13. Quinn
→Capítulo editado.
13 | QUINN
Apenas lo veo de nuevo mi corazón, comienza a acelerar como si fuese un puto auto de Fórmula 1. Llega hasta donde estoy y se sienta sin decir nada en la silla libre de mi frente.
Hago un esfuerzo inhumano para no ahogarme con mi licuado, el cual no sé cómo voy a pagar aún.
—¿Qué haces aquí? —cuestiono con el ceño fruncido.
Cuando Liam se fue con esa corta despedida, mi corazón volvió a partirse un poco más y por poco me largo a llorar en mi lugar. Sin embargo, me dije a mi misma que no. Si él me ha superado tan bien, yo haría lo mismo. Aunque puede que haya entrado en juego el hecho de que no tengo energías ni los líquidos suficientes como para llorar.
Y aún así, volvió. ¿No ve que está jugando con mis sentimientos?
—Tenemos que hablar —sentencia él.
Es raro verlo después de tanto. El año pasado, estaba tan acostumbrada a verlo, a tenerlo cerca que ahora que ya no, se siente extraño. No ha cambiado nada, sigue siendo tan caliente como el infierno y sigue teniendo un rostro que roba suspiros. Lo único que podría agregar es el aumento de masa muscular que no tenía antes. Es raro, pensé que dejó el fútbol.
—¿De qué quieres hablar?
—¿En serio me vas a venir con esa pregunta? —inquiere con las cejas alzadas.
—Y sí, Liam —resoplo alzandome de hombros—. Han pasado casi siete meses desde que me enviaste al demonio y prometiste arruinarme si nos volvíamos a ver. Creo que todo quedó bastante claro.
—Estaba enojado —se defiende—. Y con buena razón.
—Sí, con buena razón —concuerdo en un asentimiento. Bebo lo último que me queda del batido—. Perdón por eso.
Liam se ríe tan sarcásticamente que duele. Sin embargo, es agradable ver sus hoyuelos mientras lo hace. ¿Por qué soy tan masoquista?
—¿"Perdón por eso"? —me cita indignado. Inmediatamente repito en mi cabeza lo que dije y me doy cuenta cuán frío y desinteresado sonaron mis disculpas—. ¿Así es como vas a disculparte?
—No —aclaro mi garganta, sintiéndome super mega extra estúpida. Al parecer, es un sentimiento que nunca se irá—. Siento que no hay manera suficiente para pedirte perdón después de lo que hice. Me cuesta mirarte a los ojos sin sentirme avergonzada por lo que causé, Liam.
Él se queda en silencio por unos momentos y baja su mirada. Trago saliva. Por supuesto que pensé sobre cuán destruído dejé a Liam, lo pensé por noches enteras y me odio por eso. Estaba tan segura de que la persona que más odiaba en este mundo era Zack Gallagher, pero estaba equivocada. Soy yo.
—Hiciste lo imposible, Meyer —admite subiendo la vista. Sus ojos oscuros que tantas cosas buenas me contaron hace meses, ahora lucen vacíos.
Dejo de respirar por unos momentos.
—Lo sé, y me detesto por ello —le digo en una voz calmada—. No sé en qué demonios pensaba, fui una tonta. Lo sigo siendo, no parezco saber lo que es aprender... Me estoy destruyendo a mi misma.
Es la primera vez que lo admito.
Eso es lo que estoy haciendo. Destruyéndome. Y todo lo estoy logrando solita. Alguien me pone escalones, los hago trizas, alguien quiere darme una escalera para que llegue a la cima, la enciendo fuego.
Entre el silencio que se forma, uno de los meseros viene hacia nosotros. Nos pregunta si vamos a querer ordenar algo más.
—Una botella de Jack Daniels —pide Liam, casi como si no pudiera resistirse—. Y dos vasos —concluye.
—¿Puedo ver una identificación? —pregunta el mesero en un tono de voz aburrido, cansado de preguntar siempre la misma pregunta.
—No, no puedes. Te pagaré el doble —le dice Liam algo molesto cuando lo mira.
El mesero luce sorprendido, asiente y se va con nuestro pedido.
Aún recuerdo cuando Liam no bebía porque no lo consideraba importante. Aun recuerdo cuando yo no bebía porque no lo consideraba necesario para divertirme.
—¿Te arrepientes de lo que hiciste? —pregunta tras unos segundos.
—Como nada en el mundo —respondo con honestidad. Últimamente no estoy segura de muchas cosas en mi vida, pero esta es una de las cosas por las cuales pondría mis manos en el fuego.
—¿Estabas enamorada de mi o de Tyler? —interroga.
Detecto al instante que son preguntas que le salen casi automáticamente, como si ya las hubiera pensado mucho antes.
—¿Importa eso ahora? —respondo en un suspiro frustrado. No quiero responder esa pregunta que sigue dejando un gusto amargo en mi boca. La respuesta es clara. Creo que siempre lo fue.
—Sí, importa. Tengo que saberlo. ¿Recuerdas esa mañana? —me pregunta. Se queda callado cuando el mesero se acerca y deja sobre la mesa una botella nueva de Jack Daniels, dos vasos y hielo. Se aleja sin decir nada.
—Sí, la recuerdo.
Probablemente nunca deje de perseguirme.
—Te dije todo lo que sentía, te dije que estaba enamorado de ti —alza su mirada para mirarme a los ojos mientras sirve en los dos vasos con hielo la bebida. Desliza uno de los vasos en mi dirección—. Pero tú nunca dijiste nada.
La amargura de sus palabras al dejar su vaso de nuevo sobre la mesa me dan escalofríos. Aclaro mi garganta y me inclino hacia adelante, descansando mis codos sobre la mesa. Llevo el vaso a mis labios y le doy un largo trago que arde al pasar por mi garganta.
—No, no dije nada. ¿Pero quieres saber la verdad? ¿Quieres que lo ponga en palabras claras? —arqueo una ceja, sabiendo que voy a arrepentirme de esto, porque poner mi corazón en la línea de fuego significa que voy a terminar lastimada. Quizás después de todo, lo merezco. Suelto un resoplido—. Estaba horriblemente enamorada de ti.
—¿Estabas?
—Tengo el mismo derecho a saber, ¿estabas o estás? —elevo mis cejas y vuelvo a beber de mi vaso. Se vacía demasiado rápido.
Liam pasa su lengua levemente por sus labios. Haciendo que sienta un familiar calor recorrer mi cuerpo. Quito rápidamente mis ojos de ahí.
—No lo sé, ha pasado mucho tiempo.
—Los sentimientos por alguien no se van tan rápido.
—Ayuda bastante si te han roto el corazón —remata.
Tomo una profunda respiración y vuelvo a llenar el vaso. Liam imita mi acción.
—Lo siento, ¿sí? No sé qué demonios decirte, Liam. Lo que hice fue horrible, estoy arrepentida de cada segundo de ello. Fue inmaduro y sin sentido. Los dañé a los dos de una manera enorme. Nada va a volver a lo que era antes, eso lo tengo claro. Nunca voy a recuperar tu confianza, ni la de Tyler. Por lo que me consta, hemos terminado en todos los sentidos existentes.
—No obstante, viene bien aclarar todo. Ya sabes, para que pueda volver a Cambridge y lograr dormir bien una noche entera.
Sus palabras me golpean demasiado fuerte, la generosa dosis de sinceridad es la que produce el efecto. Claramente esta botella de Jack Daniels está empezando a soltarnos.
—Hablando de eso, ¿cómo lo llevas, eh? —trago saliva, poniendo mi mejor esfuerzo para sonar casual.
—No me desvíes el tema de conversación —me apunta con un dedo acusadoramente. Chasqueo mi lengua y ruedo mis ojos—. Sí, Quinn. Lo dijiste bien —declara—. Hemos terminado en todos los sentidos existentes.
—Fue una buena amistad —concluyo haciendo girar el líquido de mi vaso. Observo como el hielo se hace más pequeño. Liam asiente, a lo que me animo a agregar:— ¿Recuerdas esa vez que entramos a Everdeen por la noche para robar mi exámen de Física?
—Dabas asco en Física —me dice Liam y bebe de un tirón su tercer vaso. Empieza a servirse uno más—. Estaba tan enamorado que te ayudaba en Física... Nunca ayudaba a nadie. Hice lo imposible para que apruebes. Estaba loco.
Bufo. ¿Él estaba loco?
—¿Y todas las veces que me dejé pisotear por Winter Dunne mientras Malcolm los presentaba como novio y novia? Si eso no es amor, dime qué es.
Liam suelta una carcajada, y por unos segundos, me quedo embobada con su sonrisa.
—Solo sucedió una vez.
—Estoy bastante segura que fueron dos —asiento con la cabeza—. Todavía recuerdo cuando me invitaste a ser tu pareja en esa cena de beneficencia solo para enfadar a Malcolm.
Se alza de hombros aparentando ser inocente.
—No iba a casarme con Winter Dunne —se defiende arrugando su nariz.
—Buen punto, no sé qué hubiera hecho si te hubieses casado con ella —confieso y no me atrevo a mirarlo a los ojos. Puedo ver cómo forma una pequeña sonrisita que marca sus hoyuelos.
Necesito otro trago para poder sobrevivir a esa sonrisa.
—¿Y qué tal tu vida en Portland? —inquiere, su pregunta me descoloca.
Me sorprende que estemos teniendo una conversación tan... Tan normal y sin que vuelen insultos y navajas. Es como si fuéramos dos amigos que no se ven hace mucho tiempo. Y en parte, si olvidamos todo lo malo, esos somos.
—Horrible —me estremezco—. ¿Qué tal la universidad?
—Bien —responde y bebe otro sorbo—. ¿Por qué es horrible?
Elevo mis cejas. ¿Por dónde empezar? Tengo tanto para elegir.
—Si te cuento, me convertiría en una persona aún más horrible así que prefiero guardarmelo —sentencio tras otro sorbo de Jack Daniels.
—No creo que puedas ser más "horrible" de lo que ya eres para mí, pruébame —responde en un tono monótono. Sus palabras duelen más de lo que esperaba. Liam no está "charlando" conmigo, está intentando demostrarme que tan poco le importo.
Hace que mi corazón arda del dolor.
Muerdo mi labio y me reúno de coraje para no llorar.
—Hay cosas que prefiero guardarme para mi misma y mi círculo cercano —es lo que decido responder. Sin embargo, "círculo cercano" está de más, puesto a que está conformado por nadie.
No tengo amigos en Portland.
Apenas tengo familia.
—¿Tu círculo cercano? —se burla en una risa. ¿Tan tonto sonó? Carraspeo sintiéndome un poco cohibida—. ¿Quiénes conforman tu círculo cercano ahora?
Muerdo mi labio. Sería tan fácil inventar unos cuantos nombres y pretender que estoy llena de amigos, que estoy mejor sin él. Pero los vasos de Jack Daniels quieren otra cosa. Además, nunca fui buena ocultando mis expresiones a Liam.
—Solo yo —respondo chasqueando mi lengua.
Parpadea con sorpresa cuando deja su vaso de nuevo sobre la mesa de madera. Me observa con asombro. Desde el momento en el que entré al jardín de infantes estuve llena de amigos, tenía una facilidad increíble para hacerlos. Nunca tuve problemas con ello y es por eso que me resulta tan irónico ahora mi lista de amigos sea casi nula.
—¿Qué pasó con Scarlett?
Me muerdo el interior de mi mejilla.
—Me acosté con su novio —respondo sin pudor, pero sin estar orgullosa. Liam quiere odiarme, ahí está. Voy a darle todas las herramientas para que lo haga.
—Mhm —balbucea sin agregar nada más y termina el contenido de su vaso. A juzgar de su expresión, no está sorprendido.
—Fue una buena noche —respondo fingiendo indiferencia al alzarme de hombros. Es una gran mentira. No recuerdo casi nada de esa noche.
—¿Una buena noche? —alza sus cejas—. ¿Por qué? ¿Te lo hace mejor que yo?
Me ahogo con mi bebida y comienzo a toser. Dejo el vaso a un lado, intentando recuperar la respiración mientras Liam me observa con una mirada burlona. Sabía que iba a reaccionar así, y lo hizo a propósito.
—Creo que ya debería irme, tengo una boda a la que ir —sentencio al aclarar mi garganta. Rápidamente mis ojos apuntan a la botella casi a la mitad. ¿En qué momento...?
—No, no lo creo —niega con la cabeza—. Por algo te has escapado —resalta cuando hago el ademán de levantarme.
Resoplo.
—¿Qué sabes tú? —cuestiono—. Liam, ya no me conoces.
—Tú tampoco me conoces a mi —contraataca inclinándose sobre la mesa para estar más cerca de mi.
Aprieto mi mandíbula.
—Te equivocas, Hamilton —las palabras salen despreocupadas y a esta altura, siento que no tengo filtro—. Soy la persona que te conoce mejor en todo el mundo.
—¿Por qué estás tan segura de eso? —me pregunta relajado, como si ya supiera de antemano que lo que digo son puras mentiras.
—Porque cuando estás enamorada de alguien, tiendes a prestar atención a cada mínimo detalle y acción. Te conozco, puedo predecirte, te entiendo y puedo ver lo que hay en tu corazón como nadie más puede. Sabes que tengo razón —suelto en una voz baja. No me he dado cuenta en qué momento me he acercado tanto a él. Nuestros rostros están tan próximos sobre la mesa que con tan solo inclinarme un poco más, todo esto podría irse al demonio.
—No es así —murmura mirándome a los ojos—. Piensas que es como dices, pero no lo es. Ya no tienes ningún efecto en mí.
Mentiras.
—¿Entonces por qué volviste?
,Mi pregunta lo deja sin aliento. Se hace hacía atrás, dándose por vencido. Esbozo una pequeña sonrisita y vuelvo a sentarme correctamente, enderezando mi espalda.
—Para darle un cierre a todo esto. Tengo que salir adelante con mi vida —contesta.
Alzo una ceja.
—Creo que lo estás haciendo bastante bien, Liam. ¿Cómo se llamaba... Emma? —inquiero.
Claramente, pasé a un punto en el que me vale mierda todo. Sí, lo stalkeo en Instagram y desgraciadamente sé quién es.
—¿Stalkeandome, Gatita? —inquiere en un tono de burla.
Trago saliva y pongo mis ojos en blanco, tratando de ignorar que acaba de llamarme así. No escucho ese nombre salir de sus labios hace una eternidad. Vuelvo a servirme un poco de Jack Daniels, le agrego hielo y le doy un largo trago. Muerdo mi labio mientras Liam no quita su mirada de mi.
—Me cansé de esto —afirmo luego de aclarar mi garganta—. No tiene sentido, los dos estamos dolidos y enojados. No vamos a llegar a ningún lado.
—Tienes razón —cede tras unos momentos de pensar bien su respuesta. Eligió el camino maduro, bien por él. Al menos uno de los dos sabe elegir ese camino—. Ahora sí me voy.
Eleva su mano para llamar al mesero. Este se acerca rápidamente cuando parece recordar que Liam iba a pagarle doble por hacer la vista gorda con el tema del alcohol.
—¿Le cobro los waffles y el batido también? —pregunta cuando Liam le extiende una de sus tantas tarjetas de crédito.
—Todo —responde en un tono que me dice que quiere sacarse de encima al mesero.
Por lo menos conseguí comida gratis.
El mesero pasa la tarjeta de Liam, emite un recibo y se lo entrega. Como siempre, ni se molesta en revisar el monto y guarda el recibo en su billetera.
—Buena charla —le digo al levantarme. Me siento un poco mareada y a diferencia de como me sentía cuando entré a este bar, es porque estoy borracha.
—Me voy a mi hotel y ahora sí, espero no volver a verte nunca más —sentencia él a medida que arrastra sus pies. De un momento a otro, se queda quieto y estira su mano para agarrar la botella de la mesa—. La llevo de recuerdo —me explica cuando le alzo las cejas.
Dudo que este sea un momento para recordar.
Cuando salimos, la noche está cayendo. Tendría que estar en la fiesta. Mi madre está casándose. ¿Qué clase de hija soy? Ni eso puedo hacer bien.
—Me tomaré un taxi —le digo—. Tú deberías volver a tu hotel, luces como la mierda.
—No recuerdo cómo llegar —murmura, poniendo sus manos sobre sus caderas mientras observa el panorama.
—¿En qué hotel te estás quedando? —le pregunto. No puedo dejarlo solo en la calle, perdido en una ciudad que no conoce. Es sentido común.
—No lo sé —espeta con enojo—. Creo que era... No lo recuerdo bien, tiene un nombre raro —frunce su ceño. Retrocede y apoya su espalda en la primera pared libre que encuentra—. Llamaré a Tyler para preguntarle.
Mi cabeza se pone en alerta. Si un Liam borracho llama a Tyler, no le costará decirle que está con una Quinn borracha y pronto ¡bum! (Estallido dramático).
Revuelve los bolsillos de su traje hasta dar con su teléfono.
—No tiene batería, mierda —gruñe y cierra sus ojos con fuerzas, como si estuviera intentando luchar la borrachera pero queridos, eso y los pedos, no se pueden luchar—. ¿Tienes tu móvil aquí?
—No —respondo.
Deja escapar un suspiro. Desliza su espalda contra la pared y cae al suelo.
—Supongo que me quedaré aquí hasta que... Hasta que se me ocurra algo —ríe.
Aprieto mis labios. ¿Es buena idea dejarlo solo? Claro que no lo es. Borracha y todo puedo distinguir que esto es una mala idea, cualquiera podría venir y robarle hasta la virginidad que no tiene.
Observo como juega con un encendedor. ¿De dónde demonios sacó eso? Aviva la llama, la apaga y vuelve a repetir el proceso.
—¿Ahora fumas? —inquiero de modo acusador.
Sí he visto a Liam fumar antes, en fiestas o cuando tenemos que quemar tiempo estando en la casa de Nick. Sin embargo, nunca como un hábito.
—No, lo encontré en el piso —suelta una carcajada.
Le diría algo si no encontrase por alguna razón lo que dijo chistoso. Me río con él.
—Puedes ir pidiendo tu taxi —agrega elevando su mirada.
Muerdo mi labio. No sé qué es peor, dejarlo en la calle o hacer lo que haré. Supongo que lo averiguaré sobre la marcha.
—Levántate, te vienes conmigo —sentencio y le extiendo una mano.
—¿A la boda? Paso —resopla. La idea le resulta absurda y a estas alturas, a mi también.
—A mi casa —le respondo. Trago saliva—. Te irás cuando te pase... Esto.
Liam entrecierra sus ojos al mirarme. Puedo detectar un ápice de diversión en ellos. ¿Le parece divertido estar borracho y venir a mi casa? Hamilton, estás peor de lo que pensaba. Hace unos segundos jurabas odiarme.
—Está bien —accede con una sorprendente facilidad. Acepta mi mano para levantarse y tira el mechero al suelo en el proceso.
***
Nota:
Los dejé ahí. De nuevo.
Ya esta todo dicho, gracias.
Nos vemos el lunes, es un gusto hacer negocios con ustedes.
Con amor,
Cande💛
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro