Vingt . Scott
Adrien me cogió de la mano, como tantas veces, pero esta vez fue diferente a todas las demás, yo sabía que aunque nuestra situación fuera precaria, y aunque tuviéramos prisa, y tuviéramos que escapar de Brighton lo antes posible, sabía que él, se esperaría, esperaría lo que hiciera falta para que mis pies lo siguieran y caminaran a su lado. Con la mano libre , cogió de la caja de cigarros el undécimo cigarro que no podía faltar, eso le relajaba y aunque a mí no me gustaba que fumara obsesivamente, sabía que él se sentía en peligro, que nuestra situación era difícil para él, y que el haberse enamorado de mí, se la había hecho más difícil. No obstante, él se encendió el cigarro con alta maestría, se lo colocó en la boca y dejó que su mano libre se lo encendiera con el mechero, soltando instantáneamente una chispa roja, cobre oscuro, tan intensa que me hipnotizó.
- ¿A dónde vamos?- pregunté mientras trataba de alcanzarlo con dificultad por los tacones altos que llevaba, los cuales me rozaban mucho los pies.
-Tenemos que salir del Claremont and Hove, y después nos espera uno de mis compañeros de mi pandilla- yo le abordé con otra pregunta.
-¿ Cuál de ellos?-
- Scott- sonrió guiñándome el ojo. -Ese es el menos peligroso para ti, cariño.
Llegamos a un arco poli lobulado del hotel que daba a una sala con el suelo de mármol gris. Era una sala demasiado arquitectónica pero no con muchos muebles, de hecho, solo tenía unos cuantos sillones, y no había nadie en la sala, por lo que Adrien y yo supusimos que todos estarían en los grandes salones. Me separé de Adrien para buscar algún indicio de cuál era el nombre de la sala, o si cerca hubiera una posibilidad de que estuviera la salida. En una pared ponía que fue un antiguo salón de baile, y enseguida vislumbré al lado de la claraboya de un ventanal la salida.
Hice una seña a Adrien con los dedos y él caminó a paso rápido hacia mí, volvió a entrelazar nuestras manos y salimos a través de aquella pequeña salida trasera, que por su aspecto antiguo, podría confundirse con la Buhardilla de la Claraboya.
A la salida se veían unos cuantos edificios, de algunos salían luces, de otros solo completa oscuridad, optamos por meternos en el camino de ese callejón, hasta que vislumbramos un coche con las luces encendidas, y apoyado en un espejo retrovisor a un muchacho rubio en la oscuridad, fumando un cigarro. Sólo se lograba ver en ese clima su cabello rubio, y su piel blanquecina dentro de tanta sombra. Adrien silbó hacia él y el muchacho cuyos ojos se veían brillantes, fue corriendo hacia nosotros. Adrien y él se fundieron en un gran abrazo. Luego el muchacho rubio, de cuyo rostro podía ver ahora con total perfección que sus ojos eran azules, muy azules, me miró.
Y con una sonrisa dio un golpe suave en el brazo a Adrien y luego lo abrazó de nuevo.
- ¿Esta es la chica, Barry?- Adrien asintió algo avergonzado, y luego me rodeó con su brazo.
-Esta es Elena, Scott. Estamos prometidos- Scott sonrió triunfalmente.
-Menudo notición, verás cuando se lo contemos a los otros. El tío, Don se habría alegrado muchísimo- Adrien asintió nostálgicamente, pero luego me miró a los ojos como buscando protección y asilo, y yo lo reconforté entrelazando mi mano con la de él.
-Sí, estoy encantada de poder ser una Barry pronto.
-Bien. Os llevaré a casa. Espero que encuentres tu habitación como la tenías, Barry. Nadie ha entrado, por lo que yo sé. Está todo como lo dejaste.- Scott se giró a Adrien. -Creo que es hora de que le cuentes toda la historia a tu prometida. Si va a ser una de los nuestros tiene que saberlo todo. Incluso las partes más duras.
Yo empecé a asustarme. Adrien supo encontrar mi miedo en la oscuridad y me acarició los dedos de la mano dónde llevaba el anillo que sellaba nuestro compromiso. Como si así, intentara armarme de valor para lanzar alguna pregunta.
No obstante, aún con miedo lo hice. Lancé la pregunta más estúpida que pudiera alguien imaginar.
- ¿Sois como una mafia, o algo así?- Scott río en seco y Adrien miró a Scott y luego se arqueó con mi pregunta. Tenía miedo de haberla cagado.
-Niña, somos todo lo contrario a una mafia- dijo Scott divertido. -Digamos que hemos trabajado demasiado para disolver mafias, una en concreto.
Yo lancé otra pregunta aún un poco temerosa.
-¿ La de Black Jack?- Scott volvió a reírse en seco mientras apuraba el cigarro que se estaba fumando en el espejo retrovisor. Tenía una risa seca, áspera y que sonaba como un eco fuerte.
-Sí, y la de el hermano de Barry.
Yo miré a Adrien sin entender.
- Pero Adrien, tú dijiste que no querías tener nada que ver con la mafia de tu hermano. Pensé que era doloroso para ti.
-Ese es el problema, yo no quiero inmiscuirme en este tema, pero Scott y los demás piensan que yo soy el indicado, pero no quiero cagarla. Eso, precisamente es lo que he querido que comprendieras desde el principio, cariño.
Scott nos interrumpió con su voz áspera.
- Niña, en la vida de los callejeros solo hay dos opciones, inmiscuirse contra todo lo que tenga patas para salir corriendo. Inmiscuirse en todo lo que de dinero o una recompensa sumamente buena para pagarse un matrimonio o una vida más o menos decente- Scott miró a Adrien y continuó.
-Si sigues con el plan trazado no te será difícil acabar con la mafia de Black Jack. No estamos hablando de asesinar a nadie. Estamos hablando de algo más serio...
-¿ Cómo entregarlos a la policía? - planteé yo.
Scott asintió.
-Exacto, entregarlos a la policía. Esa sí que es una buenísima opción.
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