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Chapter Thirty-Three

El amor no se trata de posesiones, se trata de apreciación

Osho

Había pasado un mes desde que la relación entre Meredith y Klaus comenzó a tomar un rumbo inesperado. Si bien las barreras emocionales de ella todavía estaban presentes, y sus hijos, Stefan y Damon, seguían cuidándola de cerca, poco a poco, Klaus estaba logrando abrirse camino en su vida. No lo habían planeado, pero esa noche, Klaus la invitó a la mansión Mikaelson para una velada tranquila. Lo que comenzó como una visita casual, una excusa para que Meredith se relajara, pronto tomó un rumbo distinto.

La noche era suave, con una ligera brisa que entraba por las ventanas abiertas, cargada del aroma de las flores del jardín. Meredith y Klaus habían estado hablando durante horas en el salón, una conversación fluida y cómoda. Ella se había permitido bajar la guardia, algo que no hacía con facilidad. Klaus, siempre perceptivo, lo notó, pero no dijo nada, dejando que la velada tomara su propio curso.

—No te había visto tan relajada en mucho tiempo —comentó Klaus de repente, inclinándose hacia ella desde su lugar en el sofá, una leve sonrisa curvando sus labios.

Meredith lo miró, sorprendida por la observación. Era cierto. Estaba relajada, pero no era algo que había planeado. Algo en la presencia de Klaus la tranquilizaba, aunque no podía negar que había una parte de ella que se sentía nerviosa.

—No me había dado cuenta hasta ahora —respondió ella, su voz suave. Sus dedos jugueteaban con el borde de su copa de vino, un gesto inconsciente que revelaba su ligera inquietud.

—Es agradable verte así —Klaus no apartaba la mirada de ella—. Sin que cargues con el peso de todo lo que ha pasado.

Meredith dejó escapar una risa leve, aunque nerviosa.

—No es fácil dejar todo atrás... después de tanto tiempo.

El silencio se extendió por un momento. Klaus se movió con elegancia, dejando su copa a un lado, y se acercó un poco más. Aunque el ambiente no estaba cargado de tensión evidente, había algo en el aire, algo que ambos sentían pero que ninguno de los dos se atrevía a verbalizar.

—No tienes que dejar todo atrás, Meredith —murmuró Klaus—, pero tampoco tienes que cargar con ello sola.

Meredith lo miró, esta vez más profundamente, como si en su mente estuviera debatiendo una batalla silenciosa. Klaus era peligroso, lo sabía, pero también había una parte de él que le mostraba una promesa de algo distinto, algo que nunca había tenido.

—A veces no sé si puedo —dijo con sinceridad, su voz apenas audible.

El espacio entre ellos se redujo aún más, casi sin darse cuenta. El sonido suave del viento era lo único que rompía el silencio de la habitación. Klaus la miraba con una intensidad que le quitaba el aliento, pero también con una suavidad que la desarmaba.

—Puedes —respondió Klaus, su tono bajo pero firme—. Y cuando estés lista, estaré aquí.

El ambiente se volvió más íntimo, y Meredith, sin saber cómo, se encontró más cerca de él. No lo había planeado, ninguno de los dos lo había hecho, pero todo en esa noche parecía haberlos empujado a este momento.

—Klaus... —susurró ella, sintiendo la necesidad de decir algo, aunque no encontraba las palabras adecuadas.

Klaus no esperó una respuesta. Su mano se deslizó con delicadeza hacia la de ella, entrelazando sus dedos lentamente. El contacto fue suficiente para que Meredith sintiera cómo su cuerpo respondía, no solo al toque, sino a la posibilidad de algo más, algo que no había permitido en más de un siglo.

—No tienes que decir nada —le dijo, su voz ronca pero llena de ternura.

Los ojos de Meredith se encontraron con los de Klaus, y el mundo pareció detenerse por un instante. La vulnerabilidad de ella era evidente, pero también lo era el deseo, ese anhelo que había mantenido enterrado por tanto tiempo. Desde la muerte de su esposo, nunca se había permitido sentir esto por nadie, mucho menos por alguien como Klaus, tan complejo y peligroso.

Pero esta vez, se sentía diferente. Se sentía segura.

Klaus se inclinó lentamente hacia ella, sus labios rozando los suyos en un beso suave, casi como una pregunta. No había prisa, solo una promesa implícita. Meredith respondió al beso, primero con timidez, y luego con más certeza. La tensión entre ellos se deshizo en ese instante, y aunque Meredith aún estaba nerviosa, sabía que no había vuelta atrás.

Klaus, sintiendo su entrega, la envolvió con sus brazos, tirando suavemente de ella hacia él. La cercanía, la calidez de su cuerpo, todo era nuevo para ella, pero no en un sentido negativo. Klaus no era su esposo, no era el hombre cruel que la había quebrado tantas veces en el pasado. Klaus era alguien que la respetaba, que la cuidaba, y eso marcaba toda la diferencia.

—No voy a lastimarte, Meredith —susurró Klaus contra su piel, como si supiera exactamente lo que ella necesitaba escuchar.

Meredith cerró los ojos, permitiéndose por fin bajar completamente las barreras que había erigido durante tanto tiempo. Aceptaba que esta noche sería distinta, que lo que sucediera entre ellos no sería solo físico, sino también una liberación emocional que llevaba mucho tiempo esperando.

El silencio se cerró sobre ellos de nuevo, y mientras Klaus la conducía lentamente hacia el dormitorio, se detuvo un momento para mirarla a los ojos.

—¿Estás lista para esto? —preguntó con suavidad, asegurándose de que estuviera cómoda.

Meredith asintió lentamente, el corazón latiéndole con fuerza, pero con una seguridad creciente en su interior. Klaus sonrió, su mirada llena de complicidad y respeto, y, tomándola de la mano, la llevó al dormitorio, donde sabía que todo cambiaría, pero esta vez sería diferente.

La luz del sol se filtraba a través de las cortinas del dormitorio, llenando la habitación con un suave resplandor dorado. Meredith despertó lentamente, sintiendo el calor de Klaus a su lado. Él estaba recostado, una mano bajo su cabeza y la otra extendida sobre la cama, como si protegiera el espacio que compartían. Ella sonrió, recordando la intensidad de la noche anterior. Se sintió ligera, como si un peso enorme se hubiera levantado de sus hombros.

Klaus, sintiendo su movimiento, se giró hacia ella y abrió los ojos, sonriendo de manera genuina.

—Buenos días —dijo, su voz aún ronca por el sueño.

—Buenos días —respondió Meredith, sintiendo que su corazón se aceleraba con solo mirarlo.

—Dormiste bien —observó Klaus, acariciando suavemente su brazo. Había algo tan tierno en su mirada, como si realmente se preocupara por ella.

—Sí, creo que es la primera vez en mucho tiempo que me siento así —dijo, con una risa suave.

Klaus sonrió, satisfecho de verla tan tranquila.

—Me alegra oír eso. Deberías hacerlo más a menudo —le sugirió, inclinándose para besarla suavemente en la frente.

Meredith sintió que esa simple acción encendía algo dentro de ella. La suavidad de Klaus, su capacidad para hacerla sentir segura, la animaba a abrirse más.

—Tal vez —murmuró, jugueteando con las sábanas.

Después de un rato de conversación despreocupada, riendo y disfrutando de la compañía del otro, finalmente decidieron levantarse. Klaus la llevó al comedor, donde preparó un desayuno sencillo, pero lleno de detalles. El aroma del café recién hecho y el pan tostado llenaban el aire.

Mientras disfrutaban de la comida, Meredith se sintió más relajada que nunca. Klaus la miraba a menudo, como si cada mirada estuviera cargada de significado, y ella no podía evitar sonreír ante su atención. Era un momento perfecto, una burbuja de felicidad que parecía alejada de las complicaciones de su vida cotidiana.

Sin embargo, cuando terminaron y se levantaron de la mesa, Meredith sintió que su teléfono vibraba en el bolsillo de su chaqueta. Al sacarlo, su rostro cambió al ver la cantidad de mensajes y llamadas perdidas de sus hijos.

—Oh, no —murmuró, dándose cuenta de que habían pasado más horas de las que pensaba.

Klaus, notando su cambio de expresión, se acercó y miró por encima de su hombro.

—¿Todo bien? —preguntó, su tono preocupado.

—Mis hijos... —dijo, abriendo rápidamente los mensajes—. Deben estar preocupados porque no he respondido.

Klaus frunció el ceño, sabiendo que ser madre siempre había sido su prioridad.

—¿Necesitas hablar con ellos? —ofreció, intentando no presionar pero preocupado por ella.

Meredith asintió, sintiendo la necesidad de asegurarse de que sus hijos estaban bien. Con cada mensaje que leía, su corazón se apretaba un poco más. No quería que se sintieran abandonados, especialmente después de todo lo que habían pasado.

—Ellos tienen derecho a saber que estoy bien —dijo, sintiéndose culpable por no haberles avisado.

Klaus la observó con comprensión, sabiendo que la familia siempre sería lo más importante para ella.

—Tómate tu tiempo. Estoy aquí si me necesitas —respondió, apoyando una mano reconfortante en su espalda.

Meredith sonrió agradecida. Sabía que Klaus la apoyaría, sin importar lo que sucediera.

—Voy a responderles —dijo, mientras se alejaba un poco para hacer la llamada.

Klaus la observó, sintiendo una mezcla de respeto y admiración por ella. Era una mujer fuerte, y eso solo la hacía más atractiva. Mientras ella hablaba con sus hijos, Klaus no pudo evitar sonreír, sabiendo que había dado un paso importante en su relación.

Esa mañana había sido solo el comienzo de algo nuevo, algo que ninguno de los dos había anticipado, pero que ambos estaban dispuestos a explorar juntos.

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