidido a proteger al niño, sintió que su ira comenzaba a emerger. "¿Quiénes son ustedes?" preguntó, su tono helado. "¿Qué quieren con él?"

"Nosotros somos los que te detendremos," respondió otro de los desconocidos, apuntando con su arma. "No permitiremos que causes daño a este niño."

Mientras Ángel trataba de procesar la situación, su mente comenzó a divagar. Las runas en las armas le hicieron pensar en una idea brillante: "¿Y si pudiera usar estas runas para cohetes? Podrían ser devastadores en la próxima batalla." Sin embargo, la preocupación por el niño y la amenaza que representaban los extraños lo sacó de sus pensamientos.

Mira con desdén a los atacantes, sintiendo cómo la ira le recorría el cuerpo. "No saben con quién están tratando," murmuró para sí mismo, su voz baja pero cargada de peligro.

Sin más advertencias, Ángel se lanzó hacia adelante con una velocidad sorprendente. En un abrir y cerrar de ojos, se acercó a los cuatro individuos, y con un movimiento rápido de sus manos, comenzó a decapitarlos uno por uno. La escena era horrenda; las cabezas caían al suelo, y el cuerpo del niño, aún temblando, observaba la carnicería con ojos desorbitados.

Ángel se detuvo, respirando pesadamente mientras la adrenalina corría por su cuerpo. Miró a su alrededor, sintiendo la energía oscura que lo rodeaba. "No debí haber dejado que esto sucediera," pensó, volviendo su atención al niño, que aún estaba en el suelo, temblando.

Con un gesto, Ángel hizo desaparecer la aura aterradora que lo rodeaba, intentando calmarse. "Lo siento, pequeño," dijo, acercándose lentamente. "No quería asustarte. Estás a salvo ahora."

El niño, aún temblando, levantó la vista hacia Ángel, sus ojos llenos de miedo. "¿Eres un monstruo?" preguntó, su voz temblorosa.

"No, no soy un monstruo," respondió Ángel, su voz más suave. "Pero a veces tengo que hacer cosas horribles para proteger a los que quedan." Se sintió culpable, pero sabía que el mundo en el que vivían no permitía debilidades.

En ese momento, una figura apareció detrás de Ángel. Era Yoe, que había llegado justo a tiempo para observar la escena. "¡Ángel, detente!" gritó, su voz autoritaria resonando en el aire.

Ángel se giró, sintiendo la tensión entre ellos. "Él es solo un niño, Yoe. No era mi intención asustarlo."

"Pero has matado a esos hombres," respondió Yoe, su mirada fría y calculadora. "No podemos permitir que las emociones nublen nuestro juicio. Cada acción tiene consecuencias."

Antes de que Ángel pudiera replicar, el padre del niño apareció, junto con su esposa. "¡No! ¿Qué han hecho?" gritó el hombre, corriendo hacia su hijo. Su esposa lo siguió, aterrorizada al ver la escena de violencia.

"¡Por favor, no lo toquen!" exclamó Ángel, sintiendo una ola de culpa. "No era mi intención..."

Yoe, viendo la situación descontrolarse, se acercó a la pareja. "Su hijo está a salvo. Pero deben entender que estamos en guerra. Lo que ocurrió aquí es un recordatorio de la brutalidad del mundo en el que vivimos."

"¿Brutalidad?" preguntó el padre, su voz llena de incredulidad. "¿Es esta la forma en que protegen a los inocentes? ¡Ustedes son los verdaderos monstruos!"

Ángel, sintiendo el peso de las palabras, se quedó en silencio. Miró al niño, que lloraba en los brazos de su padre, y comprendió que la línea entre el héroe y el villano era más delgada de lo que había imaginado.

Con el corazón pesado, Ángel se dio la vuelta. "No puedo seguir así," pensó, sintiendo que su ira y su deseo de venganza lo estaban consumiendo. "Debo encontrar una manera de luchar sin perder mi humanidad."

Yoe, observando a Ángel, comprendió que su compañero estaba lidiando con demonios internos. "Ángel, debemos ser más fuertes. La guerra no perdona a los débiles. Pero no podemos dejar que el odio nos consuma. Necesitamos unidad, no caos."

"¿Unidad?" Ángel replicó, su voz tensa. "¿Y cómo se supone que encuentre unidad cuando todos los días me enfrento a lo que he perdido? Cuando esté listo, lo desafiaré. No puedo vivir bajo su control, no después de todo lo que he pasado."

Yoe lo miró con seriedad. "No subestimes la fuerza del enemigo. La batalla que se avecina no será fácil. Debemos estar listos para todo, incluso para enfrentarnos entre nosotros."

La atmósfera se volvió tensa mientras las palabras de Ángel resonaban. Sabía que su camino hacia el poder y la confrontación con Yoe estaba cada vez más cerca. La batalla por su futuro y su venganza apenas comenzaba.

Ángel había dejado la escena del encuentro con el niño y su familia, sintiendo una mezcla de culpa y determinación. Sin embargo, cuando llegó el momento de la reunión del consejo, decidió no presentarse. La tensión que había acumulado era demasiado, y necesitaba un momento de reflexión lejos de la presión que lo rodeaba.

La ausencia de Ángel no pasó desapercibida. Los miembros del consejo se reunieron en la sala, y la atmósfera se tornó pesada. Yoe, sentado al frente, miró a su alrededor con desdén. "¿Dónde está Ángel?" preguntó, su voz grave resonando en la sala. "No podemos permitir que la deserción de uno de nuestros líderes se convierta en una norma. Necesitamos su contribución, especialmente ahora."

"Se lo advertí," comentó un miembro del consejo, visiblemente molesto. "Ángel ha estado lidiando con mucho, pero esto no es una excusa. La guerra no espera a nadie."

"Si no está dispuesto a enfrentar sus responsabilidades, tal vez no debería ser parte de este consejo," agregó otro, su tono lleno de frustración.

En medio de la creciente tensión, el padre del niño que había colapsado irrumpió en la sala, acompañado por su esposa. La desesperación y la ira eran evidentes en su rostro. "¡Exijo justicia!" gritó, su voz resonando con fuerza. "Cuatro de mis guardaespaldas han sido asesinados sin piedad, y mi hijo ha sido traumatizado. Esto es inaceptable."

Los miembros del consejo se miraron entre sí, sorprendidos por la entrada abrupta. Yoe se levantó, manteniendo la calma a pesar de la situación. "Entiendo su angustia," dijo, su tono más controlado. "Pero debemos entender que estamos en medio de una guerra. Las acciones de Ángel, aunque cuestionables, fueron en defensa de lo que consideraba una amenaza."

"No me hables de guerra," respondió el padre, su voz llena de ira. "No cualquiera puede atravesar el portal al mundo de las sombras. Es un riesgo que lleva un costo físico y mental. Mi visita era para discutir la nueva tecnología que podemos utilizar en esta lucha, y ahora me encuentro aquí, lidiando con el resultado de la brutalidad de su organización."

Los miembros del consejo escucharon atentamente mientras el hombre continuaba. "El portal genera un estrés tremendo en el cuerpo, y no todos pueden soportarlo. Aquellos que entran deben estar en condiciones óptimas, y su hijo no debería haber sido expuesto a este tipo de violencia. ¿Qué tipo de organización permite que esto suceda?"

Yoe, sintiendo la presión de la situación, respondió: "Estamos trabajando para minimizar los riesgos y mejorar nuestras estrategias. La tecnología que traes puede ser vital para nuestra lucha, pero necesitamos tu colaboración, no solo exigencias."

El padre, aún furioso, asintió lentamente. "He venido a plantear el uso de runas en armas y a probar a nuevos reclutas. Pero debo advertirles: no cualquiera puede entrar al mundo de las sombras y unirse a su organización. Solo aquellos que no se ven afectados por los efectos negativos de la exposición prolongada pueden ser admitidos."

"Estamos bien conscientes de eso," dijo Yoe, manteniendo la compostura. "Es una de las razones por las que necesitamos tu ayuda para evaluar a los reclutas y asegurarnos de que estén preparados para esta guerra. La tecnología que traes puede ser clave en nuestra estrategia."

Mientras la conversación continuaba, el ambiente se tornó cada vez más tenso. "¿Y qué hay de Ángel?" preguntó el padre de manera directa. "¿Está dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus acciones? ¿O se esconderá tras la sombra de su poder?"

"Ángel está lidiando con sus propios demonios," respondió Yoe, su voz firme. "Pero eso no justifica la violencia. Como líder, debo ser el primero en enfrentar las consecuencias de nuestras acciones. Si él no puede hacerlo, debemos considerar sus capacidades para continuar aquí."

El padre del niño observó a los miembros del consejo, su expresión dura. "Si quieren mi colaboración, deben asegurarme que esto no volverá a suceder. La violencia innecesaria solo traerá más sufrimiento, tanto a su organización como a nosotros."

Con Yoe retirándose, la atmósfera en la sala se volvió más tensa. Los miembros del consejo comenzaron a murmurar entre ellos, discutiendo la situación sin la presencia del líder.

"¿Qué hacemos ahora?" preguntó uno de los miembros, mirando a los demás con preocupación. "Ángel ha cruzado una línea que no podemos ignorar. No podemos permitir que este tipo de comportamiento continúe."

"Estoy de acuerdo," dijo una mujer mayor, su voz grave. "La violencia solo traerá más caos. Necesitamos un ejemplo que muestre que nuestras decisiones tienen consecuencias."

"Pero, ¿quién tomará la decisión de castigar a Ángel?" interrumpió otro miembro. "Él ha sido valiente en las batallas. ¿No podemos encontrar una manera de redimirlo en lugar de condenarlo?"

El padre del niño, que había estado escuchando la conversación, se acercó nuevamente. "No se trata solo de Ángel," insistió, su tono firme. "Se trata de establecer un estándar. Cuatro de mis guardaespaldas fueron asesinados, y mi hijo ha sido traumatizado. No puedo confiar en una organización que no protege a los inocentes."

Los murmullos crecieron entre los miembros del consejo. Algunos comenzaron a inclinarse hacia el padre, reconociendo la verdad en sus palabras. "Es cierto," dijo uno de los miembros. "Si no actuamos ahora, perderemos la confianza del pueblo. Necesitamos mostrar que la vida tiene valor, incluso en tiempos de guerra."

El ambiente en la sala del consejo era intenso. El padre del niño, que había llegado con el propósito de exigir justicia, ya estaba presente, y la tensión en el aire era palpable. Los miembros del consejo intercambiaban miradas nerviosas, sintiendo el clima de confrontación que se avecinaba.

"Llamen a Ángel," ordenó uno de los miembros del consejo, sintiendo la presión de la situación. "Es momento de que se presente y explique sus acciones."

Poco después, Ángel entró en la sala, notando de inmediato la atmósfera cargada. "¿Qué sucede?" preguntó, su voz firme, pero el ambiente hostil le hizo sentir que algo estaba muy mal.

"Ángel," comenzó el padre, su mirada fija y desafiante. "Te hemos llamado aquí para que respondas por el asesinato de mis guardaespaldas. Cuatro vidas han sido destruidas por tu mano."

Ángel sintió cómo la ira comenzaba a brotar dentro de él. "¿Asesinato?" replicó, incredulidad en su voz. "Actué en defensa del niño. Ellos me atacaron. ¿Ahora se me culpa por proteger a un inocente?"

Con la ira surgiendo, Ángel liberó una ominosa sed de sangre, una energía oscura que envolvió la sala. La atmósfera se tornó densa, y los miembros del consejo sintieron la presión de su aura. "Si intentan detenerme o fastidiar mi estabilidad en esta organización," amenazó, su voz resonando con ferocidad, "no me regiré por las reglas de esta maldita organización."

El padre del niño no retrocedió, pero ángel levantó su voz. "Tú, maldito. Tu deber es ayudar. Estás en el mundo de las sombras para ayudar, no para crear conflictos. ¡Haz tu trabajo!"

Ángel se acercó al padre, su mirada ardiente. "Estás aquí para exigir justicia, pero ¿qué has hecho tú para ayudar? Solo traes problemas en lugar de soluciones. ¡Eres un cobarde que se esconde detrás de tu autoridad!"

La presión en la sala aumentaba, y los miembros del consejo sentían que la situación podría descontrolarse en cualquier momento. La furia de Ángel era palpable, y la tensión se podía cortar con un cuchillo.

"Si tú y tus hombres hubieran hecho su trabajo, tal vez no estaríamos aquí," continuó Ángel, su voz ahora como un susurro amenazante. "Lo que necesitas es dejar de lado tu ego y pensar en el bienestar de todos, no solo en el de tu familia."

Los miembros del consejo, viendo cómo la situación se intensificaba, comenzaron a murmurar entre ellos. "¿Qué hacemos?" preguntó uno, visiblemente nervioso. "Si Ángel no se controla, esto podría volverse mortal."

"¿Cómo podemos detenerlo sin Yoe aquí?" dijo otro miembro, sintiendo el sudor frío en su frente. La ausencia del líder dejaba a todos en una situación precaria.

Ángel, sintiendo la tensión a su alrededor, dejó que su ira se desbordara. "Si no pueden ver la verdad aquí, entonces están condenados a seguir en la oscuridad," dijo, su voz resonando con una intensidad aterradora. "No permitiré el abuso de su parte."

En ese momento, la sala quedó en silencio. La furia de Ángel era casi tangible, y los miembros del consejo se preguntaban cómo podrían detenerlo. "Si este es el camino que eligen, entonces no tengo lugar aquí," declaró, su mirada desafió a todos los presentes.

El padre, sintiendo que la situación estaba fuera de su control, dio un paso adelante. "No quiero más violencia," dijo, su voz firme. "Pero no puedo quedarme callado mientras ustedes permiten que alguien actúe sin considerar las consecuencias. Ángel, debes entender que tus acciones tienen repercusiones."

"Y tú debes entender que en este mundo, la supervivencia es lo único que importa," respondió Ángel, su voz cargada de desprecio. "No estoy aquí para jugar a ser el héroe. Estoy aquí para luchar."

La tensión en la sala era abrumadora. Los miembros del consejo sabían que la situación amenazaba con desbordarse, y el padre del niño miró a Ángel con determinación. "Si quieres que esto cambie, entonces debes demostrar que eres capaz de controlar tu furia. Debemos encontrar la forma de trabajar juntos, no de enfrentarnos."

Con esas palabras resonando en la sala, la atmósfera se volvió más pesada. Ángel sabía que debía encontrar una manera de redimirse, pero el camino sería difícil. La batalla por su futuro y su redención se acercaba, y aunque el precio que debía pagar era alto, estaba decidido a enfrentarse a su destino.

"Voy a demostrar que puedo proteger a los inocentes," dijo Ángel, su voz ahora más calmada aunque llena de determinación. "Y si eso significa confrontar a los que amenazan mi camino, entonces estoy listo."

Con la resolución en su corazón, Ángel buscaba retirarse, sintiendo que su lucha personal apenas había comenzado, y el verdadero desafío estaba por venir.

El padre a pesar que ángel bajó la guardia, su mirada se mantenía firme, y con un gesto sutil de su mano, dio la señal. De inmediato, diez figuras desconocidas emergieron de las sombras, rodeando a Ángel con precisión militar, armadas con armas rúnicas que brillaban ominosamente.

Los miembros del consejo miraron con sorpresa y algunas sonrisas asomaron en sus rostros, disfrutando del espectáculo que se avecinaba. "Esto se está volviendo interesante," murmuró uno de ellos, mientras observaba cómo Ángel se encontraba rodeado.

Ángel, al ver cómo lo apuntaban, sintió cómo la ira comenzaba a intensificarse en su interior. "¿Qué es esto?" preguntó, su voz cargada de desdén. "¿Una trampa más? ¿Creen que pueden intimidarme así?"

Sin esperar más, Ángel dejó que su furia se desbordara. Sin ninguna oportunidad de defenderse, se lanzó hacia los atacantes con una velocidad impresionante. Con movimientos precisos y letales, comenzó a desatar su poder. La sangre brotó de inmediato, creando un mar rojo en el suelo de la sala. Las armas rúnicas cayeron al suelo, inertes, mientras los cuerpos de los desconocidos eran desmembrados en un instante.

Los miembros del consejo, ahora en estado de shock, observaban la brutalidad sin poder apartar la vista. Algunos se cubrían la boca, mientras otros mostraban una mezcla de miedo y fascinación. La sala se llenó del sonido del caos, el eco de la carnicería resonando en las paredes.

Ángel se detuvo, respirando pesadamente mientras contemplaba la escena de horror. Los cuerpos estaban esparcidos por doquier, y la sangre empapaba el suelo, dejando un rastro de destrucción. La violencia había sido extrema, pero en ese momento, sintió que era lo único que podía hacer para demostrar su poder.

"¿Y ahora qué?" gritó, su voz resonando en la sala. "¿Qué más tienen que decirme? ¡Soy el que protege a los inocentes!"

Con la adrenalina aún corriendo por sus venas, Ángel se volvió hacia el padre del niño, su mirada llena de furia. "Tú," dijo, avanzando con intención. "Eres el que más se opone a mí. ¿No crees que has causado suficiente daño? ¿No ves que has traído más problemas que soluciones?"

El padre, aunque asustado por la brutalidad que acababa de presenciar, mantuvo su postura. "No puedes resolver todo con la violencia, Ángel. Necesitamos un cambio, no más sangre en nuestras manos."

"¿Cambio?" Ángel replicó, su voz cargada de sarcasmo. "¿Qué has hecho tú para ayudar? Solo has traído conflictos a este lugar. ¡Eres un cobarde que se esconde detrás de la autoridad que no tiene!"

Ángel avanzó hacia el padre con la furia a punto de desbordarse. "Tú maldito deber es ayudar, y estás en el mundo de las sombras para proteger, no para crear más caos," dijo, la amenaza en su voz clara como el cristal. "Si no puedes hacer tu trabajo, entonces no mereces vivir."

Con cada paso que daba, el aire se volvía más denso, y el padre sintió que su corazón se aceleraba. "Ángel, por favor..." intentó argumentar, pero su voz temblaba.

Justo cuando Ángel estaba a punto de actuar, la puerta se abrió de golpe y Yoe entró en la sala. La presencia del líder era inconfundible, y su mirada fría y calculadora se posó en la escena de caos. "¡Detente!" ordenó, su voz resonando en toda la sala.

Ángel, sorprendido por la llegada de Yoe, se detuvo en seco, sintiendo cómo la rabia comenzaba a disiparse. "¿Por qué estás aquí?" preguntó, su voz cargada de frustración.

"Porque esta situación se estaba saliendo de control," respondió Yoe, su mirada fija en Ángel. "No podemos permitir que la violencia nos consuma. Necesitamos unidad, no más divisiones."

La tensión en la sala se aligeró ligeramente, pero la atmósfera seguía siendo tensa. Yoe se volvió hacia el padre del niño. "Vamos a encontrar una solución a esto. Ángel, debes aprender a controlar tu ira. La próxima vez que esto ocurra, no habrá oportunidad de redención."

Ángel, aún lleno de emociones encontradas, se dio cuenta de que su camino hacia la redención sería más complicado de lo que había imaginado. "Haré lo que sea necesario para proteger a los inocentes," dijo, su voz más tranquila pero aún llena de determinación. "Pero no permitiré que me controlen."

Después de que la situación se calmara, Yoe se volvió hacia los miembros del consejo que habían apoyado el conflicto. “Ustedes han traído vergüenza a esta organización,” dijo, su voz débil pero cargada de veneno. “No puedo permitir que esto continúe.”

Sin más preámbulos, Yoe desató su ira. Con un movimiento rápido, lanzó un hechizo devastador que desmanteló a los miembros del consejo que se habían reído de la violencia que acababa de suceder. Sus cuerpos cayeron al suelo, separados y sin vida. La sala, que había estado llena de un tenso silencio, se llenó ahora del eco de la brutalidad.

“Ustedes no entienden la gravedad de esta guerra,” dijo Yoe, observando con frialdad mientras los cuerpos yacían desmembrados. “La vida y la muerte son decisiones que no pueden tomarse a la ligera. Su insensatez ha tenido consecuencias severas.”

El padre del niño, que había sido testigo de la carnicería, se quedó paralizado en su lugar, los ojos desorbitados por el terror ante la escena brutal. Antes de que pudiera reaccionar, Yoe se acercó y lo sujetó del cuello con una fuerza increíble, asfixiándolo casi hasta la muerte.

“Espero que te comportes,” dijo Yoe, su voz suave pero amenazante. “En primer lugar, a tu maldita familia, sácala del mundo de las sombras. Solo un estúpido se le ocurre traer a su familia a un área de guerra.”

El padre, luchando por respirar, sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas mientras trataba de balbucear. “No... no puedo... dejar... a mi familia...” murmuró.

“Si en algún momento se te ocurre hablar de lo que pasó aquí,” continuó Yoe, su tono helado, “tengo mil formas de matar a todos los involucrados. Y allá, no me importa qué cargo tengan tus contactos. Todos pagarán. Tengo el poder de hacer lo que me venga en gana, y si tus colaboradores se pasan de la raya, los mataré. Al fin y al cabo, están vivos gracias a nosotros.”

Con un movimiento brusco, Yoe soltó al padre, quien cayó de rodillas al suelo, tosiendo y respirando con dificultad. La mezcla de adrenalina y terror en el aire era palpable, y los miembros restantes del consejo observaban con horror la transformación de Yoe.

“No olvides esto,” dijo Yoe, su mirada penetrante fijada en el padre. “Eres un invitado en este mundo. Actúa con inteligencia, o me veré obligado a eliminar cualquier lastre que amenace nuestra misión.”

El padre, todavía temblando y recuperando el aliento, asintió lentamente, comprendiendo que había cruzado una línea que no debía haber cruzado. “Lo entiendo,” logró decir, su voz quebrada. “No volveré a involucrar a mi familia en esto.”

Yoe se dio la vuelta, observando el caos que había dejado atrás. La escena en la sala del consejo era un recordatorio escalofriante del precio de la insensatez. “Ahora, volvamos a lo importante,” dijo, su voz volviendo a ser firme. “Debemos centrarnos en la guerra que se avecina, y esto no debe volver a suceder. La unidad es más crucial que nunca.”

Con eso, los miembros restantes del consejo se sentaron, sabiendo que la amenaza de Yoe estaba presente y que, tras la masacre, la línea entre el líder y el tirano se había desdibujado. La lección había sido clara: en el mundo de las sombras, la supervivencia era la única regla que importaba. Yoe lo demostró con cada acción, y Ángel, al observar todo, supo que su lucha por la redención en esta organización sólo se complicaría aún más.

Yoe, tras salir de la reunión cargada de tensión y violencia, se dirigió a su despacho para revisar las estrategias para la nueva misión: la retoma de la Academia. Mientras repasaba la información, se dio cuenta de que la situación había cambiado drásticamente en los últimos tres meses.

Con la información recopilada, Yoe observó que los enemigos eran menos numerosos de lo que habían sido en ocasiones anteriores. “Esto no tiene sentido,” murmuró para sí mismo. “Los ataques han disminuido significativamente. Puede que el portal de su lado haya sido cerrado, dándonos un pequeño respiro.” Su mente comenzó a elaborar un plan.

Tres días después Yoe convocó a los pocos miembros restantes del consejo, informándoles sobre su análisis. “Estamos en una posición favorable,” dijo, su voz firme. “La Academia puede ser recuperada, pero debemos actuar con rapidez y precisión. No podemos permitirnos ningún margen de error.”

Los miembros del consejo asintieron, escuchando atentamente mientras Yoe exponía su estrategia.

   - Se destinará a 2000 sombras entrenadas, divididas en equipos especializados según su grado y habilidades.

   - Cada grupo tendrá un líder que me reportará directamente a mí.

   - Un grupo de sombras se acercará en silencio utilizando el Manto de Oscuridad, asegurándose de que no se detecten. Usarán raíces mágicas para crear trampas en el camino hacia la Academia.

   - Ángel liderará su equipo hacia las posiciones clave. Utilizará la magia del rayo para desorientar y desactivar a los enemigos, causando que sus defensas se caigan.

   - Una vez dentro de la Academia, las sombras usarán magia de raíces para asegurar las salidas y evitar que los enemigos escapen. Esto también les permitirá capturar cualquier refuerzo que intente entrar.

   - Durante la fase final, se llevarán a cabo los rescates de cualquier prisionero que haya quedado en la Academia. Cada equipo llevará a cabo su misión con precisión y coordinación.

   - Una vez que se complete la misión, las sombras se reagrupen y se retiren de inmediato, evitando cualquier enfrentamiento innecesario.

Mientras Yoe finalizaba su presentación, la tensión y la determinación llenaban la sala. “Esta es nuestra oportunidad de recuperar lo que es nuestro. Si seguimos esta estrategia y cada uno de nosotros cumple su papel, no habrá margen de error,” concluyó, sus ojos ardían con fervor.

Los miembros del consejo miraron a Yoe con respeto y decisión, sabiendo que lo que estaba en juego era mucho más que una simple misión: se trataba de la supervivencia de su mundo.

Con la estrategia establecida, Ángel, quien había estado escuchando en silencio, se acercó a Yoe. “Estoy listo,” dijo, su voz llena de determinación. “No permitiré que se repita el pasado. Esta vez, estaremos preparados.”

La misión hacia la Academia se estaba formando, y con cada palabra, cada plan, la batalla por su futuro se acercaba más. Las sombras estaban listas para luchar, y Yoe, Ángel y el consejo se preparaban para enfrentar el próximo desafío con la firme intención de triunfar.

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