Six. Revenge
A Helena. Estaremos siempre para lo que necesites.
Podía sentir un conjunto de respiraciones en la atmósfera del lugar y al mismo tiempo asegurarme de que no era la mía, porque asimismo, sentía que me faltaba la vida en los huesos, y que no podía caminar sin caer, andar sin tropezar.
Era como si alguien me hubiese desquiciado completamente. Ese nombre tenía causa y efecto, ese hombre era más letal que la morfina. Lo podía sentir fumar mientras se daba la vuelta, podía haberle gritado " ¡Bien! Date la vuelta, al fin y al cabo demuestras tan bien, tu pasotismo ruin".
Llamé al número del abogado que, según el periódico, estaba llevando el caso de Don Barry. Si Adrien me sacaba de su vida, estaba claro que no podía evitar que yo me metiera en líos. Aunque creo que estaba demasiado cegada y obcecada por el odio, y no podía darme cuenta, de que dentro de la vida de Adrien mi vida podría ser un peligro, pero fuera, de su vida también. Estaba completamente desprotegida.
El número era bastante largo, de ese tipo de números que Georges se habría cansado de marcar, al primer tacto de teclas, y no caí en que podía ser misterioso.
Un silencio sepulcral antecedió al común comunicando, pero este era especialmente largo. Una tos seca, despertó a mis oídos, y un respirar profundo me llenó de nervios.
-Ejem.
- Hola - dije. - Soy periodista y quería preguntarle sobre el caso de Don Barry. Es para un artículo ahora que se ha reabierto el caso - intenté persuadirlo con el comodín falso.
-Interesante. Dijo - ya nunca tengo a periodistas mujeres, que se interesen por mi caso. - hablaba en frases no especialmente largas, y normalmente, solían venir detrás de una especialmente corta o muy cortante. Pero decidí no añadir nada más que le pudiera hacer sospechar de mi identidad. - Oye encanto, hay un bar en un barrio de no especialmente muy buena reputación en Brighton. Normalmente no suelo hablar allí de asuntos profesionales, pero últimamente mi despacho es un desorden. Recibo muchas cartas, y muchos mensajes subliminales. Además, necesito unas cervezas, llevo demasiado tiempo encerrado.
-De acuerdo- contesté - ¿a qué hora me quiere allí?
-Sobre las 22:00 pm.
- Vale. Allí estaré. Por favor, no le diga a nadie que le he llamado.
-Descuide. Espere, no me ha dicho su nombre, encanto.
-Irrelevante para este tipo de negocios, nadie quiere verse involucrado en esto si se sale perdiendo ¿no?
-Dejémoslo en que usted no es una periodista cualquiera, ¿ me entiende? Por favor, dígame solo su nombre, no le estoy pidiendo nada ilegal-
-Está bien, apúnteselo, porque no voy a repetírselo. First name: Carmen,
-Ese es un nombre en clave, querida.
-Carmen Wolzac. - Corté la llamada en ese mismo momento, empezaba a escuchar ruido a mis alrededores.
Después de aquella llamada, decidí vestirme completamente diferente a como yo lo haría, me alisé el pelo, y me compré varios blazers para combinar con tops algo descarados, y unos pantalones azul marino de mi madre. La barriga todavía no se me notaba y daba las gracias por eso, no sabía qué iban a pensar de mí cuando descubrieran que estaba embarazada a los veintitrés.
A las diez estuve aproximadamente en el lugar, bastante incoherente con el ambiente clásico y ortodoxo del Brighton al que yo estaba acostumbrada. Adrien tenía razón, era una Barbie, una princesa de cuento estúpida, y cada vez que pensaba en él y en lo que me decía, me daba más asco.
Me senté en una mesa y me coloqué unas gafas de sol, que aunque daban contraluz al lugar, y me mareaban porque no eran de mi graduación, era mejor eso que dejar mis ojos verdds al acecho, como presas ante hienas hambrientas.
Me sentía bastante diferente, y no me sentía cómoda con mi vestuario, pero valía la pena, porque quería sacar toda la información posible de la vida anterior de Adrien, y no me podían descubrir.
Había recibido varias llamadas a lo largo del día, sólo pudo contestar a una porque no tenía saldo. Esa llamada que luego resultó ser la más importante.
El no tener más dinero para calmar sus nervios con cigarros lo tenía en un estado de paranoia constante.
No entendía por qué tenía que estar en el bar más feo de todo Brighton, ni porqué tenía que estar en su maldito barrio, ese que quería olvidar.
Ni mucho menos porqué estaba dentro devorando con sed una cerveza, y observando con interés la figura de una muchacha, cuando bebía y estaba nervioso haría cosas que a Elena le disgustarían.
Volvió a beber, había pensando en Elena más de seis, o doce veces, quizá fueran más. Es imposible saberlo cuando estás tan drogado por la ausencia de una chica como Elena.
Reconoció la figura enfundada negra del líder de la mafia a la que creía que pertenecía su hermano. Básicamente por eso habían empezado sus problemas, porque él intentó con todas sus fuerzas hacer que su hermano saliera de esa banda , pero siempre se encontraba con los problemas de que él ya estaba como inducido en una secta, y cada vez se volvía más ruin consigo mismo y con él. Andreas, era su nombre real, pero él había elegido el de Brighton Barbizon. El de Adrien, Barry James, era el nombre
que le dieron a él y sus hermanos adoptivos, tras adoptarlos Don Barry. El hombre que mencionaban en el periódico. 1992 fue el año en el que Adrien quiso ampliar horizontes y alejarse de los otros chicos huérfanos, que eran sus hermanos y más que eso su vida, aunque le doliera, tenía que hacerlo, por su bien, y por estar más lejos de su hermano, que cada vez le hacía la vida más y más imposible. El líder de la banda iba a sentarse con la única chica del bar que llevaba gafas de sol.
Todo pareció ir tan rápido, que cuando la chica se quitó las gafas, no podía creer que era Elena, su Elena.
Estaba hablando con el mentiroso de Black Jack. Se hacía pasar por abogado que investigaba el caso de Don Barry, simplemente para poder reclutar más chicas, engatusarlas y que se unieran a la mafia, dónde ningún hombre era bueno. La sola idea de que Elena entrara en un sitio de esos, o de que permitiera que alguien la tocara de esa forma tan sucia, le hacía querer destruir todo el bar.
Adrien se acercó a un camarero sigilosamente,
-¿ Dispone de pistola?- le preguntó seco. Luego se suavizó. -Señor, necesito que de dos disparos, eso será suficiente para que ese hombre de ahí demuestre lo canalla que es, y saque la navaja. Yo llamaré a la policía. Y por lo que más quiera, no pierda de vista, a la chica que lo acompaña, está en grave peligro, condúzcala si se asusta fuera del local, en el pabellón que usted conoce, llévela, por favor, yo la estaré esperando allí"
- ¿Es un delincuente? ¿ estás relacionado con ellos, chico? Puedo llamar a la policía yo mismo y sacarte del local- Adrien intentó utilizar otra estrategia.
- Por favor, buen hombre. Le suplico que me crea, los conozco, pero no porque yo quiera, es un problema familiar muy grave.
- ¿ Y la chica?- Adrien suspiró.
- Ella no tiene nada que ver. La única desgracia en la que ha caído ha sido conocerme a mí - el camarero pudo ver algo entre los dos, que ni Adrien ni Elena estaban capacitados para ver todavía por el miedo, por lo que lo único que pudo hacer fue relajar su conversación.
- De acuerdo. Llama a la policía, chico, yo daré los disparos y te llevo a la chica.
Adrien se repitió a sí mismo, no la cagues otra vez, no la cagues otra vez. Estás a punto de volver a encontrarte con ella, y ella debe estar en estado de shock. Sé dulce. Dile que la quieres. Que no puedes vivir sin ella y un montón de sentimentalismos románticos más. No la cagues. No la cagues.
Adrien estaba llamando a la policía, y justo cuando se encontraba el teléfono del local comunicando se oyeron los disparos. La policía avisaba que llegaría pronto, lo más pronto posible. El local, por el contrario se volvía loco, como una tragedia griega.
Adrien contó los minutos que tardaba en llegar al pabellón, y luego desesperadamente volvía a tiritar contando los minutos que faltaban para que el camarero llegara con Elena, o Elena sola, enfundada en ropa preciosa que sólo a ella podía quedarle bien, y él se quedaría de nuevo sin respiración, gastando más oxígeno que la luna.
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