neuf. gravity footsteps
Sus ojos, ojalá pudiera describirlos metiéndome en ellos como si fueran páginas en blanco. Ese marrón que era como encerrarme en cenizas. Abrir la boca para sangrar, romperme los labios y las manos, porque estamos llenos de huesos, es algo que nadie entiende, pero es tan real que sabes que no puedes vivir sin ello, sin entender, sin abrigar esa faceta humana. Él era en cambio diferente, se hacía el duro, pretendía que comprendiera que en él sólo existía la rugosidad de una piedra, pero yo sólo podía ver unos huesos deseando ser entrelazados, a pesar de que llevaba los pies magullados, la rodilla herida, y probablemente su navaja bajo el brazo, en sus bolsillos un arma. Aún así, para mí él siempre sería Adrien.
Él que siempre se inventaba pseudónimos para disfrazar un alma rota, empezaba a pensar que él se había visto en tantas vidas, pero no se había visto encajar en ninguna. Qué para él pertenecer a algo era un roce lento o una cadenza suave que le dejara disfrutar de la armonía del viento cuando caminaba por las aceras de cualquier momento de la vida.
No sé, sin embargo cómo describir la manera en que sus labios se volvían un lugar dónde era fácil perderse cuando fumaba cigarrillos.
-¿ Por qué te resistes, Elena?- sus ojos eran una bandera caída, un simple espacio en blanco que podían hacerme caer exhausta en el cabezal de su pecho.
-Intento tocarte, pero te mantienes firme. ¿ He hecho algo que te destroce tanto para que me evites en mis desvelos de tu cuerpo? Sabes que te deseo, no sé cómo demostrarte más que me estoy desviviendo por hacerte el amor en limpio. Por deshacerte el pelo que tienes tan sumido en trenzas, jugar limpio con tus raíces, para que me supliques que suba o baje. No quiero cambiarte, sólo quiero que el cuerpo que quieres siga siendo el mío. Pero si algo ha cambiado, dame una señal, que he dejado de regirme por la coherencia.
-Tengo miedo- dije segura.
-¿ Tienes miedo?- rio ásperamente. -Voy a enseñarte lo que es tener miedo.- Se quitó la chaqueta del traje y se desabotonó la camisa que llevaba, no llevaba corbata. No recuerdo en qué momento se la quitó, pero antes de que me diera cuenta se quitó la camisa completamente, dejando su torso a la vista. Luego, se acercó a mí y señaló con sus dedos una herida reciente, que tenía en su pecho derecho.
-Tócala. La herida, tócala- dijo brusco. Yo no podía. Él perdió la paciencia y cogió mis dedos con furia, quebrándoseme una uña en el proceso. Los hundió en la herida, luego me miró, y me hizo mirarlo a él. - No te gusta, ¿ verdad? ¡Claro que no te gusta! - espetó. -Es la forma más ruin y cobarde del respeto, ¿ verdad, Elena? Mostrarle a la chica que quieres tus partes más vulnerables, y que ella al tocar tus heridas muera del asco. Y que ella te diga que tiene miedo. ¿ Me tienes miedo, Elena? ¡Joder! Dilo de una vez, soy el tipo más ruin, ¡me detestas! Pero no te atreves a clavarme las uñas.
-¡Basta! Me estás haciendo daño.- dije cada vez más fuerte. - No estoy mirando tus heridas con asco, no puedo tocarlas porque...-
- ¿ Por qué?- me interrumpió brusco. -¡Dilo! No te quedes con la lengua muerta, el latín que te enseñaron en el colegio ya no se usa.
Me harté y lo empujé para atrás, pero no perdió el equilibrio, llevaba tanto tiempo manteniendo posturas, equilibrios y la cabeza firme por una banda de muchachos sin casas ni familia, que ya casi había aprendido a levantarse sin caerse.
Gritaba por mi violencia, iba a sacarla.
Quise darle varios golpes en la cara, y gritarle con todas mis fuerzas. Y acabar con esto, con lo mal que me sentía. Pero sus ojos en la oscuridad me dejaban sin fuerzas para atacar.
- Te quiero- solté sin previo aviso. - Y soy una estúpida por hacerlo, pero te amo.
Su rostro pareció relajarse, ya no tenía ese acceso de rabia que le daba algunas veces.
Esos ataques de fiera, conmigo se calmaban. No sé si alguna vez habéis sentido cómo el hielo apaga el fuego entrelazándose en los huesos de llamas.
Pero él me encendía, y yo lo apagaba.
-Te amo- dijo firme, yo no podía ni mirarlo a los ojos. -Eres fina, delicada, eres una flor, pero también vida, también agallas, también altura. Yo soy un animal que te trata con fiereza, pero combinamos tanto como el metal, temblamos como la lumbre consumida en el fuego cuando dejamos de confiar, cuando entre nosotros no hay amor, no hay ternura. Eres ternura, yo soy el mal, tú eres el ángel, yo soy la pistola, amansados somos una flor, pero en línea somos fuego. El mal y el bien están hechos el uno para el otro.
Su rostro estaba tan cerca del mío que sentía que él era el único bote al que aferrar mis manos frente al vasto océano del deseo que nos arremolinaba.
Sus labios frenaron en los míos, cuando me aferraba a su cuello, palpé como si fuera una alumna de braille con mi labio inferior el suyo superior. Sus ojos se iban cerrando, a medida que yo iba rozando sus labios, y él terminó ese ejercicio de cecografía, sellando el lado inferior de mi boca con la parte superior de la suya. Él me rodeó por toda la espalda, sin dejar un beso fuera de mi boca. Mientras mis manos se hundían en su espalda y en sus omóplatos.
Nos separamos casi sin ganas, pero empezamos a oír algunos ruidos de coches, y eso nos recordó que estábamos en plena calle. Sonreímos casi al mismo tiempo, y sus brazos rodearon mis hombros de manera protectora, mientras yo hundía mi rostro avergonzado en su cuello.
-Te deseo- dijo cuando pasaron unos minutos. Yo no pude evitar reírme. -¿Y esa risa, niña? Me tienes necesitado- yo le golpeé suavemente el brazo. -Auch, duele.
-¿Podrías ser menos grosero y obsceno, Sprün?- me reí y el rodó los ojos.
-Al coche- dijo, mis ojos bien abiertos, pero no había ninguna duda en su mirada.
-Adrien, no me gusta hacerlo en los coches - dije evitando mirarlo por la vergüenza. Nunca había sido de esas chicas.
-No, no. No lo vamos a hacer en un coche, claro- yo sonreí mordiéndome el labio.
- ¿ Y si volvemos al hotel?- podemos volver a irnos por la mañana.
Él negó con la cabeza.
-No, no podemos- luego siguió - Tengo un contacto que me dejó las llaves de su pequeño apartamento, no es muy lujoso, pero servirá. Podemos escondernos allí unos días hasta que esta gente loca deje de buscarme.
-¿Quién son esa gente loca?- pregunté.
- Nadie que tenga que preocuparnos ahora- aseguró.
El apartamento estaba en un local de apartamentos meramente abandonados, una red casi fantasma.
Adrien abrió la puerta principal, y encendió la luz. Tenía razón, no era un apartamento muy grande, pero era bonito. Una cama excesivamente grande, un baño con una bañera , lavabo y váter. Una pequeña cocina, para cocinar poca cosa. Todo era individual.
Me senté a un lado de la cama, mientras Adrien se quitaba los zapatos. Me quité la chaqueta que llevaba y me quedé con el top, dejando sueltos mis hombros. Adrien, que dejaba sus zapatos en el suelo, no se había dado cuenta hasta que me miró y sentí en sus ojos electricidad. Yo bajé la cabeza, y coloqué mis manos en mis rodillas, estaba nerviosa. No me había entregado así a nadie como a él, y aún estaba insegura, asustada y tenía miedo. No sabía en qué íbamos a acabar si seguíamos en ese juego tan intenso de querernos. También, mi piel blanca estaba tan erizada como tensa, en cambio, su piel era blanca, pero tenía algo que me hacía querer hundir poco a poco mis dedos en su cuello.
Su mano se acercó a mi cuerpo mientras tocaba primero la cubierta de la cama, luego, inspeccionó con su mano mi cuello, como si buscara algo, me levanté el cabello, como si lo sujetara con una cola de caballo, y de los nervios empecé a hacerme una trenza dejándola suelta en mi pecho. Tocó la línea de la cadenita, y empezó a hundir sus dedos despacio, lento, como cadencias, o cadenzas musicales, hasta delinear los dibujos de mi clavícula, luego, me susurró algo al oído, y al mismo tiempo que hundía su nariz, y sus labios en mi cuello, me eché con su ayuda para atrás rendida. Dejando que experimentara con las estaciones de frío y calor en mi cuerpo, con el rosa del hielo y el azul del fuego.
Nota: Estoy enamoradísima del capítulo. Por cierto, me he propuesto leerme, El oficio del Mal de Robert Galbraith, no sé si alguno de vosotros lo habrá leido, pero está ambientado en Londres, y también, voy a hacerme una lista de libros que quiero leerme en verano. Mi cumple es el 23 de este mes, así que a ver si cae la breva y mis padres, me compran algún libro de Graham Greene, o alguno que me guste jeje ;). La novela se está poniendo interesante. Como veís, nos hemos quedado en un momento muy romántico, y estoy muy emocionada por ello. Voy a plantear en una libreta, cuando pueda los siguientes capítulos, que intentaré no tardar mucho en actualizar. Os mando un abrazo muy fuerte.
Julliet Sykyes.
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