37. Quinn.
instagram para que nos sigamoooooos: hcandela_ (estoy subiendo cosas sobre la novela constantemente)
QUINN
Bajo el último escalón de un salto. Esquivo las cajas que aún siguen llenas de cosas al borde de la escalera y hago mi camino hacia la cocina. Hay cajas por todos lados, en cualquier momento me voy a tropezar con una y morir. Sí.
Entiendo que Matthew Gallegher tiene mucho dinero, es un empresario importante en Oregon... Nunca imaginé cuanto dinero es realmente hasta que el auto que me trajo desde el aeropuerto estaciono enfrente de la gigantesca mansión en una zona preciosa de Miami. Mi boca casi se cae al suelo. No quiero saber cuantos millones le costó esta casa o me daría un ataque al corazón. He llegado ayer y desde entonces no he dejado de perderme. La casa es enorme para solo cuatro personas. Doy unas cuantas vueltas hasta que llego al comedor. Paseo mi vista por la decoración elegante y moderna, la gran ventana con una grandiosa vista al patio trasero que es enorme y ni hablar de la piscina. Le tengo que dar las gracias a Matthew apenas le vea.
—Lindo uniforme —comenta Zack en un tono de burla apenas pongo un pie en la sala. Le miro de reojo, está sentado en un costado de la mesa rectangular para ocho personas. Tiene un plato de cereales a su frente y jugo de naranja a la mitad.
Bajo la mirada a mi uniforme. La camisa blanca, la chaqueta color bordo desprendido, mi falda del mismo color y mis ridículos zapatos negros. El uniforme me queda un centímetro más grande, pero nada de otro mundo. Voy a recuperar el peso que perdí y todo va a estar bien. Sonrío, no tiene idea que tan feliz me pone estar usando este tonto uniforme.
Me quito la chaqueta y la dejo en el respaldo de una de las sillas para sentarme a desayunar. Lily entra al comedor meneando las caderas. Está mucho más irritable que lo normal debido al lío que fue la mudanza.
—No te sirvo el desayuno hace mucho tiempo, Quinn. ¿Qué vas a querer? —dice ella mirándome acusadoramente. Es la única persona que trabaja para los Gallagher que me llama por mi nombre. El resto le gusta decirme "señorita Meyer". No me gusta que me llamen así, me hace sentir extraña.
Carraspeo para disfrazar mi incomodidad y me lo pienso bien. Respondo al cabo de unos segundos, cuando Lily está por explotar al ser tan impaciente.
—Uhm, café y tostadas con huevos —contesto sintiendo la mirada de Zack encima.
Asiente satisfecha, gira sobre sus talones y se va. Vuelvo mi atención a mi hermanastro, ya que somos las dos únicas personas desayunando a las siete de la mañana.
—¿Qué te tiene despierto tan temprano? —interrogo con mis ojos entrecerrados. No confío plenamente en Zack, no entiendo muy bien cuales son sus intenciones ni qué demonios planea, porque algo esta planeando. Todo en él es sospechoso, incluso el hecho de estar despierto tan temprano.
—Te tengo que llevar a ese colegio pijo, ¿no? —inquiere luego de beberse todo lo que le queda de jugo.
¿Qué dijo?
—Sé conducir.
Tengo planeado usar el auto de mamá que ya está en la casa, fue uno de los primeros en llegar junto al de Zack. No tengo auto aún, no es que no quiera uno porque sí lo quiero pero no me siento cómoda pidiéndole uno a Matthew. Por más que el dinero no sea problema para él, ya hizo demasiado con todo esto de mudarnos a Miami. Sería pedir demasiado.
—Mira, si no quieres que te lleve, bien. Pero después le dices a tu madre que yo lo hice porque me lo pidió —contesta en ese tono que conozco tan bien. Ahí esta el Zack malvado. Casi lo extrañaba—. No protesté porque tengo que ir a... trabajar.
Frunzo el ceño como nunca antes en mi vida. Busco en sus ojos algún signo de broma pero no encuentro ninguno. ¿Qué?
—¿A trabajar? —aprieto mis labios para no estallar a carcajadas. Tengo entendido que durante el año pasado, Zack estuvo yendo a la oficina de su padre por las mañanas. No sé cual era su trabajo allí, pero estoy segura que no es nada muy transcendental, su padre no es tan tonto como para darle un trabajo que pueda afectar a la empresa. Estoy segura de que Zack disfrutaba la compañía de las secretarias y las ejecutivas. Sucio.
—Papá me consiguió un trabajo en la empresa de un amigo suyo. Algo relacionado con softwares y una mierda así —contesta casi molesto. ¿Softwares y una mierda así? Wow, está que se muere de la emoción.
—¿No ibas a terminar la universidad?
—Paralelamente. No me quedan muchas asignaturas, lo haré online —responde.
Lily entra con una bandeja y la deja en frente de mi para acomodar los platos y la taza de café. Le agradezco y cuando se va, —me aseguro de ello porque es demasiado cotilla— vuelvo a sacarle información a Zack. O intentar al menos, está revelando más de lo normal. Generalmente ni nos dirigimos la palabra.
—¿Me dirás por qué dejaste la universidad? No me trago el verso del año sabático —inquiero inclinándome más sobre la mesa como si eso le diera más intimidad al asunto.
Zack estira una sonrisa burlona. Esa sonrisa junto a sus increíbles ojos azules hacen que cualquier chica caiga a sus pies. Lo sé porque yo caí. Ninguna persona con los cables bien puestos va a negar que Zack es atractivo, tiene buenos genes. Su madre fue modelo en sus tiempos, es muy hermosa, tanto que a veces resulta intimidante.
—No confío en que guardes el secreto, Quinnie. Soy muy cuidadoso con ello, solo una persona lo sabe —responde recargando su espalda en la silla.
—Ohh, ¿quién? —le pregunto solo para burlarme el nivel de drama que le esta dando a la situación. No insisto más porque se que no me lo va a contar y no me interesa tanto como para seguir presionando o ir a lo Sherlock Holmes y averiguarlo solita.
—Jason, por supuesto —responde como si fuese lo más obvio.
Como no, el mejor amigo. Recuerdo aquel tiempo en el salí con Zack, nunca lo olvidaría claro esta. Jason no es mi persona favorita en el mundo, siempre se burlaba de mi porque tenía 16. Nunca estuvo de acuerdo con Zack al empezar a salir conmigo. Y no es que yo intentaba mejorar mi relación con él. Era inmadura y le respondía mal en cada oportunidad que tenía. Además, es un imbécil de primera. Me pregunto que habrá sido de su vida.
—Me lo terminarás contando —le digo totalmente relajada y segura de mi misma.
Niega divertido.
—¿No quieres que te lleve de verdad? —me pregunta antes de levantarse de la mesa—. Quedarás fenomenal si me ven contigo. Ya sabes, soy tu sexy hermano mayor.
—Tú no eres mi hermano, Zack —respondo como si me acabase de contar el chiste más grande del mundo—. Y ya tengo mi reputación en Everdeen.
Una reputación no tan buena, pero una al menos.
—Lo que digas.
Me sonríe de lado por última vez y me deja sola en el comedor. Exhalo el aire que contenía y reviso mi celular. Abro mis mensajes y recuerdo que no abrí los de Liam ayer por estar muy ocupada acomodando mi nueva habitación. Maldigo en voz baja por haberlos olvidado y le respondo rápidamente a lo que preguntó, le digo que llegue bien y estoy a punto de enfrentarme a Everdeen de nuevo.
Nunca se me pasan los mensajes de Liam, siempre los respondo apenas los veo. Y dejé que pase casi un día, espero que no este enfadado. Suspiro. No tengo que pensar tanto en esto, por una razón le dije que no debemos estar en una relación. No somos pareja, no tengo que estar colgada a él.
Oigo unos tacones resonar contra el suelo. Lo que le faltaba a mi mañana. Volteo la cabeza y veo a mamá entrando. Me sonríe. Esta en pijama pero tiene una bata negra de seda encima.
—¿Lista para el primer día? —me pregunta ella con un tono dulce en su voz. Aprieta levemente mi hombro antes de sentarse a mi lado.
Trago saliva y asiento con la cabeza. Mi mente parece haberse tropezado con una piedra en este momento. Recuerdo mi primer día en Everdeen el año pasado. Una mañana ruidosa, Rick gritando que debía levantarme, Seth meneando las caderas mientras preparaba unos pancakes de desayuno. Risas, gruñidos de mi parte porque era muy temprano, Seth dándome consejos sobre como sobrellevar el tema de usar uniforme, Rick advirtiéndome que no me acerque a ningún chico. Resoplo. Ahora mamá y yo nos llevamos mejor, y ella apoya totalmente la idea de que asista a Everdeen. Demonios, cuánto han cambiado las cosas.
—Zack me dijo que tienes planes de ir sola a la escuela. No tendría problema pero ahora mismo tenemos chófer y tengo que usar mi auto —dice mamá sonando apenada. Frunce sus labios—. Tendrás que ir con Zack.
Cómo no.
Resoplo bajito pero asiento. De alguna manera tengo que llegar.
Quince minutos después, termino mi conversación con mamá bajo la excusa que debo irme. Ella me sonríe por última vez luego de bajar su taza de café y me desea mucha suerte. Me despido y acelero hacia el garage porque sé que me voy a perder. Me toma un rato encontrar la puerta y cuando lo hago, llamo a Zack por teléfono para decirle que traiga su trasero hasta aquí. La casa es demasiado grande para gritarle. Se burla de mi misero intento de querer ir sola y me dice que esta yendo.
Una vez que estamos en el Aston Martin rojo, presiona un botón que tiene junto a las llaves y el portón el garage se abre. Extiendo un brazo y conecto mi celular para poner música. Es como un ritual, no puedo ir a Everdeen sin que mi playlist —y de Seth también— suene.
Zack es un extraño en Miami así que usa el GPS del auto para guiarnos. Me sorprende cuando leo que el trayecto solo son siete minutos.
—¿Entonces qué planeas hacer en Everdeen? ¿Entrar al equipo de porristas, quitarle el puesto a la capitana, crear un ejercito y prender fuego todo? —pregunta él dándome una rápida mirada.
Pongo mis ojos en blanco. ¿Es tonto? ¿De verdad cree que mi nivel de idiotez es tan alto? Mhm... Bueno, tampoco debería echarle aires de graneza, la Quinn del año pasado hubiese pensado dos veces lo que acaba de enumerar para luego decir que sí, que lo haría en ese exacto orden.
—Nada. Esperar a el viaje de fin de curso, tomar las clases más relajadas porque ya envíe mis aplicaciones para la universidad y mantenerme lejos de problemas.
Zack se ríe.
—Ajá —murmura y continua conduciendo en silencio. Mejor así.
Me quedan seis meses de escuela. Otros nueve para entrar a la universidad. No voy a hacer nada estúpido que luego me explote en la cara y termine con más problemas. No, gracias. Este cambio es justamente para eso, para relajarme, ser feliz en un ambiente en el que me sienta cómoda.
—Ahora entiendo porque sale una patada en las bolas este lugar —suelta Zack mientras entra al predio que es la escuela. Admiro la gran estructura de estilo victoriano que tanto me llamó la atención la primera vez. Un montón de estudiantes vestidos iguales suben la gran escalera. Bolsos Gucci y Louis Vuitton por doquier.
Le echo una mirada a los autos que nos rodean. Como siempre, uno es más costoso que el otro. Hablo de marcas como Audi, Rolls-Royce, Range Rovers, Porsche y eso es solo por nombrar unas cuantas. El Aston Martin de Zack no desentona para nada. Detiene el auto y es cuando comienzo a sentirme nerviosa. Joder, pensé que tenía esto controlado. Mis dedos inconscientemente tocan el corazón de oro que cuelga de mi cuello. Mierda, unas palabras de aliento de mi papá me vendrían de perlas ahora mismo.
—¿Nerviosa? —me pregunta Zack al ver que no me bajo del auto.
Volteo a mirarlo, esperando encontrar una sonrisa burlona. Diferente a eso, sus ojos azules se muestran serios, como si de verdad le preocupara si estoy nerviosa. Ja, ya caí con ese truco. No más.
—No —miento olímpicamente—. Gracias por traerme, adiós.
No le doy tiempo para que diga nada más. Salgo del auto como alma que se lleva el diablo, me cuelgo el bolso Hermes color negro que estoy estrenando por primera vez. No me doy cuenta que estrello la puerta del auto con tanta fuerza que llamo la atención de varios estudiantes.
Me muerdo la lengua. Justo lo que no quería.
Pares de ojos curiosos se giran a mi y a juzgar por sus expresiones, ya saben quien soy. Y están sorprendidos. No me detengo a mirar a nadie, ellos podrán conocerme pero yo no me sé el nombre de casi nadie excepto el de Key, Emily Murph y algunos más de mi clase. Apenas me alejo, Zack hace rugir el motor y se va rápidamente del estacionamiento. No esta muy contento con mi actitud pero no es como si fuésemos mejores amigos de repente. Lo que pasó entre nosotros es pasado enterrado, pero eso no significa que no siga sintiéndome un poco reacia a restaurar el buen trato.
No me olvido lo que me hizo y lo que me hizo hacer.
Con la cabeza bien en alto, subo las escalinatas de cemento. Es un tanto incómodo tener tantas miradas encima, tanto susurros dando vueltas a mi alrededor. No importa cuanto tiempo pase, seguiré sin acostumbrarme a ser el centro de atención. Apenas pongo un pie adentro, me emociono como una niña en parque de juegos. Nunca creí emocionarme tanto por estar dentro de una maldita escuela, pero aquí estoy.
Mientras hago mi camino hacia administración, camino por los pasillos y los recuerdos comienzan a reproducirse en mi cabeza como una película. Con música y todo. Todavía sigue como pintura fresca esa vez que Liam, Nick, Aggie y yo entramos a la escuela de noche para robar una copia de mi examen de física.
—¡Meyer! —exclama una voz muy conocida a mis espaldas. Sonrío incluso antes de vero porque lo he extrañado mucho. Mi sonrisa se estira aún más cuando veo a Key Michael, mi fiel compañero de química. Acelero el paso hacia él y mi vista se vuelve más clara. Lleva el cabello rubio corto en los costados y no tanto arriba, el uniforme se amolda a su cuerpo perfectamente.
No me dejo tiempo de palabras, lo abrazo con fuerzas.
—De verdad estás aquí —suelta mientras me abraza como si fuese un alivio.
Key no es una persona que se abre con otros fácilmente. No es sorpresa que sea una de sus pocas amigas en este lugar. Cubre su corazoncito con capas y capas de pintura oscura para que la gente piense que es una persona cerrada, malhumorada y nadie con quien quisieras pasar el rato. Yo misma lo odie durante un tiempo después de conocerlo, el resto lo trata de manera indiferente. Si supieran el gran chico que se esconde detrás de todos los muros...
—Vine a divertirte el resto del año —respondo con corrientes de felicidad y emoción recorriendome el cuerpo.
—Menos mal, no iba a sobrevivir mis clases de química sin ti.
Tener a Key Michaels admitiendo esto es un gran paso.
Seguido de más abrazos, Key comienza a disparar preguntas como balas. Hablábamos seguido cuando estaba en Portland pero nunca le conté todo por teléfono. Ni siquiera cuando fue a la boda de mi madre, mantuve mi boca cerrada. Así que empieza preguntándome por Liam, por Aggie, por Zack, mi madre y si seguimos así hasta mi difunta abuela. Le freno el carro antes de que estrelle y le pido que me acompañe a administración. Ya me habían mandando un correo dándome la bienvenida a Everdeen, mis horarios, numero de casillero y junto a ello, que el lunes a primera hora vaya a la oficina de Anne, la directora.
—¿Zack y tú se llevan bien? —interroga con el ceño fruncido mientras caminamos por los pasillos.
—Algo así —murmuro.
Bajo un poco la cabeza, sintiéndome intimidada por todos los ojos curiosos que me escanean de arriba a abajo. No soy muy querida en este lugar después de todo. El año pasado, al cabo de un tiempo, todos comenzaron a enterarse porqué ya no me hablaba más con el grupo portador de la corona de popularidad en Everdeen. Con tan solo saber que el famoso Liam Hamilton y su incondicional mano derecha, Tyler Aiken me odiaban, gané el odio de toda la secundaria. ¿Y cuando se enteraron que la reina de todo el imperio, Agustine Monroe también? Joder, eso solo le agrego la cereza al postre.
Damos un giro hacia la derecha y entramos a administración. Me acerco a la secretaría detrás de un escritorio de madera, es nueva. Carraspeo para quitar su atención a las carpetas llenas de folios que esta hojeando. Le digo mi nombre y que vengo a ver a la directora. La rubia de gafas gruesas se fija en su agenda.
—Pasa, está esperándote.
Le agradezco con una pequeña sonrisa. Volteo a Key, quien ya se me ha adelantado y se sentó en uno de los sofás color beige a esperarme.
—No me demoraré —le prometo.
—Tomate tu tiempo, tenemos clase con la señora Podds.
Oh, la señora Podds.
***
—Toca tú. —siseo fulminando a Key con la mirada. Arruga las cejas y niega frenéticamente con la cabeza—. Es la señora Podds, toca tú.
Key me mira molesto por unos momentos antes de tocar la puerta que tiene la persiana de la ventana cerrada, tal como la gusta a esta profesora. Llegamos tarde, como era de esperar. Anne me tuvo un buen rato hablando sobre cómo debería proceder el resto del año, como conseguir los créditos necesarios para graduarme y esas cosas. También estuvimos mucho tiempo hablando sobre mis opciones de universidad. Esto es Everdeen, los directivos esperan que todos sus alumnos terminen en una universidad de la Ivy League. No yo, señora.
Entro detrás de Key, como un cachorrito asustado. La señora Podds es la única profesora que me da miedo.
—¿Por qué llega tarde, Michaels? —cuestiona ella apenas ve la cabellera rubia de mi amigo. Yo me escondo en su espalda. Key se voltea a mi, revelándome ante ella y me quita el papel firmado por Anne excusándonos a mi y a Key por la tardanza. Se apresura a dárselo a la profesora.
Todos en Everdeen saben que llegar tarde con la señora Podds es arriesgarse la vida. Ella detesta que sus alumnos no estén a horario. Yo solo me salteé la regla dos veces.
Se pone los anteojos para leer la nota y frunce el ceño. También detesta cuando tenemos una excusa válida para llegar tarde. Sus ojos caen en mi.
—Meyer, tanto tiempo —saluda con su voz rasposa. No sonríe—. Bienvenida de nuevo a Everdeen. No voy a decirte que te extrañaba, porque mentiría. Y yo soy una persona honesta.
—Uhm, gracias.
—Siéntense antes de que prenda fuego esta nota y los mande a detención.
Como dos soldaditos, Key y yo asentimos. Nos apresuramos a sentarnos en los dos únicos asientos libres en el fondo. Dejo mi bolso colgando de mi silla intacto. Las clases de la señora Podds son prácticas. No hay libros, ella no escribe nada en la pizarra. Es solo su rasposa voz las dos horas completas. Si eres inteligente, tomas nota porque no sabrás como estudiar después. Si eres como yo, te sientas a escuchar y piensas en la inmortalidad del cangrejo.
—Mira lo que trajo el gato —habla la inconfundible Emily Murph. Casi salto de mi lugar. No la noté sentada delante de mi. La chica no ha cambiado ni un pelo. Su cabello rojo esta atado en una coleta alta, sus uñas recién salidas de una buena manicura y su maquillaje en punto. La cara de malvada sigue intacta.
—Hola, Emily —saludo sin mucho ánimo.
No hay historia muy importante entre nosotras. Ella se obsesionó con Liam y me odiaba por pasar tanto tiempo con él. Luego de enteré de las cosas que le hizo a Aggie y solo me logró caer peor. Sonríe falsamente y vuelve a poner su vista en el frente. Intercambio miradas con Key automáticamente. Rueda sus ojos de una manera fenomenal. Tengo que ahogarme las risas.
No todo podía ser bueno.
Dos horas más tarde, el timbre nos aturde a todos para indicarnos que ya nos podemos ir. A la otra clase. Qué genial. Cuelgo mi bolso en mi hombro y espero a que Key guarde su cuaderno para poder irnos. En la espera, Emily Murph aprovecha para girar hacia mi.
—Voy a tirar una fiesta en mi casa este viernes —dice mientras me mira directo a los ojos. Frunzo el ceño—. Sé que las cosas entre nosotras no terminaron muy bien, pero está todo superado. Deberías venir.
¿Creer o no creer?
—Seguro —murmuro en respuesta y elevo mis hombros.
Ella hace bailar en el aire su coleta cuando se gira y camina hacia la salida.
—¿Tú irás a la fiesta, verdad? —disparo a Key mientras nos vamos del salón—. Tienes que ir. Conmigo.
—No pensaba ir. Me sorprende que tú sí.
—Ya, quiero ir —le digo y hago un gesto con mi mano para quitarle importancia al asunto—. Será divertido. Además, te ayudaré a encontrar algún moreno para que tu noche sea más divertida. Al menos que ya hayas encontrado uno...
Pone sus ojos en blanco, tan típico de él.
—Hablaremos luego sobre eso —responde aguantando una sonrisa.
—¿Qué? No puedes dejarme con al curiosidad.
—Sabes que la curiosidad mato al gato, ¿verdad?
—Pero la satisfacción lo trajo de vuelta —chasqueo mi lengua. Él suelta una carcajada—. Quiero saber quien es el desafortunado, nada más. No le diré a nadie, si eso te preocupa.
—A otro perro con ese hueso.
—Tienes que dejar de juntarte con tu abuela, te esta afectando la cabeza.
Key se ríe y aprovechamos el receso de diez minutos para ir a la biblioteca. La siguiente clase que tenemos es física. Me sorprende que comparta casi todas mis asignaturas con Key. Antes solo era química.
Los sofás del fondo de la biblioteca son una maravilla. Me echo en uno y Key en otro.
—¿Me dirás con quién te estas viendo? —le pregunto muerta de curiosidad.
La última vez que supe sobre la vida amorosa de Key fue cuando sucedió lo de Chase. El chico que lo dejó antes de que las cosas pudieran ponerse serias. Le pregunté unas cuantas veces por teléfono pero siempre encontraba la manera perfecta de evadir la pregunta. Ahora que estoy en carne y hueso, no tiene escapatoria.
—Te diría, pero él no... Aún no sale del closet —contesta y echa su cabeza hacia atrás como si el tema le diera mucho estrés.
—¿O sea que tú eres su secreto sucio?
—Básicamente —me responde riendo.
—¿Viene a la escuela?
—Yep.
Entrecierro mis ojos y antes de que pudiera preguntar algo más, Key comienza a parlotear sobre una nueva película que va a estrenarse esta semana.
***
Las fiestas son buenas. Pero las fiestas en mansiones que tira una chica con mucho dinero, son mejores.
La música retumba las paredes de la gran casa de los Murph en Indian Creek. Hay personas por todos lados, a algunos los reconozco de la escuela. Otros no tanto. Paseo mi vista por el descontrol que se ha armado siendo recién las once de la noche. Chicas vestidas de marca pero que dejan poco a la imaginación de sus cuerpos bailan en el medio de la sala, donde ha improvisado una pista. En los costados, hay parejas sonriéndose mientras se acercan mas y mas. Por no olvidarnos de la cantidad de menores de edad borrachos.
Mierda, parezco una anciana pensando así.
La última fiesta en la que me divertí fue... no recuerdo. Y es alarmante. Es mi último año de secundaria, tengo casi dieciocho años. Debería estar teniendo el mejor tiempo de mi vida. Hasta Liam me dijo que debería divertirme.
Key toma mi mano para que no nos perdamos en la cantidad de gente. Sus pasos se dirigen directamente a la larga mesa en donde hay todo tipo de alcohol. Como no.
Jesus, Quinn. Relájate.
—¿Qué te sirvo? —me pregunta.
—Eh... Vodka tonic —contesto. ¿Es tonto que tenga contado el tiempo desde la última vez que me emborrache? Esa noche con Jayden nunca se irá de mi cabeza.
Key es rápido preparando lo que le pedí. Cuando tengo mi vaso rojo en la mano, bebo un sorbo y agradezco mentalmente que no este muy fuerte. No planeo que esta noche se descontrole para mi.
Max, el hermano de Key, nos ha dejado en la fiesta así que mi amigo no demora en prepararse su propia bebida. Nadie conduce hoy.
Converso con Key, un poco incómoda de no conocer demasiado bien a todos. Me recuerdo que son las consecuencias de haber pasado mi tiempo en Everdeen con amistades más grandes que yo. Nunca me di la oportunidad de hacer amigos en mi clase. Solo intercambiaba un par de palabras.
—¡Heeey, qué bien que vinisteeee! —chilla de una manera demasiada aguda Emily. Pasa un brazo sobre mi hombro como si tuviéramos la confianza del mundo. Estamos tan cerca que soy capaz de notar el olor a alcohol que desprende.
—Hey, hola.
—Venga, vamos a bailar —dice ella con una sonrisa. Me molesta como ignora olímpicamente a Key.
—Estoy con Key.
La mirada de la pelirroja sube hasta encontrarlo. Mueve su mano en el aire para restarle importancia.
—Michaels —suelta en forma de saludo. Key mueve su cabeza—. No te molesta que te robe a Quinn, ¿verdad?
Sin siquiera prestarle atención, Key me pregunta con los ojos si yo quiero irme con ella. Me alzo de hombros, realmente me da lo mismo bailar con Emily. Mejor que estar quieta. No es como si no disfrutara de la compañía de Key pero hasta él luce aburrido de mi.
—¿Quieres venir? —le pregunto extendiéndole una mano.
Niega con la cabeza.
—Tengo que buscar a alguien, de todos modos.
Oh, oh. Su chico misterioso. Asiento sonriendole cómplice y él casi ríe porque sabe a lo que me refiero. Ah, amo estas amistades en las que podemos entendernos con tan solo una mirada.
—Genial —suelta Emily impaciente—. Primero nos aseguremos de la pasaremos bien.
A pasos temblorosos, —esta borracha y tiene unos tacones altísimos— llega hacia la mesa y alza una botella de vodka. Esta chica va a todo o a nada. Toma de mi mano y tira de ella para que nos vayamos. Casi tiro mi vaso encima de mi vestido negro. Sí, vestido negro. Ajustado y corto, es mi comodín cuando no sé que ponerme.
Emily me arrastra hasta el cuerpo de personas que se mueve, agitándose la vida al ritmo de una canción de Cardi B. La música en esta parte de la casa es mucho mas alta.
Noto unos cuantos chicos mirándome de pies a cabeza con —lo más probables— pensamientos sucios sobre mi. Ignoro su atención y me bebo el vaso de tirón. Una chica baila a mi lado y le entrego el vaso para no tener que sostenerlo yo. Le sonrío.
Emily mueve sus caderas mientras mantiene en alto la botella de vodka que ya estaba a la mita cuando la levantó. La abre y tira la tapa al suelo con dos dedos. Elevo mis cejas al observar como bebe un largo trago de un tirón. Tengo que dejar de juzgar todo, soltarme y todo ese cuento. Así que cuando Emily me extiende la botella, no la rechazo. La llevo a mis labios y dejo que el líquido corra por mi garganta. Arde al principio pero luego deja. Jesús. No bebo alcohol puro desde... mierda.
Pongo una mueca cuando alejo la botella de mis labios. Emily se ríe. Sí, debo lucir como una bebé.
Dos canciones más y un chico suuuuuper sexy se acerca a Emily. El alcohol ya está haciéndome efecto, así que no me molesta bailar sola mientras el chico intenta seducir a mi amiga. ¿Acabo de decir amiga? Retiro eso, no está haciendo taaaanto efecto.
—Heeeey, Quinnie —habla Emily por encima de la música. El chico que va a tener suerte esta noche, la abraza por la espalda y mantiene sus labios en la curva que hay de su cuello a su hombro—. Me voy con este bombazo.
—Suerte —contesto. Por lo menos yo soy la que tiene la botella de vodka.
—Te dejo algo para que te entretengas mientras tanto —dice sonriente. Busca algo en el bolsillo de su abrigo blanco. Entrecierro mis ojos para lograr a ver con la falta de luz. Se desprende del agarre del desconocido y se acerca a mi—. Deja de beber eso —me habla cerca. De repente siendo su mano sobre la mía. Se aleja, quitándome la botella.
Frunzo el ceño. ¿Por qué hace eso? Emily me sonríe antes de irse de la mano de su chico de la noche.
Es allí cuando noto la pastilla en la palma de mi mano. Ah, ya entendí. Las luces de colores me dan una buena vista de la pastilla circular y rosa. ¿Y esto es...? Claramente no es una aspirina.
Humedezco mis labios. Nunca he probado algo así. Sí lo he visto antes, siempre hay alguien en toda fiesta con sustancias raras.
Esto no es buena idea. Nunca es buena idea. Pero he visto a personas haciendo esto antes, a ninguno le pasó nada. Me recuerdo que tengo que soltarme más.
Ya qué.
Trago la pastilla.
¿Y ahora qué?
Escaneo mi mirada por todos lados. ¿Se supone que debería sentir algo? Uh, seguro es de esas pastillas de efecto placebo.
Un chico se acerca a mi con cara de malas intenciones. Estira una sonrisa y me extiende una mano. No bailo con desconocidos. Bueno, en realidad sí. Pero quiero a Liam demasiado. Niego con la cabeza y giro para ir hacia el grupo de chicas que conozco apenas por el equipo de porristas. Todas están tan borrachas que somos amigas instantáneamente.
"Persuit of Happiness" rompe los altavoces y todos chillan con emoción. No importa que tan vieja se ponga esta canción, siempre tendrá el mismo efecto descontrolado en una fiesta.
Media hora después, he bailado con todo el mundo y saltado con todos. Es como si fuese la tipa mas amigable y sociable de todas. A este punto, las luces se han vuelto muuuuy brillantes y mi corazón podría estallar de la emoción. Demonios, hasta tengo energía para bailar toda la noche. Todas las personas de la fiesta me cae bien y le sonrío a todos mis compañeros, hasta los más detestables. Canto cada una de las canciones a todo pulmón. Joder, amo estar así. La euforia me recorre el cuerpo y me da leves temblores. Bendita sea esa pastilla.
—Hey, ¿te encuentras bien? —me pregunta una chica. Su mano sujetando mi muñeca me detiene. La castaña frunce el ceño con preocupación. Luce demasiado sobria para mi gusto—. ¿Necesitas que te lleve a tu casa?
—Uhm, ¿necesitas algo para beber? —le pregunto con una sonrisa amplia.
Antes de que vuelva a preguntar algo con su ceño de madre preocupada, hago que me suelte y acelero hacia otra parte de la casa. Es una suerte que camine en tacones tan bien como rompo corazones.
Conozco a dos chicas borrachas y bailo con ellas como su las conociera de toda la vida. Es súper conocer gente nueva. Me río a las carcajadas cuando una de ellas imita el paso rígido de un chico que baila cerca. Diooos, esta chica es muy graciosa. Mientras bailo, ato mi cabello en una coleta usando la liga que siempre tengo en mi muñeca. ¿Por quéeeeeeeee hace tanto calor? Estoy sudando.
—Oyeee, ¿quieres un poco? —me pregunta a los gritos una de mis nuevas amigas. Me extiende un vaso rojo.
—¿Qué es?
—¡Ron con cola! —chilla, su voz se oye lejana pero clara.
No hace falta que lo diga dos veces. Le acepto el vaso y comienzo a beber. Uh, es rico. Nunca había probado esta combinación antes. Amargo, pero la Coca Cola logra calmar el efecto. Me termino el vaso rápidamente y me echo a reír a las carcajadas cuando lo arrojo al aire. Cae en la cabeza de algún tonto. Oh, me duele la barriga de tanto reír. De verdad.
Y de repente pasa. Es como si me hubiesen cerrado una ventana de golpe. Comienzo a sentirme mal. Shawn Mendes en sunga, qué mareada estoy. Trago saliva. Oh, Luis Fonsi (¿Qué paaaasa Demi?), ¿dónde esta mi saliva?
Ignoro las voces de las dos tontas que acabo de conocer y comienzo a caminar. Esta vez no es sin rumbo, voy a la cocina. Estoy sedienta, necesito unos buenos tragos de agua antes de seguir bailando. Soy la jodida alma de esta fiesta, necesito recomponerme. Agito mi mano para crear un vientito aliviador sobre mi cara. Para ser invierno, —el invierno en Miami es un chiste— esta mas caliente que un horno esta mierda.
Llego a la cocina tambaleándome. Mi cabeza se siente pesada. Va a hacer kabum en breve. Camino hacia el refrigerador que esta muy empeñado en saltar de un lado hacia el otro. Yo soy la fiesta, no tú, pedazo de electrodomestonto.
—Bonitas piernas —suelta un idiota apoyado en la encimara. Sonríe arrogante. Ni siquiera me molesto en mirarle la cara bien por si es algún compañero. Qué patético estar solo en la cocina.
—Oh, vete al demonio —me río con dolor antes de abrir la heladera y sacar la primera botella de agua. Hago fuerza para abrirla pero los brazos me tiemblan, la boca también y oh no, las piernas por igual.
La botella se me cae de las mano y yo también. Qué cool. Un aterrizaje muy suave. No siento dolor en mi trasero a pesar de haber caigo sobre el. Me resulta gracioso, me reiría si no me estuviese por desmayar en estos momentos. Tengo mucha mucha sed. No puedo hacer el papel de tonta y desmayarme.
Cierro mis ojos y apoyo mi cabeza en la heladera.
—Venga, Quinn. Voy a sacarte de aquí —dice la misma voz que soltó el tonto «bonitas piernas». ¿Cómo me sabe el jodido nombre?
No puedo argumentar nada, estoy demasiado cansada y la lengua me pesa. Lucho por abrir mis ojos. Ahogo un grito cuando siento un brazo pasar por debajo de mis muslos y otro por mi espalda baja. Por instinto mis manos se aferran al cuello del secuestrador.
—¿Quién mierda eres? —espeto abriendo mis ojos.
Por poco me paralizo al verlo. Sus ojos marrones, las pestañas largas, las facciones simétricas de su rostro, sus pómulos marcados, esos labios, su piel morena y su cabello castaño alborotado. No puede ser. Es otro efecto de la jodida pastilla.
Estira una sonrisa.
—¿No me recuerdas, Queens? —inquiere y tan solo oír como me llama me produce escalofríos.
Jason.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro