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Luego de una larga tarde, de mucha comida y discusiones con el tontidiota de Reborn, Tsuna se dio por satisfecho.

Por lo que, después de quitarse los restos de pintura y no cuestionar de dónde salió su nueva ropa, decidió salir a caminar...

O ese era el plan.

—¡¿Por qué no puedo?!

—Porque eres idiota y es de noche —rodó los ojos—. ¿Acaso olvidas que hay un león suelto?

—¡Venga, como si me fuera a atacar a mí!

—Tienes cara de conejo.

—¿En serio?

—Sí, conejo idiota.

—Rebornio, por favor...

—No vas a salir y ya —suspiró—. Olvídate de eso, Dame-Tsuna.

—¡Pero...!

—Hazle caso —intervino Alaude—. Jamás había visto a Reborn tan preocupado.

—¿Estás preocupado por mí? —se llevó una mano al pecho—. Oh, me halagas.

—Ya, Dame-Tsuna.

—No eres mi padre.

—Menos mal —suspiró.

—Así que saldré.

—Idiota, no conoces esto, no puedes.

—Giotto hizo lo mismo y desapareció —añadió Alaude.

—¿Crees que lo secuestraron?

—Nadie lo haría. Secuestrarlo es como secuestrar a un cenutrio.

—¿Un qué?

—Cenutrio, hijo, cenutrio —Rebornio rodó los ojos—. Algo así como tú, pero un poco más listo.

—¡Hey!

—Ya, ya, no discutan, niñas, ambas son bonitas —bufó Alaude—. Tsunayoshi, quédate aquí o podrías perderte.

—¡Pero no soy un niño!

—Comparado con nosotros sí.

—Y uno muy idiota, además.

—¡Reborn!

—¿Qué? Es la verdad.

—Pues miente.

—Eso está mal, Dame-Tsuna.

—Pero, ¿cuándo se supone que buscaremos al tal Giotto?

—Cuando sea menos peligroso.

—Pero eso sería dejarlo al peligro.

—No te preocupes, le eché un hechizo de protección —dijo Alaude—. Solo espero que no lo deshaga, suele ser torpe.

El castaño miró al rubio como si le hubiera salido una tercera cabeza –porque para él dos seguiría siendo normal–, Alaude sólo le sonrió ligeramente.

—Tienes un problema, Alaude-san.

—¿Por qué él es "Alaude-san" y yo Reborn a secas?

—No eres Reborn —rodó los ojos antes de acercarse a él para que sólo le escuchase—. Eres Rebornio.

—¡Eh! ¡Tórtolos! —llamó el mago—. No hagan eso frente a mí.

—¿Celoso?

—Bastante.

—Insisto en que vayamos por el tal Giotto ahora.

—Hmm, hagamos una cosa —dijo Alaude al ver que no podría convencerlo—. Dado que pareces llevarte de perlas con Reborn, irás con él a buscarlo para que te proteja. Yo buscaré a Giotto por mi cuenta.

—¿Pero estarás bien?

—Sí, sé defenderme.

—Hmm, pues vale —sonrió el castaño—. ¿Tú estás de acuerdo? —miró al azabache.

—Sí, me da igual.

Y aquello era rarísimo, pero raro, raro.

El rubio miró al rey del mundo mágico con sospecha, algo se traía entre manos y no era precisamente magia.

—Vale, entonces andando —celebró el confiado humano—. ¡Si me quedo aquí me voy a morir!

—Quiero ver eso.

—Mi cadáver será envidiable.

Hubo duda entonces, pero la sonrisa inocente de Tsuna las disipó.

Giotto era diva con ganas y sonreía con malicia, su inocencia había desaparecido hace mucho tiempo.

—Ya, ya veo —rodó los ojos Reborn—. Bueno, Alaude, nos vamos.

El de ojos azules hizo un lento asentimiento, sospechando de la facilidad con la que el monarca había accedido, y dio media vuelta para ir a buscar a su diva rubia.

Se apuntó mentalmente nunca enfadar a Giotto, menos cuando en medio entraba su indiscutible belleza. Eso era la consecuencia de su insensatez.

—¿Y bien? ¿Por dónde empezamos? —preguntó un animado Tsuna.

—Tiendas de ropa. Es un maldito adicto a las compras.

—¿Hablas en serio?

—Totalmente.

Tsunayoshi le vio dirigirse al centro comercial, suspiró y le siguió.

—¿En serio estaría en una tienda de ropa? —dudó—. A mí me has arrastrado de una construcción...

—Te mirabas en un cristal —se encogió de hombros—. Era algo que Giotto haría sin dudar un segundo.

—¿Conoces mucho a ese Giotto? —frunció el ceño con mensaje—. De Alaude-san lo entiendo, me refiero a su desespero por buscarlo, pero tú... ¿Qué vela tienes en este entierro?

—Tsk, es mi alumno.

—¿Tu alumno?

—Sí. Verás, yo soy el rey de todo el mundo mágico, pero este se divide en varias regiones. Giotto es un príncipe, y necesitaba entrenamiento real.

—¿Y quién mejor que el rey? —rió—. Pero parece que se te ha rebelado.

—Sí, es como un niño. Le dije que no podía enamorarse, pero no hubo manera. Esos dos están desesperadamente enamorados y son como dos chicles.

—¿Y qué pasó?

—Discutieron. Supongo que el idiota de Alaude se metió con su belleza y de ahí decidió desaparecer para llorar por ahí.

—Ya veo... Has sido un buen maestro —rodó los ojos—. Tranquilo, Rebornio, eres el rey más guapo que he visto.

—Soy el único que has visto, ¿no?

—Exacto, ¿ves como nos entendemos? Esto es el destino.

—Tus ironías no hacen gracia, ¿sabes? —suspiró—. Giotto era diva incluso antes de conocerme.

—¿Es así como te consuelas?

—Voy a golpearte.

—¿Ah, sí? Piensa que si me golpeas, estropearás mi belleza y puedo desaparecer como Giotto.

—¿Te atreverías? —preguntó divertido.

—La pregunta es: ¿por qué no?

—Hmm, tendría que buscarte, y definitivamente sería un incordio.

—Gracias por el maravilloso afecto que me das.

—Es todo el que me sale del corazón.

—¿Ah? ¿Tienes?

—Te estás ganando una ostia.

—Hmm, nunca me he ganado nada.

—Pues ya ves, se están rifando y tienes el ticket ganador.

—¡Yay! ¡Que emoción!

Ambos bufaron y Tsuna sonrió dedicándole una mirada intrigada a Reborn.

—¿Se te perdió algo?

—Me preguntaba qué harías cuando diéramos con Giotto —comentó divertido—. Según mi instinto, no te agrada que esté lejos, ni que se encuentre cerca.

—Es un pesado, como tú.

—¿Me estás diciendo gordo?

—Molesto, mejor dicho.

—Eres un insoportable, Rebornio —suspiró—. Seguro Giotto se fue para no soportarte.

—Con el que discutió fue con Alaude, Dame-Tsuna.

—Por eso, buscó a Alaude-san para dejarte.

—Ese se buscó a Alaude para tener una excusa para vaguear.

—¿Y lo logró?

—Le tripliqué el entrenamiento por desobediente.

—Y luego no quieres que se fugue.

—Es un niño mimado con complejo de diva. Necesita supervisión.

—Hablas como si fuera un enfermo.

—En parte lo es.

—¿Narcisismo?

—Giottismo, diez veces peor.

El menor pareció totalmente desconcertado ante eso, ¿no era él el que hacia las malas bromas? ¿El que inventaba palabras?

Se indignó un poco.

Luego de eso no hablaron más y se dedicaron a buscar por el centro comercial, exasperándose bastante al no encontrar a ningún rubio en el lugar.

El castaño, en algún punto, empezó a observar a su alrededor con sospecha y aquello llamó la atención del azabache, pero no dijo nada.

Tsunayoshi podía sentirlo, al león en las sombras...

Debía estar cerca. Muy cerca.

Su estómago empezó a dolerle, la cabeza a darle martillazos, su visión se veía borrosa...

Esas eran las pautas que le ocurrían cuando aquel león aparecía. Siempre, sin excepción.

Le estaba siguiendo. Esquivaba la luz de luna para ser invisible ante sus ojos, pero lo podía sentir, y su cuerpo reaccionaba ante ello.

Solía preguntarse por qué no lo había matado.

—¿Dame-Tsuna? ¿Te ocurre algo?

El muchacho se tambaleaba.

—Él... está aquí...

—¿Él?

El menor abrió la boca pero las palabras no salieron, asintió y sintió su cuerpo más y más pesado.

¿Por qué le ocurría eso? ¿Por qué el león siempre tenía ese afectó en él?

Sus piernas temblaron y su cabeza parecía querer explotar, suspiró y notó la mirada ligeramente alterada de Reborn sobre él.

—¿Qué dem...?

No escuchó el final de su oración.

Tampoco la hubo.

—¡Maldición!

Reborn esquivó un zarpazo por reflejo, y se alejó unos buenos pasos de aquella fiera.

Ante él, un imponente león de pelaje anaranjado y orbes del mismo color, brillantes de fiereza, le miraban como si quisiera devorarlo.

Lo más destacable de aquella bestia era su melena chispeante de fuego naranja y su cola con una llama en la punta.

Era atrayente, majestuoso para quien lo viese, así como peligroso.

Y lo más sorprendente era que había salido de aquel inocente muchacho humano.

—Razón tenía al creer que eras demasiado similar a Giotto —suspiró notando la mirada feroz del animal—. Dame-Tsuna, no tengo idea de qué haré contigo.

Notó que el felino se distraía por un momento y decidió marcar a Alaude por ayuda, si bien se sospechaba que algo así pasaría no se planteó que fuera tan peligroso.

Otro zarpazo fue dado en su dirección y entró un poco en pánico, al ver que no había reaccionado lo suficientemente rápido.

—Es demasiado rápido.

Esquivó dos zarpazos seguidos y por los pelos se libró de que le arrancara el cuello.

—Fuerte, eh. Quién lo diría.

Necesitaba conjurar el hechizo que sellaría su poder, que era tan grande y abrumador como la misma fiera que tenía frente suya.

Ese muchacho era una caja de sorpresas.

—Sabía que era demasiado parecido a Giotto.

Alaude usó un hechizo de teletransportación al entender la gravedad del asunto, pero eso le restó gran parte de su poder mágico y por tanto solo podría cubrir unos minutos a Reborn para que tuviera el tiempo de conjurar el sellado.

El felino examinó a ambos, calculador. Decidió que no podía dar demasiada tregua a ninguno.

Reborn y Alaude maldecían su astucia.

Es así como el gran león se dio vuelta y esquivó con agilidad los conjuros del rubio dispuesto a huir, jamás contó con caer en un charco de agua y caerse.

—Sigue siendo Dame-Tsuna.

Reborn sonrió divertido y, con ayuda de Alaude, selló el poder del muchacho.

Un cansado y somnoliento castaño les miró, sus ojos seguían relucientes en naranja y parecía irritado.

—Entonces... —el mago se colocó a su altura con una sonrisa—. ¿Cuál nos decías que era tu apellido?

El muchacho gruñó.

—Parece que aún le queda algo de su parte animal.

—Sí, ya lo veo.

—¿Qué haremos con él? No podemos dejarlo así suelto en el mundo humano.

—Se cargaría a medio mundo si siguiera así el resto de su vida. Hay que enseñarle a controlar su poder.

El chico se revolvía, fiero, en las ataduras, y gruñía mirándolos con odio.

—Podría ser una gran ayuda en un futuro. En su forma animal impone bastante, sobraría para ahuyentar a cualquier enemigo con solo verlo.

—¿No son esas excusas para quedarte con el muchacho?

—¿Dices eso sabiendo que me llama Rebornio?

El rubio se encogió de hombros mirándole totalmente divertido, Tsuna pareció relajarse y miró directamente hacia el azabache.

—Lo dejas hacerlo y eso es raro, ¿tanto te recuerda a Giotto?

—No puedo verlo como un hijo.

—¿Una mascota?

—Casi.

—Sea lo que sea —intervino Tsuna—. Deberías dejar de atarme.

—¿Tú sabes cómo te has puesto? —arqueó una ceja Reborn.

—No... Me quedé inconsciente. Siempre me pasa cuando él viene.

—¿Él?

—El león. Me persigue. Lo siento en cada sitio...

—Dame-Tsuna. No te persigue el león. El león eres tú.

El castaño le miró como si tuviera seis cabezas.

—¿Qué dices? Soy humano, ¿sabes? No un león.

—No eres un humano al uso —dijo Alaude.

—Eres igual a Giotto.

—¿Una diva?

—En parte —asintió Reborn—. Sin embargo, nos referimos a otra cosa.

—No soy rubio, ya sabes...

—Tsuna, eres un cambia formas como Giotto —soltó el rubio—. Tú eres el león al que tanto le temen,  ¿vale?

—Ya, ¿te has estado fumando mis cigarros de chocolate? —frunció el ceño con una mueca—. ¡Desatenme ahora!

—No, estás alterado y así no nos sirves.

—¡Es que me están mintiendo! ¡No soy un maldito le...!

El castaño se quedó petrificado al ver como el azabache tomaba de su espalda una cola idéntica a la del león.

La miró largo rato.

—Co-cola...

—Cola.

—¡E-está...!

—No se quema, tranquilízate.

—¡TENGO UNA JODIDA COLA Y QUIERES QUE ME CALME!

El grito del castaño resonó en los tímpanos de Alaude y Reborn, quienes hicieron muecas de desagrado ante el ruido.

—¡Joder, no grites! —se quejó Reborn.

—Tiene una voz más chillona que la de Giotto —se frotó la oreja Alaude—. No sabía que eso fuera posible.

—¡Sois unos insoportables insensibles! ¡Es normal que ese tío desapareciese!

—Oh, cállate, por el amor de...

Reborn calló su queja cuando vio que empezaban a salirle zarpas, y Tsuna se miró aterrorizado las manos.

—¡Hagan algo! —exigió alterado—. ¡No sé qué pasa, pero no me gusta!

—Dame-Tsuna, cálmate.

—¡No me puedo calmar! —gruñó cuando sus ojos se volvieron felinos—. ¡Ustedes dos me molestan, si no ayudan!

—Por eso te digo que...

El castaño no los escuchó más y se concentró en las transformaciones en su cuerpo, frunció el ceño molesto y disgustado.

¿Por qué le pasaba eso a él? ¡Es decir! La vida no podía joderle tanto, ¿no?

Primero le echan de su casa y le toca vagabundear por media ciudad, luego es confundido y secuestrado y ahora esto...

Pues al parecer a la vida le había dado por darle el coñazo, su piel se recubría de pelaje anaranjado a pasos agigantados.

—¡Ayudadme, joder! —se desesperó, rascándose con sus uñas-zarpas el pelaje.

—Tranquilízate, es tu nerviosismo lo que saca tu lado animal para defenderte.

—¡¿Cómo quieres que me tranquilice?!

—Estás feo así —le dijo Alaude.

—¿¡Encima!?

—No funciona con él —negó Reborn.

—Con Giotto era más fácil. Si le decías que estaba feo se calmaba para no estarlo.

Eso desconcertó totalmente al castaño y se quedó mirando fijamente al rubio.

—¿Qué demonios ves en él?

Y el pelaje dejó de crecer, Reborn sonrió.

—Pues no sé —confesó el mago—. A veces también me lo pregunto.

—¿Estás en drogas? —bufo y luego negó con la cabeza—. No, el que debe de estar en drogas es el tal Giotto.

—Tan solo le gusta demasiado su propio reflejo —se encogió de hombros Alaude.

—¡Pero eso es excesivo! —exclamó, sus orbes volviendo a ser marrones y grandes.

—Díselo a él y te deja sin cuello —sonrió, le encantaba ese lado carnívoro de su diva.

—¡Es un maldito narcisista!

—Hmm, podría decirse.

—En serio, ¿qué le ves?

—Lo mismo que Reborn a ti —se encogió de hombros y al monarca casi le dio algo—. Es algo que uno no sabe explicar, es cosa de...

—Yo no le veo nada a ese niño —bufo a la defensiva—. En primera lo acabo de...

—Sabes cómo son las cosas en el mundo de la magia, Reborn —rodó los ojos—. Un mago o criatura mágica sólo se enamora pocas veces, no es cuestión de tiempo sino de...

—Ya, vale no hablen de cosas que no entiendo mientras sigo atado —intervino un incómodo castaño—. Volví a la normalidad, ¿pueden soltarme?

—¿Estás seguro? —preguntó Alaude a Reborn.

—Me parece que será seguro... —hizo una mueca.

—Por favor... Estas ataduras me duelen... —se quejó, su pelo desapareciendo de su piel.

—Venga, vamos a soltarlo. Está mejor.

—Tú verás —se encogió Alaude de hombros.

El monarca era débil ante los pucheros del muchacho, recordaría eso para decírselo a Giotto.

Tsuna no estuvo satisfecho hasta que estuvo totalmente libre de magia y ataduras, sin embargo se sonrojó cuando Reborn se acercó para empezar a revisarle.

—¿Qu... Qué estás...?

—Todavía tienes cola —comentó mirando detrás de él—. ¿No estás tranquilo aún?

—¡N... No! ¡Estoy tranquilo! —chilló nervioso e intentando alejarse, el azabache no le dejó—. ¡Soy la imagen de la calma! ¡Mi segundo nombre es tranquilidad!

Sin embargo, su cuerpo parecía decirle lo adverso, pues notó que un poco de vello empezaba a asomar de nuevo por sus brazos y rostro.

Reborn lo notó y dio una pequeña vuelta para tomarle el rostro y analizarlo. El castaño se ruborizó aún más y su vello anaranjado creció más.

—Estás muy nervioso, ¿te puedes tranquilizar de una vez o te duermo?

—¡Que estoy calmado, maldita sea!

—Ya, claro que sí —ironizó acercando sus rostros para analizar sus felinos ojos—. Estás más alterado que antes, ¿qué demonios te pasa, Dame-Tsuna?

—¡N...! ¡Estoy en calma! ¡No me pasa nada! —chilló forcejeando para que lo soltase—. ¡Por Dios, nos acabamos de conocer respeta mi espacio personal de dos metros!

—¿Tienes de eso? —preguntó sin moverse un centímetro, arqueando una ceja.

—¡Pues claro que sí! —las orejas se estaban volviendo peludas poco a poco.

—Reborn, lo que intenta decir es que tú le pones nervioso.

El azabache miró al rubio con una ceja arqueada, y Tsuna usó sus zarpas para apartarle.

—¡Me estoy volviendo un animal! ¡Ayudadme, por Dios!

—Ya te hemos dicho lo que debes hacer, tienes que calmarte —le dijo Reborn.

—¡Tú tienes la culpa!

—Creo que lo mejor será que Tsuna venga conmigo —opinó un cansado Alaude—. Reborn, alteras demasiado al muchacho y así no vamos a progresar.

El monarca se tragó sus quejas y el castaño se dejó llevar por el rubio.

Si aquello servía para volver a su cuerpo normal, entonces haría e iría con quien fuera.

Reborn sólo les vio alejarse y suspiró con una mueca, no se entendía a sí mismo.

Desde el primer momento en que sus ojos dieron con el chico todo se sintió irreal, había tenido la sospecha de que no era realmente su aprendiz.

En el mundo mágico, tal y como había dicho el mago, las personas se enamoraban contadas veces y aquellos sentimientos eran casi automáticos.

Algo parecido a reconocer al alma gemela y es por ello que Giotto tenía pareja aún con su peculiar personalidad... Era extraño y ya.

—No respondiste a mi pregunta.

Alaude le miró con una ceja arqueada.

—¿A qué te refieres?

—¿Cómo pudiste haberte enamorado de alguien como Giotto?

—Supongo que es por eso de que los magos pocas veces nos enamoramos de verdad.

—¿Cómo es eso?

—Sabemos quién va a ser nuestra persona destinada con solo verle a los ojos por una vez.

—¿En serio? ¿Y siempre se cumple?

—La mayoría.

—Qué bonito, ¿no? Parece sacado de una novela.

—Básicamente.

—¿Sentiste eso al ver a Giotto?

—¿Tú qué crees?

—Que deberías ir a un oculista si es así.

El rubio rió un poco y Tsuna se relajó más, dentro de poco sería completamente humano y podrían volver con Reborn.

—¿Me vas a decir que no te sientes extraño cuando estás con Reborn?

—No lo niego —bufo—. Me hace sentir incómodo, ese hombre me acaba de conocer y no respeta mi espacio.

—No es su culpa.

—¿Ah, no? ¿De quién entonces? —ironizó—. ¿De Barnie?

—¿Barbie?

—Barnie.

—¿El dinosaurio?

—Ese mero.

—¿Qué tiene que ver eso con Reborn?

—¡Mucho! ¡Ambos son...! No. Espera. No tienen nada que ver.

—Y te preguntas como acabé enamorándome de Giotto. Yo me pregunto cómo Reborn pudo fijarse en ti.

—¿Qué? ¿En mí? Hombre, me estaba invadiendo el espacio personal pero de ahí...

—Te pusiste como un tomate.

—Es normal...

—Y nervioso.

—¡No esta...!

—Tu parte animal salía por instinto.

—¡Vete a la mierda! —chilló alterado y a Alaude le vino un recuerdo—. ¡Me sacas de quicio, Alaude-san!

—No entiendo porque.

—¡Es que usted es...! Uh... —dudó—. ¡Ugh, olvide eso y volvamos con Reborn!

—¿Qué? ¿Tan rápido? —sonrió divertido—. ¿Tanto extrañas a tu rey?

—Me estás dando asco.

—Ajá, claro.

—¿Ya está más calmado? —preguntó Reborn al ver que regresaban.

—No, pero es que te...

—¡Calla! —interrumpió Tsuna al rubio.

Alaude sonrió levemente, divertido, y el castaño infló las mejillas, sonrojado.

A Reborn no le gustaba demasiado lo que veía.

—Alaude, te advierto que si tratas de engañar a Giotto...

—¿Qué? —Alaude arqueó una ceja, incrédulo.

—¿Engañas a Giotto? —preguntó un sorprendido castaño.

—No... Que yo sepa no —parpadeó mirando completamente atónito del menor al mayor—. ¿A qué ha venido eso?

El monarca torció el gesto con molestia, finalmente se encogió de hombros y se dio la vuelta para volver al hogar provisional que mantenían en aquella ciudad.

—Sólo decía, no vaya a ser que te conformes con Dame-Tsuna y dejes al desconsolado Giotto a mi cuidado.

—Y ahora, ¿qué papel tengo yo en esto? —bufo Tsuna completamente incrédulo—. ¡No he hecho nada!

—No aún.

—¡¿Aún?! ¡¿De qué ves cara?!

—De Dame-Tsuna.

—Por favor, los rubios nunca me han gustado —rodó los ojos.

—Ah, con que tienes preferencias.

—Como todos.

—¿Y cuál es la tuya?

—Hmm, ¿interesado?

—Quizá.

—No me convences.

—No tengo motivos para intentarlo.

—¿Qué? ¿Me lo sacarás a punta de pistola?

—¿Quieres apostar?

Alaude se preguntó porque estaba viendo a esos dos tontear, ¿debería intervenir?

—Adelante, aunque no creo que tengas nada de mi interés, Rebornio.

Nah, aquello era divertidísimo.

—El que no tiene nada que ofrecerme eres tú, Dame-Tsuna.

—¿En serio?

—Pues sí.

—Entonces no hay caso en decirte lo que me gusta de un hombre.

—¡Te gustan los hombres!

El castaño quedó en blanco al notarlo y se maldijo internamente ante semejante desliz.

El rubio del grupo estaba cómodamente sentado con las palomitas y las coca-colas a mano.

Ser hechicero tenía sus beneficios.

—¿Y qué si me gustan? —desvió la mirada.

—¿Y bien?

—¿Y si te dijera que me gusta que sean amables y dulces como un terrón de azúcar?

—No te creería.

—¿Ah? ¿Y eso por qué?

—No te veo con un terrón de azúcar.

—Soy fanático del azúcar.

—No tanto como Giotto. Te lo aseguro. ¿Y bien? ¿La verdad?

—Todo acaba siempre en Giotto —suspiró—. No hay ninguna verdad que vaya a decirte, no te importa cómo me gustan los hombres.

—Oye, voy a cuidar de ti —Alaude asintió con una expresión de ironía, ya se imaginaba cómo cuidaría de él—. Necesito saber con que clase de hombres tendré que tratar.

—No vas a meterte en mis... —frunció el ceño mirándole desconcertado—. ¿Cuidar de mí? Estaremos juntos hasta que encontremos a...

—No, después de que hallemos a ese idiota te quedarás conmigo.

El rostro del chico se sonrojó completamente e hizo el intento de permanecer impasible, no quería volver a llenarse de pelos y zarpas.

Sin embargo, empezaba a sentir el vello crecer en sus brazos nuevamente.

—¿Quedarme... contigo...?

—Sí. Eso he dicho.

—P-pero yo...

—¿Tienes algún problema? ¿Tus padres? Si es eso...

—N-no pero...

Nada, se volvía a llenar de pelo por todas partes.

—Eh, eh, cálmate. ¿Por qué estás nervioso ahora?

—¡Idiota! ¿Cómo quieres que me ponga si...? ¡Imbécil!

Alaude contuvo una risa. Disfrutaba mucho del cine gratis.

°=°

Ciiineeee graaaaatiiiiiissssss xd

¿Honestamente? No sabía dónde cortar y HA QUEDADO LARGUÍSIMO lo siento, mi culpa :'v

ALE TARDA EN ENVIAR SUS NOTAS así que, otra vez :v BaAl las ama xd

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