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31. Quinn

QUINN

Bajo las escaleras con Liam pisándome los talones por poco. No es su culpa, atrás de él, Nate le respira en la nuca. Aprieto mis labios con fuerzas para no reírme.

No sé qué hora será, pero apuesto que es temprano porque el maletín de papá sigue en la mesa del recibidor, esperando a que den las 8:50 para que el vaya a trabajar. Es extraño estar despierta a esta hora en vacaciones, y más que no tenga sueño. Liam se encargó de despabilarme por completo.

Llegamos a la amplia cocina que tiene la casa, uno de mis sectores favoritos por la buena iluminación y lo grande que es. Mi sonrisa divertida se desvanece cuando veo a papá, Rick y Hannah desayunando en la mesa. Papá se ríe de algo que Hannah le dijo porque he oído su comentario en el camino. Le cae tan bien la novia de Nate que en cualquier momento, se ofrece a pagar la boda entera con Luna de Miel incluida.

Las tres cabezas se giran al vernos entrar. Le echo un rápido vistazo a mi acompañante. No le doy crédito a lo que ven mis ojos, Liam Hamilton está nervioso. Lo conozco como la palma de mi mano.

—¡Liam! —exclama papá con una sonrisa.

¿Qué dijo?

Mi mandíbula por poco cae al suelo. La de los gemelos también. Parpadeo varias veces para asegurarme de que es mi padre, Richard Meyer, el que le sonríe a Liam como si fuese un hijo más.

Hannah me envía una mirada cómplice. Debería agradecerle por no permitir que mis hermanos maten a mi futuro novio.

—Ven, siéntate —dice dejando su taza de café sobre la mesa.

Liam asiente, más seguro que antes y deja que yo tome mi asiento habitual al lado de Rick para él sentarse a mi frente. Nate también se apura a volver junto a Hannah y muy cerca de Liam.

Papá encabeza la mesa y nos sonríe a todos.

Le doy una taza a Hamilton y le sirvo café, como buena anfitriona. Yo hago lo mismo, porque necesito cafeína que me termine de hacer entender la situación. O un palo en la cabeza, sigo decidiéndolo.

No le pongo ningún tipo de endulzante por las calorías y Liam lo nota inmediatamente, pero no dice nada.

—¿Qué hace este payaso aquí? —suelta Rick mirándome.

—Tranquilízate, hijo —se adelanta papá antes de que yo pueda pegarle un tortazo en la mejilla—. Yo ya sabía que vendría, le di el visto nuevo.

Alzo mis cejas y miro a Liam, quien me entrega una sonrisa arrogante. El muy hijo de su madre... Joder, Hamilton y tus instintos suicidas.

—¿Qué? —espeta Nate sacudiendo su cabeza.

Hannah le pone una mano en el hombro.

—Gracias por recibirme, señor Meyer —le dice Liam con su mejor rostro y tono de niño angelical y educado. Joder, si supieran lo que solo yo sé.

—Ya te he dicho que no hay problema, y que me llames Richard.

¿Cuándo llega la parte en la que me despierto de este sueño?

Por debajo de la mesa, Liam me patea la pierna a propósito para que lo mire y vea su rostro de "me he ganado a tu padre, gatita".

—Tengo entendido que estudias en Cambrigde —resalta papá con interés. Las universidades siempre fueron algo interesante para él, se graduó en Darmouth y luego estudio abogacía en Harvard, donde conoció a mamá. Siempre fue un estudiante que resalta del montón y tiene las mismas expectativas para nosotros, sus hijos, pero ninguno las cumple realmente.

—Sí, estoy cursando mi primer año —responde—. Planeo seguir en la escuela de medicina después.

Liam es el nuero que todos los suegros quieren tener. A la vista de los mayores, él es educado, de buena familia, super inteligente, jugador de fútbol americano y una jodida estrella en todo lo que hace.

—Eso suena muy bien —comenta papá asombrado.

—¿Cuáles son tus intenciones con mi hermana? —interrumpe Nate sin poder contenerse un minuto más.

Mis mejillas se tornan rojas. Que jodida vergüenza ponerlo en esta situación.

—Las mejores, te aseguro —responde él.

—¿Son novios? —interroga Hannah. Pensé que podía confiar en ella.

No puedo beber una gota más de café porque mi corazón salta hacia mi garganta con lo nerviosa que estoy.

—No —respondo yo aunque ella esperaba la respuesta de Liam. ¿Cómo les explico mi situación con Liam?—. Estamos saliendo.

—¿Has viajado hasta aquí y solo están saliendo? —pregunta esta vez Rick pero no como si quisiera comérselo vivo, sino estando sorprendido.

—Sí —contesta Liam avergonzado.

Mi corazón se enternece. Si estuviésemos solos, ya hubiese saltado a besarlo por todas partes.

—¿Y vas a quedarte aquí? —le pregunta Hannah.

—Por supuesto que sí —habla papá antes de que el otro abra la boca para responder—. Liam, eres bienvenido en esta casa cuando quieras.

—No va a dormir con Quinn —exclaman Rick y Nate al unísono. Hace mucho que no hacen esta cosa aterradora de gemelos en la que coordinan sus pensamientos malvados y los sueltan al mismo tiempo.

—No, Liam dormirá en la habitación de invitados —sella papá en un tono severo.

Entrecierro mis ojos. Suficientemente lejos lo tengo la mayor parte del tiempo, ¿ahora lo tendré a puertas separadas?

No lo digas.

No lo digas.

No lo digas.

Por favor Quinn, no lo digas.

—Hannah duerme con Nate. ¿Por qué Liam no puede quedarse en mi habitación?

Rick se ahoga con su jugo de naranja y comienza a toser descontroladamente. Los ojos de Nate salen de órbita y las mejillas de Hannah se calientan. La cara de papá sale de lugar.

Liam me regaña con la mirada, preguntándome con esos ojos lindos que tiene si de verdad acabo de decir eso.

—Dormiré en la habitación de invitados, Richard —se apresura a decir Liam.

—Gracias, lo prefiero así —carraspea papá. Se fija en el reloj en su muñeca y pone una mueca—. Debo ir a trabajar. Vuelvo a las dos.

Se levanta de su silla, luciendo claramente incomodo. Alza el saco de su traje que dejó colgando sobre su lugar y se va de la cocina. Hay tantas preguntas que quiero hacerle, supongo que tendrán que esperar.

Una vez que oímos la puerta principal cerrarse, Rick rompe el silencio.

—Liam, todavía no me caes bien —dice él con una mirada en llamas—. Llego a oír un solo puto ruido o que toques a mi hermana y yo mismo me encargare de darle de comer tus tripas al perro.

—Ya relájate, Rick —interviene Hannah rodando sus ojos—. No hay perro aquí.

—No te preocupes, Rick. Estoy aquí porque extraño estar cerca de tu hermana. Juro que tengo las mejores intenciones.

Es un poco ridículo ver a Liam metido en esta situación.

—Que así sea —gruñe Nate—. Venga, te vamos a instalar en tu habitación.

Hace que Liam se pare de su silla. Rick también lo hace. Abro los ojos alarmada.

—Iré con ustedes —anuncio con miedo en mi voz.

—No, tú quédate con Hannah. Terminen su desayuno tranquilas.

Antes de que se vayan, conecto mi mirada con la de Liam. Él asiente e intenta tranquilizarme pero joder que no estoy tranquila.

Dejo escapar un largo suspiro al oírlos subir las escaleras y no dudo cuando agarro una dona de chocolate del plato y le doy un gran mordiscón.

—Es muy gracioso ver a Nathan así —comenta Hannah con su taza de té entre las manos—. Mucho más después de haberlo visto pasar por la misma situación de Liam. El pobre estaba aun más asustado.

Si lo que me acabo de enterar es real, podría valer mucho.

—¿Tienes hermanos?

—Tres hermanos mayores, los tres en la marina —contesta con orgullo en su voz.

Suelto una carcajada. Habría pagado buen dinero para ver eso.

—No te preocupes, Quinn. Es la etapa que todas pasamos —me dice Hannah. ¿Puede ser mi hermana mayor ya?—. Además, Liam luce como un buen chico. Y no le digas a Nate, pero está buenísimo.

Sonrío con arrogancia. Y es mío. Bueno, casi mío. Mío a medias. No lo sé.

Continuo hablando con mi cuñada, quien logra que me relaje un poco al distraerme de lo que demonios este sucediendo arriba. Seguro Rick ha sacado su navaja y lo tienen acorralado en una esquina, o Nate lo ha acogotado hasta dejarlo azul.

En lo que menos me doy cuenta, he comido dos donas con glaseado y chispas de chocolate sin poner una mueca y sin vomitar. Mi corazón palpita de orgullo pero sé que la culpa no tarda en llegar.

Levantamos la mesa con Hannah y le dejamos las cosas sobre la mesada de la cocina para que Rick o Nate las acomode en el lavavajillas. Me despido de la rubia en un santiamén y corro escaleras arribas para ver que tal van las cosas. Ya han pasado once minutos.

Llego a la única habitación de invitados que tiene la casa y empujo la puerta. Los tres están muy sumidos en una conversación a un costado del cuarto. No reparo sangre en el piso ni ojos morados. Algo va bien.

Carraspeo para llamar su atención desde el marco de la puerta. Liam es el primero en notarme y me sonríe aliviado. Sus ojos me piden a gritos que lo saque de aquí.

—Nate, Hannah te llama —le digo una mentirita piadosa para que se vaya. Entrecierra sus ojos en mi dirección y termina por asentir. Le da una última mirada asesina a Liam y pasa por mi lado cuando se va.

Rick hace lo mismo.

—¡Puerta abierta! —exclama al irse.

Liam exhala con fuerzas cuando ambos están lejos.

—¿Arrepentido? —inquiero alzando mis cejas. Sigo parada en la puerta, tan solo admirando lo guapo que se ve con miedo.

—Nunca —contesta y sacude su cabeza levemente. Camina hasta la cama y se tira de espaldas sobre el edredón blanco—. Sabía que estar aquí con tus hermanos sería difícil pero no pensé que tan difícil.

Esbozo una sonrisa. Que esté pasando por esto por mí, definitivamente hace que lo quiera más. Entro a la habitación e ignorando la voz de Rick en mi cabeza, cierro la puerta con cuidado.

Liam no se da cuenta de ello al tener la vista puesta en el techo. Me acerco a la cama y de un solo salto, me subo encima de Liam. Apoyo cabeza en su pecho.

—Tú estás loca —declara.

Hace lo nunca antes hizo: me aleja de su cuerpo. Se sienta sobre la cama y me mira alarmado. Pongo mis ojos en blanco.

—¿Enserio crees que les haré caso?

—No, pero yo sí. Quiero volver intacto, gracias.

Me muerdo el labio, esto va a ser divertido. Con mi dedo índice, recorro lentamente sus labios. Estan secos y me piden a llantos que los bese. Pero no voy a besarlo, él tiene que hacerlo. Lo miro a los ojos, me devuelven una mirada llena de deseo. En circunstancias normales, ya estaríamos sin la jodida ropa pero entiendo que no quiera tentar su suerte.

—No tienes idea cuanto me han puesto tus fotos —suelto sin pudor.

La mirada de Liam parece oscurecerse, como si ahora mismo en su cabeza estuviese recordando las fotos que le mande producto del aburrimiento en mi habitación. Nunca antes le había pasado fotos tan íntimas a alguien y honestamente, no tendría idea de cómo reaccionaría. Reaccionó bastante bien.

—¿Cuánto, exactamente? —pregunta—. ¿Qué hiciste con esas fotos?

No lo voy a admitir en voz alta si el maldito se niega a darme un beso por miedo a mis hermanos.

Elevo las comisuras de mis labios y los humedezco. Acorto la distancia y me acerco a su oído. Coloco mis labios en su lóbulo y siento como se pone tenso.

—Ya quisieras saberlo —susurro.

Punto para Quinn.

Un gruñido se escapa de lo más profundo de su garganta. Coloca sus manos en mi cadera y me hace girar para que quede debajo de él. Otro punto para Quinn. Me mira a los ojos. Un cosquilleo hace líos en mi estomago y quizás más abajo.

—Vas a terminar por matarme —murmura cuando centímetros nos separan. Corrección, él va a terminar por matarme.

—Bésame, por favor —suplico prestándole única atención a sus labios. ¿Por qué este tipo de situaciones se intensifican más si la persona te vuelve loca en todos los sentidos?

Se acerca tanto que puedo sentir su respiración. Noto su corazón latir acelerado y me encanta ser yo la que provoque eso. Estoy segura de que me besará, hasta que toma impulso con sus manos sobre el colchón y se levanta de la cama de un salto, dejándome tirada, con la respiración entrecortada, la piel ardiendo y demasiado caliente.

Pasa una mano por su cabello y abre la puerta de la habitación de par en par.

—Serás... —murmuro con frustración.

Estoy por irme echando furias de la habitación para encerrarme en la mía pero cuando estoy por hacerlo, me detengo. Liam me observa curioso.

Cierro mis ojos con fuerzas y me recuerdo que no tengo el lujo de tener a Liam conmigo seguido. Podemos pasar tiempo sin tener que tocarnos, ¿verdad? No es necesario que me bese, que sus manos recorran mi cuerpo y que yo...

Otro gruñido de persona frustrada sale de mi boca.

—¿Caliente? —inquiere él divertido.

Tomo una larga bocanada de aire y niego con la cabeza.

—Para nada. Iré a cambiarme, nos vemos en quince minutos. Iremos al parque Golden Gate —le aviso. No sé de dónde ha salido esa sugerencia, simplemente quiero ir allí porque es un lugar muy lindo.

—Tomate tu tiempo, yo voy a ducharme. El vuelo fue muy largo.

Imaginarme a Liam mojado y sin ropa encima definitivamente no ayuda a la situación. Es aún peor cuando mi conciencia sabe que hemos tomado duchas juntos en el pasado. Maldigo en mi cabeza a las jodidas hormonas.

No le digo nada más y abandono la habitación sabiendo que esta sonriendo a mis espaldas.

(...)

—Ya, escúpelo, Hamilton. ¿Cuántas veces has estado en San Francisco? —le pregunto a medida que caminamos por la calle. Nuestro camino es corto hasta la calle Jackson, en donde tenemos que tomar el bus para llegar al parque.

Y me dirán, ¿por qué no ir a un jodido parque más cerca? Y yo les diré: Es el parque más grande de Estados Unidos, vale la pena tomar un bus.

Se ríe.

—No tantas veces como crees —dice y hace lo que ha venido haciendo desde que salimos, exhala aire y observa el extraño vapor formarse—. Prefiero más Los Ángeles... He ido al parque de Golden Gate pero era un niño, no recuerdo mucho. Tú has pasado el verano aquí, serás mi sexy guía turística.

—Ajá —replico.

Llegamos a la parada vacía y me siento junto a Liam. Me encojo el frío y maldigo internamente por no haber traído la bufanda más abrigada que tengo. O mi gorrito. Estoy abrigada hasta los jodidos ojos a decir verdad, con mis botas, mis medias gruesas y miles de capas de ropa debajo de un gran abrigo negro. Mi compañero no se queda atrás, pero fue más inteligente al ponerse un gorro. Luce tierno así, con las mejillas sonrosadas por el frío y el gorro negro en la cabeza.

—¿Cómo está Nick? —rompo el silencio que se formo cuando Liam comenzó a leer la información de los buses que pasan por aquí, sus horarios y precios.

Él resopla.

—Se transfiere de universidad —me cuenta sonando rendido—. Está destrozado. Es como si viviera la vida de otro, está muy distante. No es el mismo de antes, Dartmouth le hará bien.

Muerdo mi labio. En mi cabeza sabía que era cuestión de tiempo que Nick decidiera alejarse. No es fácil superar una mierda como esa. Una ruptura sí, ¿por qué no? Pero que sea de tu mejor amigo y haber tenido un jodido embarazo de por medio, no es fácil. El primer instinto de cualquiera sería huir. Yo lo hice. Me preguntaba si Nick era de los míos y si era lo suficientemente valiente para alejarse.

—Lo va a superar —le digo en forma de consuelo cuando noto sus hombros caídos y el dolor que siente por su amigo. Liam es muy cercano a la situación, tal vez sueno como una loca pero tengo miedo de que todo comience a afectarle a él también. Suficiente tiene que soportar con la situación de Olive y haber salido de los antidepresivos hace tan poco.

»Nick es fuerte. Solo necesita tiempo.

Liam asiente a duras penas. Odio verlo decaído. Quizás es porque estoy acostumbrada a su sonrisa burlona y la manera que tiene para decirme las cosas tan juguetonas, pero verlo triste es una patada al estómago.

Apoyo mi cabeza en su hombro y busco su mano con las mías. Están frías así que las caliento al apretarlas con las mías porque están calientes de tanto tiempo dentro de mis bolsillos.

—No quiero dejarlo solo, debería estar ahí para apoyarlo pero no puedo seguirlo a Dartmouth —confiesa.

—Ackerman es un rayo de alegría, Liam. Puede que ahora no lo sea, pero es su esencia. Un corazón roto duele tanto que el vacío es abrumador pero no es el fin del mundo. Le hará bien estar solo y rodearse de gente nueva. Toda su vida ha estado rodeado de Aggie y Tyler, tal vez alejarse es lo que más necesita.

Resopla.

—¿Te das cuenta que eres perfecta? —suelta y me corazón da un vuelco—. Siempre sabes que decirme para hacerme sentir mejor. Gracias, gatita.

Estoy lejos de ser perfecta, solo que no voy a decirle eso.

—Cuando quieras, Hamilton.

Entrecierro los ojos al ver el bus acercándose. Frena a nuestra altura y el chófer abre las puertas. Tiro a Liam de la mano para subir las escalerillas. Pago nuestros tickets y elijo dos asientos al final. No va tan lleno, solo unas cuantas personas haciendo sus vidas.

—¿Cuánto dura el viaje? —me pregunta él echando un vistazo a las casas pasar.

—Ehm... Cuarenta minutos —contesto en voz baja.

Él voltea y me regaña con la mirada. Pongo una mueca de perdón. Omití un pequeño detalle, ¿y qué? Me inclino a besar su mejilla.

—Te juro que lo vale.

Para mi asombro, se ríe.

—Ni un viaje de veinte horas al lugar más aburrido del mundo me molestaría si es contigo, creo que eso ya deberías saberlo —habla y yo solo tengo ganas de comerlo a besos en este mismo autobús. Pone su mano en mi muslo y le da un apretón. Más arriba tampoco me molestaría.

—A mí sí me molestaría, eres insoportable.

—Joder, cuanto romanticismo —suelta sarcástico.

—Ya sabes que paso del romanticismo, Hamilton.

—Cierto que a ti te va más que te folle duro.

Arqueo mis cejas. No es que soy una desesperada. La cuestión es que Liam y yo nunca estuvimos tan bien como ahora en el tema «pareja» porque estábamos muy ocupados haciéndonos daño, pretendiendo ser mejores amigos y dañando a otras personas. Retorcido pero cierto.

No es mi culpa que ahora que lo tengo solo para mi...

—Solo aumentas la tensión sexual que no quieres cortar, ¿lo sabes?

Sonríe y por poco me derrito. Niega con la cabeza divertido y sella la conversación al mirar por la ventanilla, dejando un aire misterioso dando vueltas. No digo nada.

Durante los cuarenta minutos que nos toma llegar al parque, Liam deja su mano encima de mi muslo. No sé si se da cuenta y es consciente de lo que hace pero yo no dejo de pensar en ello. Lucimos como una pareja con todas las letras bien puestas.

Solo que no lo somos. No oficialmente.

Ni siquiera somos exclusivos.

Me pregunto si en este mes y algunos días que pasamos separados luego de haber aclarado nuestra situación en Portland, Liam se habrá acostado con otra chica. ¿Será que se enrollo con alguna en una fiesta? ¿O coqueteo con una chica que conoció en una clase? ¿Se habrá juntado a estudiar con una tía que esta tan buena que nadie sabe qué demonios hace estudiando si debería estar modelando en las pasarelas de Milan?

Pensar en ello me vuelve loca y muy paranoica. Lo único que logra calmarme es saber que él siente cosas especiales conmigo y que ninguna podrá reemplazar lo que tenemos.

Me aterra pensar en ello, pero creo que lo amo. Amar es una palabra fuerte que no me gusta tomar a la ligera. Se lo dije a Zack, pensando que así él nunca me dejaría. La diferencia aquí es que lo que siento por Liam no se acerca a lo que sentí por mi ex, estos sentimientos que vengo acumulando desde el año pasado son mucho más grandes y fuertes. Puede que sea porque he crecido y veo las cosas diferentes o simplemente Liam le ha dado en el clavo a algo que Zack no.

No iba a decirle que lo amo ahora o en un futuro cercano. Acabamos de arreglarnos, no quiero espantarlo tan rápido pero nunca se puede parar lo que el corazón siente.

Mientras Liam se pierde observando la ciudad de San Francisco, yo me pierdo observando su perfecto rostro. Me da mucha paz y una tranquilidad tan grande que podría arreglar todos mis problemas. Unas cuantas horas con él y la presión que siempre tengo en el pecho se ha ido, no puedo parar de sonreír y la ansiedad ni se siente. Agrego que he comido dos donas sin inconvenientes.

Suspiro para mis adentros, no cabe duda de que estoy enamorada de Liam. 


nota de la boluda que maneja toda esta gilada:

comenten corazones si también aman a la quinn enamorada.

voten por la buena onda:)

nos vemos!

love,

cande.


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