30. Quinn.
QUINN
Toco el delicado collar que adorna mi cuello por quinta vez en los últimos tres minutos. El corazón de oro se encierra entre mis manos. Desde que mamá me lo dio, no me lo he sacado. Sigue envuelto en mi, recordándome a papá y que a pesar que lo tengo lejos de mi, esta cerca en realidad.
Le echo un vistazo a la ventanilla del avión. Me gusta sentarme del lado del pasillo porque es más cómodo salir y entrar, pero solo tenían este asiento disponible.
El vuelo de Portland a San Francisco es corto, ni siquiera son dos horas. Hay once vuelos diarios de este tramo y quizás mas, he tomado el de las ocho de la noche porque Zack, mamá y Matthew se van a Miami a las diez, entonces les pareció conveniente que yo me vaya antes.
Resulta irónico que ellos tres estén yendo a Miami antes que yo, pero su agenda es diferente. Como las vacaciones de las fiestas ya han empezado oficialmente, las vengo a pasar con papá como es prometido. Rick y Nate también estarían llegando hoy. Del otro lado de la moneda más reluciente, los Gallagher van a instalarse en Miami solo para después tomarse un avión a Nueva York, y como es costumbre —para Matthew y Zack— pasar las fiestas en el hotel Plaza plagado de gente rica y comida extravagante, como yo lo pasé el año pasado.
Así que me quedan algo así como dos semanas en San Francisco para pasarlas con papá. Este es el primer año desde el divorcio donde tuvimos que dividir el tiempo que pasamos juntos. Vivo con mamá y paso Acción de Gracias con ella. Pero el verano y las fiestas, son de papá.
En mi cabeza, la mesa de navidad esta completa con todos nosotros. Nuestra disfuncional familia que peleaba más de lo que vivía pero todos. Este año será diferente y puedo sonar muy patética, pero me desalienta.
El capitán avisa que estamos próximos a aterrizar, por lo que me coloco el cinturón. La señora a mi lado se acomoda en su lugar pero no deja de hojear la revista que no ha soltado durante todo el viaje. Es sobre chismes y ese salseo Hollywoodense que a todos nos gusta de vez en cuando.
Veinte minutos después, la sacudida que da el avión me hace abrir los ojos. Ya hemos tocado suelo, la señora a mi lado suelta un suspiro de alivio y guarda su revista a la cual ya le quedan pocas hojas sin leer.
Al ser un vuelo económico porque no le veía sentido al pasaje costoso que mamá quería comprarme para un vuelo tan corto y tonto, es un lío salir con toda esta gente. Aferro mi bolso Gucci, elegido para este viaje y cuando camino por la manga que conecta al avión del aeropuerto, noto por las paredes cristalizas como llueve afuera. Envuelvo mejor mi bufanda, como si eso me fuera a dar menos frío. Pasar el invierno en Portland, es suficiente crudo. San Francisco no se queda atrás.
Espero a que mi equipaje llegue en silencio, mientras me mando mensajes con Rick, quien me dice que ya esta afuera esperándome. Hay muchas cosas buenas en este viaje, entre ellas, volver a ver a los pesados de mis hermanos. Ya no los veo tan seguido como el año pasado y me duele porque ellos son demasiado importantes en mi vida.
Mi maleta es una de las primeras en salir, gracias a los santos dioses. Salgo disparada hacia las puertas y esquivo a muchas personas y trabajadores sosteniendo carteles con nombres de personas que no conozco. Rick no me falla estando casi al final de todos.
Esta parado de brazos cruzados, con un gran abrigo color negro, vaqueros gastados y unas botas Timberland negras. También usa un gorro de su equipo de hockey favorito, los Bruins. El amarillo hace un buen contraste.
Sonríe cuando me ve y es jodidamente contagioso, me echo acorrer hasta llegar a él y salto a sus brazos.
—Te extrañe, idiota —murmuro embriagada en la seguridad y el sentido a hogar que me dan sus brazos. También extrañaba sentirme así.
—Yo también, hermana malvada —responde burlón y sin esfuerzo me alza del suelo en el abrazo.
Cuando nos separamos, Rick toma mi maleta aunque le digo que no hace falta pero él insiste que sí y juntos nos vamos hacia el estacionamiento.
—Mamá me dijo que vuelves a Miami, ¿cómo no me has contado? —cuestiona mientras el viento helado me congela los huesos.
—Quería que sea sorpresa —protesto—. Ya sabes, tocar la puerta de tu departamento y que Seth y tú se mueran del susto.
Lanza una carcajada.
—Funcionaría, solo que Seth ya no vive conmigo —comenta en un tono de "estoy teniendo cuidado al soltar la bomba despacito".
Arqueo mis cejas.
—¿Qué? —espeto totalmente confundida y perdida. No me cabe un universo en el que Rick no viva con Seth y viceversa—. ¿Por qué? ¿Se han peleado?
—No, nada de eso —sacude su cabeza como si fuese imposible. Resopla con fuerzas antes de volver a hablar—. Jess, como siempre, la historia de amor interminable.
—Pensé que Jess y él habían roto.
Jess Wenworth fue la hermanastra de Seth, él se enamoró de ella y tuvieron una historia de amor digna de una jodida película. Luego ya no fueron hermanastros más... fueron pareja por un tiempo y me perdí en el hilo de las cosas pero por lo que él me dijo, lo habían dejado. Envidie su relación por un tiempo cuando estaban en su mejor momento, su felicidad y lo bien que estaban. No hay dudas de que Seth está loco por ella, perdidamente enamorado y en la novena nube.
—Dije interminable, ¿o no lo dije? —me mira acusadoramente—. Esos dos deberían casarse y hacerme el puto padrino ya —se queja como si la relación le estresara a él también—. Cuestión que cuando rompieron, supuestamente para siempre, Jess se mudó a California porque no soportaba estar cerca de Seth o una mierda así. ¿Sabes cuánto le duró a Seth no correr detrás de ella? Un mes. Ahora está en California. No sabe cuándo volverá pero se ha ido apenas volvimos de Portland, casi un jodido mes de eso. No creo que vuelva.
—¿Solucionaron las cosas? ¿Qué hará con la universidad? —cuestiono con el ceño fruncido.
Rick se detiene frente al auto negro de mi padre y hace que la cajuela se abra con un botón. Mete mi maleta dentro.
—No sé y no sé —suspira él. Rodea el auto y se sube dentro. Yo sigo parada en la acera luciendo como una tonta mientras intento procesar la información. Sacudo mi cabeza y me apuro a subirme también antes de que me deje o comience a los bocinazos.
Rick pone el motor en marcha.
—Si han vuelto es un puto misterio para mí, no me dice nada pero yo creo que sí. Uno no se queda tanto tiempo allí si no han vuelto... Aunque siendo Seth, no lo sé. Y sobre la universidad... Ha puesto todo en pausa el imbécil. Yo pensé que nos graduaríamos juntos. Imbécil.
Detecto el tono amargo de Rick y lo enfadado que esta con su mejor amigo por haberse largado así. Me pregunto si mi hermano habrá aprendido a hacer el desayuno solo o si usará el delantal rosado de Seth. ¿Qué le habrá pasado a la silla huevo?
La información sobre el nuevo paradero de Seth me abruma un poco. No puedo evitar sentir una pizca de traición. Se supone que yo soy su lagarto, una llamada para explicarme que tal va su vida no me hubiese matado. ¿Ha hecho todo esto y no me lo dijo? Idiota.
Aunque... No puedo reprochar mucho, yo tampoco le he hablado mucho. Solo unos cuantos mensajes de vez en cuando y le respondo las historias en Instagram cuando puedo. No es como si explicar mi «situación» fuese fácil y divertido.
—Ya qué, es un imbécil —continua hablando Rick. Me deja un poco conmovida cuantas veces le ha dicho imbécil en menos de un minuto—. No quiero hablar de él, me hace renegar. ¿Qué tal todo en tu vida?
—Bien —respondo convencida a medias. Estoy mejor que hace dos meses, si de algo cuenta ese traicionero "bien".
—Te noto más delgada —dice él cuando nos frenamos en un semáforo en rojo. Las gotas de lluvia siguen golpeando el parabrisas del auto—. ¿Segura de que esta todo bien?
Trago saliva con nerviosismo.
—Sí —miento.
Me da mucha vergüenza hablar de mi... problema abiertamente. Quiero seguir el consejo de Liam y buscar un especialista pero quiero estar en Miami para empezar cualquier tratamiento. No tiene sentido dejar uno a medias en Portland.
—¿Zack se está portando bien? —continua su interrogatorio aunque todavía lo noto intranquilo con mis anteriores respuestas.
—Ajá.
Me tomo un momento para apreciar la ironía de la situación. Tengo ganas de reír. Hace un poco más de un año, estábamos en una situación parecida, solo que conduciendo desde el aeropuerto en Miami hasta su departamento. Y hablando de Zack. Me pregunto sobre mi relación con él y hasta se le fue la olla cuando quiso saber si era sexualmente activa. La Quinn de ese entonces se hubiese destornillado de la risa si la de ahora la hubiese puesto al tanto con su futuro. "Oh, pequeña Quinn del pasado. No te alarmes pero ahora, Zack es nuestro hermanastro, mamá y papá se separaron, y ahora papá vive en San Francisco... uh, por cierto, tienes cien problemas más de los que te imaginas ahora".
—¿Y qué tal ese chico... Liam? —inquiere cuidadosamente sin saber que decir su nombre es tocar un nervio sensible en mi.
—Somos amigos —carraspeo.
Sí claro, "amigos". Con tan solo recordar las fotos que estuvimos intercambiando las últimas semanas. Joder, ni siquiera que haga diez grados bajo cero logra enfriarme. Liam es un jodido dios griego, vaya a saber de dónde heredó esos genes que me vuelven loca. Sin dudas saqué la lotería con él.
—Veo que han... mejorado. Algún día me merezco oír la historia completa, ¿no crees? —inquiere con los ojos fijos en la carretera. Pasamos por otra tediosa colina.
—Sí, algún día —me río y apoyo la cabeza en la ventanilla.
No puedo apreciar muy bien la ciudad de noche y con este clima de lluvia, pero San Francisco es precioso. Y tengo buenos argumentos con eso después de haber pasado un verano entero aquí, recorriendo todos los puntos turísticos existentes con mis hermanos. Bueno «hermanos» no, más que nada Rick porque Nate volvía muy seguido a Atlanta por Hannah, su novia. Que resulta también estar pasando las fiestas con nosotros. Según lo que Nate me contó, Hannah logró buscar en su corazón para perdonarlo después de su metida de pata con Scarlett en esa fiesta de compromiso. Siendo honesta, no pensé que volverían, Hannah lucía destrozada pero "el amor lo puede todo" y todo ese cuento gordo.
Así que Rick y yo tomamos la ciudad de San Francisco mientras papá salía a trabajar. Es fascinante en ciertos aspectos, como el Golden Gate. El paseo en ferry es divertido aunque hay demasiados turistas y Alcatraz es impresionante. No disfrute mucho las colinas y subirlas, joder que es tedioso pero luego de dos meses, ni las sientes. El clima no es envidiable. Cada vez que salíamos, teníamos que arrastrar un abrigo porque de la misma nada, comienza a hacer fresco.
Agotamos los lugares famosos para la tercera semana en la ciudad y después tuvimos que conformarnos conociendo barrios y lugares de comida.
Identifico el camino y sé que nos falta un rato para llegar a la casa de papá. Él se acomodó en uno de los barrios más caros de San Francisco, con la excusa de que su nuevo trabajo paga bien. No me sorprende, papá es un abogado con una reputación única.
Pacific Heights está alejado de la ciudad y es un barrio bastante tranquilo. Y costoso, vuelvo a recalcar.
—¿Y tú, hermanito? ¿Has encontrado novia? —le pregunto cuando el silencio se vuelve abrumador.
—No, en eso me va para la mierda —bufa—. Solo quiero graduarme, de ahí veré de encontrarme una novia.
—Me parece perfecto.
Aún recuerdo el lío que se montó con Alison Aiken el año pasado.
—Uhm... Quinn, hay algo de lo que debo advertirte —dice y se voltea a darme una mirada antes de volver a poner sus ojos al frente.
Mis nervios se disparan.
—¿De qué?
—Papá tiene una nueva novia —suelta y traga saliva. Presiona su mandíbula, no se atreve a mirarme.
Mi estomago se revuelve y si tuviese algo dentro de él, vomitaría. No exagero. Parpadeo como una tonta.
—¿Novia? ¿Hace cuanto?
Habló con él todas las semanas y la última vez fue esta mañana para ponerlo al tanto con mi llegada. Me dijo lo emocionado que estaba de pasar las fiestas conmigo y de tenerme en casa. Nunca mencionó a una... novia. Mi papá no puede tener novia, es mi papá.
—Es reciente —responde con incomodidad—. Se llama Lauren, trabaja con él.
Aclaro mi garganta.
—¿Ya la has conocido? —inquiero traicionada. No es justo que él se entere antes que yo.
Niega.
—Vino esta tarde, una hora después de que haya llegado. Venía a dejarle unos papeles a papá, él pensó que Nate y yo no veíamos y se besaron.
Vomito, de nuevo.
»Supongo que uno de estos días la presentará. Por como hablaban, parecen ir enserio.
—¿Y cómo es? —presiono ahora muerta de la curiosidad y del terror. Suficiente es mamá con Matthew, el padre de mi ex novio, no me digas que ahora papá también—. Dime que no tiene veinte.
Rick larga una carcajada. Lo miro ofendida, ¿cómo puede reírse en un momento como este?
—No, no tiene veinte. Debe tener cuarenta y tantos —calcula dejando la risa—. Es castaña, esbelta, normal.
Solo mi hermano describe la apariencia física de alguien con "normal".
—¿Crees que debería confrontarlo? ¿Preguntarle sobre ella? —le pregunto y busco la aprobación en su rostro.
Me mira rápidamente y niega rotundamente.
—Deja que el hombre nos cuente, joder metiche —me advierte—. Ir por un divorcio es demasiado, tener una novia después mucho más. Dale tiempo.
Exhalo con fuerzas y golpeo la parte trasera de mi cabeza contra el asiento.
—¿Algo más que deba saber? ¿Ahora también tiene un perro, un gato o un cocodrilo quizás?
—Dramática —se queja Rick.
Baja la velocidad cuando entramos a Pacific Heights. Diviso la casa de papá en la esquina. ¿Qué si su nueva novia es la que me abre la puerta? ¿Cómo reaccionaría? Seguro le doy un ladrillazo en la cabeza y salgo corriendo. Oh, Jesús. ¿Y si es como la madrastra malvada de Cenicienta. Y JODER, ¿si tiene hijos? No puedo con más hermanastros. Con lo jodida que esta mi vida, seguro mi nuevo hermanastro es Stefan Fleming o Riley Crawford.
—Cálmate, no estará ahora —dice Rick burlón mientras estaciona el auto. ¿Dejamos de vernos un mes y ya lee mentes?
Salgo del auto y me cruzo de brazos porque me hace frío. No he comido en todo el día. Solo he desayunado porque Zack me obligo con la mirada a tragarme hasta el último bocado de mi yogur con cereales. No lo vi por el resto del día así que tuve más libertad. Mi excusa es que estuve muy ocupada haciendo mi maleta y terminando los últimos detalles de la mudanza. En conclusión, me hace más frío de lo que le haría a una persona normal por mis bajas defensas y la poca grasa en mi cuerpo.
Subo las escaleras del porche y toco el timbre. Rick se me une con mi maleta en su mano. Las luces de adentro están encendidas por lo que no demora mucho en abrirme.
Papá sonríe de oreja a oreja cuando me ve. Le doy un rápido vistazo antes de saltar a sus brazos, en busca de algo que me indique "tengo novia". Su cabello sigue siendo corto, el color sigue el mismo aunque noté que se ha arreglado las canas, tiñéndolas a su habitual castaño oscuro. Sigue en su mismo peso, un poco rellenito pero no una bola, tampoco modelo de Calvin Klein. Mi padre debió ser todo un playboy en sus épocas aunque me de un poco de repulsión pensar en ello. Los gemelos heredaron los buenos genes, aunque yo asalté todos.
Esta igual que siempre.
Aunque... Oh, oh. Su colonia ha cambiado. Lo detecto cuando lo abrazo y hundo mi cara en su hombro. Ha cambiado la colonia. ¿Qué significará eso?
—Te extrañe mucho, Quinnie —revuelve mi cabello cuando rompemos el abrazo.
—Yo también —contesto.
—¿Podemos entrar ya? —se queja Rick irritado a mis espaldas—. Me estoy helando el culo aquí.
Papá niega con la cabeza divertido y hace que entremos. La casa esta tal como la recuerdo. Una amplia sala de estar, piso de madera, el juego de sillones y la televisión. Inmediatamente noto la calefacción por lo que cuelgo el abrigo en el perchero cerca de la puerta.
—¡Pero si es mi hermana favorita! —exclama Nate desde uno de los sofás.
Junto a ella esta Hannah. Sonríe al verme y se para al igual que su novio.
Nathan me alza del suelo y me hace dar vueltas mientras me dice todo lo que me ha extrañado.
—Me tienes olvidado, ¿sabes?
—Es que yo soy su hermano favorito —se burla Rick quitándose el gorro de los Bruins, dejando a la luz su cabello alborotado.
—Eso es mentira, yo soy su hermano favorito —dice Nate dejándome en el suelo.
De reojo, veo a papá rodar sus ojos.
—¿Tú? No me hagas reír, Nathan —brama Rick. Solo le dice Nathan cuando la pelea va enserio—. ¿Qué hermano fue a buscarla al aeropuerto, a qué hermano eligió cuando se escapó de mamá, qué hermano le cambiaba los pañales llenos de caca cuando tú...?
—¡Suficiente! —exclamo cansada. Le pongo una mano en el pecho a Rick y lo obligo a retroceder unos pasos. De repente vuelvo a ser la Quinn de ocho años que tenía que detener sus peleas sobre mi. Repito lo que siempre digo:— No tengo favorito, ya lo saben.
Es verdad que pasó más tiempo con Rick, pero eso no me hace querer menos a Nate.
Los dejo mirándose como perros rabiosos y me acerco a saludar a Hannah, quien observa la situación divertida.
—¿Cómo has estado? —le pregunto al abrazarla. Se ha cortado el cabello rubio a la altura de sus hombros y esta bronceada, raro para ser invierno. Me devuelve el abrazo.
—Bien —responde entendiendo el doble sentido de mi pregunta. Después de todo, fui yo la primera persona en consolarla luego de lo que pasó con Nate—. Todo está mejor ahora.
—Me alegro por ti y por Nate —murmuro.
Me dedica una sonrisa de agradecimiento.
—¿Quién quiere pizza? —pregunta papá con una actitud contagiosa.
—Yo —gritan los gemelos al unísono.
Yo no tanto, pero soy capaz de comer una porción.
Me mira buscando mi aprobación y asiento fingiendo entusiasmo para no levantar sospechas. Lo último que quiero es agregar a mis hermanos y a papá a la lista de personas que se preocupan por mí en este tema. Zack y Liam son suficientes.
Papá pide las pizzas y yo uso el tiempo que tardan en venir acomodándome en mi habitación. No dejé muchas cosas aquí el verano pasado, quizás unas zapatillas y algún que otro libro.
Nate irrumpe en mi habitación, se lanza en mi cama y comienza a charlarme. Me gusta que haya tomado la iniciativa de ponerme al tanto con lo que fue su vida este último mes y medio que pasamos sin vernos. Me saca bastantes carcajadas y me hace sentir feliz de estar aquí.
***
Paso la noche enterrada entre mil colchas intentando mantener el calor. Intento hablar con Liam o mandarle mensajes aunque sea porque me pidió que le avise cuando llegue a San Francisco pero no me responde los mensajes. Ya debe ser temprano allí, debería responderme.
Los planes de Liam para estas vacaciones son los mismos de siempre, ir a Nueva York aunque para estar con su padre. El famoso viaje a el penthouse de Aggie y pasar navidad con los niños del orfanato ya no sigue en pie después de la catástrofe. Liam me contó que logró poner a todos de acuerdo —por partes separadas— en organizar el dinero para los regalos, así que los niños del orfanato sí recibirán un regalo de navidad de parte de ellos, solo que se perderán de Nick disfrazado de Santa, los juegos y la buena compañía de los chicos.
Aggie también viaja a Nueva York, Nick a Miami por lo que me contó el otro día por teléfono y no sé nada sobre Tyler, aunque también apuesto por Miami.
Me rindo y dejo de esperar por una respuesta, ni siquiera recibe los mensajes. Así que me duermo a eso de las once. Sueño con Hamilton, como no.
—Hey, despierta —oigo una voz filtrándose en mis sueños. Unas manos me toman por los hombros y me sacuden delicadamente.
—Uhg, Rick, vete —mascullo y pego un cachetazo al aire. No golpeo a nadie. Me giro y entierro mi rostro en mis almohadas. De seguro estoy alucinando.
—Gatita, tienes que despertarte —murmura una voz ronca cerca de mi oído.
Me paralizo del susto y creo que me ahogo con mi propia saliva.
Volteo de un solo salto, esperando que sea verdad y no una alucinación. ¿Debería sacar turno con un psiquiatra ahora mismo?
Parpadeo varias veces para acostumbrarme. No me cuesta identificarlo, sí creerlo. Liam Hamilton está sentado al borde de mi cama.
—¡¿Quá haces aquí?! —chillo con el corazón latiendo tan fuerte que amenaza con salir volando por la ventana.
Sonríe esa manera irresistible que me vuelve loca. Sus perfectos hoyuelos salen a relucir.
—Buenos días para ti también —responde burlón.
Con la luz de día que entra por la ventana, lo observo mejor. Viste una sudadera negra y vaqueros. Su cabello esta revuelto de una manera sexy, está afeitado y el olor a la colonia que usa siempre me relaja.
Pongo una mano en su rostro, solo para chequear que no esté soñando.
—Es una manera rara de saludarme, Gatita —dice burlón debajo de mi mano.
—¡Eres un idiota! —chillo emocionada y salto a abrazarlo.
Mis brazos lo rodean y me siento en casa. Entierro mi rostro en su cuello y disfruto cuando me agarra por la cintura. Me distancio un poco y le miro todo el rostro.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? ¿Mis hermanos no te dieron un navajazo o algo así? —hablo tan rápido que mi lengua se traba al final.
Se ríe. Joder, su risa es perfecta.
—Soy tu regalo de navidad —dice y apoya su frente contra la mía. Sonrío como una tonta enamorada—. Y bueno, toqué el timbre, me abrió Rick. Casi me mata si no hubiese sido por la novia de Nate. Ella los tranquilizó. También conocí a tu padre.
Abro mis ojos bien grandes.
—¿Y? —presiono con nervios.
Papá no era gran fan de Zack como mamá. Nunca supe si era él o que yo tuviera novio. Liam no es mi novio, pero se ha presentado aquí. Hay que tener los huevos bien puestos y un instinto suicida para hacerlo.
—Creo que le caigo bien —responde.
Sonrío aliviada.
—¿Ahora puedo hacer lo que me estoy muriendo de ganas de hacer? —pide casi desesperado.
—¿Y eso qué es?
—Eres muy inteligente para hacer el papel de tonta, Quinn.
Cubre mis labios con los suyos. El tacto me enciende entera. Sus labios son suaves y embriagantes. Se abalanza con ganas sobre mí y yo no pongo protestas, no nos vemos hace mucho tiempo y esas fotos no ayudaron en jodidamente nada.
Sus dedos se cuelan por debajo de mi blusa de pijama y su tacto sobre mi piel me vuelve loca. Abre su boca dejando que encuentre a su lengua, es entonces cuando se acaba la tregua y nos comenzamos a dejar consumir por el deseo. La piel me arde y quiero tenerlo aún más cerca.
De repente, mi burbuja de lujuria se rompe cuando oigo a alguien tocar la puerta. Mis cien sentidos se ponen en alerta, los de Liam también porque se separa de mi como si tuviera una enfermedad contagiosa. Por poco salta a la otra esquina de la habitación. ¿A quién le diremos «gato» ahora? Me echo de espaldas a mi cama.
La puerta se abre y veo a Nate en ella. Mira a Liam y le sonríe como si quisiera matarlo.
—El desayuno esta listo —avisa él sin quitar sus ojos de Hamilton quien luce tan incomodo que parece arrepentirse de haber venido hasta aquí—. Bajen los dos, ahora.
—Vete, ya —le gruño a mi hermano enviándole miradas de odio.
—Ya quisieras, niña —niega con la cabeza rotundamente—. Rick y yo haremos sacar esta puerta luego del desayuno.
¿Dónde quedo el Nate que no se ponía celoso y no era tan sobreprotector?
—A desayunar, ahora —insiste.
Asiento rendida y me levanto de mi cama. A mi lado dejé una sudadera de Nate que usé ayer antes de irme a dormir. La paso por mi cuerpo escondiendo el minúsculo pijama que tengo puesto a pesar de que sea invierno.
Le hago una seña a Liam para que bajemos.
No sé cuáles son sus planes ni porque está aquí, pero presiento que serán unas semanas interesantes.
notA:
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