treize. Hail Mary
'I said so didn't I?
'Do you know what that means?
'It means you'd never fink on me, Rose'
'It means, I'll never lay you down. Never Never'
-Brighton Rock Rose and Pinky scene at the Regent Café, Brighton
"El sonido de la sangre no se encuentra entre las piedras,
podrías meter un cuerpo en una cámara frigorífica y nadie se daría
cuenta.
Al final la felicidad y el amor te hacen el mismo daño que encontrar
tu rostro sangrado por una espina, o las manos en vez de conchas
de la arena, llenas de costras porque las rosas pinchan.
Esas son las peores,
las que guardan la virginidad bajo su pecho
y al final sirven su amor en frío"
I/VII/MCMXC
Adrien, dobló el papel con conciencia, y estuvo a punto de botarlo al suelo, quemarlo como la suciedad se tira por los sumideros. Elena estaba en el baño, tenía unos segundos para dejar esa parte de él y sus miedos del pasado en capucha, y amontonarlos entre los restos de ropa rota que las polillas terminan por liquidar si no huelen a naftalina. Dejarlos en el pasado o afrontarlos.
Pero Elena salió del baño, y la vieja radio que hasta entonces había sufrido un paro de conexión recobró interferencias, pero aterrizó en una cadena distinta.
Después, de oír el sonido de las olas de Brighton, una voz que puso los pelos de punta a Elena, e hirvió las sienes y la sangre de Adrien, vociferó y les sentó igual de mal que un whiskey en mal estado, o que el grito inconsciente de un vecindario.
La voz era fuerte y rasgada, como si la persona en cuestión todavía estuviese gaznando el cigarrillo en la boca, y el humo todavía fuera una obstrucción en su garganta.
Voces de esas había oído en todos los bares de mala muerte, en toda su infancia de pandilleros.
" Después de una serie de tiroteos que se produjeron cerca del Palace Pier, justo en el Muelle de Eastbourne, y no muy lejos del Royal Pavillion, Brighton dio una sacudida. Como si lo lejos que parecían las bandas callejeras de los 40, hubieran perdurado en el tiempo como triples espejos, y volvieran a causar el mismo espanto. Y eso, que eran las horas más tempranas de la mañana, y a penas pocos transeúntes y el jolgorio y las risas de niños que el paseo marítimo de Brighton que caracterizan a la ciudad costera, aún no habían ni iniciado. Los hechos, ocurrieron, al parecer no muy lejos del Ayuntamiento de Hockeney Hillman Street, Londres. Hemos intentando acercarnos a hablar mientras los policías acordonaban los alrededores.
" El lugar parecía una película de terror" puntualiza esta señora, que tiene un puesto en la feria del paseo marítimo.
Nuestra compañera, Caitlin Price llegó al Ayuntamiento a las once en punto, pero nos cuenta que no pudo captar mucha más información de la que tenemos nosotros en estos momentos, porque como cuenta, los alrededores siguen cortados, y aún hay una cola de aventurados que después de tomar algo en el Regency Café, se acercan a ver lo que ha podido pasar, algunos a observar con lupa los restos de sangre. Caitlin Price ha intentado contrastar algunos comentarios que transcribimos aquí, por ejemplo, Albert Randalf y su mujer Olivia, nos comentan que es algo que rompe con la armonía y la paz de este pequeño lugar habitado en vacaciones. Ellos, que dependen de sus negocios, y el turismo, temen que estos hechos se alternen en el tiempo y consigan que la gente coja miedo y no vuelva más, y se pierdan las ganancias.
El susto, apuntan ha sido el mismo que cuando una mañana de julio de 1990, hace justo cuatro años se encontró un cuerpo reventado por las piedras, lleno de agua y con superficiales heridas e internas lesiones. El cuerpo, se encontró bajo la playa del Muelle de Eastbourne. Hay posibilidades para creer, que el asesino ahogara a la víctima en la playa tras el Acantilado, la Berling Gap, y que para deshacerse del cuerpo, le atestó algunas puñaladas. Pero no obstante, lo bajó por todo el camino del acantilado hasta el muelle, y lo dejó muerto en la arena".
Para Adrien habría sido suficiente si lo hubieran dejado ahí, estaba convencido de que ese informativo de radio daría para un titular pero nunca cavaría con el asesino. Tenía razones para creer que el mismo que ahogó en el mar a Don Barry, y al dejarlo inconsciente aprovechó para atestarle las puñaladas, y los cortes de las muñecas , el pecho y levantarle las cicatrices en la cara. Nunca entendió ese hecho.
Él no había cometido ningún crimen, pero conocía bastante bien a las bandas callejeras de Brighton, él más que nadie había pertenecido a una.
Él solo recordaba robar en supermercados y pequeñas rencillas.
Pero el ámbar negro de Brighton es más negro que el opio. Y las bandas callejeras acostumbradas a todo tipo de trapicheos, no aceptaban que la sociedad de Brighton quisiera separarse del Brighton marginal, ni de los bares de mala muerte. Y dar paso a una vida tranquila, y a un lugar menos rencoroso.
Tuvo que tapar cosas tan duras como sobredosis de sus amigos más cercanos. Pero él nunca estaría implicado en algo así, como en la muerte de Don Barry, a él, que lo consideraba como un mentor, el hombre que lo dejó ser parte de su familia como si fuera su padre. El único hombre con el que tenía fotos riéndose de la vida o con la vida.
Él creía que podría escapar de aquel crimen ruidoso, escandaloso pero solitario.
Porque el asesino no entendía bien la táctica de un verdadero crimen.
Si quería haberlo dejado como un suicidio, debía haberse largado, pero en cambio, convirtió el suicidio en crimen y se largó igual.
Ese era el tipo de hombres ruines que había conocido siempre, esos que entendían la justicia por los codos.
No quería verse declarando por algo que no había hecho, pero tal vez, la cuestión estaba en que él no lo había hecho, pero si tal vez, alguno de la banda de mafiosos a la que pertenecía su hermano.
O incluso, alguien de su pandilla. Pero ¿ quién?
¿Wallace? ¿Terrence Scott? ¿ Willbug Dawton? ¿Dalton Cartier?
Lo último que sabía es que la última vez antes de reencontrarse con Elena en Brighton había salido huyendo del pequeño porche dónde se celebraba la boda de Willbug, se había casado con Sonia en el Ayuntamiento, y los había vuelto a ver el día de los tiroteos. Los había llamado para disculparse por su actitud.
Adrien empezaba a impacientarse, apagó la radio con brusquedad. Pero sintió la suavidad apoderarse de él cuando vio a Elena apoyada desde un nicho de la habitación, dónde rezaba una figura de la Virgen María, y una estampa de la Virgen de Fátima.
Otro recuerdo de la boda de Willbug, Willbug, era un fiel creyente, y le había regalado esa figurilla con una estampita dónde estaba escrita la oración "Hail Mary"
Le había dicho " En ocasiones, hay que aferrarse a algo, Adrien"
-Una vez Fátima hizo un milagro, pero me temo que ahora los momentos son demasiado oscuros para limitarnos a rezar un rosario - su voz, volvió a sonar débil, a pesar de que estaban sólo ellos dos.
- Era el milagro favorito de mi abuela- respondió Elena después de tragar saliva con fuerza, luego, sus ojos se puntualizaron en los de Adrien. Algo tenues con la luz pero rojos del cansancio y el estrés.
-Creo que necesitas un respiro, Adrien- Elena intentó ser suave.
- ¿De quién, de mí mismo?- contestó exaltado.
-No de ti, sino de mí - contestó ella. Los ojos de Adrien se enfriaron como un semáforo en rojo. -Llevas mucho encima, yo no soy más que una carga, Adrien, además no solo sería yo- Elena se tocó el vientre con dificultad. - Somos dos cargas más, y tengo la suficiente certeza, para elegir que no quiero que mi hijo viva saboreando la muerte o los gritos de dos padres que no se entienden.
-Entonces, ¿estás embarazada? - Ahora fue el turno de Adrien de tragar con dificultad.
-Sí - contestó Elena.
-Puedo hacerlo bien - dijo él de pronto.
- ¿Cómo dices?
-Que puedo hacerlo, puedo ser un buen padre. No podría dejarte colgando después de haberte dejado embarazada- calculó él. -Georges, ya tiene suficientes razones para desconfiar de mí.
-¿Y cómo quieres que acabe esto? ¿ qué las cosas se hagan a tu manera? ¿Qué nuestro hijo crezca viendo nuestra manera de entendernos?
-Eso estaría bien para mí, Elena.
-Creo que no has conocido palabra alguna más que la mentira, estás tan acostumbrado a confesarte en tu propio veneno, que no sabes lo que es la verdad.
-Gainsborough nunca será su padre, Elena. No haré que pases por ahí.
- ¿ Por qué no tendría que pasar por ahí? Seamos sinceros, él no me miente.
Adrien logró dar con la gota que colmó el vaso y quebró su paciencia.
-Él no es quién crees que es- ella levantó las cejas.
-Solo estás celoso, por eso dices eso. Casi no lo conoces, no puedes saber qué tan malo es, o si no nos cuidaría mejor de lo que tú lo harías. - Adrien torció el gesto con disgusto.
-¿Estás hablando enserio? Me sorprendes, Elena, sólo tú podrías decir algo así cuando estás enfadada.
-No estoy enfadada.
-¿Le quieres? Dime qué quieres, Elena, dime que crees que puedo darte, o bien incéndiame con lo que no puedo darte, y terminemos para siempre. Pero te advierto que si quieres una guerra en la que haga un felpudo con mis piernas rogándote, lo haría aunque me condenes a rogar por tu aliento la eternidad de Hades - la respiración de Elena se cortó como un diente de león que se desmenuza cuando lo coges entre tus dedos.
-Cuéntame todo lo que sepas del caso del que hablaban en la radio. De eso dependerá que puedas conocer a tu hijo, y de que yo deje de suplicarte- los ojos de Adrien iban saltando como el cielo se humedece de vértigo en una montaña rusa. Se sentía como entre la espada y la pared, como nadando a contracorriente en agua helada. Tragó saliva, y dejó el papel en la cubierta de la cama, y se agachó en uno de los sillones, dónde había varios papeles y cartas, algunas casi no se distinguían por lo incineradas que estaban.
Luego, se encendió un cigarro y se las estampó en el pecho a Elena, mientras él daba vueltas sumido en la desesperación por la habitación.
El reloj que había colgado en la pared tenía forma barroquizante, pero arriba del todo tenía unas agujas góticas que recordaban a la Catedral de Colonia. Se miró en el espejo en actitud nerviosa, y en el baño se volvió a lavar con jabón las heridas de la cara.
Luego, observó a Elena que parecía mirar decidida las cartas, pero estaría hecha un lío.
- El primer papel es mi diario, escribí mucho durante ese mes en el que murió Don Barry. Él era una figura paterna para mí, comprenderás que el tema no es fácil, y que creas que estoy relacionado con su muerte me rompe. Elena, me puedo esperar eso de cualquiera, pero no de ti- insistió - te he dejado tocar partes de mi piel que no ha atravesado nunca nadie - Elena intentó borrar de su mente esos pensamientos, no quería que Adrien la despistara. Ella sabía mejor que nadie, que Adrien haría lo que fuera por ignorar el caso mientras pudiera, porque era un trauma para él, pero sabía que algo más dentro de él se abría cuando alguien tocaba la noticia.
-Yo nunca he dicho eso. - Optó por responder Elena. Sus ojos verdes casi a la punta del llanto.
-Él escribió unas frases antes de morir, que encontré en el muelle, desde dónde se supone que lo ahogaron. Elena, estaba casi calcinado el papel, es indescifrable. No tengo más pruebas por lo que decidí alejarme. Tengo razones para creer que fue el líder de la banda de los Barbizon, empezaron como unos pandilleros, pero luego fueron a por más cosas, hasta que hacían trapos sucios por dinero, son una gente muy peligrosa.
Elena fue a revisar los cajones sin descanso.
-Elena, ¿qué buscas?
-Shh- siseó ella para callarlo, luego siguió revisando y sacó una lupa con mango de plata.
-Busco desperfectos con la lupa en los papeles, tal vez eso nos pueda decir algo.
Adrien la miró sorprendido, siempre lograba acelerarle el corazón de alguna manera.
-Elena, entiende que no quiera meterte en esto, por favor.
Elena lo interrumpió poniendo sus manos en los hombros del muchacho.
- Adrien, si vamos a estar juntos tenemos que jugar en el mismo bando. Ahora.... ¿Esta marca te dice algo? - Adrien se llevó el papel a la nariz.
-¿Sangre quemada?- luego, se volvió hacia ella. - ¿Quién iba a dejar huellas de sangre quemada?
-¿Has tenido algún contacto con los Barbizon? -Adrien la miró con miedo, creyendo que le pedía que le dijera que no.
- Mi hermano se unió a ellos en julio de 1990- se tranquilizó al ver que Elena no decía nada que dejara en evidencia que estaba molesta o asustada. - pero eso no tiene nada que ver con Don Barry, ¿entiendes, mi amor? Elena, si yo te digo algo, no dudes de mi palabra. Soy demasiado listo para saber que no me conviene tener lazos de sangre con nadie de los Barbizon, ni lazos de ningún tipo, jamás haberles echado un cable. Pero es mi hermano, y Don Barry fue tanto su mentor como el mío. Mi hermano jamás le habría tocado un dedo. Lo que yo daría por tener a mi hermano cerca, y no que esté con esa gentuza.
- Confío en ti, Adrien.
-¿Estás segura?- luego continuó -jamás dejaría que uno de ellos se acercara a ti, y arruinara esto.
- Lo sé. Yo tampoco dejaría que nadie me alejara de ti - sus ojos hicieron un clic en los de Adrien. Los dedos del muchacho pasearon por la barbilla blanca de Elena, viéndose obligado a tirar el cigarro, en vistas de apagarse al suelo. Si el último fuego de su saliva provocara un incendio, él moriría con tan solo saber que su último duelo había sido el probar el elixir de los labios de Elena. Al ver que ella con menos miedo, ponía sus manos de Geisha en su cuello, tomándolo con delicadeza, y dando pequeños destellos tímidos con sus labios hasta sonreír.
Cómo podría meter a un ser de luz en el fuego de la mentalidad de su hermano.
Dejó que ella se acurrucara en él dándole todo el cariño que él sentía que había perdido de ella, y Adrien buscó su rostro para mirarla a los ojos.
- No dejaré que te toquen- le dio un beso sincero que ella respondió mientras que él acortaba el espacio que sobraba entre los dos.
Nota: Ahora empieza lo bueno. Espero que os guste.
XOXOXO, Carmen.
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