un. trust under nothing.
"Llama de los rayos del sol
pelirroja luz
disuelta en el camuflaje
blanco de su cuello
sonrisa que se esconde
de los ojos oscuros que cargan una pistola
como si fuera lo mismo que un corazón.
En su puño cerrado lleva un hilo de sangre
el mismo lazo con el que sus manos luego
trenzan su cabello.
Sus promesas son la falda de las olas del mar
que disfraza tanto de mentiras.
No sabe si creerle
está vinculada a él por un pacto de sangre
porque confía en él más que en sí misma.
Por él daría hasta lo que no tiene
pero para él ella no es su muñeca,
ella es derramamiento de sangre.
Las migas que lo llevan a la salvación
nunca imaginó que la palabra amor
podría conllevar tantos riesgos
si tu vida ha sido siempre una absoluta mierda."
¿No confías en mí? "la tensión se podía sentir en nuestros rostros, igual que las sábanas mojadas del sudor de nuestras pieles, se cruzaban con mis manos tímidas en el colchón frente al volcán de las suyas, que parecían querer romper el culotte de noche, lo único que vestía mis piernas. Pero daba igual, porque toda esa habitación parecía un precipicio, un salto al vacío, como todas aquellas voces que me gritaban " No confíes" pero ya era demasiado tarde.
Me acordé de Georges, aunque no había rastro de él en la habitación. A quién tenía delante era James, ¿ por qué tenía qué ser él? – me pregunté desesperada.
Colocó sus manos en mi garganta, igual que sentí el peso de sus talones infinitamente en mi adolescencia. Sin embargo, el único tacto que había recibido de él aquella noche era el de sus caricias, que se tallaban sobre mi piel como la sal del mar que cura. Debía de estar soñando por cómo me había tumbado sobre la cama cuando mis tacones no podían sostenerse en pie. Ese no era él. Él nunca me trataba así. El tacto de sus manos me ablandaba y al mismo tiempo rasgaba mi piel como el mar dobla al papel.
- Hablabas de Georges— sus ojos marrones se veían aún más profundos con sus pupilas dilatadas por el alcohol. Estaba enfadado, podía notarlo por cómo enrojecía el arco de sus iris al mismo tiempo que sentía su mano sujetándome fuerte el cabello, pero sin llegar a hacerme daño. Vi como sus labios se acercaron a los míos, pero no le permití la entrada y me separé. Porque alguna vez sentí su furia contra mis mejillas congeladas, pero de alguna forma ambos sabíamos que este era el único trato que queríamos recibir el uno del otro. Amarnos hasta deshuesarnos y después recomponernos.
- Es mi hermano y a ti nunca te gustó –Respondí lo primero que se me pasó por la mente. Yo también estaba enfadada y borracha. Tal vez un poco anonadada por haberme acostado con él y su cambio tan repentino de actitud. ¿Cómo había pasado de ser un patán a ser de repente tan caballeroso?
- Tu medio hermano- corrigió. -Elena, él nunca escondió que se creía con derecho a bajarte las bragas. - yo fingí no escucharlo.
- ¡Cómo puedes decir eso! Él es parte de mi sangre. De todos modos él nunca estuvo de acuerdo con las cosas que les hacíais en el instituto a las pobres chicas. Que por cierto, todas estaban coladas por ti, pobrecillas. – le solté con ironía.
-¿Cuando dices pobres chicas te refieres a ti también? ¡Te acabas de acostar conmigo, Elena!- lo miré mal.
-Eres un idiota, siempre lo has sido. Además, él no se metió conmigo durante toda la secundaria ni me emborrachó para dejarme en bragas y hacer el paripé medio inconsciente en el salón de Ivy Desrosiers. No, espera, ¡pues claro que no! Georges es mi hermano, Barry. Un hermano nunca trata así a su hermana.
- Siempre me arrepentí de ello, debes saberlo.
-Ya no vale la pena, no quiero volver a verte, Barry.
- ¿ Crees qué me voy a ir como si nada después de haberte hecho tan mía?- yo cambié mi cara a una expresión aún más fría y traté de ignorarle mientras intentaba levantarme de la cama dónde él evitaba mi escape
- No creo que te sea difícil olvidarme, siempre fui la invisible media hermana de Georges, la cerebrito, la papelera de insultos - me fui poniendo los incómodos tacones mientras me ponía el abrigo y James escondía su rostro entre las manos intentando controlarse.
Salí de mi habitación y él iba detrás de mí siguiéndome. Me dio igual, solo quería escapar de allí. El maldito de Georges iría al límite del sexo con Claudia, mi cabeza daba vueltas, mis talones ardían y al perder el equilibrio en un escalón, caí en el rellano torciéndome el tobillo. James no podía negar que siempre fui una torpe, pero alejé mis suposiciones en cuanto noté el dolor paralizante que sentía, y al sentir que su sombra me alcanzaba.
- ¿ Te duele?- preguntó buscando mi mirada. Pero yo se la rehuía.
-Lo siento, Elena, pero no puedo ignorarte, no puedo separarme de ti. Pero si es tu deseo, mañana cogeré el primer tren a Bristol y no seré más que una sombra en tu vida. Apóyate en mí, quiero ser por una noche el hombre que nunca fui.
Me apoyé en sus hombros mientras él sostenía mi cintura, cuando elevó mis piernas a la altura de su pecho, nuestros labios casi se rozaron, pero el vértigo fue mayor cuando las olas de sus ojos me miraron.
Él siempre podía hacer que mi rostro no fuera nada más que nieve en un porche o hipotermia en los pies de alguien que abandona el puerto. Sentía el hormigueo en mis manos, mis dedos no podían funcionar, pero él mientras me subía contra su pecho con su fuerza suave, con la mano libre sostenía mis manos temblorosas en su cuello.
Estábamos casi al límite, no podíamos dejar de mirarnos, y parecía que en sus ojos pasaban como flashes de tren los inicios de aquella noche, cómo me había echado para atrás en la pared, estaba tan borracha que no me daba ni cuenta de que me estaba echando algo en cara. Estaba celoso, pero no recordaba por qué, y al instante recordé cómo un muchacho en la fiesta me había pedido bailar con él, hasta que el baile pasó de lo sensual a lo provocativo, yo no lo estaba disfrutando, pero James, me apartó de las manos del hombre antes de que pudiera salir yo de ese antro sola, cómo siempre hacía.
Recuerdo que le solté " James, siempre he sabido defenderme yo solita, tú no eres nadie, no puedes creerte Kevin Costner en la película el guardaespaldas y quitarme a los chicos" creo que eso le enfureció y ya fue ahí cuando me puso contra la pared y me obligó a mirarle a los ojos.
Mis manos estaban sobre la pared, y él en vez de sostener mis muñecas, abrió mis manos como se abre un mantel en la mesa de nochebuena, y fue metiendo sus dedos en cada hueco que había entre los míos.
-Apuesto a que Kevin Costner no te haría algo así.
-Incorrecto, ¿ no recuerdas el sensual baile con la espada?
-¿Podrías pretender dejar de saberlo todo sólo por una noche, cerebrito?- yo le saqué el dedo de en medio y salí de la coartada que tenía entre su cuerpo y mi espalda.
-Elena. - susurró en mi oído y volví irremediablemente a la realidad. Mi nariz temblaba por el frío y ningún músculo o articulación de mi cuerpo parecía tener control sobre sí mismo.
-¿Sí?
-¿Cómo va tu tobillo?-
-Ya casi me he olvidado del dolor.
-Igualmente voy a llevarte a urgencias, Georges puede matarme si se llega a enterar de que por mi culpa estás así, o ¿quieres que te lleve alguno de los chicos? ¿Darwin, por ejemplo? - Darwin, era mi mejor amigo, lo conocí en un intercambio a Roma, él estudiaba informática, y últimamente estábamos muy unidos. Mis ojos se enroscaron en mis pupilas como una serpiente que se enrolla en su cola previendo peligro, y mis labios le avisaron de que iba en terreno prohibido. No tenía ningún derecho a estar celoso. Él y yo no estábamos ni estaríamos nunca juntos. Incluso aunque nos hubiéramos acostado. Vale, puede que lo deseara pero era mucho mejor intentar no caer en esa fantasía que podía costarme la felicidad si nunca sucedía.
-Bájame James- pero él no me hizo caso y empezó a bajar las escaleras a contratiempo, sin mirarme y con prisa. Me dejó sentada encima del coche mientras él sacaba las llaves, y justo antes de que yo pudiera arreglármelas para entrar en el coche sola, James me bajó y me metió en el coche a la fuerza, yo lancé un quejido de dolor, me había rozado en el tobillo malo, y se me saltaron las lágrimas.
James puso las manos en el volante antes de poner en marcha el coche, pero me vio mirando a la ventana con un codo en el respaldo del coche y mis manos en mis mejillas tapándome el llanto.
Él se acercó a mí con la excusa de poner el cinturón de mi cintura al lado correcto del coche, pero me secó las lágrimas con sus pulgares, y sostuvo sus manos en mis mejillas, como un niño mantiene el agua del mar en sus manos creyendo que nunca se va a escapar como la cola de una sirena.
-¿Por qué haces esto?- pregunté casi sin ganas. - Me tratas como si fuera la única para luego tratarme como si fuera la única a la que odiaras.
Ahora sus dedos se fueron ablandando, y estaba empezando a ver perfectamente el mar de mis mejillas deshaciéndose de sus manos.
-Eres la única- acercó su rostro al mío pero en vez de rozar mis labios pegó los suyos a mi oído. -Tú eres la única que consigues que crea que yo también soy el único para luego deshacerte de mí, como te deshaces del agua del mar.
- Lo siento- dije avergonzada.
-Yo también lo siento- contestó él, mis manos estaban en su pecho algo acelerado, y cómo si nos moviéramos por el impulso de la noche, yo acerqué mis labios a la comisura de los suyos y él besó mi barbilla, luego subió sus ojos marrones a los míos verdes, y gracias al impulso de la luna tal vez, acabó besándome.
Después de aquel beso inesperado, nos separamos durante apenas unos segundos pero se sintieron como un rayo de hipotermia, y me besó otra vez. Luego se hizo pequeño en mi cuello como un gavilán que se hace miniatura entre las nubes y yo me abracé a su espalda como si una ola me hubiera derrotado.
Parecía que ahora se volvía vulnerable como una cometa que pierde el plan del viento. Pero no sabía si era otro de sus trucos, otro de sus juegos, en los que él era la víctima que suplicaba inocencia besándome, y yo la verdugo, la mujer fatal que lo llevaba peor que la carretera.
Intenté abrir las puertas del coche cuando fui sacudida por una oleada de cordura. Georges siempre me advertía de que no fuera en un coche sola con ningún chico. Aunque, claro, él no contaba con la excepción, Barry James. Él chico por el que era imposible no perderse. Me sentía expuesta y podía notar que él sabía que estaba nerviosa.
Intenté que mis nervios pasaran desapercibidos mientras el volvía a su sitio y encendió el motor. Yo sentada en mi asiento, barajaba en mi mano derecha una navaja y trazaba en silencio planes para salir por la ventanilla.
Mi verdugo tenía mi mano derecha encadenada a la suya, en el freno de mano. Como diciendo vas a morir conmigo en este amor suicida. Tú y yo juntos a la locura, pero no me miraba.
Clavé el corte más profundo en el cristal y quitándome el cinturón al mismo tiempo que soltaba su mano dejé que mi peso hiciera el corte restante con la ventanilla. Caí como una avalancha y oí que los cristales se agolpaban junto conmigo en el lugar de mi caída. Pero los rasguños no se oyen tanto como el frenazo del coche. Ni como el dolor que sentí cuando James movió mi cuerpo y me volcó boca arriba a pesar de que le dijera que no. Que no quería que me tocase, ya que notaba todo mi cuerpo adolorido y mi cuerpo estaba impactado por la caída.
Sus manos sobre mis muñecas fueron un frenazo. Sus ojos asustados sobre los míos, su rostro encolerizado, hicieron temblar mi cuerpo, que mis rodillas se derrumbaran sobre el suelo, que mis codos se llenaran de la penumbra de la tierra.
Después me cogió con sus brazos firmes, y me hizo mirarlo a sus ojos apesadumbrados como la tormenta
Mi temblor se volvió llanto, mis labios no paraban de soltar hipidos, y estábamos los dos solos ante la noche, un coche mal aparcado y un agujero negro entre nosotros. Un hombre roto y una mujer herida.
- ¿ Te das cuenta de lo que podría haber pasado, Elena?- seguía sollozando - Elena, ¡escúchame, joder!
Yo me revolví y me puse de pie, aunque me doliera todo el cuerpo.
- No quiero escucharte, no quiero que me grites- intenté caminar pero me dolía demasiado el tobillo y la rodilla. Era evidente que no podría hacer ningún movimiento por mi cuenta.
James me cogió con cuidado de los codos intentando girarme hacia él, sin darse cuenta de que me hacía daño.
-No soy un monstruo, Elena, estoy enamorado de ti, y sé que tú también estás enamorada de mí- Se podía sentir el aire costero meterse por nuestras fosas nasales, creo que era lo único que nos mantenía cuerdos esa noche. - ¿De verdad prefieres entregarte a la noche en vez de meterte en un coche conmigo? -
-Tú siempre has sido un desconocido, Barry- él me miró con los ojos más cristalizados que la lluvia, puede que entonces las nubes se emborronaran sobre nosotros, porque empecé a sentir frío y noté como si la humedad de la costa rompiera en mis mejillas, no eran más que mis lágrimas.
- Un desconocido que te ha amado en secreto desde hace trece años, Pavía.
- ¿ Y por qué siempre me has tratado así?-
- Princesa, siempre he sido un chico malo, no podía dejar que mi reputación la ensuciara una chica torpona, con gafas.
-Los chicos nunca habéis sabido distinguir lo que es la verdadera reputación, querido- entonces hice algo que no había hecho nunca, me quité las gafas y dejé que se vieran mis ojos verdes de los que siempre me había avergonzado, junto con las pecas de mis mejillas, y los dejé salir como un actor deja salir a su personaje tras los focos. -¿Así que no podías decir que estabas enamorado de mí? Pues entonces no puedes estar enamorado de mí- Él me miró extrañado, como si alguien le hubiera quitado la capa de sus emociones, y por fin lo hubiera hecho vulnerable.
-Parece que Georges nunca te ha dicho que si le tocas la moral a un chico malo de Brighton eres faro perdido.
-Suerte en tu vida- le contesté.
Nota:
Muy buenas noches, la descripción de la historia está en la descripción, si no lo hago hoy es porque me he dormido, pero prometo que mañana estará en mi perfil una explicación de este nuevo proyecto. Es una historia que lleva tiempo en mi cabeza, y por fin la inspiración la está dejando fluir y estoy muy contenta. Básicamente es sobre si vale la pena amar a alguien, que te ha hecho daño, si te abre en la actualidad su corazón.
Voy a ponerme a hacer una linda portada ahora mismo.
Luego descubriréis que tiene muchas más sorpresas ;).
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