quinze. Subtitled| Subtlety (Corregido)
A Virginia Woolf.
Las nubes dejaron de ser oscuras para reflejar unos pequeños hilos de un pequeño arcoíris, que avanzaba como la calima en tiempos de verano, o como la guerra del viento con las dunas en el desierto.
En el cielo se podía apreciar el rosa que predice los días ventosos.
El mar comenzaba a levantarse como esos ejercicios de flexibilidad que hace el Levante con las faldas que deciden desfilar por la lluvia un día de viento.
El frío se pegaba a nuestros abrigos como aviones de papel. Algunas olas antes desvaídas bordeaban casi con la destreza de un pincel, con la lentitud pero
precisión abrasadora de los palos de hierro que sostenían el muelle. Convirtiéndose entonces la espuma en un delirio en nuestros pies, que se escurrían como hojas de papel amarillo que tras cobrar fuerza se desvanecen en verdes otoñales.
Ya no quedaba nada de ese azul marino, sino que ahora nos adentrábamos en turbios colores más parecidos al litio que al azul.
- ¿Alguna vez has vivido una tormenta en vivo y en directo desde lo alto de un faro?- los ojos de Adrien se veían de un cromatismo romántico cuando sus pestañas estaban húmedas por la lluvia.
Me miraba con tremenda ternura y en mi interior me sentía tan infinita como las olas.
- Me temo que no- dije avergonzada - soy como los gatos, prefiero que las tormentas me caigan encima- Adrien me miró como pidiéndome permiso para adentrarse en mi jardín secreto, y yo asentí y me besó conjugándonos con la lluvia, siendo uno con el clima. Nos separamos porque ya nos sentíamos calados por las olas hasta los pies, Adrien y yo entrelazamos nuestras manos y corrimos por la pasarela espantando a las gaviotas que echaban a volar, no éramos los únicos seres vivos que tenían el instinto de huida a flor de piel, pero que al mismo tiempo querían enternecerse con las olas.
Fuimos corriendo haciendo corrientes y ríos con los charcos.
Salimos del Eastbourn cuando el Palace Pier estaba completamente semicerrado, los cruceros tan solitarios que nos confundíamos con sombras por el paseo marítimo.
Entramos a una tienda de alquiler de mods de los años 40, yo me quedé mirando una que me era completamente familiar , la había visto en algún otro sitio, ¿ o habría estado aquí antes? En el mostrador estaba un chico joven de unos veintipocos , y sentada en una mecedora una señora mayor. No quise esforzarme en calcular el parentesco, sólo sé que miré al muchacho, y me resultó enormemente familiar. Lo había visto antes, eso era seguro, sin embargo, dónde era un misterio.
Adrien, mientras se las arreglaba con el muchacho para las tarifas, observaba como reaccionaba yo al entorno aquel, no sé si pretendía que me sintiera segura a la deriva con él, aunque creo que le molestaba como el chico me miraba a mí.
- ¿Sois nuevos por aquí?- inquirió el muchacho - por el ceceo de la señorita puedo intuir que eres extranjera pero que has aprendido a dominar el inglés británico.
- Mi padre es de ascendencia española e italiana -respondí.
- ¿Te has subido alguna vez a una mods de estas?- yo temblaba en mi interior como si fuera una Scooter en pleno ralley - dicen que la primera vez el miedo es jodido.
- No. Dijo Adrien con voz seca. -Conmigo será la primera, y tal vez no la última. - Yo me quedé helada. No lo había visto nunca tan protector conmigo.
- ¿Vais a subir hasta el faro de la Berling Gap?- preguntó el chico.- Eso tiene que ser cojonudo.
-¿Qué has dicho, Fred? - la voz de la abuela del chico sonó como un trueno en el delgado silencio que fluía en la anecdótica conversación.
-Nada abuela.
- Eso me imaginaba.
El chico se giró hacia Adrien y lo tomó del codo suavemente y sin que a él le pareciera una indiscreción.
-¿ Alguna vez has pilotado una de esas?- Adrien se dio la vuelta dándome la espalda y tomándolo de los hombros le ofreció un cigarro.
-No. La verdad es que no. - Luego contestó como si se sintiera sujetado entre dos pinzas. - ¿ Algún consejo?
- No mirar a las alturas y seguir siempre al faro - Adrien sonrió mientras se frotaba la barbilla y la boca con sus manos.
-Estoy jodido.- Juraría que murmuraba entre dientes. Podía sentir que estaba asustado, pero me cogió de la mano, y una vez que estaba la moto aparcada en el pavimento mojado, él se subió.
-Sube- dijo -Por favor.
- Perdona por esta locura - no sé si lo dijo pero yo ocupé el espacio detrás de su espalda y lo abracé, y no sé si el creyó oír, mientras hundía mis manos en el otoño de su abrigo. - No importa, juntos hasta la locura.
-¿En serio? ¿ Juntos hasta Berling Gap?
-Enserio. Juntos hasta el faro y todos sus jodidos puntos cardinales -y me miró como si dijera - Te llevo conmigo en este amor suicida.
Cuando se aseguró de que no había nadie, se acercó a mí y tomando el blanco pálido de mi rostro juntó nuestros labios, sentí que sus dedos se hundían en mi pelo, y que cada vez sabía como domar mis labios durante los besos para que nuestras bocas solo se pertenecieran.
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