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Capítulo 1: «Feliz primer día»

And the madness starts... in 3... 2... 1... Go!

La nostalgia me pegó bastante fuerte esa mañana mientras me arreglaba para ir a la escuela.

Era un sentimiento inevitable, ¿vale? No hubo un Chase con expresión divertida, irrumpiendo en mi habitación y burlándose de la muerte de mi despertador número ocho. En su lugar, mamá fue quien hizo una aparición estelar, entrando sin tocar para apresurarme a bajar a comer el desayuno y evitar llegar tarde a mi primer día de escuela.

Joder, el primer día de escuela. Sin Chase. Sin West. Sin Sawyer. Solo seríamos Matthew y yo contra nuestro último año. No era como si estuviera reprimiendo ese escenario de mi cerebro, pero estarlo viviendo lo hacía más... real, inevitable, supongo.

«No te me pongas sensible ahora, Carter. Podremos con esto».

Resoplé con cansancio. Solamente les pedía a los dioses que no apestara tanto como me lo había estado imaginando.

—Estaré en casa a las dos, ¿bien? Conduce con cuidado. —Escuché que mi madre me decía desde el recibidor—. Feliz primer día de escuela, linda.

Le di una sonrisa tensa a mi cereal en un intento de sonar —o de sentirme— más entusiasmada de lo que realmente no estaba:

—Muchas gracias —le contesté, sintiendo el dolor en mis mejillas a consecuencia de una sonrisa fingida.

La casa se llenó de un desagradable silencio en cuanto ella cerró la puerta.

De repente, el apetito se me fue. Me apresuré a lavar la vajilla y huir del problemático silencio antes de que la Dylan Sensible —bautizada así recientemente, luego de haberse hecho un lugar en mi interior— comenzara a tener pensamientos oscuros. Necesitaba reunirme con Matthew. Verlo de nuevo era lo único que me podría salvar de ella.

Tomé las llaves del Jeep y corrí fuera de casa como si esta estuviese en llamas.

¿Otra cosa que podía salvar de toda esta situación? Que no tendría que tomar el autobús escolar gracias a Chase y su alma caritativa. O, mejor dicho, gracias a mi admirable insistencia y a la paciencia de West para comprometerse a enseñarme a conducir.

Chase hizo un trato conmigo: si aprendía a conducir y obtenía mi licencia antes de que el verano acabara, podría utilizar su Jeep mientras él estaba en Nueva York. Casi no cumplo con el plazo de tiempo, sobre todo al tenerlo a él como instructor; la mayoría de las lecciones terminábamos aparcados en un estacionamiento y gritándonos obscenidades el uno al otro. Como ya ustedes sabían, la paciencia no era nuestro fuerte, por lo que West decidió intervenir. Mi hermano no dudó en dejarle el trabajo sucio a él.

Más allá del pequeño incidente del perro en la acera, por alguna obvia razón, aprendí mucho más rápido con West.

Me detuve en un semáforo en rojo al tiempo en que mi teléfono vibraba en su soporte de manos libres.

«Hablando del Rey de Roma y este sexy novio que se asoma».

—Buenos días, conductora estrella —dijo él en tono divertido al contestar la llamada—. Ese sonido me dice que estás en camino a la escuela.

Solté una suave risa.

—Sí, lo estoy —comenté, sonriendo sin poder evitarlo.

West me convertía en Señorita Sonrisas con tan solo el sonido de su voz.

—¿No deberías estar tú yendo a alguna clase? —le pregunté.

—Sí, pero decidí tomarme unos minutos para desearte un feliz primer día —respondió, risueño.

—Comienzo a pensar que desearme un feliz primer día puede terminar siendo de mala suerte —admití.

—La viva imagen de positivismo —se burló en tono sarcástico.

—Realista es el término que buscas. —Puse los ojos en blanco ante su comentario.

—Bueno, quiero dejarte bastante claro que puedes sentirte libre de llamarme cada diez minutos si te sientes nostálgica —añadió, queriendo cortar el tema del realismo—. Con gusto atenderé veinte llamadas hoy si es necesario.

Lo de Loco Romanticón se le había intensificado durante los últimos meses.

—No puedo creer que dudes de mi fortaleza, Collins. —Fingí molestarme por sus palabras—. Estaré bien, Matthew estará conmigo.

Casi lo vi sonreír a través del teléfono.

—Está bien, solo te daba opciones.

—Y aprecio esas opciones —lo tranquilicé—. Ahora, si me disculpas, necesito buscar un jodido lugar donde aparcar. Al parecer, existen personas en este mundo que se alegran de regresar a la escuela, y ya han ocupado los mejores puestos.

—Yo también debo irme, tengo una clase en cinco minutos —comentó, sonando un poco desanimado por tener que colgar—. Te llamaré luego para que me cuentes cómo fue de genial tu primero día. Y recuerda, no es bueno conducir por la acera.

—¡Demonios, que fue solamente esa vez! —me defendí, irritada.

Aún no superaba lo del cachorro en la acera.

Soltó una sonora carcajada.

—Te amo, bebé. —En el fondo, pude escuchar los chiflidos de burla de parte de sus nuevos compañeros.

«Te amo». Habían pasado dos meses desde que esa frase salió de su boca —y de mi boca también—. Honestamente, seguía trabajando en controlar mis sonrojos cada vez que la escuchaba.

—Lo sé, también te amo —respondí, agradeciendo que no podía ver el rubor de mis mejillas.

—Adiós, ten un buen primer día —se despidió.

Tomé una respiración profunda. De vuelta a la triste realidad.

Me concentré en deslizar mi vista entre algunas caras conocidas y otras no tanto. Era yo, ¿o había más gente de la habitual? Parecía una invasión total de nuevos estudiantes de primer año.

Nótese mi felicidad al respecto.

Mientras intentaba divisar un puesto libre, fui consciente de que no me había topado aún con el auto de Matthew, lo cual comenzaba a preocuparme, él era mejor en llegar temprano que yo. Y, como dije, no había manera de sobrevivir a esto sin él.

Bien, ese pensamiento era algo dramático, lo admito. La Dylan Sensible era experta en pensamientos dramáticos.

—Oh, al fin... —dije en voz alta en cuanto logré ver un puesto vacío a unos pocos metros de mí.

Avancé lentamente, repasando en mi cabeza las lecciones de conducir de West para poder calcular la distancia perfecta. Chase me mataría si lastimaba a su bebé. O peor, me haría tomar el autobús escolar.

Gracias a los dioses, mi pie pensó más rápido que mi cerebro y frenó la camioneta en seco cuando alguien en una motocicleta se interpuso en mi camino. Durante un segundo, el susto de un posible accidente me había impedido reaccionar al hecho de que ahora ese alguien, aparcaba en el puesto en el que había estado a punto de aparcar yo.

Hundí mi mano en la bocina con tanta fuerza que la gente alrededor se sobresaltó por el escándalo.

¡El muy hijo de puta había tomado mi puesto!

Me deshice de mi cinturón de seguridad, dispuesta a bajar del Jeep y reclamar lo que claramente había sido mío.

Joder, no se suponía que el día comenzara así. ¿Ya entienden la mierda del realismo de hacía un rato?

—¡Eh, tú! —expresé enojada, acercándome a la motocicleta a zancadas—. ¡¿Acaso no te das cuenta de que estaba a punto de aparcar aquí?!

El desconocido, claramente con intenciones de irritarme aún más, se tomó su tiempo para responder. Apagó el motor de la motocicleta roja y con una tranquilidad que elevó mi nivel de cabreo, empezó a quitarse su casco mientras se bajaba de ella.

Sus ojos azul cristal enseguida me miraron con una arrogancia pretenciosa. Se peinó sus ondas color azabache y levantó una ceja antes de decirme:

—Es una pena, pero supongo que ya no.

«De perder, nada, imbécil».

—Era mi lugar, idiota —le repliqué, apretando los dientes—. Sé que me viste intentando aparcar hace un minuto.

Él dio un paso adelante, demostrándome que no pretendía ceder en la discusión. Una sonrisa burlona se alzó en las comisuras de sus labios cuando se dio cuenta de que estaba observándolo. Estuve tentada a poner los ojos en blanco y decirle que el look de «chico motociclista misterioso y arrogante» estaba bastante pasado de moda.

«Jesús, dame fuerzas para no tener que desperdiciar mi día discutiendo con el chico de sonrisa arrogante y chaqueta de cuero».

—Siéntete libre de mostrarme donde dice tu nombre y me apartaré de tu camino —me retó, haciéndose un lado como si estuviese dándome el pase libre para demostrar que estaba equivocado.

Fruncí los labios, frustrada.

—Eso fue lo que creí —Su sonrisa se ensanchó—. Entonces, no hay nada que discutir aquí, Cara Bonita, hora de regresar a tu camioneta. Mi día ya estaba jodido, pero creo que lo acabas de empeorar.

—Esa es una cosa en la cual estamos de acuerdo —farfullé.

No lo dejaría ganar simplemente así. Mucho menos después de haber usado el término «Cara Bonita».

Y no me movería hasta que me cediera lo que era mío.

—Mueve tu maldita motocicleta —gruñí con detenimiento al verlo darse la vuelta, como si la conversación hubiese terminado—, no lo repetiré dos veces.

—¿Qué coño dijiste? —Se volvió hacia mí con brusquedad, sus ojos se agrandaron con sorpresa.

—Que voy a darte diez segundos para que muevas tu maldita motocicleta del camino, o le pasaré por encima con el Jeep. —Crucé mis brazos sobre mi pecho, firme.

Había prometido que evitaría los problemas, pero, el idiota desconocido estaba en serio fastidiándome.

—¡Ja! —bufó—. Dudo mucho que te atrevas a hacerlo.

—Puedo darte una demostración, si quieres. Sería gratuita, corre por cuenta de la casa —ironicé.

Él me sostuvo la mirada, buscando algún indicio de mentira, que, por supuesto, no logró encontrar, ya que dio otro paso hacia mí, volviendo a su plan de tratar de intimidarme.

—Para ser una chica linda, tienes una boca bastante sucia. ¿Qué parte de «no la quitaré», no estás entendiendo?

Levanté una ceja, sin desviar mis ojos de los suyos.

—Primero; eso de «chica linda», ¿es todo lo que tienes? Segundo; ¿qué parte de «lo vi primero y no me importa una mierda lo que digas», no estás entendiendo? ¿Acaso tu cerebro es tan lento para procesar algo tan simple? Te creí más inteligente, en realidad —le pregunté con suficiencia.

Reprimí una sonrisa cuando noté en su mirada que mi persistencia le estaba sorprendiendo.

—Voy a darte crédito por esfuerzo, pero lo siento, primero tendrás que pasarle por encima a mi motocicleta antes de que la quite voluntariamente. —Sonrió, recuperándose de su pequeño momento de sorpresa.

Solté una seca carcajada.

—Está bien, no digas que no te lo advertí cuando quieras demandarme —le dije, sintiéndome más que lista para el placer de aplastar su motocicleta.

Chase entendería si el Jeep sufría daños colaterales.

—Tienes bastantes pelotas... —comenzó a decirme, tomándome del brazo para detenerme.

—¿Qué está pasando? ¿Hay algún problema por aquí?

Ambos dimos un paso instintivo hacia atrás y alzamos la vista hacia la voz. ¿Patch había estado ahí todo el tiempo... al igual que las demás personas que se encontraban formando un círculo a nuestro alrededor?

Genial, habíamos estado haciendo un espectáculo.

El chico desconocido y el director Patch tuvieron una larga e intensa guerra de miradas, antes de que él le respondiese por los dos:

—No, ninguno —refunfuñó entre dientes.

Abrí la boca, descolocada, debatiendo en echarme a reír o no, porque... ¿De cuándo acá —en este mundo real— Patch McLaggen lograba intimidar a algún estudiante de esta escuela?

—Bueno, sugiero entonces que dejen de armar un escándalo en medio del aparcamiento y resuelvan el problema antes de que suene la campana. Están distrayendo a los demás estudiantes —dijo el hombre.

El desconocido dejó escapar un notable gruñido de frustración, para luego volverse hacia mí.

—Corriste con suerte, pero recuerda mis palabras: el que ríe de último, ríe mejor —murmuró.

—¿Qué quieres decir...? —Quise defenderme, pero antes de que eso ocurriera, él simplemente se dio la vuelta y se montó en su motocicleta, dejándome con las palabras en la boca.

Puse los ojos en blanco, sin tener el tiempo ni la energía de analizar sus palabras, entré a la camioneta y la moví, enfocándome en cosas más importantes que el idiota, como por ejemplo: sobrevivir al día de mierda que ya estaba teniendo.

—Así que... ni siquiera ha sonado la campana y ya me he perdido un acontecimiento importante —dijo una voz a mis espaldas.

Cerré la puerta del conductor con una gran sonrisa en mi rostro. Escuchar aquel acento inglés era como haber escuchado el canto de los ángeles guardianes para mis oídos.

—¡Matthew! —Me vi a mí misma lanzándome por un gran abrazo de oso.

No tenían idea lo tanto que lo había extrañado durante el verano. Fitzgerald se había convertido en tan poco tiempo en alguien bastante exclusivo en mi lista de amistades.

—Me alegra mucho verte, te extrañé un montón. —Él me correspondió el abrazo enseguida—. Has perdido peso en el verano, ¿comenzaste a ejercitarte?

Digamos que a West y a mí se nos daba bien el cardio. El cardio a puerta cerrada, el cardio en... ustedes entienden.

—Algo así —contesté, encogiéndome de hombros.

—Y dime, ¿qué fue todo eso? —Cambió de tema, ahora serio—. ¿Con quién discutías? Vi el montón de gente parada alrededor del Jeep.

Gruñí al recordarlo.

«Idiota motociclista».

—Te contaré de camino a secretaría. Con toda esta mierda, se nos ha hecho tarde para buscar nuestros horarios —le indiqué, mirando la hora en mi celular y comenzando a caminar hacia la entrada.

—Empezando el nuevo año escolar con un poco de adrenalina, ¿no es así? —bromeó, pasando su brazo por encima de mis hombros—. No me sorprende en absoluto. Ahora, habla, Dyl, soy todo oídos.

Mi día pasó de ser "irritablemente jodido" a "considerablemente no-aburrido" en cuestión de segundos.

Ese era el poder de Matthew Fitzgerald, señoras y señores.

***

¿Quién había sido el genio que organizó los horarios nuevos? Iba a tener una charla amistosa con él, o ella. Las únicas clases que Matt y yo teníamos juntas era Gimnasia, Biología y Geografía. Ni siquiera seríamos compañeros de Química de nuevo.

¿"Feliz primer día"? Por favor, ya no me jodan.

Garabateaba furiosamente en mi libro de Literatura —una de las tantas clases que mi querido amigo y yo no veíamos juntos— para canalizar un poco el enojo de cómo el día estaba resultando mientras esperaba que el profesor Dickens se dignará a cruzar por la puerta y comenzar con la condenada clase.

—Buenos días, clase.

«Aleluya, es un milagro, el profesor ha aparecido».

Fruncí el ceño cuando las chicas sentadas juntos a mí empezaron a murmurar entre ellas con tal entusiasmo que tuve que levantar la vista para enterarme de lo que tanto chismorreaban. Para mi desagradable sorpresa, mis ojos se encontraron con los mismos ojos azules pertenecientes al imbécil motociclista del aparcamiento.

—Además de darles a ustedes una agradable bienvenida a su primer día siendo estudiantes de último año... —El joven profesor nos dedicó una cálida sonrisa, colocando una mano en el hombro del chico nuevo—. También quiero que ustedes le den una agradable bienvenida a nuestro nuevo estudiante. Él es Hunter McLaggen.

Los murmullos se volvieron mucho más molestos cuando el profesor pronunció ese apellido. Bueno, eso explicaba muchas cosas.

Patch McLaggen. Hunter McLaggen. El chico nuevo y el director, eran familia.

Al parecer teníamos a un Patch Junior este año.

Y era igualmente irritable que el original.   

Así que aquí estamos, ¡comenzando de nuevo! Uff, uff, me encantó demasiado reescribir la discusión de Hunter y Dylan en el estacionamiento JAJAJAJA. ¿Y a ustedes qué les pareció?

Es raro hasta reescribir las notas de autora, pensaré en si dejar las viejas notas también, porque me dan nostalgia jajajaja.

Besitos venezolanos, y no olviden comentar ;)

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