Chapter Thirty-Two
Las cosas que más valoramos son las que llegan de manera inesperada
Khalil Gibran
Las cosas habían cambiado mucho en el último mes, tan rápido que era difícil asimilarlo todo. Kol había sido asesinado. Su muerte desató una cadena de eventos que afectó a todos, un recordatorio constante de lo frágiles que eran las alianzas y las vidas en Mystic Falls.
Jeremy también había muerto, una pérdida que resonó aún más profundo. Su muerte fue una tragedia que sumió a Elena en un dolor tan insoportable que decidió apagar su humanidad. Sus ojos, que antes irradiaban vida, ahora estaban vacíos, fríos, sin rastro de emoción. La Elena que todos conocían había desaparecido, y en su lugar, quedó alguien que no sentía más que indiferencia por el mundo que la rodeaba.
Además, la amenaza de Silas continuaba creciendo. Aunque no había pruebas concluyentes, existía el temor de que Silas pudiera haber sido liberado. Cada día estaba lleno de incertidumbre, y nadie sabía exactamente qué esperar del antiguo inmortal.
Para Meredith, todo era demasiado. Demasiadas emociones, demasiadas pérdidas. Era difícil soportar tanto sufrimiento al mismo tiempo, pero sabía que no tenía otra opción más que seguir adelante. Si ella se derrumbaba, lo harían todos. Así que permanecía firme, incluso cuando su corazón estaba cargado de dolor.
El aire de la noche se llenaba con una suave melodía de cuerdas que resonaba a través del jardín de la mansión Mikaelson. Klaus había organizado una velada perfecta, cada detalle pensado meticulosamente. Las luces titilaban a lo largo de los árboles, mientras velas y faroles colgaban, proyectando sombras danzantes en el suelo. El sonido de un cuarteto de cuerdas en la lejanía acompañaba la escena, creando una atmósfera íntima y encantadora.
Meredith se detuvo al ver el escenario que Klaus había preparado. Había imaginado que tal vez sería una cena común, pero el nivel de cuidado que Klaus había puesto en los detalles la tomó por sorpresa. Las copas de cristal, los platos finamente dispuestos, el aroma a flores frescas en el aire... Todo hablaba de una intención clara, algo que iba más allá de una simple velada.
Klaus apareció a su lado, ofreciéndole una sonrisa encantadora mientras le tendía la mano. Meredith, todavía sorprendida, aceptó su invitación y se dejó guiar hacia la mesa. Su vestido ligero ondeaba suavemente con la brisa, y Klaus no pudo evitar detenerse un segundo para admirarla.
—Te ves increíble esta noche, mi bello ángel —le dijo Klaus con una mezcla de dulzura y admiración—. No puedo imaginar una vista más hermosa que la que tengo justo frente a mí.
Meredith sonrió tímidamente, sintiendo el calor en sus mejillas ante el cumplido. Sabía que Klaus tenía la capacidad de derretir incluso los corazones más duros con sus palabras, y aunque estaba acostumbrada a su encanto, en ese momento le resultó genuinamente cautivador.
Se sentaron para cenar, la música de fondo envolviéndolos en una burbuja de serenidad. A medida que la comida avanzaba, Meredith notaba cómo Klaus la observaba con una mezcla de atención y algo más profundo, algo que no podía descifrar del todo.
Finalmente, la cena llegó a su fin. El cuarteto seguía tocando, pero la música se volvió más suave, casi imperceptible, mientras Klaus se levantaba de su asiento. Dio la vuelta a la mesa y, con una elegancia propia de él, le ofreció la mano a Meredith.
—¿Me permites? —le preguntó, su voz baja y seductora.
Meredith lo miró con curiosidad, pero aceptó su mano sin dudar. Klaus la condujo hacia un rincón del jardín donde una fuente de agua brillaba bajo la luz de las estrellas. El sonido del agua fluyendo, combinado con la música suave y el aroma a jazmín, creaba una atmósfera mágica, casi irreal.
—Meredith, ha pasado mucho tiempo desde que alguien ha conseguido llegar tan cerca de mí —comenzó Klaus, mientras la miraba a los ojos—. Eres más que especial para mí. Has logrado despertar en mí emociones que creí haber perdido hace siglos. Tú, mi bello ángel, eres la luz en un mundo lleno de oscuridad.
Meredith lo miraba, hipnotizada por cada palabra que decía. Sentía que su corazón latía más rápido, anticipando lo que vendría a continuación.
—Desde que te conocí, todo ha cambiado —continuó Klaus, acercándose un poco más—. Pensé que el poder y la inmortalidad eran las únicas cosas que merecían mi atención. Pero tú... —hizo una pausa, tomando ambas manos de Meredith entre las suyas—. Tú me has mostrado que hay mucho más por lo que vale la pena luchar.
La brisa movía suavemente los mechones de cabello de Meredith, y Klaus, con un gesto delicado, apartó una hebra que caía sobre su rostro. Sus dedos rozaron su piel con ternura, y en ese momento, Meredith sintió la conexión profunda que compartían.
Klaus dio un paso más cerca, sus ojos fijos en los de ella, y con una voz cargada de emoción y sinceridad, dijo:
—Meredith, nada me haría más feliz que compartir contigo algo más que momentos de peligro y caos. Quiero darte algo más. ¿Me concedes el honor de dejarme ser tu novio?
El mundo pareció detenerse. La música, el agua, el viento... Todo quedó en silencio para Meredith mientras las palabras de Klaus resonaban en su mente. Había algo tan elegante y sincero en la forma en que lo había dicho, algo que no podía ignorar. Klaus, el hombre que siempre había sido un enigma, ahora se mostraba ante ella, vulnerable y lleno de esperanza.
Meredith sintió cómo una sonrisa se formaba en sus labios antes de que siquiera pudiera responder. Su corazón, que había estado luchando contra las emociones durante tanto tiempo, finalmente cedió.
—Klaus, no hay nada en este mundo que me haría más feliz que estar contigo —respondió Meredith con suavidad, apretando ligeramente las manos de Klaus—. Me encantaría que seas mi novio.
La sonrisa que se dibujó en el rostro de Klaus fue una de las más genuinas que Meredith había visto en él. La abrazó con cuidado, como si temiera romper el hechizo de aquel momento perfecto. Sus labios rozaron suavemente la frente de Meredith, sellando la promesa que acababan de hacerse.
El cuarteto de cuerdas volvió a sonar con más intensidad, llenando el aire con una melodía dulce y envolvente. La noche, las estrellas y la música eran testigos de un nuevo comienzo para ellos.
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