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Capítulo 18: De "terapia emocional" clandestina. Parte 2

Pensaba que era solo una exageración cuando escuché una vez de West que el traje de Wolfer apestaba a una mezcla de calcetines sucios, cebolla y orina, pero, joder, en cuanto lo tuve en mis manos, los ojos me ardieron de la peste tan horrible que emanaba.

Me hacía preguntarme cómo Rolland White, el encargado de darle vida a la mascota, podía sobrevivir metido en esa cosa. Era un arma mortal.

La parte de llegar a él fue bastante sencilla. La mayoría de los estudiantes estaban concentrados en el campo, lo que nos dejó el camino libre para asaltar la oficina del entrenador sin que nadie nos viera. Ramón era fanático del fútbol, así que no tuvimos problemas con encontrarlo por sorpresa dentro de la escuela tampoco.

—Tengo cero dudas de que alguien se cagó dentro de este animal —comentó Hunter, arrugando la nariz mientras intentaba sostener la cabeza de Wolfer lo más lejos que pudiese de su rostro.

—Quiero vomitar —coincidí, reprimiendo una arcada.

—¿Cómo se le llama a la persona que no tiene olfato? —inquirió, empujando la puerta principal con la misma cabeza. Sus brazos debían doler de tenerlos tanto tiempo extendidos.

—Rolland White —le contesté, agradecida por al fin estar al aire libre y que mis pulmones pudiesen respiran otra cosa que el horrible olor.

—Maldición, es que si no te ataca la nariz, te ataca los ojos —se quejó McLaggen, apresurándose a llegar al punto que Brett le había señalado—. Este chico debe ser ciego también.

Brett había acordado los detalles del asunto con Hunter, el plan sería: llevaríamos a Wolfer a una de las furgonetas donde los de Thorton habían venido. Alguien, que no nos quiso decir quién, robaría las llaves de dicha furgoneta y nos las entregaría para que encerraríamos a la mascota dentro. Ese mismo alguien, causaría un alboroto para que los árbitros se percataran de ello y listo, plan ejecutado.

Por un momento pensé que si Mardshaw podía usar la energía para un plan con tanto protocolo, también podría hacerlo para... bueno, para ganar un puto partido.

—Gracias al jodido Jesucristo —airó McLaggen, soltando la cabeza de Wolfer en el asfalto en cuanto estuvimos en el aparcamiento.

—Deberían pagar extra por las posibles secuelas que pueda dejar la peste. Siento que debo correr al supermercado a comprar jugo de tomate para embalsamarme con él.

—Si olieras mal, créeme que te lo diría, lo resaltaría y me burlaría hasta el cansancio, Lanie —bromeó.

Me limité a sacarle la lengua con odiosidad.

—¿Ahora remplazamos golpes con insultos infantiles? Vamos avanzando —se burló, metiendo la mano dentro de su chaqueta.

—¿Qué rayos haces? —le reclamé cuando vi que comenzaba a sacar su caja de cigarrillos.

Él se detuvo con media caja fuera, alzando la vista para mirarme.

—¿Qué? ¿No puedo fumar mientras esperamos al idiota? —me preguntó, enarcando una ceja.

—No, estarías dejando evidencia —dije, cruzándome de brazos.

Se echó a reír.

—Relájate un poco, Carter —Negó con la cabeza, divertido—. ¿Ves? —Señaló con su dedo hacia el asfalto, donde se encontraban numerosas colillas de cigarrillos—. Al menos de que sea el maldito Sherlock Holmes, creo que nadie nos descubrirá por una simple colilla.

Puse los ojos en blanco ante su tonta referencia.

—¿Quieres? —me ofreció, entreteniéndose en encenderlo—. Te ayudará a calmar los nervios, pareces necesitarlo.

Bufé.

—No, gracias —lo rechacé—, fumar es estúpido.

—Suenas como mi madre —se burló, acercándoselo a la boca para darle otra calada.

—Entonces debo decir que tienes una madre inteligente —Le dediqué una sonrisa sarcástica—. Al menos saliste premiado con eso.

No respondió de inmediato. Se quedó unos segundos en silencio, observándome mientras expulsaba el humo por la boca, parecía estar leyendo alguna cosa oculta. Hice una mueca de fastidio al ver cómo las comisuras de sus labios comenzaban a elevarse en una sonrisa reservada.

—Así que esto es por tu madre —comentó.

—¿A qué te refieres? —Intenté que no percibiera mi incomodidad.

—Al trato, lo hiciste para distraerte de tu madre —dijo, sin una pizca de humor en su voz.

Me incomodó el hecho de que luciera tan cómodo hablando de esto conmigo.

—Dijiste que no te importaban mis razones y que tampoco querías saberlas —le recordé, frunciendo el ceño.

Él me dedicó una media sonrisa.

—Y no me importan, es solo un descubrimiento.

Puse los ojos en blanco y me limité a mirar a mí alrededor en busca del supuesto chico de los recados, dándole a entender que me había cansado de charlas. El trato explícitamente decía que nuestra relación se mantendría profesional. A pesar de la efectividad que estaba teniendo la terapia emocional clandestina, Hunter seguía siendo el idiota de siempre y no tenía ninguna intención de desnudarle mi corazón y contarle todos mis secretos. Nunca.

—Lanie, deberías saber que somos más parecidos de lo que quieres creer —comentó, dejando descansar su cuerpo sobre una de las furgonetas de los de Thorton—. No estarías aquí si no estuviera en lo correcto.

—¿Ah, sí? ¿Qué tanto me psicoanalizaste para llegar a esa fascinante conclusión? —le pregunté, irónica, manteniendo mi vista todavía lejos de él para mostrarle mi desinterés.

—Psicoanalízate a ti misma y pregúntate por qué prefieres estar aquí conmigo, que me detestas, y no con Fitzgerald, que es tu super amigo BFF inseparable —me atajó.

No pude evitar mirarlo, regañándome mentalmente por haber dejado que viera que sus palabras me habían tomado fuera de guardia. La culpa por estar ocultándole esto a Matt me había llevado al micro momento de debilidad. Error mío. Quise defenderme y asegurarle que cualquier cosa que dijera no podía importarme menos, pero el siseo de una persona, proveniente de dos autos más allá que la furgoneta, hizo que canalizara mi molestia.

Un chico con lentes de marco grueso salió de entre la oscuridad, mirando a los lados como si en algún momento fuese a salir un profesor y atraparlo en el acto. Movida inteligente de Brett, enviar a un nerd a hacer el trabajo sucio, así nadie sospecharía de nada.

A medida que se acercaba a nosotros, me percaté de que su rostro me resultaba bastante familiar. No podía distinguir mucho todavía, debido a la luz tenue que alumbraba el aparcamiento de noche.

No fue hasta que lo tuve lo suficientemente cerca, que lo reconocí...

Jackson.

—¿Dylan? —Me miró a mí, y luego a Hunter, frunciendo el ceño—. ¿Qué haces aquí?

Joder.

—Debería preguntarte lo mismo —me recuperé, tomando el control de la situación.

Él se quitó lentes y los colgó de su sudadera roja, sin dejar de analizarnos a ambos con sus ojos castaños entornados.

—No entiendo qué haces con él —Ignoró lo que había dicho antes, señalando a mi compañero con su dedo—. ¿No era que casi le rompes la nariz y que querías hacerlo de nuevo?

Resoplé, sintiéndome avergonzada por alguna razón. No podía lidiar con la culpabilidad que me estaba provocando Jackson ahora mismo, ya tenía suficiente con Hunter y su ridícula personalidad críptica.

—¿Eso qué te importa? —se burló McLaggen, rodando los ojos—. No estamos aquí para escenas de celos, enano, entréganos lo que viniste a entregar.

Le di un fuerte codazo en la costilla. Sabía que Jackson era un poco fastidioso, pero era un buen chico a pesar de eso. Me recordaba un poco a Chase cuando tenía su edad; ruidoso, imprudente y gracioso a su manera.

Hunter se quejó entre dientes y apretó la mandíbula.

—¿Podrías por favor, enano, entregarnos lo que supongo viniste a entregar? —repitió, esta vez con un falso tono amable de voz, volviéndose hacia mí en cuanto lo terminó de decir—. ¿Feliz?

No respondí.

—Bien —Jackson sacó un juego de llaves de su bolsillo, extendiéndoselas a él sin decir nada.

Me dedicó otra mirada de confusión que hizo que mi estómago se comprimiera.

—Gracias, se agradece tu colaboración —agradeció, con esa misma voz falsa.

Qué idiota.

Hunter usó el pequeño control para abrir las puertas de la furgoneta. La verdad es que no me había dado cuenta de lo pequeña que era hasta hacía un segundo. ¿Cómo se suponía que meteríamos a Wolfer en un espacio tan reducido?

—Lanie, entra y ayúdame, no te quedes ahí parada mirando a la nada —me llamó, tomando la cabeza de Wolfer y lanzándola dentro del vehículo.

—Ya voy —gruñí, abriendo paso entre él y Jackson.

Los dos empujaban el cuerpo de la mascota desde afuera, mientras yo, empapada en sudor, jalaba con fuerza los brazos del animal desde adentro. Estuvimos alrededor de dos minutos intentando meter el maldito disfraz, cuando por fin pudimos lograrlo. A duras penas, pero lo hicimos.

—Viene alguien —Escuché que Hunter dijo.

—¿Qué?

Entonces, en vez de una respuesta verbal, sentí todo el peso de dos chicos y un traje (de al menos 5 kilos) encima de mí.

Jackson cerró la puerta rápidamente, dejándose caer en el piso para no ser visto. Hunter apartó a Wolfer a un lado, haciendo que mis pulmones se llenaran de aire de nuevo. No tardaron mucho en vaciarse otra vez, cuando McLaggen se lanzó sobre mi cuerpo, tomándome de la cintura con ambas manos y haciéndome dar la vuelta, quedando a horcajadas. El espacio era demasiado reducido como para poder apartarme. Era peor que jugar al Twister.

El mismo ataque de adrenalina de la noche del baile se apoderó de mi cuerpo, mi corazón salió disparado ante la posibilidad de que fuéramos atrapados. Ni siquiera me importaba que mis tetas estuvieran a la altura del rostro de Hunter y que sus manos me estuviesen sosteniendo, mi mente estaba trabajando a mil por hora en idear un plan para salir de esta.

—Mira por la ventana y avísanos cuando se vayan —susurró él, ayudándome a impulsarme hacia arriba para que pudiera mirar hacia afuera.

Reuní todas mis fuerzas para ignorar mi repentino instinto asesino, alcé la cabeza y miré a través de la ventanilla. Un grupo de chicos de Thorton se acercaban hablando entre sí —probablemente estupideces—, pasaron junto a la furgoneta y se detuvieron en el Mercedes Benz junto a nosotros. Genial.

—Se detuvieron —resoplé—, en el Mercedes de al lado.

—Jodidamente genial —expresó Hunter, fastidiado.

Sí, porque él era el que estaba bajo la persona que más podría detestar estar en una situación así.

Los de Thorton se instalaron durante unos minutos, tomándose unas cervezas que sacaron del maletero del Mercedes mientras hablaban acerca de sus vacaciones en Mónaco, Dubái, Barcelona. Podía oírlos desde aquí.

Apuñalé a cada uno de ellos mentalmente, pensando en que eso me ayudaría a que se largaran más rápido. Al parecer, funcionó, ya que cerraron el maletero, escondieron las cervezas y comenzaron a caminar en dirección al campo.

—Se están yendo —anuncié, dando un manotazo a ciegas, el que por suerte, aterrizó en la cara de Hunter.

No pude evitar sonreír un poco.

El grupo de chicos desapareció al cabo de un minuto. Mi espalda encorvada y mi abdomen siendo víctima del esfuerzo de Hunter, lo agradecieron de verdad.

—Ya puedes intentar moverte —me dijo Hunter, bajándome a la posición en la cual estuvimos al principio, sin apartar sus manos—, aunque si te sientes cómoda estando sobre mí...

—¡Oh, que te den! —expresé, sacudiéndome lejos de él, asqueada. Me golpeé contra el techo debido al brusco movimiento—. ¡Mierda! —Sobé mi cabeza.

Jackson y él se echaron a reír, divirtiéndose de mi dolor.

—Cierren la boca —les pedí, seria. Segundos después, me uní a sus risas.

No sabía si era el susto, la subida de adrenalina u otra cosa, pero las risas se convirtieron en carcajadas de alivio. Estuvimos cerca de ser expulsados de Sherwood, a un paso nada más. Joder, ¿y por qué me sentía tan bien?

Odié y a la vez amé que el experimento hubiera funcionado, después de todo.

Salimos de la furgoneta, secándonos el sudor del rostro y mirando alrededor para asegurarnos de que en serio estaba despejado.

—Bueno, creo que eso concluye nuestra parte del trato.

—Yo tengo que formar el alboroto, seré algo así como el soplón —terció Jackson, poniéndose los lentes—. Y ahora estos chicos me la han dejado fácil.

—Hora de irnos —me avisó McLaggen, tanteando el bolsillo de su chaqueta en busca de su caja de cigarrillos—. ¿O nos quedaremos para ver el espectáculo?

De inmediato apreté los labios. No quería quedarme a verlo, a ver cómo se deshonraba el trabajo de West. Con mi ayuda.

«Dylan Paige Carter, recobra la compostura, ibas tan bien, no te descompongas tan pronto».

—¿Qué te ofrecieron a ti que accediste a hacer esto? —le pregunté a Jackson, tratando de mantenerme enfocada en otra cosa.

—Dinero y una cita con una chica de último —contestó, encogiéndose de hombros—. ¿Qué tanto te ofrecieron a ti que accediste a trabajar... con él?

Me quedé callada, sin saber qué realmente responderle.

—Dinero también —No mentí del todo.

—¿Por qué Matthew nos los acompañó? —indagó, haciéndome tensar los músculos de pies a cabeza.

Joder, Jackson era como la culpa andante.

—Él... no sabe que estoy aquí —dije entre dientes—, y apreciaría mucho que no se lo dijeras.

El castaño asintió con la cabeza, comprendiendo perfectamente lo que quería decir.

—Claro, descuida, no diré nada, soy una tumba —me aseguró, llevándose una mano al pecho como un soldado dando una promesa.

Vi de reojo a Hunter poniendo los ojos en blanco junto a mí.

Jackson se despidió y se echó a correr hacia la oscuridad, dejándonos a nosotros solos.

—Así que, ¿nos quedamos o nos largamos? —Hunter encendió otro cigarrillo mientras se posicionaba frente a mí.

—A este paso vas a morir antes de los cuarenta —le comenté, refiriéndome a su adicción a fumar.

Él detuvo en seco su calada, como si mis palabras lo hubiesen golpeado de alguna manera, igual que las suyas conmigo hacía minutos.

—Eso no fue lo que te pregunté —me espetó, pareciendo molesto.

Resoplé. Ya tenía suficiente con mis emociones inestables como para ponerme analizar ahora las de Hunter. No que quisiese hacerlo, de todos modos.

—No pretendo quedarme a mirar —le dije en voz baja, evitando su mirada—. Vayamos a casa.

Caminamos de vuelta a su moto en silencio. Creo que extrañamente percibía que mi drástico cambio de humor significaba que no quería más burlas ni bromas por la noche. La adrenalina se había apagado, lo cual significaba que era hora de las secuelas.

—Hogar, dulce, hogar —canturreó Hunter, apagando el motor, ya aparcado frente a mi casa.

Miseria, dulce, miseria.

—De seguro me arrepentiré de decir esto, McLaggen, pero tengo que decir que no fue tan malo mientras duró —confesé, sonriendo un poco.

—De seguro que sí te arrepientes —bromeó, dejándose escapar una risa entre dientes—. Aunque de verdad preferiría que tu consciencia se mantenga limpia a pesar de lo que hiciste.

Mi sonrisa cayó.

—Porque no hiciste nada malo —añadió—. Todos lidiamos con mierda que no queremos, Lanie, y no es problema de nadie más que de nosotros decidir cómo sobrellevarlo. No irás al infierno de traicioneros del deporte.

—¿Esa es la excusa que te pones para ser un idiota todo el tiempo? —me burlé, aclarando la garganta, incómoda.

Hunter sonrió ante mis palabras.

—Sí, te la estoy prestando —se rio, colocándose de nuevo su casco—. Úsala para el bien.

Puse los ojos en blanco.

—¡Pues no la quiero! —le grité por encima del ruido de la motocicleta.

—¡Adiós, Lanie! —se despidió, acelerando lejos de mi entrada.

Nota de la autora 2014: *Preparándome. Respirando hondo*

Sé que he estado ausente por bastante tiempo, sé que algunas de ustedes estaban al borde de la desesperación debido a ello. Creánme, pienso que nadie más desesperada que yo.

No escribiré un testamento explicándome, así que seré breve: Tuve un intenso e infernal bloqueo de inspiración que me tenía con los nervios de punta. Eso, se mezcló con la presión de lectoras que prácticamente me amenazaban con que subiera ( xD ). Más la universidad, que, para aquellos que me preguntaron, NO TENDRÉ VACACIONES, debio al problema que sufrió el país en el comienzo del año, no tendremos vacaciones de verano.

Bueno, ahora que quedó claro lo que quería dejar claro, comentaré sobre el cap:

Dylan: ... (Eso es todo, unos puntos suspensivos para ella xD, no tengo más nada qué decir)

Hunter: Seguiré odiándote mientras tú te ganes el odio.

Presiento que no terminará bien, muajajajjaa.

Los demás comentarios se los dejaré a ustedes, que sé que tienen cosas que decirme y insultos hacia Dylan, o Hunter o Jackson o quién sea kajsaksjaksj.

Ansiosa de ver sus comentarios,

Saben que los quiero

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