1 | ¿Qué boda?
Rhy
—¿Recuerdas lo que te dije cuando faltaste a mi presentación de ballet en cuarto grado por estar haciendo la fila para comprar un álbum de Coldplay?
Rhy necesita un minuto entero para procesar la frase. Minuto en el cual, todo a su alrededor sigue dando vueltas y tensándose como si se tratara de una cuerda. En uno de los extremos está él, pero cuanto más se abre su panorama, más personas y situaciones encuentra al otro lado: una llamada perdida de su padre y otra esperando a ser atendida, una noticia que aguarda como una bomba en su ordenador a punto de estallar, una hermana furiosa hablando de una infancia que él comenzó a olvidar con el paso del tiempo.
Con una respiración profunda, toma una decisión inteligente que le asegurará seguir siendo parte de su familia.
Da media vuelta y, mirando a la pared, dice:
—¿No?
Al otro lado de la línea se escucha un suspiro pesado. Alguien pregunta "¿de verdad lo llamaste, cariño?", y a Rhy le toma apenas tres segundos identificar a su cuñado. Dai manda a callar a su prometido y vuelve con su actitud feroz a la llamada. Aclara su garganta y recita sus palabras de hace más de diez años:
—Si el día de mi boda me cambias por un grupo de música, juro que no volveré a dirigirte la palabra nunca más en mi vida.
No recuerda que Dai supiera la mitad de esas palabras a la edad de ocho años, pero su instinto de supervivencia le dice que es mejor no llevarle la contra.
—Señor Lee, ¿quiere que atienda la llamada de su padre por usted? —susurra su asistente.
No recuerda su nombre y apenas es capaz de reconocer su rostro cuando aparece sorpresivamente a su lado. Rhy se aparta de inmediato y reprime a tiempo el impulso de preguntarle quién demonios es y cómo entró a su oficina. Niega con la cabeza y regresa la atención a la llamada.
—¿Por qué me estás recordando esto un jueves a las siete de la tarde? Estoy muy...
—No te atrevas a decirme que estás ocupado, Rhyno —dice su hermana con tono tajante—. Cancela todas las citas que tienes programadas. Diles que tu hermana te está hablando de su boda.
—¿Qué boda? —Rhy puede escuchar la frustración en su voz creciendo poco a poco. Su oficina es un caos de papeles, informes y noticias que no ha tenido tiempo de leer. Su asistente lo sigue con la mirada mientras él busca su agenda por todos lados, hasta que ella la saca de su bolso y se la tiende con una pequeña inclinación. Rhy busca rápidamente la fecha agendada entre sus hojas llenas de anotaciones—. Faltan meses para tu boda, estoy seguro de que...
Oh...
El silencio cae en ambos lados de la llamada. Rhy casi puede ver la sonrisa maliciosa de Dai que dice "¿te comieron la lengua los ratones, hermanito?"
—Te envié la invitación física —dice Dai—. Y un correo con muchos signos de exclamación.
Rhy, como cualquier hombre moderno de este siglo, ha desistido de la romántica experiencia de revisar el correo físico. Y, como cualquier hombre de negocios, ha cedido el control de su correo electrónico a su asistente personal... quien renunció hace dos semanas debido a un pico de estrés.
La chica parada frente a él, con el cabello cortado a la altura de las mejillas y los ojos demasiado separados, todavía no tiene acceso a sus redes ni correo. Quién sabe qué desastres puede hacer sin indicaciones. No ha tenido tiempo de comentarle sus tareas más allá de las cosas básicas como avisarle de las urgencias y preparar informes de las noticias más relevantes del día. Podría perder algo importante o pasar por alto un correo de vida o muerte. Como la invitación a la boda de su hermana.
—Lo... Lo olvidé —dice Rhy, porque no sabe cómo empezar a disculparse—. No creí que faltara tan poco.
Al otro lado, Dai suspira. En el pasado, Rhy odiaba ese gesto, le daban ganas de recordarle que él es el hermano mayor y, por ende, el único habilitado para suspirar con cansancio por los desastres de su hermana menor.
—Ni siquiera recordabas la fecha, ¿no es así?
Rhy no responde. No es necesario.
—Mira... Con que estés aquí el fin de semana para ayudarme a ver los últimos ajustes de la semana de festejos, podré perdonarte.
—¿El fin de semana? —Algo se ajusta en su pecho, una presión que aumenta conforme mira todas las citas programadas para los siguientes días. Pero entonces cae en cuenta de lo que acaba de decir Dai—. ¿Semana de festejos?
—No creerás que tendremos una boda simple, ¿no? —Dai aguarda por una respuesta que ninguno de los dos necesita y chasquea la lengua—. ¡Te dije que haríamos algo grande!
—Supuse que por algo grande te referías a una fiestota en un hotel de lujo, no a una semana de festejos.
—Pues hemos gastado casi lo mismo. Y sí habrá fiestota en un hotel. Pero también tendremos juegos en la playa, paseos, despedidas de solteros y ¡bingo! Toda una semana de diversión absoluta.
—Dime que es broma. —La fuerza con la que Rhy se pasa la mano por el rostro es tal que Dai debe de escucharlo al otro lado de la línea, a cientos de kilómetros de distancia.
—De acuerdo, no habrá bingo. ¿Puedes creer que mamá lo considera aburrido? Si ella lo hace, ¿qué pensarán los invitados de nuestra edad?
—Me gusta el bingo —dice.
Aprovecha la pequeña pausa en la conversación frenética y estresante para mirar a su asistente y entregarle su teléfono de trabajo. Gesticula un "atiende a papá por mí, dile que estaré allí en un momento", y la muchacha lo mira como si se preguntara al padre de quién debe atender, si al él o al de ella misma. Rhy, de nuevo, resiste el impulso de darse con la mano abierta en la cara mientras la ve marcharse de la oficina.
—Exacto. Por eso no lo haremos. Tú eres un aburrido —dice Dai—. Como sea. ¿Cuándo llegarás?
—Cuando comience la semana de festejos.
—¿Mañana mismo? —Dai interpreta su respuesta a su antojo, lo cual era totalmente esperable—. No es necesario. El sábado está bien, tómate el día de mañana para empacar tu cepillo de dientes y traje de baño, ¿de acuerdo?
Rhy sabe que discutir es inútil y que, en el fondo, extraña lo suficiente a Dai como para no intentarlo siquiera.
Hace meses, cuando ella le avisó de la boda, Rhy lo dejó como un pendiente más. Pero hace algunas semanas, cuando todo comenzó a sentirse cuesta arriba, comenzó a pensar en el evento como un salvavidas, un respiro urgente que se sentía demasiado lejano.
Toda su vida se sumió tanto en el caos laboral en el último tiempo que olvidó por completo aquella luz al final del túnel. Se quedó varado en el túnel, atrapado a mitad de un atasco, y aquí está Dai otra vez, salvando su pellejo al condenarlo a pasar una semana lejos del trabajo y sus propios pensamientos.
El silencio domina la llamada durante unos segundos, hasta que Dai finalmente pregunta lo que lleva un rato ignorando. La última vez que hablaron por teléfono, Rhy cortó la llamada con la excusa de una reunión antes de que ella pudiera mencionarlo.
—Vienes tú solo, ¿no? —pregunta, cautelosa como si estuviera caminando sobre hielo fino—. Siento tener que preguntarlo, pero estamos organizando las habitaciones en el hotel de Cal para los invitados y...
—Sí —dice. Intenta impregnar su tono con indiferencia, pero a Dai jamás ha podido mentirle. Un pequeño dolorcito se asienta en su pecho, como una herida que pica luego de haber cicatrizado—. Voy solo. A menos que papá...
—No. Lo he llamado antes que a ti. La conversación fue mucho más corta, claro. —El tono de Dai es serio, claro indicador de que la relación con su padre no ha cambiado en absoluto. Eiji Lee no se ha ablandado ni siquiera a pocos días de la boda de su única hija.
Dai le ofrece comprar su pasaje para que llegue el sábado. Rhy sabe que es solo una forma de controlar que él viaje, así que para darle esa pequeña seguridad le deja comprar el pasaje con la promesa de que le devolverá el dinero cuando llegue a la ciudad. Es una forma de quitarse una responsabilidad de encima y Dai sabe que es una afortunada por conseguir que haga algo así.
—Te veré el sábado, entonces. El domingo tendremos una pequeña cena en casa con familiares y amigos. La verdadera fiesta empieza el lunes.
—No puedo esperar —dice Rhy, utilizando un sarcasmo palpable solo para fastidiar a Dai.
—Revisa tu correo, ¿de acuerdo? Dime si te gusta la tipografía que elegimos. Miénteme, al menos. Cal se encargó de ella —dice, soltando un suspiro—. Te extraño aquí para criticar todo, ¿sabes?
Algo en el tono nostálgico de su hermana y la frase, ese "te extraño" tan natural, le provoca una nueva punzada en el pecho. De pronto, todos sus problemas y asuntos pendientes parecen irrelevantes. Es el "efecto Daisy". Por eso no se permite llamadas tan largas con ella.
Se relaja en la silla y desvía la mirada de manera inconsciente hacia la pared, donde, junto a las fotos con los grupos musicales, artistas de renombre y autógrafos, resalta una foto en colores borrosos de dos niños compartiendo una hamaca. La tierra en su ropa y la cicatriz en el codo de Dai, producto de una caída en bicicleta, son detalles que Rhy puede sentir todavía en la yema de sus dedos.
—Me verás en unos días —dice, porque consolar a la gente es parte de su trabajo, pero con su hermana jamás ha sido necesario. Dai sabe que su facha de productor amigable es solo eso, una máscara que utiliza para ganarse a todos en un mundo competitivo. Rhy no necesita fingir con ella, y aún así, Dai sabe que el sentimiento de cariño y añoranza siempre es mutuo—. Necesito terminar unas cosas del trabajo.
—Promete que te pondrás de mi lado cuando Cal comience a decir que la tipografía de la tarjeta es bonita.
Ríe, quizás la primera risa sincera que ha soltado en un largo tiempo.
—Lo haré.
Dai corta la llamada porque sabe que Rhy es incapaz de hacerlo.
ʚ💍ɞ
Mientras que en la oficina de Rhy abunda el caos, el amplio espacio del CEO de una de las agencias de talentos más importantes de Thale deja ver por qué reciben ese reconocimiento. Los cuadros de las paredes sin una pizca de polvo muestran fotografías actualizadas de los grupos y artistas bajo el sello. Al otro lado, en una biblioteca flotante, se aprecia una colección de álbumes perfectamente ordenada por fecha de lanzamiento, y justo debajo, el sol le arranca destellos a algunos de los premios otorgados a los artistas y donados por estos mismos para la oficina del jefe. Solo hay un poster de una serie producida por Spotlight Ent.. Rhy sabe que ese cuadro jamás será reemplazado.
Eiji Lee se encuentra en su silla giratoria, tan serio e inalterable como siempre, de espaldas al sol que entra por el enorme ventanal. Parece ajeno a todo lo que sucede bajo sus pies, literalmente. Su oficina se encuentra en el piso treinta. Debajo, los estudios de grabación, salas de ensayo y el resto de las oficinas son un caos de gente entrando, saliendo y gritando por todas partes. Pero Eiji mantiene la calma. Por algo es el CEO.
—Tu hermana me llamó esta mañana —dice apenas Rhy está sentado frente a él. El asistente personal del CEO, un tipo que lleva tanto tiempo en la familia como el mismísimo Rhy, le tiende al jefe una tarjeta blanca con detalles lilas y un listón del mismo color. Eiji tira de uno de los extremos con la delicadeza de un cirujano y el sobre se abre, pero no cae nada de su interior—. Por favor, dile que no ha sido graciosa su broma de enviarme un sobre vacío.
—Quizás solo se equivocó —dice Rhy, echándole vistazos inquietos al asistente de su padre—. ¿Tú la encontraste así?
Peter no responde, pero a Rhy no le sorprende. Es como si el hombre fuera un robot y solo contestara al tono de voz y órdenes de su padre. En secreto, Rhy siempre ha sentido que hay algo raro en él, quizás porque se comporta como si custodiara a un agente de la mafia en lugar de al jefe de una productora musical o puede que siempre lo haya juzgado por su preferencia del té sobre el café en la mañana.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —inquiere su padre, ignorando por completo el sobre vacío y la interacción fallida de Rhy con Peter.
—Una semana. Me voy el sábado.
—La boda no es hasta el viernes. —Eiji entrelaza los dedos sobre la mesa. Rhy ha aprendido a diferenciar el tono frío que su padre usa cuando está molesto y el que emplea cuando algo le interesa. Para su sorpresa, ahora suena más como el segundo caso—. ¿Te ha convencido para que vayas toda la semana?
—Sí. Quiere que asista a una cena en casa el domingo y luego a la semana de festejos. Llevaré mi computadora, así que puedo seguir...
Su padre levanta una mano para llamar al silencio. Rhy aguarda, como si tuviera dieciséis años otra vez, a que le otorgue finalmente el permiso para irse, pero Eiji lo hace esperar. Desvía la atención a la computadora y teclea algo antes de volver a mirarlo.
—Te envié la información que nos llegó esta mañana acerca de tu retoño y su empresa, si es que se la puede llamar así a estas alturas. Haz un informe nuevo para mañana que recopile todo lo que tenemos hasta ahora y consideraremos nuestro accionar. No tienes que venir mañana a la oficina. Eso es todo. Envíale mis felicitaciones a tu hermana, mi regalo debería estar llegando a casa de tu madre la próxima semana.
No espera a que le desee un buen viaje. El hecho de que le haya dado el resto del día libre y que solo tenga que preparar un último informe es toda la muestra de empatía que Eiji Lee le ensañará a alguien. Así que Rhy toma aquello con una breve sonrisa y se marcha.
ʚ💍ɞ
Probablemente lo único que realmente le preocupa de irse una semana lejos de la oficina es que su padre cambie de opinión respecto a quien él llama su retoño. Juno Soto no es ningún retoño, pero Rhy está seguro de que puede hacerlo florecer si logra su cometido.
Mientras espera a ver su maleta en la cinta transportadora, revisa el chat con su padre y su correo electrónico, pero no hay novedades ni nada que no sea la confirmación del informe recibido. No puede hacer más que soportar la incertidumbre aplastante y seguir de cerca las alertas con el nombre de Juno y su empresa, y eso está abrumándolo más de lo que debería.
Se obliga a dejar de lado la preocupación para darle espacio a lo que verdaderamente vino a hacer a su ciudad natal: celebrar la boda de Dai e intentar recuperar su incentivo por la vida fuera del trabajo, influenciado por el podcast que su compañero de asiento en el avión iba escuchando. Rhy no sabe si realmente se le ha metido la idea a la cabeza o es solo una forma de distraerse de la falta de noticias sobre el trabajo, pero no importa. Cuando ve a Dai parada junto a un auto gris oscuro, el resto deja de importar y el deseo de volver a ser un adolescente con aspiraciones y deseos en la vida se asienta en su pecho.
—Bienvenido a casa, hermanito —dice Dai, asfixiándolo en un abrazo—. Esta va a ser la mejor semana del mundo.
Rhy no dice nada.
Deja que Dai lo envuelva en su entusiasmo y nerviosismo mientras él intenta averiguar si está alucinando o si realmente su hermana ha tenido la brillante idea de traer al peor acompañante de la vida para recogerlo en el aeropuerto. De alguna forma, podría haber previsto este golpe cruel del destino, pero no esperaba tener que enfrentar tan pronto el reencuentro con el mejor amigo de su hermana.
—¿Esperas un abrazo mío? —inquiere el hombre que rodea el coche para tomar su maleta.
Rhy suspira de forma pesada. No ha esperado ni siquiera cinco minutos para lanzar unos de sus comentarios ocurrentes.
Prem Harut está de regreso.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA hola :) ¿cómo están?
QUÉ BONITO ESTAR DE REGRESO Y QUÉ MIEDO TAMBIÉN.
Cuéntenme qué les pareció este capítulo :D
Recuerden que vamos a tener (si Dios quiere, o sea, Bang Chan) capítulo nuevo todos los lunes por la tarde. Siempre les voy a avisar por Instagram, así que estén atentis por ahí <3
Nos vemos el lunes :) ¡Gracias por leer!
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