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Prólogo

    —Me ofende que esto te parezca gracioso... —le reproché a West frente a la cámara, cruzándome de brazos—. No puedo creer que estés burlándote de mi miserable destino, mientras estás a kilómetros de distancia, lejos de mis represalias.

Él se carcajeó de nuevo.

Mis represalias podrían cruzar estados si continuaba burlándose.

—Pensé que ya habías superado esa etapa. —Dejó de reírse al ver que no lo estaba encontrando divertido, y se acomodó en la silla de su nuevo escritorio, pasándose una mano por su liso cabello castaño.

Desde el ángulo donde se encontraba sentado, podía tener una buena vista de su nuevo dormitorio en Princeton. Era compartido y para mi sorpresa, bastante espacioso. Su nuevo compañero, Kyle, tenía muchos pósteres de jugadores, bandas y de chicas pegados en su pared, en el fondo. El chico era un desastre andante, la imagen de mi pantalla no tenía que ser demasiado nítida para ver la pila de cosas amontonadas sobre su cama. A West no le hacía gracia el desorden.

—Han pasado solamente cinco días desde que nos fuimos, no puedo creer que ya nos extrañes. —Volvió a reír, aunque esta vez mirándome con dulzura y acercando su rostro a la cámara—. ¿Ya tanto me extrañas?

Puse los ojos en blanco.

No, es solo que no tengo nada que hacer —mentí, sin querer darle el gusto de seguir burlándose—. Matthew llega mañana de Inglaterra y bueno, no tengo a nadie más con quien pasar el rato. —Me encogí de hombros—. La única opción por el momento es Paige, y ya es molesto, todo de lo que quiere hablarme es de los chismes que escucha durante el día.

—Yo también te extraño, ¿sabes? —dijo, ignorando mi negativa—. Ya estaba acostumbrado a verte todos los días, este cambio de escenario se siente raro.

—Lo sé, el sentimiento es mutuo —admití en un resoplido.

El cambio de escenario del que hablaba aplicaba conmigo en más de un sentido. La triste realidad era que había perdido a mis tres chicos al mismo tiempo, y, aunque procuraba no pensar demasiado en ello, asimilarlo estaba siendo... difícil.

Pensé que mentalizándome en que no era mal de morir sería suficiente para calmar cualquier sentimiento de nostalgia o tristeza al momento en que tuve que despedirme de ellos en el aeropuerto. Incluso, fui admirablemente fuerte y me mantuve firme mientras las madres lloraban, asfixiando a sus hijos con abrazos mortales que estuve a punto de imitar.

Cuando fue mi turno de despedirme de ellos, lo recuerdo todo como si hubiera entrado en piloto automático: besos, risas, abrazos, bromas, y luego ellos alejándose hacia su vuelo. West, fiel a su papel de loco romanticón, girándose a medio camino para guiñarme el ojo y articular un "Te amo". Debieron darme un premio por evitar romper en llanto, justo en ese instante.

—Aunque, con esa despedida que tuvimos, creo que no habrá problema en soportar la distancia hasta Navidad —comentó, divertido.

Sacudí la cabeza y volví al presente. Mis mejillas automáticamente se llenaron de color al mirarlo descansar su rostro en su mano y darme una sonrisa traviesa, llevándome a recordar lo que había ocurrido en mi habitación pocos días atrás.

—¿Te has sonrojado? —se rio—. ¿Todavía te cuesta aceptar tu perversión?

—¿En serio hablaremos de eso por aquí, Collins? —le pregunté, fingiendo que su comentario no me había dado más calor.

—¿Qué? Estamos solos. Hemos hablado de sexo antes, ¿o no? Mejor dicho, hemos practicado el sexo antes, ¿o no?

—Joder, de verdad que eres un idiota cuando quieres. —Negué con la cabeza, aunque sonriendo.

—Para eso estamos los amigos/novios cachondos —bromeó.

¿Cómo podía ser tan tierno e irritante a la vez? ¿Acaso eso era algo normal de la gente?

Mi vuelo sale en cuatro horas. No puedo esperar a llegar a Columbus. Besos. ;)

Sonreí ante el mensaje de texto de Matthew. Yo tampoco podía esperar a verlo.

—Mejor cambiemos de tema. —Alcé la vista de nuevo hacia West—, ¿ya hiciste esas pruebas que debías hacer?

Antes de comenzar los entrenamientos con el equipo oficial de Princeton, los nuevos ingresos debían someterse a una serie de ejercicios físicos y consultas con doctores para verificar que todo estuviese en orden con respecto a su salud. Su hombro me preocupaba, a pesar de que no le había molestado en los últimos meses.

—Sí, todavía no nos han dado los resultados, pero, para tranquilizarte; el doctor aseguró que mi hombro se encontraba en buen estado, así que todo bien —me explicó.

—Está bien, aunque recuerda tomarlo con calma, la bursitis es una condición que puede regresar en cualquier momento.

—Alguien ha estado investigando mucho, ¿eh? —dijo en tono de diversión.

—No puedes culparme por estar preocupada por ti —Puse los ojos en blanco.

—Lo sé, novia, prometo tomarlo con calma —me aseguró—. Ahora, ¿podemos volver al tema divertido, por favor?

Hice un gesto de desaprobación. Sabía que West Collins era un pervertido empedernido, pero ser testigo de eso, a primera mano, seguía sorprendiéndome.

Antes de poder decir alguna otra cosa, el sonido de llamada entrante de Skype me sobresaltó, y en la pantalla apareció la ventana con el perfil de Chase, solicitando una llamada grupal.

Casi me reí por la expresión de decepción en el rostro de West. Qué oportuno, hermano.

—¡Hermanis! —Un alegre Chase saltó en mi pantalla—. Y West, supongo.

—Hola, amigo —lo saludó él de vuelta, sin tantos ánimos.

—¿Qué pasa con la universidad y las chicas ardientes? ¡Es como el maldito paraíso para mí!

—Chase, asco —repliqué, arrugando la nariz.

—Asqueroso es que ustedes estén saliendo y yo no digo nada al respecto —dijo, rodando los ojos—. En fin, adivinen quién vive a dos dormitorios del mío... —Le jaló el brazo a alguien y Sawyer apareció, sonriéndonos—. Pensaba que no lograríamos encontrar para la misma residencia.

—¡Eso es genial! —lo saludó West, esbozando una gran sonrisa.

Era bueno estar todos juntos, aunque fuese vía Skype.

—Sí, iremos a una fiesta esta noche —respondió Sawyer, tomando rápidamente la silla del otro escritorio para ponerse cómodo—. Será en la casa de los Kappa. Unos amigos que conocí en el verano nos dejarán entrar.

Fraternidades... iban rápido estos chicos, ¿no?

—Bastardos suertudos —se quejó West—, el Coach ni siquiera nos deja salir a fiestas.

—Eso es una mierda, es una pena, solo mira lo mal que me siento por ti —se burló mi hermano, sin una pizca de pena en su expresión.

Sawyer se echó a reír.

—Que te den, Carter —le espetó West, mostrándole el dedo del medio.

Mi hermano soltó una carcajada.

—¿Cuándo crees que podamos planear eso de una visita por Princeton? —intervino Sawyer—. ¿Estás libre la semana que viene, Collins?

—Supongo que sí, no creo que tengamos entrenamientos largos los fines de semana —le contestó mi chico, encogiéndose de hombros—. Pueden quedarse aquí en el dormitorio, el suelo es lo suficientemente cómodo y caben dos.

No pude evitar reírme.

—Tío, si hay tantas chicas como aquí, puedo dormir hasta en una banca del campus si es necesario.

—¿No acabas de decir que es una cosa de universidades? —se rio West.

Lo miré, enarcando una ceja.

Pero, es una cosa de universidades que no me interesa —añadió, al ver mi rostro de recelo.

—Me alegra que digas eso, porque si no te llevarías doble paliza —le advirtió Chase transformándose en su faceta de hermano sobreprotector.

—Triple —corrigió Sawyer, alzando una mano.

Le dediqué una pequeña sonrisa de gratitud. El tema de Sawyer era algo de lo que les hablaría después.

—Tranquilícense, nadie le dará palizas a nadie, ya tengo a la chica que quiero. —Sonrió, mirándome—. Estaría loco si decidiera cagarla.

—¿Ves a lo que me refiero con lo de asqueroso? —farfulló Chase haciendo una mueca de asco—, recuérdenme no ser así cuando tenga una novia.

Oh, Chase, una vez que te enamoras, te convertirás en este monstruo cursi, lleno de amor y paz para todo el mundo, vomitando arcoíris para luego volar sobre ellos felizmente.

«Dylan, creo que exageraste un poco» ¿O tal vez no?

—Entonces, el fin de semana entrante, haremos un pequeño viaje a Nueva Jersey... —Escuché decir a Sawyer.

Me había perdido por un segundo y ahora se encontraban hablando de nuevo acerca de su visita a Princeton. Me quedé observándolos en silencio. Parecía que hasta los momentos, no debía preocuparme demasiado; éramos el mismo grupo, sin importar los kilómetros de distancia, continuaba siendo así.

Lo que me preocupaba, era que en algún punto, eso fuese a cambiar.

«No es momento de pensar en eso, disfruta de la pequeña reunión, Carter».

Tenía un terrible presentimiento de que la felicidad no duraría por mucho tiempo.

¡Ha llegado el día! Lo siento, pero soy impaciente y de verdad que esto era algo que llevaba tiempo queriendo hacer. Comenzaré poco a poco a resubir The Senior Year, sobre todo los primeros capítulos que son los más viejos. Van a ver varios cambios, tanto de la historia, como de gráficos y apariencia. (Todo para bien, claro).

Espero que les gusten todos los cambios y que disfruten la historia como si fuese la primera vez (con comentarios incluidos y todo jijiji). 

¡Se vienen cambios buenísimos y ya quiero que los lean!

Besitos venezolanos cargados de emoción.

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