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Campo de Batalla #2

Ángel se encontraba en el epicentro del frenesí del campo de batalla, una tormenta de horror y sangre que lo rodeaba. A medida que los gritos de sus compañeros resonaban a su alrededor, él sentía cómo sus emociones se apaciguaban, como si una calma imperturbable comenzara a tomar el control de su mente. La brutalidad de la lucha se convertía en un eco distante; el mundo que lo rodeaba se desvanecía en una niebla de caos.

La sangre cubría su cuerpo, mezclándose con el sudor y la ceniza que quemaban sus ojos. A su alrededor, las sombras de grado B luchaban con valentía, defendiendo su posición. Cada vez que uno de ellos caía, su vida extinguida con un grito ahogado, Ángel permanecía impasible, como si la muerte de sus compañeros no le importara. Su único objetivo era sobrevivir, y en su mente, eso era lo único que importaba.

Los cadáveres se esparcían por el campo, un paisaje macabro que hablaba del sacrificio y la desesperación. Las sombras de grado B continuaban arrojándose al frente, sus vidas entregadas en un intento de frenar la marea de orcos que se abalanzaban sobre ellos. Ángel avanzó, sus pasos firmes en medio de la carnicería, cada uno de ellos resonando con la determinación de un guerrero que se niega a sucumbir.

Bolas de fuego comenzaron a caer del cielo, estallando en explosiones que consumían todo a su paso. El calor era abrasador, pero Ángel no flaqueó. De hecho, lo sentía como una señal, una oportunidad para avanzar hacia la retaguardia del enemigo. Las llamas iluminaban su camino, y, aunque el horror lo rodeaba, algo dentro de él se despertaba.

Múltiples bestias humanoides emergieron de entre las sombras, desatando su furia contra las sombras de grado A que luchaban por su vida. Las garras afiladas y los dientes amenazantes desgarraban la carne, y el sonido de la lucha se mezclaba con los gritos de los caídos. La batalla estaba lejos de terminar, y Ángel lo sabía.

A medida que avanzaba, Ángel se dio cuenta de que solo quedaban él y Jhon, los últimos de los grados A vivos en el campo. Ambos miraban con ojos vacíos a las bestias humanoides que se acercaban, sus cuerpos marcados por la lucha y la desesperación. La luz del día comenzaba a desvanecerse, y la oscuridad se cernía sobre ellos como un presagio de lo que estaba por venir.

Entonces, un rugido resonó en el aire, y Ángel levantó la vista. Dos escuadrones de sombras de grado S se lanzaron al campo de batalla, su llegada como un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Con una furia renovada, comenzaron a atacar, la sincronización y la precisión de sus movimientos era asombrosa. Las sombras de grado S se movían como una tormenta, eliminando a las bestias humanoides que se interponían en su camino.

-¡No te rindas! -gritó Jhon, su voz cortando a través del caos mientras se preparaba para el enfrentamiento. La adrenalina comenzaba a dispararse en ambos, y Ángel sintió cómo la calma que había estado experimentando se transformaba en una energía eléctrica.

El campo de batalla estalló en un frenesí de alto rango. Las sombras de grado S se unieron a la lucha, creando un destelló mortal de ataques y contraataques. Las bolas de fuego, conjuradas por los hechiceros, caían del cielo como estrellas fugaces, incendiando a los enemigos y creando un camino de destrucción en su avance.

Ángel, junto a Jhon, se lanzó al combate, sus movimientos ahora más fluidos, más seguros. Con cada golpe, cada hechizo lanzado, se sentía más vivo. La desesperación se había transformado en una lucha feroz por la supervivencia, y con cada enemigo que caía, su determinación crecía.

Las bestias humanoides, ahora superadas por la fuerza de las sombras de grado S, comenzaron a retroceder. Pero en su retirada, una figura titánica emergió del caos, una bestia aún más formidable que las anteriores. Sus escamas brillaban con un fulgor oscuro, y sus ojos centelleaban con una inteligencia aterradora.

Ángel sintió cómo la adrenalina corría por sus venas. Con un grito de guerra, se lanzó junto a Jhon y las sombras de grado S hacia la bestia. La batalla que se desató fue un torbellino de acción, cada guerrero luchando con la fuerza de la desesperación.

El aire se volvió denso mientras la nueva amenaza avanzaba, y Ángel sintió cómo la adrenalina lo invadía. Con un grito de desafío, se lanzó al ataque, buscando un punto vulnerable en la bestia. La calma que había sentido al principio había desaparecido, reemplazada por un deseo ardiente de victoria. Con un movimiento preciso, se lanzó hacia la bestia, buscando un punto vulnerable.

La batalla alcanzó su clímax cuando las sombras de grado S comenzaron a coordinar un ataque. Con movimientos sincronizados, se lanzaron hacia la bestia, tratando de rodearla y atacarla desde diferentes ángulos. Las garras y las colas de la criatura cortaban el aire con una velocidad aterradora, pero las sombras se mantenían firmes, su determinación enviándoles fuerza.

Las sombras conjuraban hechizos y lanzaban ataques, cada uno de ellos resonando en el aire como un grito de guerra. La bestia rugía, tratando de deshacerse de sus atacantes, pero a medida que el combate se intensificaba, su resistencia comenzaba a debilitarse.

Con un grito de guerra, una sombra de grado S se lanzó hacia la bestia, clavando su arma en el costado de la criatura. El rugido de la bestia resonó en el aire, pero no fue suficiente para detener a las sombras. La presión aumentaba, y Ángel sintió la necesidad de hacer algo. Con un esfuerzo supremo, conjuró un hechizo de fuego, lanzando una bola de llamas que impactó en la espalda de la bestia, provocando que se retorciera de dolor.

La batalla culminó en un estallido de energía, con las sombras de grado S rodeando a la bestia y atacando con todas sus fuerzas. En un último esfuerzo, Ángel se lanzó hacia adelante, buscando la oportunidad de asestar el golpe final. Con un grito de desafío, se unió a sus compañeros en un ataque coordinado, y con un movimiento decisivo, la bestia cayó al suelo, derrotada.

Con las bestias finalmente derrotadas, Ángel y Jhon se tomaron un momento para recuperar el aliento. La adrenalina comenzaba a disiparse, dejando a su paso una sensación de agotamiento brutal. Las sombras que quedaban se agruparon alrededor de ellos, sus miradas reflejando la mezcla de alivio y tristeza por los caídos.

Angel, mirando alrededor, sintió el peso de la batalla en su pecho. Sabía que muchos habían dado su vida para protegerlo. La lucha había sido feroz, y aunque habían ganado, el costo había sido alto. Pero en ese momento, todos sabían que debían mantenerse firmes y listos para lo que viniera.

Con la determinación renovada, Ángel se unió a sus compañeros. Sabía que la guerra aún no había terminado, pero estaba listo para enfrentar lo que viniera. La batalla había sido brutal, pero su espíritu no se había quebrado. Junto a las sombras que sobrevivieron, avanzaron hacia los suministros enemigos, una misión que podría cambiar el rumbo de la guerra.

Pasaron dos horas en una tensa marcha, ocultándose entre los restos de la batalla y los árboles quemados del bosque. Finalmente, avistaron los carruajes que transportaban los suministros enemigos, rodeados de una densa capa de protección. Desde la distancia, Ángel y el resto de los guerreros se mantuvieron atentos, evaluando la situación.

Sobre ellos, monturas voladoras surcaban el cielo gris, sus alas extendidas creando sombras ominosas en el suelo. Bestias humanoides con garras ultra afiladas se movían con agilidad, listas para atacar a cualquier sombra que se atreviera a acercarse. Más allá de todo esto, un ser con alas de dragón dominaba el aire, observando la escena con ojos penetrantes. Su aura era abrumadora, una presencia que parecía eclipsar incluso el poder de Luke en su forma más intensa. Ángel sintió un escalofrío recorrer su espalda; sabía que enfrentarse a esa criatura era casi un suicidio.

-No podemos retrasar el ataque -dijo uno de los líderes de las sombras, su voz tensa-. Si esperamos más, perderemos la oportunidad.

Ángel asintió, sintiendo la presión del tiempo. Las sombras sobrevivientes se prepararon para el asalto, sus corazones latiendo al unísono con la adrenalina. Cada uno sabía que el sacrificio era inevitable, que la supervivencia de la humanidad dependía de ellos.

Sin más tiempo que perder, se encendieron bengalas que marcaron el inicio del ataque. La luz brillante cortó la oscuridad, una señal que resonó en todo el campo. Los escuadrones restantes, aunque mermados, se lanzaron al asalto, sin importar las heridas ni las muertes. Las sombras sacrificaban todo su ser por la supervivencia de la humanidad.

El caos estalló en un instante. Las sombras se lanzaron hacia los carruajes, pero lo que habían anticipado como un asalto rápido se convirtió en una lucha desesperada por la vida. Múltiples monstruos decidieron descender desde los cielos, y las bestias humanoides, ocultas a la vista, se unieron al frenesí de la batalla. La superioridad numérica de los enemigos era abrumadora: mil bestias contra un puñado de sombras.

Las garras afiladas de las criaturas se lanzaron contra las sombras con una ferocidad inhumana. La sangre salpicaba el aire mientras las sombras luchaban por mantenerse en pie, pero la masacre era implacable. Cada golpe resonaba como un eco de desesperación; la fuerza de las bestias parecía no tener fin.

Ángel se movía entre el caos, conjurando hechizos de fuego y viento, intentando mantener a raya a los enemigos. Pero cada vez que derribaba a una bestia, otra tomaba su lugar, como si fueran un torrente interminable de muerte. Sus compañeros caían a su lado, uno tras otro, sus gritos de batalla convirtiéndose en lamentos de agonía.

-¡No retrocedan! -gritó uno de los líderes de las sombras, pero su voz fue ahogada por el estruendo del combate. La desesperación comenzaba a infiltrarse en el corazón de Ángel, pero él se negó a rendirse. Sabía que la supervivencia de su gente dependía de ellos, y aunque las probabilidades eran abrumadoras, la determinación ardía en su interior.

Poco a poco, las sombras comenzaron a ser superadas. La masacre se intensificó; las bestias humanoides, con su fuerza descomunal, arrasaban con las sombras. Cada garra que cortaba el aire encontraba un blanco, y la tierra se llenaba de cuerpos y sangre. Las sombras luchaban con valentía, pero la realidad era brutal: pocos suministros se lograron destruir antes de que la situación se tornara insostenible.

Ángel observaba con horror cómo sus compañeros eran arrastrados a la muerte, y la desesperación se apoderaba de él. Sin embargo, en medio del caos, sintió que una chispa de determinación renacía en su interior. Con un grito de desafío, se lanzó hacia el enemigo, decidido a hacer que cada segundo contara.

-¡Por todos los que hemos perdido! -gritó, mientras conjuraba un poderoso hechizo de fuego, lanzándolo hacia el grupo de bestias que se abalanzaban sobre ellos. Las llamas estallaron con un rugido ensordecedor, creando una breve apertura en las filas enemigas.

Pero la apertura era solo temporal. Las bestias rápidamente comenzaron a reagruparse, y Ángel sintió el peso de la batalla caer sobre sus hombros. La lucha era feroz, y a pesar de sus esfuerzos, el número de enemigos parecía insuperable.

Mientras las sombras caían una a una, el grito de una bestia resonó en el aire: un eco de triunfo que resonaba en la oscuridad. Ángel se dio cuenta de que la victoria era cada vez más esquiva. El sacrificio de sus compañeros no podría ser en vano; debían encontrar una forma de hacer que el caos trabajara a su favor.

-¡Resistan! ¡No dejar que mueran en vano! -gritó un guerrero a su lado, pero su voz se ahogó en el clamor de la batalla. La desesperación llenaba el aire, y las sombras, aunque valientes, comenzaban a sentir que el fin estaba cerca.

Justo cuando todo parecía perdido, un destello de luz iluminó el campo. Un grupo de sombras de grado S, que habían estado flanqueando a los enemigos, irrumpió en la batalla, lanzando hechizos devastadores. La llegada de estos guerreros experimentados reavivó la esperanza en los corazones de las sombras sobrevivientes.

Ángel sintió una oleada de energía renovada. Con un grito de guerra, se unió a sus nuevos aliados, luchando con el fervor de aquellos que saben que cada golpe cuenta. Las sombras de grado S comenzaron a hacer retroceder a las bestias, y con cada enemigo que caía, la marea de la batalla parecía cambiar.

La lucha continuó, pero ahora había un nuevo sentido de determinación. Ángel sabía que aunque la batalla era feroz y las pérdidas eran numerosas, la lucha por la humanidad había cobrado vida nuevamente.

Así fue por una hora hasta que las sombras sobrevivientes eran pocas. Las bestias humanoides rodeaban a Ángel, quien aún se mantenía en pie, su cuerpo cubierto de sangre y su mente nublada por la desesperación. Jhon, su compañero, había sido asesinado justo frente a él, su vida extinguida con un grito ahogado que resonó en el aire. La sangre de su amigo salpicó su rostro, y Ángel sintió la rabia y el dolor fusionarse en su interior.

Con cada golpe, luchaba contra las bestias que se abalanzaban sobre él, utilizando cada fragmento de energía que le quedaba. Con un esfuerzo titánico, logró derribar a varias criaturas, pero su agotamiento lo estaba alcanzando. La oscuridad en su mirada se apoderaba de él, y el horror del campo de batalla parecía querer consumirlo.

Justo cuando la desesperación comenzaba a apoderarse de su corazón, una explosión de energía iluminó el campo de batalla. Luke hizo su aparición, seguido por Yoe, y la atmósfera cambió drásticamente. Con un grito de guerra, se lanzaron hacia las bestias, matando a montones mientras avanzaban con una determinación feroz.

Luke invocó el Manto de Oscuridad, su presencia resonando con un poder renovado. Activó el Dominio, atrapando a muchas de las bestias humanoides en un torbellino de sombras, mutilándolas con una ferocidad que dejaba a Ángel asombrado. A pesar de las heridas que había sufrido previamente, Luke luchaba con todas sus fuerzas, su determinación brillaba intensamente en medio del caos.

Yoe, por su parte, era una fuerza de la naturaleza. Decapitaba a las criaturas con una precisión mortal, cada movimiento fluido y letal, mientras avanzaba implacablemente, llenándose de sangre enemiga. Su habilidad y su furia eran contagiosas, y Ángel sintió cómo la esperanza volvía a encenderse en su corazón.

Las sombras que habían llegado como refuerzos comenzaron a lanzar una lluvia de bolas de fuego y relámpagos que caían del cielo, iluminando el campo de batalla en destellos de destrucción. Las explosiones resonaban, creando un caos aún mayor entre las filas enemigas. Las bestias humanoides, ahora desorientadas, comenzaban a retroceder ante la intensidad del contraataque.

Sin embargo, el líder de las bestias, una criatura humanoide con alas de dragón, observó la masacre de sus tropas desde lo alto. Su furia era palpable; con un rugido ensordecedor, se lanzó en picada hacia el campo de batalla, buscando venganza. La bestia descendió como un rayo, y su ataque devastador aplastó toda la retaguardia de las sombras, dejando solo a Ángel con tres sombras de grado S y a Luke con Yoe.

Los ecos de la batalla resonaban en el aire mientras las sombras restantes se preparaban para el enfrentamiento final. Ángel sintió cómo su corazón latía con fuerza, miedo y adrenalina corriendo por sus venas. Las sombras de grado S se agruparon a su lado, listos para luchar. Luke y Yoe, exhaustos pero decididos, se unieron a ellos.

-¡No dejaremos que caiga más sangre inocente! -gritó Luke, su voz resonando con la autoridad de un líder. Con una determinación renovada, se lanzó al ataque junto a Yoe, mientras las sombras de grado S se movían como una tormenta, atacando con ferocidad.

La bestia con alas de dragón contraatacó, lanzando su aliento de fuego hacia los guerreros. Las sombras se dispersaron en una danza mortal, esquivando el ataque mientras lanzaban hechizos de fuego y hielo hacia la criatura. La batalla estalló en una lluvia de movimientos, cada guerrero luchando con la fuerza de la desesperación.

La batalla se volvió caótica. Ángel, con cada golpe que daba, sentía que el peso de la guerra lo aplastaba, pero la presencia de sus compañeros lo llenaba de valor. La bestia, enfurecida, se lanzó de nuevo al ataque, dejando destrucción a su paso. Las sombras de grado S luchaban con valentía, pero la criatura era formidable.

Con un grito de desafío, Ángel se lanzó hacia la bestia, conjurando todo su poder en un hechizo explosivo. Las llamas se elevaron con una intensidad que rivalizaba con el fuego del mismo infierno, impactando en la bestia y provocando un rugido de dolor. Pero la criatura no retrocedió; en cambio, se lanzó hacia Ángel, sus garras afiladas listas para terminar con él.

Justo cuando parecía que todo estaba perdido, Yoe se interpuso, usando su daga para desviar el ataque. Con un movimiento rápido, golpeó a la bestia en el costado, creando una apertura. Luke aprovechó la oportunidad y, con un grito de guerra, se lanzó al ataque, utilizando el Manto de Oscuridad para multiplicar su poder.

Sin embargo, la bestia humanoide se defendió con ferocidad. Con un movimiento ágil y devastador, explotó las sombras y el dominio de oscuridad de Luke, desatando un frenesí de ataques. Primero, se lanzó contra las últimas tres sombras que aún estaban con vida, partiéndolas por la mitad en un espectáculo de destrucción. La batalla era un caos; el ángel, incapaz de reaccionar a tiempo, fue atravesado en su estómago por las garras de la bestia dracónica humanoide.

Yoe,  arremetió contra la bestia, alejándola de Ángel. Luke Con determinación, volvió a activar su Manto de Oscuridad, enfrentándose a la criatura con un torrente de habilidades. Sin embargo, el poder de la bestia parecía insuperable. A pesar de sus esfuerzos, cada ataque que Yoe lanzaba era contrarrestado, y sus esperanzas se desvanecían en la oscuridad.

Con un grito de desesperación, Luke ordenó a Yoe que se retirara con Ángel, quien se encontraba al borde de la muerte. Sabía que debía sacrificar su propia vida para darles una oportunidad de escapar. Yoe, con el corazón pesado, obedeció y se alejó, dejando atrás a su amigo.

Luke, enfrentándose solo a la bestia, luchó con toda su fuerza. La batalla fue intensa y brutal, pero finalmente, la bestia superó su resistencia. En un último esfuerzo, Luke lanzó un ataque desesperado, pero fue en vano. La bestia lo abatió, y el campo de batalla quedó marcado por su sacrificio.

Con la caída de Luke, la moral de los monstruos se disparó. Las bestias, ahora libres de la amenaza de los líderes avanzaron implacablemente, matando a aquellos que intentaban retirarse. La victoria fue suya, y el territorio humano cayó en manos enemigas. Los ecos de la guerra resonaron en la distancia, mientras las pocas sombras restantes se retiraban, derrotadas y desoladas. La lucha había terminado, pero el precio había sido elevado, dejando un camino de destrucción y desesperanza.

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