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|| Prefacio ||

Después de forcejear con la puerta, Hyori consiguió abrirla. Apenas la cerró, gruesas lágrimas salieron de sus ojos. El único sonido que se escuchaba eran sus sollozos, en los que se percibía la desesperación y el terror. Recargó su espalda en la pared mientras intentaba tranquilizar su agitada respiración.

Intentó caminar, pero un punzante dolor la hizo gritar y caer. Cuando bajó la mirada, observó cómo una gruesa enredadera con espinas afiladas y largas se aferraba a su pantorrilla. Acercó sus manos y jaló de aquella cosa, intentando no pincharse con las espinas. Fue una tarea fallida y varias espinas habían picado las palmas de sus manos.

Tomó aire y jaló esa cosa con todas sus fuerzas, sin importar que sus palmas fueran atravesadas por las espinas ni el dolor que le recorría toda la extensión de la pierna. Solo cuando estuvo a punto de quitársela, sus gritos no pudieron seguir guardados en su garganta y fueron liberados.

Fue un alivio que la enredadera no siguiera oprimiendo su pierna, pero un charco de sangre de considerable tamaño se había formado en el suelo. Además, sus palmas también estaban heridas. Se limpió las manos con su sudadera amarilla, que ya estaba rota y manchada de suciedad y sangre; también sus jeans estaban rotos. Tenía heridas causadas por las plantas de la habitación número dos: el cuarto de flores.

Les habían advertido que no debían separarse ni permanecer más de diez minutos dentro de cada habitación, o cosas malas pasarían. Ella, su amiga y otros chicos creyeron que no ocurriría nada y decidieron correr ese riesgo debido a su desesperación por salir lo más rápido posible de aquel infierno.

Entonces ella entró en la primera habitación que le resultaba menos amenazante y casi de inmediato las cosas se tornaron en una terrible pesadilla. No había pasado ni un minuto cuando las plantas de esa habitación le provocaron daño e intentaron matarla. Crecían a su alrededor, impidiéndole el paso hacia la salida, y las enredaderas con espinas se incrustaron en su piel para evitar su huida. Un castigo por haber pasado por alto las reglas. Afortunadamente, ella logró salir gracias a su fuerte determinación.

Se puso de pie y caminó hacia la puerta más cercana, donde otra chica de nombre Minhee se había metido. Tocó y gritó su nombre. No hubo respuesta. Después pasó a la siguiente.

—Kwan… Responde, por favor…

Estaba desesperada y llorando a mares. Esperaba escuchar cualquier ruido, el más mínimo sonido que le diera indicios de que los demás estuvieran bien, con vida. Pero quizás estaba pidiendo mucho.

—¡Salgan de una puta vez! —gritó a todo pulmón.

Esta vez se acercó a la puerta número cinco: La habitación de la vanidad, donde su amiga Soo había entrado. Repitió la misma acción que en las demás habitaciones y para su total sorpresa, ésta se abrió. Sus gritos callaron y sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Soo? —balbuceó.

Abrió por completo la puerta. De las paredes colgaban espejos de todos los tamaños. También había algunos en el techo. Una risa captó su atención.

En medio de la sala estaba Soo, y completamente intacta. Eso la hizo sonreír de alegría; al menos su amiga estaba bien. Se acercó a ella, que giraba como si se tratara de la bailarina de una caja musical. Parecía muy contenta de estar ahí.

—Soo, qué alegría que estés bien —se acercó a ella cojeando. Quería abrazarla, pero era más urgente huir—. Tenemos que salir de aquí, corremos un gran peligro.

—¿Peligro dices? —Soltó una carcajada llena de auténtica diversión—. Claro que no, este es el mejor lugar del mundo.

—No, Soo, nada de esto es lo que parece. Si te quedas, cosas malas pasarán, intentarán matarte. Vamos…

—Soy tan hermosa —esa declaración confundió a Hyori—. Jamás había lucido tan guapa como en este lugar; estos espejos reflejan realmente lo hermosa que soy.

Otra risa cargada de euforia salió de sus labios. Hyori no entendía a qué venían esas declaraciones; si fuera en otras circunstancias, quizás se habría burlado de las tonterías que estaba diciendo, pero no ahora, no en un ambiente tan terrorífico.

—Soo, no estoy para soportar ese tipo de bromas. De verdad tenemos que irnos. —La tomó de la mano y jaló de ella con fuerza, pues ella no quería moverse—. Soo, por favor, hazme caso.

—No, no quiero.

—Es peligroso, entiende.

—No es peligroso. —Jaló más fuerte para que la soltaran. Su voz se elevó—. Y no quiero salir.

—¿Acaso no quieres recuperar tu libertad?

—No, ¿de qué me sirve salir al mundo donde nadie apreciará mi belleza como estos espejos hacen? Así que suéltame.

—¡No pienso dejarte!

—¡Y yo no pienso dejar este paraíso! —Esta vez dejó de ver los espejos para encarar a su amiga—. ¡Aquí puedo ser realmente hermosa! ¡No pienso renunciar a ello!

Por primera vez logró ver el rostro de Soo, y no le gustó para nada lo que vio. Sus ojos estaban inllectados en sangre, pero de forma literal. Sus cuencas se veian hinchadas y resecas, y de los lagrimales corria un hilo de sangre.

—Soo, tus ojos. Estás sangrando.

No tenía idea de lo que estaba pasando, pero la habitación ya había hecho estragos en su amiga. Debía sacarla rápido de ese lugar antes de que las consecuencias fueran más graves e irreversibles. Luchó por un buen rato, en el que había comenzado a rogarle para que salieran de ahí. Soo no cedía; ella realmente deseaba quedarse ahí.

—¡Ya lárgate de aquí! —Soo comenzó a empujarla—. ¡No quiero volver a verte!

Un fuerte forcejeo dio inicio. Soo no pensaba renunciar a esos espejos que la alababan como a la más hermosa de las mujeres, pero la otra chica no pretendía renunciar tan fácilmente a su amiga. Estaba segura de que aún tenía salvación; aún podían escapar de esa maldita casa del demonio.

La fuerte bofetada que recibió en su mejilla resonó por toda la habitación. Llevó su mano al lugar golpeado y sintió un líquido pegajoso; la había rasguñado con las uñas y cortado su mejilla. Estaba sorprendida y eso no la dejó reaccionar a tiempo.

Recibió otro golpe de parte de Soo en la mejilla contraria y después la tomó del cabello para comenzar a arrastrarla por toda la habitación. La cabeza le dolió horrores debido a los jalones y le dolió aún más cuando Soo la empujó y su cabeza golpeó con el suelo. Hyori estaba segura de que estaba sangrando.

Su respiración se hizo irregular y sus lloriqueos se volvieron fuertes e incontrolables. Todo su cuerpo dolía.

—Lo que pasa es que me envidias, ¿cierto? —hablaba con auténtica demencia y su sonrisa reflejaba locura—. Quieres que me vaya para poder recibir los halagos que a mí me pertenecen.

—Yo solo quiero que salgamos de aquí. Por favor, tú no eres así. —rogó entre sollozos.

—¡Ya te dije que no! ¡No pienso salir para que te quedes con mi título! —le advirtió gritando tan fuerte que su garganta ardía.

Golpeó su rostro en la misma zona, hasta que dejó de sentirla.

—Ya sé, ¡tengo una idea! —Soo se lanzó sobre su amiga; ella no reaccionó, pues los golpes la tenían aturdida—. Te golpearé, te golpeara asta que te vuelvas fea, horrible. Y ya no podrás quedarte con mi título.

Hyori se asustó mucho, pero estaba tan malherida que no pudo reaccionar. Intentaba cubrirse con sus brazos, pero ella tenía ventaja. Le rogó varias veces que se detuviera, pero ella ignoró sus súplicas. Los huesos comenzaron a romperse y algunas veces salpicaba sangre al suelo y al rostro de Soo por los golpes y arañazos que le proporcionaba a su amiga. Llegó al punto en que incluso desprendió varios pedazos de carne en el proceso.

Pero ni siquiera cuando dejó de moverse, Soo se detuvo. Ella siguió destruyendo el rostro de su amiga mientras reía con locura y sus ojos sangraban y se derretían como cera.

° ° °

¡BIENVENIDOS!

Se reanudan las actualizaciones.

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