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Capitulo XII✔

No recuerdo el momento exacto en el que me quedé profundamente dormida, tampoco recuerdo aver escuchado el comienzo de la tormenta que yacía fuera de casa, los relámpagos lograban iluminar mi habitación por cuestión de segundos y después reinaba nuevamente la oscuridad. Las gotas de lluvia azotan fuertemente mi ventana desde hace unos minutos interrumpiendo en mi calmado sueño, eso, bueno, eso y también los susurros condecendientes que acompañan al viento.
Se puede decir que lo que me despertó además de la lluvia fue el susurro de una vos mencionando mi nombre, una vos varonil, tasiturna y casi mediocre. "El viento no susurra, ¿o si?"

-Aria...-susurraron nuevamente con vos seductora dejando las palabras en el aire.

No hice movimiento alguno, continué con ojos cerrados aparentando estar dormida a diferencia de que me encontraba en mis cinco sentidos.

-Hola mi querida Ariana...,- dijo la misma vos aterciopelada de aquel muchacho, se escuchó más cerca que el susurró anterior. Su vos de alguna manera inquietante logro causarme escalofríos por todo el cuerpo. Insensatamente quite las sábanas que cubrían mi cuerpo "y digo insensatamente, por que, ¿a quien con todas sus tuercas y tornillos se le ocurriría semejante tonteria"  encendí la pequeña lámpara, la cual enseguida alumbró el espacio de mi habitación encandilando mis ojos adormilados.

Me senté en la cama y talle mis ojos con las palmas de mis manos, el viento rugía azotando ligeramete la ventana, mientras se escuchaban los chorros de agua que caían por la tubería del techo.

-¿Desperté a la bella prinsipessa?- otro susurro llego a mi memoria con burla, esa vos provenían de mi mente. O para ser más específica, alguien estaba irrumpiendo en mis pensamientos. Adenas para ser sincera a estas alturas de mi ignorancia ya nada me sorprende, pensé. - Y también inteligente. Que recompensa...-soltó una carcajada macabra, que hizo que me hiciese pequeña en mi lugar. Las risas resonaron en mi mente sin poder controlarlas. Escalofriantes.

-¿Quién eres?- pregunte en apenas un audible susurró.

-Vamos, tu eres más inteligente qué esa pregunta tan... simple. - hablo en mi mente con aquella vos tan ocura como seductora, las palabras mencionadas quedaron marcadas en mi memoria sin poder eliminarla. Y, como que más inteligente, ¿a que se refiere? y, ¿como demonios hace eso? Con el miedo a flor de piel y la incertidumbre carcomiendo mi alma, me levanté de la comodidad de mi cama y por una razón inexplicable sentí la necesidad de hacercame a la orilla de mi ventana y presenciar de cerca la oscuridad de aquella noche tan solitaria.

Las persianas estaban entre aviertas lo cuál me resultó aún más extraño, siempre acostumbro a mantenerlas cerradas y no entendía el motivo por el cuál eso reciente dato curioso había culminado.

-¿No sabes que la curiosidad es peligrosa?- al escuchar eso me detuve antes de hacer otro movimiento, seguía con miedo más igual tenía curisidad, aunque eso implique la palabra peligro.

Una ves que estube frente a los cristales trasparentes, las gotas de lluvia empapaba ligeramente el vidrio destorcionando la visibilidad del exterior. Abrí de manera lenta y torturasa ambos lados divididos de la ventana, quería habrirla rápidamente de par en par, sin embargo la sensación de querer estar frente a aquella siniestra noche lluviosa detenía mi cometido. El miedo no abandono mi cuerpo en ningún momento y los latidos de mi pecho no estaban ayudando en aquel momento. Desgraciadamente esto empeoró en el momento en el que una fría briza roso cada parte de mi expuesto cuerpo erizado los bellos de mi piel, algunas gotas de lluvia se colaron por mi ventana aterrizando en mi frente y alguna que otra en mis brazos, sin ser muy conciente observé la vista del cielo el cual estaba colmado de unas espesas y grisáceas nubes que ocultaban la luz de la luna y la belleza de la inmensa oscuridad de la noche, una ves que abandoné la mirada algo más llamo mi atención y por obvias razones, pues justo en el pequeño jardín que adorna el frente de mi hogar, a una distancia prudente logré visualizar una siluenta de alguien observando desde las sombras. Era un chico, podía apreciar bien su vestimenta: unos jeans negros, sudadera negra con capucha (la cual trae puesta, pues no se le ve el rostro) y botas estilo militar del mismo color, prácticamente este chico quien quiera que fuese se tomaba muy encerio el papel que estubiera actuando, tal ves solo salió a caminar y se topó con mi casa, o, tal ves es alguien que está vigilando mis movimientos.., esa simple conclusión logro helarme hasta los huesos y cabe informar que el frío infernal que se está colando a mi habitación se suma a mi exagerado dilema.

En este preciso momento tenía dos opciones: una, volvía a la comodidad de mis calentitas cobijas y dejaba esta paranoia para más tarde o intentaba averiguar de una jodida ves que es lo que está pasando a mi alrededor, o más bien, que es lo que está ocurriendo en mi vida para que sienta que mi mundo se está desmoronando a pedazos.

Opte por la segunda opción, ya que estoy muy segura de que este chico el cuál me observa desde la distancia es el mismo que hace unos momentos a hablado en mis pensamientos, suena más loco de lo creí, ¡yo no necesito un psiquiatra, yo necesito un exorcismo. Carajo!

El miedo seguía ergido en mi ser sin abandonar el pequeño nerviosismo formado en mi estómago.

El chico misterioso no se había movido de lugar, parecía estatua sin hacer movimiento alguno, y en cuanto a mí, yo simplemente lo observaba en espera de que gritara algo o yo que se. Pero el hecho de solo observarle me ponía de una manera muy inquieta. ¿Es que acaso no tiene frío?, ¡pero si esta empapado! Una fuerte brisa azotó mi cara provocando que cerrara mis fuertemente mis ojos, al sentir que el viento no se calmaba di un par de pasos hacia a atrás con la intención de cerrar de una ves la ventana y dejar este drama para dentro de un rato, pero entonces sucedió.

Un ruido ensordecedor, el estruendo de un rayo iluminó la silueta del chico que de un segundo a otro se inclinó en su lugar y en un impulso se elevó por los cielos como si de un simple brinco se tratase aterrizó en el delgado barandal de mi ventana, ni siquiera se tambaleó en el estrecho semento sino que parecía  estar en una posición demaciado cómoda, se encontraba en cunclillas y sujeto a las dos puertas de cristal impidiendo que cerrase la ventana. Tal vez tendría que estar alarmada por lo que acababa de presenciar, el hecho de ver a una persona elevarse del suelo metros de distancia, casi como si volará por los aires, casi como si no conociera la gravedad. Pero lo cierto es que lo único que sentía era miedo, un miedo que terminó paralizando mi cuerpo y mis pensamientos, un miedo que proboco que diera un brinco en mi lugar y me alejara lentamente de la ventana sin siquiera poder formular una palabra alguna, quería decirme que se fuera, que saliera de mi casa y se largará, que me dejara tranquila, eran tantas palabras que quería soltarme, más no podía formular ni una sola oración.

La lámpara de mi habitación iluminó su rostro una vez que se adentró a la habitación en un pequeño brinco, era alto, muy alto. Sus ropas están empapadas choreando el suelo de mi habitación, en sus manos lograban marcarse sus venas, son delgadas y sus dedos largos, su piel es de un color claro costado. Se debió de dar cuenta que estaba analizandole por que elevo sus brazos a la capucha que aún cubría su rostro y se la quitó dándome oportunidad de apreciar sus facciones, entonces lo recordé. Es él.

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