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17. Liam

Capítulo editado

17 | LIAM

—Deja que hable con él —le digo a Aggie mientras estamos en el elevador. La rubia tiene su mirada perdida fija en sus pies. Siento muy afectada por lo que acaba de pasar. Debe ser difícil pelear con Tyler cuando nunca lo hacen.

Él es muy importante en su vida, discutir y distanciarse no es opción.

—No creo que seas la persona a la que quiera ver —me recuerda Nick y apoya contra una de las paredes. Oigo como larga un suspiro frustrado.

—No —contesto cortante y en un tono obvio—. Pero alguien tiene que hablar con él. No sé qué le ha pasado allí afuera.

—Liam, abandona la máscara. Todos sabemos lo que pasó. Todo este tiempo hemos jugado a hacer como si nada hubiera sucedido —habla Nick en una voz calmada—. Cuando en realidad, nunca arreglaron nada. Tyler finalmente explotó, eso es todo. Era cuestión de tiempo y tú lo sabías. Solo que has hecho como si nada porque era lo que te convenía, ¿no?

Sus palabras me dejan descolocado, y la forma en la que lo dice aún más. Es como si tuviera odio acumulado por mi y lo estuviese dejando salir justo ahora. Nick no suele hablar así, y cuando lo hace, entiendes que es grave.

—¿Qué mierda, Nick? —inquiero esperando a que diga algo para explicarse pero mantiene su postura.

—Nicholas —masculla Aggie mirándolo con seriedad.

Aggie siempre intenta mantener a todos en línea. La mayor parte del tiempo lo consigue, aunque sospecho que hoy no será el caso.

—¿Vas a defenderlo? —inquiere Nick indignado—. Si sabes cual es la verdad.

Trago saliva.

No soy un tipo que no puede manejar una discusión, ni que se hace menos cuando me hablan. Sin embargo, esto se siente totalmente diferente. Es Nick. Uno de mis mejores amigos desde que tengo uso de razón. Esas palabras viniendo de él duelen el triple y a juzgar por su mirada, lo sabe perfectamente.

Las puertas metálicas del elevador se abren en nuestro piso. Nick es el primero en salir, dejándonos a mi y a Aggie atrás. Una vez que estamos solos, dejo escapar el aire contenido.

Sabía que venir a Portland sería una idea terrible.

—Voy a hablar con Nick —dice ella cuando estamos en el pasillo. Su novio estrella la puerta de la suite que comparten haciendo que ella cierre sus ojos con fuerzas por unos segundos—. Soluciona toda la mierda que tengas que solucionar con Tyler. Rápido, tenemos que ir al aeropuerto.

Voltea y se apresura a ir a su habitación. Me quedo parado como un imbécil en medio del corredor. ¿Dijo rápido? ¿Qué cree? ¿Qué tenemos que solucionar una discusión sobre equipos de fútbol?

Antes de entrar a la habitación, respiro profundo y reúno todo el coraje que tengo. Todo es diferente en cuanto a mis amigos, ellos son... Son los únicos que logran afectarme, que pueden hacerme sentir mejor o... La peor persona del mundo. No se necesita de mucho para enfrentar a desconocidos, pero enfrentar a los que uno quiere es todo un reto.

Entro a la habitación y miro hacia todos lados. Lo encuentro en la sala de estar, la cual es una habitación separada a donde están las camas. Sube la mirada al verme y ladea la cabeza como si no me quisiera aquí.

Cierro la puerta lentamente tras mi y me acerco.

—Si vienes a intentar hacer de psicólogo, te puedes ir —gruñe y echa su espalda hacia atrás en el sofá.

Me detengo en su frente.

—Quiero que hablemos. Siento que nada ha quedado solucionado.

—¿Eso sientes, Liam? —suelta, el sarcasmo resaltando en cada palabra que sale de su boca.

Se levanta del sofá y alza el cojín que se cayó al suelo. Lo observo con detenimiento cuando comienza a caminar por la habitación. Se detiene en el ventanal que tiene una gran vista a la ciudad lluviosa de Portland.

—Ella me dejó para irse contigo —habla en voz alta y claro para asegurarse de que estoy escuchando cada una de sus palabras—. Esa mañana, ella me besó y dijo "Es Liam, siempre fue Liam". Luego se largó. ¿Sabes lo que se siente eso?

Su voz tiembla, estando al borde de quebrarse. No puedo evitar sentirme como una mierda. Tal vez Nick tiene razón, tal vez estuve evitando todo esto por miedo a perder a mi amigo.

—Mierda, Tyler. Lo siento tanto... Pero tienes que entender que no fue mi culpa. No la obligué a hacer eso.

Voltea y es cuando noto sus ojos rojos. Ya he visto a Tyler llorar antes, de vez en cuando en los aniversario de la muerte de sus padres, cuando Quinn lo dejó por segunda vez. Siempre estuve ahí para él, siempre fui su hombro incondicional. Ahora se siente como si yo fuera el responsable de que se sienta así.

—No has sido tú quien dijo las palabras, tampoco la mandaste a hacerlo. ¿Pero en serio? ¿No te das cuenta que te metiste con mi ex? ¿Cuando una cosa así sale bien? —bufa y se cruza de brazos—. Me quedé callado, Liam. No dije nada porque no quería empezar una pelea entre los dos. No intento revolver mierda del pasado, pero necesito que entiendas que yo terminé como terminé por ser una consecuencia de la pelea que tú y Quinn tenían. No sé si te has detenido a contemplar eso.

Inflo mi pecho de aire, sin poder ignorar el dolor en mi pecho. Tyler pasa su mano por sus ojos para quitar sus lágrimas. Ese movimiento me tiene sintiéndome aún más como la peor persona del mundo.

Me considero inteligente. Debería haberlo pensado así, debería haber podido ponerme en los zapatos de Tyler por un instante. ¿Así me hago llamar su mejor amigo?

No.

Lo peor es que muy dentro de mí, sabía lo que estaba causándole a Tyler. Nunca dije nada por dos cosas. Por miedo a perderlo y porque cada vez que intentaba alejarme de Quinn, volvía como un perro perdido a su dueña porque no podía soportar no tenerla cerca.

—No espero que respondas. Yo no sabría que responder si fuese tú —suelta y me da la espalda—. Solo... Necesito estar solo por unos minutos, ya me pasará. Todo fue demasiado.

No pongo objeción, Tyler tiene razón. ¿Qué demonios puedo decir ahora? ¿Lo siento por no haberme hecho cargo de la chica que te rompió el corazón?

La verdad es que tengo que decirle que lo siento por haberme metido con Quinn cuando ella era su ex, lo siento por intentar tapar sus sentimientos y pretender que todo está bien después de lo que pasó.

Nunca debí involucrarme con Quinn en primer lugar, ella era la ex de mi mejor amigo. Es más fácil decirlo que hacerlo.

Asiento aunque él no pueda verme y en silencio me voy de la suite. Mi cabeza no para de pensar, desde que éramos niños, Tyler y yo nos habíamos prometido no ser de esos tipos de amigos que pelean por una chica. Aún así, años después, acá estamos.

Un claro ejemplo de que nada dura para siempre, nada es seguro y nunca hay que confiarse demasiado. Después de todo, el otoño se transforma en invierno, el día en noche y las promesas en mentiras. Nunca hay que dar las cosas por sentado.

En el pasillo de nuestro piso, me dan ganas de golpear algo por la impotencia que tengo. Quiero solucionar esto, pero ni siquiera sé cómo empezar.

No tengo que hacer, ni donde ir. Me siento en el suelo, aprovechando que el pasillo está desolado. Recuesto mi cabeza contra la pared y dejo escapar un suspiro de frustración.

Todo puede andar mal en mi vida, pueden hacerme lo que quieran, pero perder a mi mejor amigo no es opción en ningún mundo. Eso es lo peor que podría pasarme. Tyler es como mi hermano, y detesto haber terminado haciéndole daño al igual que Quinn.

De repente, la puerta de Aggie y Nick se abre. Quizás a ellos les haya ido mejor que a nosotros. Sin embargo, apenas veo a la rubia salir me congelo. Aggie rompe en llantos apenas me ve. Me levanto de un salto y corro hacia ella. Mierda, mierda, mierda.

Aggie me se lanza a mis brazos con piernas temblorosas y apenas consigo atraparla. Su pecho sube y baja por la falta de aire, sus ojos están cargados de lágrimas. Parpadeo confundido, intentando buscar una herida o lo que sea que le esté causando tanto dolor.

—Tienes que llevarme a un hospital, ya —suplica ella cuando se acerca a mi oído.

—¿Qué? —espeto.

—Liam, ya —suplica.

Es cuando noto como se retuerce del dolor en mis brazos. Las lágrimas explican un dolor físico, no emocional. Decido actuar rápido, sin merodeo y sin preguntas. Paso mi brazo por las piernas de Aggie, otro por su espalda y la cargo. Ella esconde su cabeza en mi pecho y solloza mientras aprieta mi camiseta con su mano.

No veo nada extraño cuando paso una mirada por su sudadera holgada, sus jeans negros y sus zapatillas.

Quiero llenarla de preguntas. Quiero exigir que me diga qué es lo que está pasando para poder entender mejor qué hacer. Aun así, no digo nada porque solo puede jadear del dolor, así que tengo que concentrarme en una cosa. Llevarla al hospital.

Bajo por las escaleras aumentando la velocidad a cada piso, la adrenalina no me permite sentir el cansancio. Aggie no deja de llorar.

Una vez que estamos en el lobby, grito por ayuda. Tres recepcionistas corren hacia mi, los tres portando caras de susto y confusión. No les doy tiempo de preguntar qué pasa.

—Necesito un auto, ya —demando sin rodeos—. Tengo que llevarla al hospital.

—¿No quiere que llamemos a una ambulancia? —inquiere uno de ellos con su vista puesta en Aggie.

—¿Luce como si tuviéramos tiempo para esperar una puta ambulancia? —vocifero.

El más listo de los tres, nos trae una solución. No eran todos tan descerebrados como pensé.

—Vamos, que el chófer los lleve —habla y me hace una seña para que lo siga.

—¿Estás loco? ¡No podemos hacer eso! —exclama el otro.

—¿Acaso no ves cómo está? ¿Eres imbécil? —cuestiona con una pequeña sacudida de cabeza. Él tampoco puede creer el nivel de estupidez de su compañero de trabajo.

Lo sigo rápidamente hacia la salida, él levanta una mano y le grita al chófer que se encontraba recostado en la puerta de su coche que nos tiene que llevar al hospital. Sus ojos por poco saltan de sus órbitas, el cigarrillo se cae de sus labios. Abre la puerta de los asientos traseros y nos hace subir.

Aggie gime del dolor, yo estoy muerto del miedo. A medida que el coche arranca a toda velocidad, inspecciono con la mirada todo su cuerpo. Todo luce bien, todo luce normal. Solo puedo suponer que es algo interno.

—Tranquila, ya vamos a llegar —murmuro y paso mi mano por su cabeza en un intento de consolarla. Quiero que deje de llorar porque me está matando y mi desesperación aumenta con cada llanto que da Aggie.

Miro hacia la ventana, no sé dónde demonios está el hospital. Me es imposible determinar cuánto falta, estoy a punto por preguntarle al chófer cuando se detiene y puedo ver la cruz roja.

Abro la puerta y vuelvo a mi trabajo de cargar a Aggie. Corro hacia la puerta de emergencias, no sé qué hacer, nunca me ha pasado esto antes. Grito por ayuda. Inmediatamente, una doctora se percata de nosotros. Deja la planilla que estaba completando en una mesa y se acerca corriendo.

—¿Qué pasó? —inquiere. Un enfermero le acerca una camilla y me hacen poner a Aggie allí.

La impotencia de no poder darles una explicación sobre qué está pasandole me sobrepasa. Respondo un breve "No lo sé". La doctora mira a Aggie quien no deja de llorar en busca de una respuesta.

—Estoy embarazada —contesta evitando mi mirada.

La cara de la doctora cambia completamente. Asiente luciendo comprensiva.

Empieza a dar órdenes sobre dónde llevarla, pero yo dejo de escuchar lo que dice. ¿Qué acaba de decir?

Uno de los doctores empieza a empujar la camilla en donde está Aggie. Me despierto de mi trance e intento seguirla pero voltea a mirarme cuando lee mis intenciones.

—Tienes que quedarte aquí. Te informaremos apenas sepamos algo seguro.

Me quedo paralizado en mi lugar.

Aggie está embarazada.

Parpadeo como imbécil, sin poder hacerme la idea aún. Aggie está embarazada. ¿Desde cuándo? ¿Nick lo sabe? ¿Alguien lo sabe? ¿Hace cuánto lo sabe ella?

Son demasiadas preguntas. Retrocedo unos pasos y me apoyo en la primera pared que encuentro. Empiezo a unirlo todo en mi cabeza, sus dolores abdominales, como yo no pude ver nada, su llanto que parecía ser por algo más que dolor físico... Creo que Aggie acaba de tener un aborto involuntario.

***

Pasan dos horas en las que no sé absolutamente nada de Aggie. Dos horas en las que me limito a sentarme en la sala de espera junto a otros familiares preocupados e ignorar las llamadas de Nick y Tyler. Nuestro vuelo de vuelta a Inglaterra despegó hace una hora.

Cierro mis ojos con fuerzas y suspiro por quinta vez. La idea vuelve a pasar por mi mente por decimoctava vez. Aggie Monroe está embarazada. Prefiero el término "está" antes que "estaba" porque todavía no sé nada.

La chica que conozco desde que soy pequeño, la niña de los rizos dorados y mejillas redondas que nos molestaba a Tyler, Nick y a mi para que juguemos con ella. Me cuesta tanto unirlo todo.

Ella estuvo siempre conmigo. No hay un segundo en el que me haya dado la espalda. Estuvo para ayudar a acomodar mi vida cuando mamá y Blair murieron, y más aún cuando secuestraron a Olive. Es por eso que sé que esta vez, me toca ser a mi la persona más fuerte de los dos y dejar que se apoye en mi.

No olvido la fiesta de Halloween cuando teníamos casi quince años y Nick y Aggie oficializaron todo. Si a Aggie no le sucedió nada, significa que posiblemente puede llegar a tener un bebé con Nick.

En parte, es lógico y entendible. Incluso antes de ser novio y novia, todos sabían que estaban hechos el uno para el otro. Han pasado por mucho, han compartido mucho y por eso los admiro. Se requiere de un sentimiento muy profundo para estar con la misma persona durante tanto tiempo.

Tan solo la idea de que ya no sean dos, sino tres me da escalofríos. Tenemos dieciocho putos años, al borde de los diecinueve. No es la edad para cambiar pañales ni pensar en biberones.

Un bebé simplemente... No es para ahora. Me pregunto qué va a decidir Aggie. Incluso si Nick sabrá de todo esto. ¿Por qué me pidió a mi que la lleve? ¿No es que Nick estaba en la habitación?

Claramente, con cada segundo que pasa, tengo más preguntas.

—Liam, ¿verdad? —carraspea alguien.

Salto de mis pensamientos al mundo real. La doctora que nos atendió cuando nos vió llegar está ahí. La observo con detenimiento. Viste un uniforme rojo y una bata blanca. Lleva su cabello castaño oscuro atado en una coleta. Las ojeras adornan su rostro.

—Soy yo —respondo aliviado de verla y poder tener noticias.

—Gracias por esperar —dice ella con un tono de voz monótono. Debe haber hecho esto tantas veces que le resulta automático—. La señorita Monroe está bien.

—¿El bebé? —inquiero siendo directo.

Aprieta sus labios y me mira como diciendo "ya sabes que ha pasado".

—Las chances de que sobreviviera eran escasas —contesta sin perder el profesionalismo—. Hemos descubierto que los genes del ovulo fecundado... Los cromosomas —continua.

—Son anormales. Hay algo mal en los números —completo con lo que recuerdo.

La doctora asiente sorprendida. Pensé que dije cualquier cosa.

—Alguien hizo su tarea —murmura.

Asiento. Algo así.

—¿Entonces...?

—Seguir con el embarazo iba a ser demasiado riesgoso, la señorita Monroe decidió no hacerlo —sentencia con seriedad—. Una decisión inteligente. Ya esta mejor, puedes ir a verla. La estamos teniendo bajo observación y con suero, pero en unas horas estaría bien para irse.

Asiento. Sigo a la doctora por el hospital. Hace mucho tiempo que no piso uno. El olor a desinfectante es fuerte, la gente va y viene, todo tiene un cierto aire a tristeza. Resulta irónico ponerlo así, en unos años seré yo él que recorra estos pasillos en una bata, si es que todo sale bien.

Llegamos a la habitación de Aggie. Está acostada en una cama usando una bata de hospital. Una manta la cubre hasta su estómago. Tiene la mirada perdida en la ventana.

Apenas entramos, ella nos escucha y sus ojos se encuentran con los míos. Puedo leerla a la perfección. Está aterrada.

—Los dejo solos —anuncia la doctora y se va de la habitación.

Una vez que cierra la puerta y estamos solos, Aggie salta a hablar primero como siempre hace.

—Siento que te hayas enterado así.

Tengo un millón y medio de preguntas. Empiezo con la más lógica:

—¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor —contesta con cierta confusión—. ¿Por qué no haces preguntas?

—¿Quieres que te bombardee a preguntas? Porque puedo hacerlo, tengo de sobra —me cruzo de brazos y alzo mis cejas. Aggie asiente con algo de miedo e inseguridad—. ¿Hace cuánto?

—Estaba embarazada de cinco semanas —carraspea con incomodidad y se acomoda en la cama teniendo cuidado con la aguja conectada a su brazo—. Me enteré la semana pasada.

—¿Nick lo sabe?

Niega.

—Planeaba contarle cuando regresemos a Cambridge. Ya veo que eso no será pronto.

Vuelve a acomodarse y pone una mueca de dolor con el movimiento.

—Vas a contarle, ¿verdad? —inquiero como si fuese obvio.

—No lo sé —responde con franqueza y me mira a los ojos. La Aggie mandona y fuerte que conozco de todos los días ya no está, en su reemplazo hay una chica asustada e insegura, sentada en una cama de hospital luego de haber perdido un embarazo. Resopla y continúa:— ¿Cómo se cuenta una cosa así? ¿"Estuve embarazada pero ya no más, ¿vamos a cenar?"—sacude su cabeza.

—Merece saberlo —recalco.

—Lo sé pero... ¿Qué sentido tiene decirle ahora? —replica y posa sus ojos en el suero. Es la primera vez que tiene uno puesto y no deja de mirarlo como si en cualquier momento la aguja podría quebrarse o entrar por completo en su brazo—. Además, él lo dijo. A modo de broma pero lo dijo, no planea tener hijos en un largo tiempo.

—Aggie, no lo dijo en serio. No es como si le hubieses preguntado que quiere almorzar... Nick no piensa en esas cosas ahora. Nick no piensa. Tener un hijo a esta edad nunca se le pasó por la cabeza, es eso. Si hubiese dicho lo contrario, te hubieras asustado porque un bebé a esta edad tampoco está en tus planes —suelto con sensatez y cuidado. Es como caminar en un campo minado, tengo que elegir bien mis palabras.

Ella asiente. Cierra sus ojos con fuerzas y cuando vuelve a mirarme, habla:

—Él lo sabrá, Liam—afirma con determinación. Sin embargo, tengo el temor que solo lo dijo para que me calle y no insista más—. Cuando solucionemos nuestra pelea actual. Cree que debería estar del lado de Tyler, no del tuyo.

—No hagamos esto más grande de lo que es —pido y aprieto el puente de mi nariz. Está desviando el tema de conversación—. No hay lados. Tyler y yo lo vamos a solucionar. Siempre lo hacemos.

—Nunca se han peleado por una chica antes —resalta con una pequeña sonrisa forzada en su rostro.

—Claro que sí —replico y me acerco. Ella se corre para hacerme un espacio en su cama y me siento allí—. Nos peleamos por ti, siempre cuando éramos pequeños. No por ti, pero porque tú nos hacías pelear.

—¡Eso no es cierto! —exclama con una pequeña risa y me golpea el hombro.

—Eras una niña muy malcriada, Monroe —me río. Ella sonríe y apoya su cabeza en mi cuerpo. Paso una mano por su cabello—. Va a estar todo bien, rubiecita. Me aseguraré de ello.





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