Capítulo 5: El Inicio
Lara acababa de cumplir los 18 años, y como regalo había recibido los tickets del tren y las entradas de un gran recital que habría en la capital. Se aventuró a ir sola, allá seguro se encontraría con algún conocido; y sino, daba igual, ella iba a ver las bandas y tomar fotografías para uno de sus proyectos.
Llegó a la puerta de la estación, miró la hora, y vio que le daba tiempo a fumar un cigarrillo antes de pasar por mostrador a marcar el ticket del tren que quería abordar.
Estaba entretenida mirando su celular, y no se percató de un muchacho que le estaba escudriñando con la mirada. El muchacho estaba afuera también, al otro lado de la puerta. Al ver que ella apagó el cigarro y comenzó a caminar hacia la entrada, aún mirando su celular, el le imitó.
Se encontraron en la puerta, casi chocándose al intentar entrar. Lara notó la silueta frente a ella con su visión periférica, y levantó su mirada haciendo contacto visual.
—¡Ay, perdón! ¡Iba distraída!
El chico le sonrió, y siguió caminando casi que indiferente, alejándose de ella, con sus auriculares puestos. Él sabía que había logrado captar su atención.
Lara entró tras él, observándole de atrás. Era muy guapo, pero no guapo convencional cara-de-modelo, sus rasgos eran un tanto exóticos y bastante masculinos. No sabía qué, algo le hacía peculiar. Tal vez era el contraste de su cabello castaño claro, que caía en ondas desordenadas por su frente y orejas; con sus ojos oscuros. Y vaya que eran grandes y sumamente oscuros, también contrastaban con sus cejas casi rubias. Era delgado, de cuerpo atlético, y un tanto más alto que ella. Se aproximó a un lado del mostrador, cerca de la cajera que estaba atendiendo, y comenzó a revolver su mochila en busca de algo. Ella aprovechó el puesto libre y se metió en la fila. Él, sin levantar la mirada ni sacarse los auriculares, cerró la mochila y se posicionó detrás, ahora era él quien tenía la mirada perdida en su celular, ausente, sin prestar atención.
—¡Bienvenida! ¿En qué le puedo ayudar? —Dijo la cajera.
—Buenos días. Tengo éste boleto para marcar, quisiera tomarme el tren de las 11:30. —Contestó Lara.
—Permítamelo por favor. —La cajera ingresó unos datos en la computadora y le mostró la pantalla, que tenía marcados los asientos disponibles y ocupados—. Puedes escoger ventanilla o pasillo. Los asientos pintados en verde son los disponibles.
Lara miró detenidamente y eligió ventana, asiento 31. Al salir de la fila, lo último que vio con el rabo del ojo fue al muchacho, que se sacaba los auriculares y se aproximaba a la cajera.
Ella se aproximó al andén del tren. Al alejarse, nunca se percató de que el muchacho escogió el asiento pasillo 32, a su lado.
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