¿Donde estoy?
En la Oscuridad del Bosque
Apareciendo en medio del bosque, angel se encontraba atrapado en una penumbra inquietante, donde la luz de la luna apenas podía atravesar el denso dosel de hojas. La brisa fría acariciaba su rostro, pero no podía sentirla; su mundo se desmoronaba, arrastrado por el trauma de la cena que acababa de vivir. Con lágrimas brillando en sus ojos, cayó de rodillas en el suelo húmedo, la fría tierra abrazando su piel. La desesperación lo consumía y, en ese momento, aceptó lo que creía era su muerte inevitable.
Frente a él, un espectro se erguía, una sombra distorsionada que se deleitaba con su sufrimiento. Su risa resonaba como un eco siniestro entre los árboles, mientras el joven lo miraba fijamente, paralizado por el terror. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
Justo cuando el espectro se disponía a atacar, una figura emergió de las sombras. Era una chica, con el cabello oscuro ondeando como una serpiente en la brisa, conjurando palabras en un idioma que ángel no podía comprender. A medida que su voz se alzaba, el espectro comenzó a retorcerse, como si cada sílaba fuera una estocada a su esencia maligna. El aire se llenó de una energía vibrante, y ángel sintió un rayo de esperanza atravesar su corazón.
De pronto, desde el lado opuesto, un joven de no más de doce años apareció, empuñando una daga que brillaba con una luz intensa, como si fuera extraída de las mismas estrellas. Con paso decidido, se acercó al espectro, que luchaba contra el poder de la conjuración. Sin un instante de duda, el niño apuñaló al espectro en la espalda, y una explosión de oscuridad se desató, como si la noche misma hubiera sido desgarrada.
Con una mirada de desdén, el joven de la daga se volvió hacia angel arrodillado, quien aún no podía procesar lo que había sucedido. Sin pronunciar una palabra, le entregó su daga antes de desaparecer en la espesa oscuridad del bosque, dejándolo solo, aturdido y temeroso.
La chica, que había estado de espaldas, se acercó y tocó su hombro, instándole a levantarse. Pero ángel seguía paralizado por el shock, y en un gesto de frustración, ella le propinó un golpe en la nuca, dejándolo inconsciente antes de cargarlo sobre su hombro y desaparecer en la noche.
Cuatro horas más tarde, la chica apareció frente a una cabaña oculta en el corazón del bosque. La construcción, hecha de madera envejecida, parecía un refugio olvidado por el tiempo, rodeada de vegetación espesa que susurraba secretos antiguos. Justo cuando estaba a punto de entrar, dos figuras emergieron de las sombras, bloqueando su camino.
—¡No puedes traer a un desconocido a la base! —gritó uno de ellos, su voz resonando con una autoridad que no podía ignorar.
Sin detenerse, la chica intentó abrir la puerta, que crujió bajo su peso.
—¡Alto, dije! —repitió el segundo, desenvainando su daga.
En un instante, la tensión se volvió palpable; el sonido de hojas crujientes bajo los pies y el viento helado parecían advertir del peligro inminente. La chica dejó caer al joven inconsciente, su cuerpo golpeando la tierra con un sonido sordo.
—Elena, no tienes autorización para traer a un desconocido a la base. ¡Desiste! —advirtió el primero, apuntando su daga hacia ella.
Elena, con el corazón latiendo con fuerza, se preparó para conjurar. Sus ojos destellaban determinación mientras esquivaba los ataques.
—¡Elena, detente! Ya hemos llamado al líder. ¡No podrás salirte con la tuya! —gritó el primer sujeto, su voz llena de autoridad.
—Hemos sido entrenados para lidiar con brujas como tú —añadió el segundo, atacando sin piedad.
La adrenalina recorría el cuerpo de Elena mientras luchaba por mantenerse en pie. Con un grito potente, invocó:
—NASTRIMUS STAHAYUH NAHT!
Las raíces del suelo emergieron como serpientes feroces, atrapando a sus oponentes con una fuerza inhumana.
—Estúpidos, ¿desde cuándo creyeron que podían detenerme? —se burló Elena, su risa resonando en la penumbra.
Con cada palabra mágica que pronunciaba, las raíces se contraían, desmembrando a sus atacantes y lanzando sus restos al aire como hojas secas en un vendaval.
Desde una rama alta, Luke observaba la escena con resignación.
—Sé que me estás vigilando, Luke —dijo Elena sin volverse.
—¡Esto es inaceptable, Elena! —rugió Luke, arremetiendo contra ella con furia.
Su agarre era mortal, y la asfixiaba hasta casi dejarla sin aliento. Elena sentía cómo la sangre brotaba de su boca, pero no podía rendirse.
—Matar a dos sombras por un capricho es inaceptable —gritó Luke, estampándola contra el suelo con tal fuerza que la tierra crujió.
—Yoe, limpia este desastre y organiza una reunión en el consejo —ordenó, mientras un hombre encapuchado emergía de las sombras para llevarse a Elena de nuevo a la cabaña.
Yoe, con un gesto brusco, arrastró a Elena hacia la cabaña, el aire frío cortante como un cuchillo. La oscuridad del bosque parecía observar con curiosidad, y sin cuidado, la lanzó al suelo, dejándola allí como un despojo olvidado. Luego salió para recoger a ángel que estaba inconsciente.
Con delicadeza, lo acomodó en la cama, su rostro pálido iluminado por la tenue luz que se filtraba a través de las ventanas cubiertas de polvo. Sin embargo, el ambiente se tornó tenso y opresivo.
Horas más tarde, el joven despertó con un dolor punzante en la cabeza. Confundido y asustado, murmuró:
—¿Dónde estoy?
Al intentar levantarse, su cuerpo no respondió como esperaba, y cayó al suelo, rompiéndose la nariz.
—Mierda... Puta vida —se quejó, resignándose a dejarse llevar por el sueño nuevamente.
Pasadas unas horas, Yoe regresó, más relajado. Levantó al joven con cuidado y lo colocó de nuevo en la cama. Le ofreció una píldora y le inyectó una sustancia desconocida, dejándolo inconsciente. Su expresión cambió drásticamente al notar a Elena aún tirada en el suelo. Con rabia contenida, se acercó y le propinó una patada en el costado que le rompió una costilla.
—Inútil, me diste más trabajo, maldita —la fulminó con la mirada.
Elena, incapaz de hablar por el dolor y la desesperanza, dejó de luchar.
—Debías matar a cualquiera que ingresara al mundo de sombras sin autorización del consejo...
Yoe comenzó a asfixiarla, casi dejándola inconsciente, antes de soltarla.
—Necesito una explicación. ¿Por qué debo perdonar tu vida? —exigió Yoe.
Con dificultad, Elena respondió:
—Estoy pagando una deuda antigua desde hace diez años y la cumpliré sin importar los sacrificios.
—¿Deuda? ¿A quién le debes? —preguntó Yoe, bajando su agresividad.
Elena respiró hondo antes de continuar:
—Hace diez años estuve en una misión de asesinato en Latinoamérica. Apenas tenía 14 años cuando Luke me encomendó eliminar a un alto mando de la unión de países miembros del portal X-P-H. Estaban experimentando con un suero potenciador para que los usuarios de reliquias pudieran usarlas en el mundo original.
Yoe seguía presionando:
—No detalles tu misión; ve directo al punto.
Con dificultad, ella explicó:
—Ya había finalizado mi misión cuando encontré a una persona desconocida que causó una explosión en el reactor del laboratorio; habían creado un portal artificial en el mundo del Dungeon King...
Un golpe brutal interrumpió sus palabras mientras Yoe desenfundaba su daga.
—¡Dije que fueras al grano!
Con rabia contenida, Elena lo miró.
—El tío de ese joven me salvó la vida y ayudó a destruir el portal. Además, conocí a su familia. ¿Feliz? ¡Maldito!
Su voz se elevó, llena de frustración.
Yoe avanzó lentamente hacia ella con la daga empuñada cuando Luke apareció repentinamente, deteniendo su brazo.
—¿Qué haces? —preguntó Luke, su presión abrumadora.
Sin responder, Yoe retrocedió. Luke se volvió hacia Elena y le extendió la mano.
—El consejo te perdona la vida, Elena. El joven se convertirá en una sombra; Yoe ya le inyectó la primera dosis de grado E —informó Luke.
Elena se indignó:
—¿Grado E? ¿Lo quieres matar?
—Él tiene la capacidad de soportarlo; es sobrino de Kex y su rango máximo le permite tener la capacidad de ser mi sucesor —replicó Luke con determinación.
Incrédula ante lo que escuchaba, Elena se rindió ante las circunstancias.
—Yoe, te encargarás del entrenamiento inicial del chico. Necesito ir a primera línea; hay mucho caos y no creo que podamos resistir más —ordenó Luke.
—Tranquilo, yo me encargo. En unos días llegarán los nuevos miembros; les daré instrucciones apenas lleguen —respondió Yoe.
—Negativo. Te encargarás desde ya; necesitamos apoyo ahora mismo ya que hemos perdido dos grados A —insistió Luke.
Bajo tanta presión, Yoe aceptó sin más.
Desapareciendo como llegó Luke, dejó instrucciones claras: Elena se encargaría de la seguridad del chico mientras Yoe se ocupaba de su entrenamiento.
—Elena, encárgate y avísame cuando despierte; más vale que valga la pena o yo mismo lo mataré sin importar lo que diga Luke —amenazó Yoe antes de desaparecer también.
Quedó solo Elena junto al joven desconocido, quien aún no comprendía el peligro en el que estaba metido, mientras el bosque continuaba susurrando secretos oscuros a su alrededor.
Yoe salió de la cabaña y se adentró en la oscuridad del bosque, los árboles susurrando a su paso mientras el frío de la noche lo envolvía. No había avanzado mucho cuando una voz resonó en su mente, una llamada del consejo que no podía ignorar. Con un suspiro, se detuvo y, tras una breve concentración, se encontró en una sala oscura y austera, donde la atmósfera era densa y tensa, cargada de incertidumbre.
Alrededor de una mesa ovalada estaban sentados los miembros del consejo, sus rostros ocultos en sombras, pero sus ojos brillaban con un destello de autoridad.
—Yoe, hemos discutido tu reciente actuación —comenzó uno de los miembros con voz grave—. La situación es crítica. Estamos en guerra y, cada día, perdemos más terreno ante los monstruos. Necesitamos que actúes con más severidad.
Yoe sintió cómo una punzada de preocupación atravesaba su pecho. **Elena**, su prima y la única familia que le quedaba, estaba en una posición vulnerable. A pesar de alejarla de todo y no enviarla al campo de batalla, sabía que debía cumplir con las órdenes del consejo.
—La chica debe ser tratada de la manera más brusca posible —continuó el miembro, ignorando su malestar—. Queremos que su entrenamiento con el nuevo recluta, Ángel, sea brutal. No podemos permitir debilidades en nuestros rangos.
Las palabras del consejo eran un eco sombrío de la realidad que enfrentaban.
—Nos encontramos en una guerra que estamos perdiendo —dijo otro miembro, golpeando la mesa con un puño—. Los suministros enemigos son nuestra mayor debilidad, y debemos atacarlos antes de que se fortalezcan aún más. Sin embargo, el grupo de nuevos reclutas que esperábamos se retrasará al menos mes y medio.
Yoe sintió cómo la frustración crecía en su interior. **¿Cómo podían esperar que lucharan sin más refuerzos?** El consejo continuó, delineando un plan audaz, pero peligroso.
—Necesitamos un ataque coordinado con los pocos hombres que nos quedan. Los informes indican que las fuerzas enemigas están concentradas en el norte. Si golpeamos sus suministros, podríamos debilitar su moral. Pero será un ataque suicida. Solo unos pocos sobrevivientes tendrán que infiltrarse en su campamento y sabotear todo lo que puedan.
Yoe asintió, tomando nota mentalmente de los detalles. **¿Cómo podía arriesgar a su gente en una misión tan peligrosa?** El campo de batalla estaba lleno de sufrimiento y muerte, y lo sabía bien.
La reunión terminó, y Yoe salió de la sala, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Se adentró en la noche, su mente llena de pensamientos oscuros. **Elena estaba en peligro.** No solo debía entrenarla de manera brutal, sino que también debía protegerla de la ira del consejo. **Era su familia, y debía cuidarla a toda costa.**
Mientras tanto, en el campo de batalla, Luke observaba con horror cómo la destrucción se desplegaba ante él. El suelo estaba cubierto de cadáveres, tanto de enemigos como de aliados. La tierra, una vez verde y vibrante, ahora era un mar de lodo y sangre. Los ecos de los gritos de los heridos resonaban en el aire, mezclándose con el sonido de las espadas chocando y los rugidos de los monstruos que asediaban su posición.
Luke se encontró en la primera línea, sintiendo el peso de cada pérdida, cada vida que se extinguía en esta guerra interminable. **¿Cómo podían haber llegado a este punto?** La desesperación lo invadía, pero sabía que no podía rendirse. Debía encontrar una manera de cambiar el curso de la batalla.
Yoe se dirigió de regreso a la cabaña, su mente aún en la reunión del consejo. La misión que se avecinaba sería peligrosa, pero sabía que no podía dejar que Elena sufriera. **Debía ser fuerte, pero también debía mantenerla a salvo.** La idea de torturarla, de tratarla con brusquedad, desgarraba su corazón, pero el consejo no toleraría fallos.
Mientras se acercaba a la cabaña, su determinación se fortalecía. **Entrenaría a Ángel con rigor**, pero al mismo tiempo, buscaría la manera de proteger a su prima. Ella no merecía sufrir más de lo que ya había enfrentado.
La guerra no solo estaba en el campo de batalla; también era personal. Yoe resistiría, incluso si eso significaba enfrentarse al consejo y sus crueles exigencias. **No podía permitir que su familia fuera destruida en el caos de esta guerra.** La próxima batalla sería crucial, y ya no habría vuelta atrás.
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