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1. Quinn.

→Capítulo editado.

1 | QUINN.


Elevo mis cejas con un poco de curiosidad al mirar mi reflejo frente al espejo.

Esto es estupidez.

¿Cómo poner en las palabras indicadas todas las ganas que tengo de armar mis maletas y mudarme a las montañas? O cualquier lugar que esté lejos del drama innecesario, las conversaciones sin sentido, las sonrisas falsas y toda esta vida.

Observo con detenimiento el vestido costoso, las joyas y mi maquillaje perfecto.

Yo no nací para esto.

Pero que buena que soy haciéndolo.

—¡Quinn! —chilla Natalie desde afuera de mi habitación. Cierro mis ojos. Lo único que sabe hacer es gritarme—. ¿¡Ya estás lista!?

—¡No! —exclamo en respuesta.

—¡No me interesa, sal ahora! —demanda en ese tono agudo que tiene una forma de taladrar mi cerebro como si fuera tortura. Esta vez, aporrea la puerta con sus nudillos.

Pongo mis ojos en blanco. Por supuesto que no le interesa. ¿Qué más esperaba? Llevo tan solo dos días viviendo bajo este techo y Natalie viene haciendo un trabajo estelar en lograr que quiera tirarme de un edificio.

Me miro por última vez en el espejo. El vestido que tengo puesto es rojo oscuro, largo y se ajusta en mi cuerpo con un acabado sirena. Mi cabello rubio está perfectamente acomodado en un peinado recogido, y mi maquillaje es sutil pero realza mi rostro mucho mejor. Diciendo la verdad, no me puedo llevar todo el crédito por lucir como si estuviera por asistir a una alfombra roja. Ni siquiera pude elegir el vestido. Natalie eligió todo. El vestido, los zapatos, el maquillaje, incluso el peinado. No me disgusta, para nada, creo que me veo bien pero nunca le daré la satisfacción de decirle.

Me fijo la hora en mi celular. Son las seis de la tarde, indicando que los invitados deberían estar llegando. Natalie me dijo que me quiere abajo, sonriendo y hablando con todos como si fuéramos una familia feliz. Y como si toda esta situación de mierda fuera normal.

Termino de retocar mi labial color rojo, me pongo los zapatos de tacón que amenazan con quebrarme las piernas y salgo de mi habitación.

Todo afuera se encuentra en silencio, excepto por las voces atenuadas que soy capaz de oír. Toda la conmoción está sucediendo afuera. Tengo ganas de maldecir en voz alta. Mi plan para hoy era dormir y esconderme entre las sábanas para aplazar más y más mi repentina vuelta a la escuela mañana en Portland.

Seré la chica que pasó de ser la futura capitana de porristas, la novia de un universitario y llena de amigos a ser la chica que volvió de Miami tras traicionar a sus mejores amigos. Por supuesto que nadie aquí sabe esa parte pero es suficiente con que yo lo sepa. Estoy completamente sola. Nadie me quiere en Portland, como nadie me quiere en Miami. Excelente. Qué emoción empezar mi último año escolar.

Me sostengo de la balaustrada de la escalera para bajar. Intento hacer el trayecto lo más largo posible. Prefiero enfrentarme con un león hambriento antes de salir al patio y estar en esta ridícula fiesta.

—¿Qué sucede, hermanita? ¿Necesitas que instalemos una escalera mecánica? —inquiere una voz cargada de sarcasmo y arrogancia.

Cierro mis ojos con fuerzas y ahogo las ganas de voltear y matarlo. Aún tengo que acostumbrarme a oírlo hablar. No respondo. Es mejor si me muestro indiferente como estuve haciéndolo por días. Tal vez si actúo como si no existiera, desaparezca.

Acelero el paso y hago el último tramo por la mansión moviendo mis piernas con tanta velocidad para tacones que me sorprende. Zack vuelve a gritarme algo pero ya no soy capaz de oírlo.

Afuera todo es diferente. En un sector del extenso jardín trasero que más que "jardín trasero" debería ser llamado "parque trasero", han montado una carpa enorme para resguardar a todos los invitados del sol. Sobre un piso negro que cubre el césped, los invitados van y vienen, todos vestidos de etiqueta y con trajes tan costosos que siguen sacandome un suspiro cada vez que oígo los precios.

Natalie ha elegido todo muy meticulosamente y luce bien. Enormes arañas cuelgan del techo, todavía sin estar encendidas, esperando pacientemente a que caiga la noche. Demasiadas mesas para contarlas están dispuestas a lo largo, ¿de dónde demonios sacan tantos invitados?

Muchos meseros vestidos con sus típicos uniformes se mueven de acá para allá repartiendo canapés y copas de champaña. Las mujeres viejas y con mucho dinero no dudan en beber como si fuera agua.

Me quedo un rato observando el panorama. Esto no me gusta. Ni siquiera sé qué hacer.

—¿Has visto a mamá? —gruñe Rick a mis espaldas. Al fin alguien a quien sí quiero ver. Volteo a verlo en su traje color azul marino Tom Ford, nuevo regalo de mamá también.

—No, ¿para qué la buscas? —le pregunto notando su ceño fruncido.

—Le ha dado a Nate el mismo traje que tengo puesto —refunfuña con una mirada asesina en sus ojos—. Dejamos de vestirnos iguales a los seis años. ¿Qué demonios le sucede?

Suelto una carcajada. Mamá de verdad quiere que seamos la familia perfecta. Si hay algo que los gemelos odien más que ser confundidos es vestirse iguales. Rick gruñe de nuevo y voltea para ir a buscarla sin darme chance de detenerlo.

Carraspeo al estar sola y miro hacia los costados. Ni siquiera me molesto en encontrar una cara conocida, sé que no habrá ninguna a menos que cuente a las amigas de mamá con las que apenas tengo relación. A lo lejos, atisbo a Zack con las manos en sus bolsillos. Se ríe mientras habla con uno de los amigos de su padre. Puede ser tan falso cuando quiere. Es frustrante.

Volteo para que no se dé cuenta que tengo mis ojos encima de él.

Si hay algo que puedo confirmar es mi odio a Zack Gallagher. Nunca me he sentido tan mal al ver a alguien. Me descompone. Nunca antes había tenido unas intensas ganas de hacer callar a alguien cada vez que una palabra sale de su boca. ¿Lo extraño? No, por favor. Superé esa etapa siglos atrás. Tampoco quiero romperle el corazón, hacerlo sentir miserable o algo parecido, no vale la pena gastar tiempo en él. Zack no tiene sentimientos, es inútil. Así que solo me sentaré y esperaré a que el destino haga de las suyas. Como siempre dicen, el tiempo se encarga de acomodar a cada uno en su lugar. Espero que sea bueno conmigo. Por más que no lo merezca.

Estoy por girar sobre mis tacones para buscar un lindo sofá en donde sentarme y pasar toda la noche allí cuando siento una mano huesuda sobre mi muñeca. Me estremezco y cierro mis ojos con fuerza porque sé quien es.

—Ella es mi hija, Quinn —habla Natalie con un tono de voz tan amigable y agradable que casi la desconozco.

Pongo mi espalda recta y me ahorro el suspiro de frustración. Volteo para encontrarme con mamá, en su precioso vestido color champagne, corto y sencillo, estoy más que segura que el de la boda de verdad será de otro mundo. Junto a ella vienen una mujer y un hombre que me suenan bastante familiar. Entrecierro mis ojos.

Tiene que ser chiste.

—¡Pero qué sorpresa!—exclama la señora al darse cuenta de que yo también me di cuenta quien es—. Natalie, la conocemos. Es amiga de nuestra hija, Aggie. Cenó en Nueva York con nosotros.

La cara de mi querida madre no tiene precio. Quiere pretender que su relación conmigo es la mejor del universo pero se le olvidó del detalle en el que no sabe absolutamente nada de mi vida y de todo lo que pasó en este último año, entre ello, Agustine Monroe. Una chica de ojos azules que hipnotizan y una personalidad increíble, novia de Nick Ackerman. No puedo seguir afirmando que Aggie es mi amiga luego de todo lo que pasó. Me debe odiar. Ninguno volvió a contactarme después de esa noche. Han pasado cuatro meses desde que hablé con cualquiera de ellos.

—¡Hola! —sonrió moviendo sutilmente mi mano para que Natalie me suelte—. Tanto tiempo.

La señora Monroe me saluda con una sonrisa. Recuerdo aquella noche en Nueva York, una mesa para seis. Recuerdo perfectamente las palabras de Scott, los sollozos de Marine Oppal y la pelea de Liam y Scott. Todo eso luce tan lejano ahora que siento que fue una versión de mi completamente distinta.

—Lo mismo digo, ¿cómo va todo? —inquiere ella sonriente. También puedo apostar a que no sabe nada de la vida de su única hija. Por ende, no sabe que no nos hablamos hace meses y que probablemente me odia.

—Bien —miento automáticamente. Nada está bien en mi vida. Absolutamente nada. Sin embargo, mentir es más fácil.

La charla continúa y se basa en la señora Monroe preguntándome qué tan emocionada estoy por la boda de mi madre y Matthew, mi vestido, mi escuela nueva y cosas tan superficiales como viajes y ese tipo de cosas. El señor Monroe no aporta mucho a la conversación pero sonríe falsamente mientras sostiene un vaso de alguna bebida costosa. Natalie agrega unos cuantos comentarios, pero mayormente soy yo la que finge que todo está perfecto en mi vida y respondo todo como si fuera un perro entrenado cuando en realidad quiero gritar y llorar.

Cuando la conversación acerca de la luna de miel comienza a tornarse aburrida, imito al señor Monroe quien se fue hace minutos. Me disculpo, diciendo que tengo que ir a saludar a alguien (gran mentira) y me muevo entre la gente para alejarme. Solo quiero encontrar una buena copa de champaña y sentarme lejos de todos. Intercepto a un mesero con una bandeja cargada de copas y rápidamente le quito una. El castaño de no más de veinte años, se gira y me guiña un ojo. Qué tedioso. Le respondo con una pequeña sonrisa porque no está nada mal. Aunque creo que por ahora me quedaré solamente con las buenas vistas. Necesito alejarme de los chicos en general.

Encuentro un sofá pequeño alejado de la tienda que habían montado. Le doy un pequeño sorbo a mi copa y la dejo sobre la mesa que tengo enfrente. Finalmente puedo dejar escapar ese suspiro de frustración que llevo guardando hace tiempo.

Mato el tiempo usando Instagram. Mi única fuente de información ya que no hablo con nadie. Veo las publicaciones de Aggie, quien sigue su vida como si yo no hubiera existido. Sus seguidores siguen creciendo, sus fotos de verano en Grecia y el Caribe siguen rompiendo en me gustas. En todas la fotos, además del bronceado, se la ve con Nick (un montón) y luego con Tyler y Liam. Riley no figura en ningún lado y creo sentirme un poco aliviada por eso. Ni Riley, ni ninguna otra chica. No he sido reemplazada aún. Me pregunto en cuánto demorarán en encontrar otra "yo" para su grupo. Y también me imagino cuánto lloraré cuando lo hagan.

—Mierda, qué molesto que es esto —protesta Rick y se deja caer a mi lado aprovechando el espacio vacío. Con manos furiosas se desenreda el mudo de la corbata, tira hacia abajo y la deja medio colgando.

—¿La corbata? —inquiero sin interés.

—No solo eso, todo —responde tras bufar—. Toda esta mierda.

Ninguno de los tres hermanos Meyer estamos de acuerdo con el circo que está sucediendo frente a nuestros ojos. Sin embargo, no tenemos otra opción que seguirle la corriente a Natalie.

—No te quejes, soy yo quien se queda aquí —respondo con una mueca. Mi hermano no tiene porque estar molesto. Mañana volverá a Miami a su vida de siempre mientras que yo estaré aquí, viviendo con los enemigos, Natalie y Zack.

—Tienes razón —comienza a reírse—. Odiaría ser tú.

Golpeo su hombro con fuerzas y hago que se trague la estúpida risa. Estiro mi brazo y agarro la copa helada de champagne.

—¿Y eso? —inquiere Rick alzando una ceja al mirar mi copa.

—Ya tengo diecisiete años, déjame ser —respondo en una mueca y me bajo la copa de un solo trago.

Sí, tal como lo dije. Dejé de tener 16 este verano, para ser más exactos el cuatro de junio. El festejo fue algo sencillo entre papá, los gemelos y yo, ya que estábamos en San Francisco. Nadie llamó y nadie me envió un mensaje exceptuando a Key Michaels, mi antiguo compañero de laboratorio quien me llamó apenas el reloj marcó las 12 en San Francisco. Suena triste... Y fue sumamente triste. Solía ser el tipo de chica que echaba la casa por la ventana para festejar sus cumpleaños. En parte, me sentí terrible al pasarla así pero la otra parte de mí sabía bien que lo tenía merecido.

Los diecisiete son exactamente lo mismo que los dieciséis.

—Pfff, supongo que una copa no va a matarte —se alza de hombros quitándole importancia—. Yo necesito algo más fuerte, un whiskey. O un cuchillo.

—¡No seas dramático! —exclamo y dejo caer mi mano sobre su pecho.

Rick se ríe y es capaz de contagiarme la risa. En nada, ya estamos los dos en carcajadas como dos tontos. Como voy a extrañar esto.

—¡Quinn! —el grito de mamá logra ponerme los pelos de punta. ¿Cómo hace para encontrarme siempre? Juro que no me sorprendería si me dice que puso un rastreador en mi vestido —. ¿Qué hacen aquí? ¡La cena está empezando!

—Oh, no tengo hambre —respondo mirándola fijo. ¿Honestamente? Es la verdad. El nudo que tengo en el estómago desde que llegué a Portland me hace que sea imposible siquiera pensar en comida.

—No me interesa, a la mesa. Ya —ordena cortante y por poco echando humo por las orejas. No respondo nada para no seguir empeorando las cosas—. ¿Han visto a su hermano Nate?

—No —responde Rick al levantarse. Me pregunto si habrán solucionado su problema con los trajes—. Pero, ¿para qué lo necesitas? Nos hiciste vestirnos como dos copias, nadie se dará cuenta de que falta uno.

—Ja, ja —suelta sarcástica al ladear la cabeza mientras echa ácido con la mirada—. A la mesa, ya.

***

En la mesa donde me pusieron estoy junto a mis hermanos, desgraciadamente Zack y dos primas pequeñas de él que no conocía antes. Sin embargo, Zack no está en la mesa. Me pregunto si Natalie también lo irá a buscar y lo traerá arrastrando como hizo con nosotros.

Hay dos sillas más vacías, una para Hannah, la novia de Nate y la otra para... Cuento en mi cabeza dos veces. Técnicamente, no debería haber nadie más en esta mesa.

Veo a Nate llegando en su traje azul oscuro, pero sin Hannah. Mira hacia todos lados con nerviosismo y se aproxima rápido. Ni siquiera reconoce que estoy en la mesa y va directo a Rick. Se acerca a su oído y le habla.

—¿Qué sucede? Díganme —pido rápidamente al ver que la cara de Rick palidece. Entrecierro mis ojos pero no consigo escuchar nada.

—Nathan, eres un imbécil —es lo único que le dice Rick antes de pararse mientras acomoda su traje.

—¡Nadie se va de esta mesa sin decirme qué sucede! —exclamo y rodeo mis dedos en la muñeca de Rick para detenerlo.

Los gemelos se miran y parecen tener una conversación entre ellos. Por suerte, viví con ellos lo suficiente para entenderlos. En este duelo de miradas, Nate se niega a que yo sepa algo pero Rick quiere decirme.

—Puede ayudarnos —suelta Rick en un intento de convencerlo. Con eso, mi curiosidad sube cien niveles. Nate es el gemelo sensato e inteligente, y al parecer, esto es algo que lo hace lucir mal. Me pregunto si Hannah está involucrada.

—Va a pensar cualquier cosa de mí —murmura Nate y pasa las manos por su cabeza. Casi bufo de la ironía. Realmente no estoy en ninguna posición de juzgar a nadie.

—Nah, Quinn no va a pensar eso. Te conoce —le contesta y palmea su espalda.

Nate ladea su cuello inseguro, resopla y asiente.

—Ven, vamos —nos indica haciendo una seña con su mano. Inmediatamente me levanto de mi silla haciéndola rechinar con el suelo. Sigo a mis hermanos a paso rápido, como van ellos. También para que mamá no sea capaz de vernos y agarrarnos del cuello para que volvamos. Mientras que lleguemos al brindis, nuestras vidas no peligran.

Nos adentramos a la casa, la cual está vacía por completo ya que los invitados tenían otra entrada para que no pasen por aquí.

—¿Qué has hecho, Nathan? —inquiero con curiosidad.

—¿Le cuentas tú o le digo yo? —inquiere Rick al ver que Nate guarda silencio por mucho tiempo. Estamos subiendo las escaleras de la mansión, tengo que alzar mi vestido para no pisarlo.

—Le diré yo —declara tras fulminar a su gemelo con la mirada. Posa sus ojos en mí cuando terminamos de subir las escaleras. Traga saliva incómodo y carraspea antes de hablar—. Me metí en un problema... Con Hannah.

—¿Qué hiciste? —interrumpo casi atropellándome con mis propias palabras.

—Deja que termine —pide nervioso. Es la primera vez que veo a Nate así—. Ella... Me encontró besándome con otra chica.

Casi me atraganto con mi propia saliva.

—¿Qué mierda? —suelto y sacudo mi cabeza. Es lo último que esperaba viniendo de él—. ¿Dónde está Hannah?

—A eso vamos —interviene Rick—. Ha subido a la terraza.

—Quinn, todo fue un malentendido enorme —empieza Nate pasando las manos por su cabello frustrado.

—¿Besaste a otra chica? —entrecierro mis ojos. Su mirada asustada encuentra la mía.

—Bueno sí, pero —titubea.

—Entonces no veo ningún mal entendido —espeto. Sé a la perfección que no estoy en posición de juzgar, mucho menos sobre esto pero... Es Nate. ¿Por qué hizo eso?

—La chica se lanzó a mi y me agarró por sorpresa. En ningún momento insinuó nada y simplemente se lanzó como si tuviera algún derecho y justo Hannah entró y nos vió...

Aprieto mis labios al notar la desesperación en la voz de mi hermano. Le creo. Porque es Nate y nunca hizo nada que me haga pensar en que mentiría sobre algo así. Menos cuando ama a su novia.

—Pobrecita —murmuro pensando en Hannah. Me pongo en sus zapatos por unos segundos. Su novio, con el que vive y estudia en Atlanta, acaba de engañarla con seguramente una chica cualquiera. ¡Y no solo eso! Hablemos de que ha venido hasta Portland porque él se lo pidió para una fiesta familiar. Contaba solo con Nate y no tiene ni a una amiga para ayudarla a pasar por esto—. ¡Nate eres un estúpido! —vocifero mientras acelero mi paso para llegar más rápido.

—Quinn, espera. Hablaré con ella primero —me habla Rick desde atrás. Frunzo el ceño.

—¡Y una mierda! —exclamo sin verlo—. No te acerques, lo último que quiere es ver a un tipo que luce igual al que le rompió el corazón —hablo bajo pero lo suficiente para que ambos me oigan. Me detengo en mitad de las escaleras hacia la terraza y me giro para mirarlos a la cara—. No suban, quédense abajo y asegúrense de que mamá no haga otra escena.

No les doy tiempo ni para que digan "mu". Termino de subir, atravieso un pasillo y llego a la puerta que da a la terraza. Desde que llegué, no pasé tiempo aquí pero es tal como la recuerdo. Tiene un piso de madera, sofás para el exterior con almohadones blancos, sombrillas para resguardarse del sol, y pequeñas luces que cuelgan por los alrededores, dándole un ambiente cálido. Se encuentra vacía, a excepción de Hannah, una chica menuda, de estatura mediana y cabellos rubios que está sentada en uno de los sillones abrazando sus piernas y escondiendo su cabeza entre ellas. Puedo oír sus sollozos y los entiendo.

—Hannah —la llamo una vez que me he acercado a ella a pasos cautelosos. Gira asustada y se sorprende al verme. Mi corazón late con fuerzas, no hemos tenido tiempo para volvernos íntimas, esto le debe resultar extraño. Para mi lo es.

—Ehh... —tartamudea sin saber qué decir. Con ayuda de su muñeca, se quita las lágrimas del rostro e intenta forzar una sonrisa—. Hola, Quinnie.

Aclaro mi garganta al darme cuenta de que no sabe que yo sé.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto. Me siento a su lado y coloco una mano en su espalda. Tiene puesto un bonito vestido azul que se ciñe a su cintura y busto y luego cae campana hasta la mitad de sus muslos. Es adorable como ella.

—Terrible —responde con franqueza. Observo detenidamente que la máscara de pestañas y el delineador se le ha corrido.

—Me... Me contaron lo que pasó —decido decir.

Parece que los recuerdos vuelven a su cabeza cuando le digo eso. Solloza bajito y las lágrimas vuelven a salir. La diferencia es que esta vez estoy con ella. La rodeo con mis brazos y dejo que llore en mi hombro. No sé cómo manejar esta situación. ¿Qué hago intentando que se sienta mejor ? Soy la hermana del imbécil en la ecuación, no puedo hacer mucho.

—Un año de relación, y echó a perder un año por besarse con esa niña hueca —llora en mi hombro, completamente rota—. Quinn, era capaz de poner las manos en el fuego por tu hermano... No, no puedo creer lo que hizo.

—Lo siento tanto, Hannah —murmuro sintiéndome mal por ella y queriendo cortar a Nate en pedazos—. No... no sé qué habrá pasado por la cabeza de Nate.

—Es verdad que no veníamos exactamente de maravilla —confiesa ella en un hilo de voz algo que no sabía—. Pero... ¿que me engañe? Dios. No. ¡Podría haber terminado conmigo y listo!

Más lágrimas.

—No pienses que tu mundo se acaba aquí, Hannah —murmuro pasando mi mano lentamente por su espalda. En mi cabeza estoy buscando las palabras correctas sin cagarla más—. Tienes que darte tiempo y... hablar con Nate. No insinúo que vuelvan a estar juntos pero sí que hablen para aclarar las cosas. No lo digo porque soy su hermana pero... Escucha su versión.

Tan solo recordar como Nate mira a Hannah todo el tiempo hace que mi corazón suspire. Es como si ella fuera su sol, las estrellas, el suelo y todo lo que hay en el medio. La historia que dice sobre la chica que se "lanzó", debe ser cierta. ¿Quién demonios es la chica, de todas formas?

Hannah asiente con la cabeza y se queda en silencio. No digo nada más, no quiero que piense que vine a defender a mi hermano mayor, porque no es así. No se separa de mí y lo encuentro un poquito extraño pero por otro lado la entiendo, necesita a alguien y soy lo que más cerca está. Por lo menos no estoy en la cena.

Pasan unos minutos más cuando Hannah decide que ha sido suficiente y su respiración se ha calmado. Deshace nuestro abrazo y corre con sus dedos las últimas lágrimas.

—Gracias, Quinn —murmura avergonzada—. Creo que ya te he molestado demasiado. Deberías estar abajo con tu madre.

Me río.

—Estoy mucho mejor contigo, confía en mí. Aunque sí, debería volver. Natalie va a matarme. ¿Qué harás tú?

Estiro mi vestido al levantarme y echo mi cabello hacía atrás para que no moleste.

—Me quedaré aquí un rato más y luego iré a mi habitación hasta que todo esto termine. Hablaré con Nathan más tarde, no tengo fuerzas para lidiar con esto ahora. Gracias por esto.

Esbozo una sonrisa genuina. Generalmente soy yo la que tiene que ser consolada, y que no suene extraño, pero se siente bien intercambiar lugares. Me gusta hacer sentir a otras personas bien. Por más irónico y poco creíble que eso suene. Camino hacia la salida y cierro la puerta de cristal corrediza. Dejo escapar un suspiro.

—¿Qué sucedió allí? ¿Como esta? —se acerca Nate a pasos gigantescos. Me intercepta en la escalera, su secuaz Rick, no duda en subir detrás con rapidez.

Cierro mis ojos con fuerzas, elevo la palma de mi mano, abro mis ojos e impacto mi mano con su mejilla. Nate se queja pero no protesta nada, sabe que lo tiene merecido.Tampoco que haya sido tan fuerte.

—¿Quién es la chica? —inquiero intentando ignorar el ardor de mi mano. Miro fijo a Nate quien no mueve ni un músculo. Atrás, Rick comienza a reírse como si le hubieran contado el mejor chiste de mi vida. Algo comienza a sentirse raro—. ¿Quién es la chica? —vuelvo a presionar y me cruzo de brazos.

Nate se gira molesto y empuja a Rick. Este se tambalea y casi se cae por lo que queda de las escaleras. Logra mantenerse en pie y en silencio, solo que tiene que morderse la lengua para aguantarse las ganas de reír.

—La conoces —me dice en un tono cauteloso. La expresión en su cara lo dice todo, no me va a gustar el nombre—. Quizás la recuerdes. Fue Scarlett Pierce.

Mierda. Ahora entiendo todo.

—¿¡Qué!? —chillo y probablemente se me escuchó por toda la casa—. ¿Scarlett... Scarlett Pierce... Mi ex mejor amiga?

Mi corazón comienza a latir desenfrenadamente mientras mi cabeza comienza a unir todo. Es claro por qué se lanzó a Nate. Respiro hondo. Si verdaderamente fue Scarlett, significa que...

—Está en la fiesta —confirma lo que estaba pensando—. Me encontró cerca de los baños, empezó a hablarme y simplemente se lanzó. No sé qué demonios le sucede. Dios... Juro que si esa niña me cuesta mi relación con Hannah....

Tan solo imaginar a ella y a mi hermano besándose hace que quiera vomitar. Todo esto suena demasiado conveniente. ¿Scarlett besando a mi hermano en contra de su voluntad? No es ninguna casualidad.

—¿Sigue aquí? —interrogo a punto de perder los papeles.

—Sí... Debe estar en la mesa con sus padres —responde con simpleza. Instantes después se da cuenta del error que acaba de cometer cuando mi mirada asesina entra al juego—. ¡No vayas!

—Ajá—murmuro en lo bajo, ignorándolo por completo. Empujo a Nate para que no pueda agarrarme. Rick no dice nada, solo sonríe como imbécil. Camino por la casa a paso apurado y con mi hermano mayor intentando convencerme de que no haga ninguna escena.

No tiene chance de que lo escuche.

Salgo al patio exterior donde todos disfrutan ya el plato principal. Me detengo para observar todas las mesas en busca de mi próxima víctima. En lo que lo hago, me topo con una mirada maliciosa.

Es ella.

Momento, ¿es ella?

Scarlett ha cambiado, está mucho más delgada, sus pechos más grandes y hay algo en su mirada que me dice que ya no es la misma chica que solía ser mi amiga. Paso mi mirada por sus labios pintados de rojo vivo, sus grandes ojos marrones y su cabello negro y lacio, que es lo único que se mantiene.

Me sonríe como si fuera la hija de puta más grande del mundo y lo supiera.

No más que yo, cariño.

Juro que voy a borrarle esa sonrisa orgullosa. Es obvio que lo hizo porque pensó que me enojaría saber que besó a mi hermano, pero en el camino le hizo daño a Hannah. Scarlett está en busca de venganza y quiere causar problemas. Es una más de la lista interminable de personas que me odian. Deberían formar un club, no lo sé.

Estoy a punto de ir a enfrentarla, sin importar la cantidad de personas en esta fiesta, cuando una mano se aferra con fuerzas en mi hombro y me detiene.

—¡Basta, Nate! —chillo molesta y giro a enfrentarlo. Sin embargo, no es Nate.

—Te callas, soy yo —sisea Natalie mirándome con furia. Lo que me faltaba—. Te veo las intenciones, Quinn. No vas a montar ninguna escena aquí. No voy a permitir que me arruines la noche. Te vas a tu mesa, ya.

Clava sus uñas en mi hombro tanto que soy capaz de chillar del dolor. Me muerdo el labio para ahogar un jadeo. Asiento a regañadientes para que me suelte y no me queda otra que volver como soldadito a mi mesa. Scarlett es una más de la lista interminable de personas que me odian.

Llego a la mesa en donde ya están Nate y Rick, ninguno de los dos muy contentos pero Nate luce aliviado de que esté aquí. Paseo mi mirada rápidamente por las dos primas pequeñas de Zack disfrutando de su menú infantil, hasta que por fin, mis ojos se detienen en Zack. A su lado hay una chica pelirroja que me suena bastante familiar. Entrecierro mis ojos intentando recordarla.

—¿Quién eres? —voy directo al grano cuando me siento al frente de ella.

—Me duele que no me recuerdes, Quinn —habla con una sonrisa venenosa. Reconozco su voz. Por supuesto. El cabello pelirrojo y las pecas en su rostro tendrían que haber sido pista suficiente.

—¿Adelaide? —suelto totalmente desconcertada.

Los recuerdos de la pelirroja con dos coletas me invaden la mente. Recuerdo haber hecho la primaria con ella, éramos algo así como amigas y le decíamos Adde. Harry, Scarlett, ella y yo solíamos jugar juntos. Hasta que un día ella se fue por un año a otro país y cuando volvió, no estábamos interesados en ser su amiga. Teníamos diez años. Era normal. Con los años, Scarlett empezó a pelearse con ella porque nunca se cayeron bien.

—¿Scar nunca te habló sobre mi? —frunce el ceño, obviamente solo por el beneficio de la actuación—. Raro, somos mejores amigas.

¿Adelaide y Scarlett son mejores amigas? ¿En qué momento sucedió esto? Pensé que se odiaban.

Miro a Zack en busca de respuestas de por qué demonios está en nuestra mesa.

—Ah, Quinn. Olvidé decírtelo —habla mi nuevo hermanastro dejando su copa de lado y luciendo extremadamente relajado—. Ella es Adde, mi novia.

¿Qué dijo?


Nota:

Bonjour! Saludos desde Paris💛😍✨ PRIMER CAPÍTULO DE ESTA MONTAÑA RUSAAAA😝😝😝 abróchense los cinturones que esto va a estar fuerteeeeeeee.

Ya conocemos a Scarlett, ahora a Adde. FALTA QUE CONOZCAN A MAAAASSSS.

La vida de Quinn va a ser COMPLICADISIMA. AJAJAJAJA ESPERO QUE SE QUEDEN PARA VER.

No tengo nada mas que decir, solo que nos vemos en unos días con el segundo capítulo narrado por Liam... veamos que tal van las cosas por alli.

¿Como calificarían este comienzo? 🤔🤔 necesito sus opiniones!

En fin, enterate de mi por mis redes sociales:

Instagram: hcandela_
Twitter: isnotcandy

Nos vemos pronto (no saben lo que extrañaba esto)

-mamá problemas.

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