Capítulo 2: El Bar
Terminó la última calada, arrojó la colilla al suelo y la pisó, para ahogar la brasa. Saludó al portero con un ademán con la cabeza, y se adentró al bar. Lara caminaba entre las mesas, dirigiéndose donde siempre: la barra del fondo.
El ambiente estaba en penumbras, decorado con luces de colores, las cuales eran más abundantes hacia el escenario. Todas las noches había música en vivo, especialmente los fines de semana, y hoy era sábado. Primero tocaba algún DJ local, y luego, pasadas las once de la noche, venían los invitados.
Lara miró su reloj, ya eran diez y media. La noche estaba en pañales, sin embargo ya habían varias mesas ocupadas, parejas y amigos cenando y tomando diferentes bebidas; y un grupo de chicas bailaban cerca del DJ.
Había pensado si quedarse en casa, no tenía ganas de nada; pero la amargura y el enojo la estaban consumiendo. A último momento y casi sin darle demasiadas vueltas por temor a arrepentirse, se abrigó y partió a ese bar que frecuentaba desde hacía tiempo. Era uno de los más concurridos de la ciudad, y en cualquier momento se llenaría.
Escogió un taburete en una mesa pequeña y alta, y cuando el mozo se acercó, pidió una cerveza. Así pasó un rato, mientras se terminaba el vaso, escuchando conversaciones ajenas para tratar de despejar la mente, viendo la gente bailar. En un momento vio con el rabo del ojo a un chico, que arrimaba un taburete y se sentaba en la mesa.
—Permiso, ¿se puede? Es que las otras mesas están ocupadas, y aquí hay lugar.
Lara sabía que era mentira, y si bien no tenía ganas de hablar con nadie, al menos el chico estaba intentando ser sutil, no era un descarado. Igual no le devolvió la mirada.
—Adelante. —Contestó inexpresivamente.
El chico se sentó en silencio, y así se mantuvo unos minutos, seguramente intentando descifrar como proceder. Finalmente habló.
—Oye, no te quiero molestar, pero ¿sabes quién tocará luego? Es que he venido de casualidad y vi el cartel de que habría música en vivo, y como no soy de aquí...
Lara suspiró, y movió su mirada lentamente hasta hacer contacto visual. Era evidente que estaba buscando charla a toda costa.
—No lo sé, no. Creo que lo anuncian en su cuenta de Instagram, pero no me fijé. Suelen venir varios músicos de la ciudad cada noche, a veces invitan a alguien más reconocido, sobre todo los viernes y sábados.
El muchacho le sonrió—. Ya veo, gracias. —Le contestó, aún mirándola, a la expectativa de algo que Lara no quería corresponder. Era agradable y si otras hubiesen sido las circunstancias, Lara no hubiese agregado lo que dijo a continuación.
—Mira, no lo tomes a mal, pero ahora mismo no tengo ganas de hablar. Vengo de unos dramas personales muy... —hizo un ademán con la mano y gesto de abrumada—, y pues nada, vine a escuchar un poco de música y despejar la cabeza. —Hizo una mueca con la boca y bajó la mirada.
—No te preocupes, a todos nos pasa a veces y es una mierda. Si no te molesta me quedaré aquí sentado. —Hizo una pequeña pausa y acotó— Te invitaré un trago más, y te acompañaré en silencio, ¿vale?
Hicieron contacto visual, y ésta vez Lara le devolvió una sonrisa esforzada, dolida. El muchacho le alcanzó otra cerveza y ahí se quedaron un buen rato, viendo como los músicos iban llegando y preparando los instrumentos en el escenario.
Pasaron otros cuarenta minutos, en los que el DJ terminó, algunos de los que bailaban se sentaron, otros estaban de pie cerca del escenario, escuchando la primer banda tocar.
Lara reparó en que el muchacho parecía haberse aburrido hacía ya unos quince minutos, que había desaparecido de su lado. No lo culpaba, ella no era buena compañía para nadie esa noche.
Ahora sí, el bar estaba a tope, hacía calor y había mucho bullicio además de la música. De pronto, el taburete volvió a ocuparse, el chico había vuelto. Aprovechó que Lara volteó la cabeza para mirarle con ojos sorprendidos.
—Por cierto, soy Matías. Mucho gusto.
—Lara. —Contestó mientras enarcaba una ceja y esbozaba una sonrisa— Vaya, que eres persistente.
—Es que según vi, somos los únicos dos tristes que han venido solos ésta noche.
Ésta vez, le arrancó una risa espontánea a Lara, posiblemente fuese verdad. Así fue como entablaron una pequeña conversación sobre la música que sonaba, sobre la música que les gustaba, sobre qué estudiaban, lo clásico para una primera charla. Lara estaba media reticente a dar demasiada información sobre sí misma, sobretodo después de lo que le había pasado recientemente; pero la conversación era tan banal y superficial que se le hacía soportable. Al cabo que no estaba contando nada que no hubiese publicado alguna vez en las redes sociales. Matías se encontraba a gusto y estaba buscando el momento de proponerle intercambiar sus números telefónicos.
Tal idea no le simpatizaba a Lara, pero si Matías se lo llegaba a plantear, ya encontraría una evasiva elegante. Por ahora, todo parecía mejorar.
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