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huit. tu me fais mal, mais je t' aime

De pronto, sentí mi mundo cubrirse bajo tierra, como si mis pies estuvieran bien enterrados en la arena, en vez de en el suelo, podía ver el marrón de sus ojos volverse pálido como aquella vez que muerto de celos me besó, o cómo otras tantas veces que me intentó separar de él, que yo ya no sabía lo que él sentía.

-Quiero volver al hotel-  dije, estaba tan tensa y mi garganta intentaba tragarse esas palabras que tenía la sensación de que regurgitaba mis propios nervios. Él se puso serio, serio como nunca antes lo había visto, lo había llegado a ver enfadado, brusco, o despechado, conmigo y con todos, pero nunca así, con esa mirada abatida en sus ojos, con ese dolor en el rostro, y esa decepción que gritaba mi nombre por todos sus puntos cardinales. Lo que me hizo sentirme peor de lo que ya me sentía, no sólo se sentía con el libre derecho a sacarme y meterme de su vida cuando le daba la gana, sino que jugaba conmigo para hacerme creer que yo era la arpía, y lo peor es que yo lo quería, lo amaba, y lo deseaba. Pero los vértigos me hacían dudar esta vez, o tal vez es que ya no confiaba en él.

Adrien intentaba sacar algo en claro de mis difíciles miradas, pero supongo que estaría tan en blanco como yo.

-No. - no lo dijo seco, simplemente no le salía ninguna emoción de los labios, estaba desesperado. Yo lo miré mal.

-¿Cómo que no? - insistí, pero él no contestó, sólo me tomó del brazo y me llevó a un lugar menos concurrido de la sala de baile. Aunque veía que las personas se levantaban y miraban mucho y se empezaba a poner nervioso. - ¿Puedes dejar de tratarme como si fuera tu protegida, Barry?

Adrien se mojó los labios resecos con su lengua, y luego los volvió a morder mientras se frotaba la frente, la nariz y los ojos.

-¿ Ahora vuelvo a ser Barry? ¿ quieres que acabemos como enemigos? ¿ sólo amigos,  o extraños? Dime que quieres de una vez, Pavía, antes de que pierda los estribos contigo y me metan a un manicomio por destrozarle su piel de seda a una Barbie de Brighton. - él parecía escupir cada frase como para quitarse el peso que le oprimía el pecho,  que debían sentirse como estructuras de hierro.

-Empiezo a pensar que no te he conocido realmente, y lo sabes. -  dije  - Tengo que empezar a mirar por mí misma y no por influencias que pueden ser mi perdición.

Sus manos tensas se clavaron en mi brazo, su comportamiento brusco fue como golpearme en la cabeza con una barra de acero. Me deshice de su agarre y le di la espalda para salir de allí empujando con fuerza la puerta de cristal.

Ya estaban casi todos los puestos de la pasarela cerrados, no había luces, excepto las de los kioskos que quedaran abiertos, o los del Palace Pier. La luna era la única que daba luz  al mar completamente negro, sus reflejos plateados serpenteaban como olas ante la calma de la noche. Qué ironía tanta calma a mi alrededor cuando todo mi interior quería gritar.

Distinguí a lo lejos a una pareja, una rubia con el pelo suelto y un vestido negro, y un muchacho con una boina, el muchacho, le enseñaba a tirar cohetes, sólo con la excusa de que ella riera y gritara " ¡ Benoit, Ah, Benoit! Pero luego fuera corriendo a abrazarlo.

Sentí una voz tras de mí, aunque no me giré, podía distinguir perfectamente que era Adrien aunque no viera sus ojos marrones o su rostro enfadado delante de mí.

-No te pierdes nada. - dijo seco mirando a la pareja que ahora se daban un tierno beso. Tiró un par de papeles al suelo, y luego se encendió un cigarro. Sentía su rabia golpearme en la cara.

-¿ Por qué? -me atreví a preguntar - ¿ crees de verdad, que ellos que están enamorados no son en verdad felices?- él, me dio la espalda y en vez de mirar al mar, miró el cielo desde otra perspectiva.

-No puedo saber si lo son, a no ser que me tome un café con la chica, y mientras le baje las medias me cuente lloriqueando las inseguridades que tiene- él continuó. -Tú podrías entonces, escucharlo nombrar cada una de sus infidelidades mientras él bebe cerveza sin parar.

-¿ Y por qué tú puedes bajarle las medias a la chica y a mí el chico no puede bajarme las bragas? -Adrien me miró perplejo. -Sé que del único chico que tienes miedo es de Georges y tal vez de Jean Gainsborough también porque sabes que son los únicos que son demasiado débiles e inocentes para tocarme. Porque yo no soy tan inocente como tú, o Georges os creéis, puede que incluso no fuera  virgen la primera vez que tú me tocaste,  y ya lo hubiera hecho antes -eso fue suficiente, sus manos dieron un puñetazo a la barandilla de metal, y después, cómo yo no le miraba, me agarró de la mano y empezó a andar a un paso rápido que yo no podía seguir. Pero esta vez, no pudimos ir muy lejos, porque se tiró al suelo, apretándose la rodilla con fuerza. Vi sus ojos llenarse de lágrimas, y yo lo único que pude hacer fue agacharme, toqué su rodilla con cuidado para no causarle más dolor y noté que mis dedos se ensangrentaban. Estaba asustada, pero él tomó mis dedos y cariñosamente se los llevó a sus labios.

-Estoy bien. Me voy a poner bien.

-¿Cuánto llevas así?- él dudó unos segundos si contestar o no.

- Me hirieron el día de los disparos. Cuando te hablé mal el otro día fue porque me imaginé que cuanto más lejos estuvieras de mí, si a mí me buscaban no te harían daño - acaricié sus mejillas tiernamente.

- Eso no importa ahora- aseguré, luego, lo ayudé a pararse con cuidado de no doblar demasiado la rodilla, se apoyó en mis hombros, y yo lo mantuve sujeto por la espalda.

Lo hice caminar un poco más, murmurando mil disculpas cada vez que soltaba un chillido. Paramos en una calle solitaria, por suerte, conocía que el coche de Georges estaba a unas cuadras, y llevaba las llaves, porque yo nunca las perdía y él siempre. En la guantera guardaba un botiquín que usaría para curar a Adrien.

Lo ayudé a sentarse, y luego lo miré atentamente.

-Voy a acercarme al coche de Georges, llevo la llave, allí tengo material para curarte la herida -Adrien no estaba muy convencido, pero yo le aseguré que estaría bien. -Sólo será un minuto- prometí.

En efecto, para mí sólo pasó un minuto, pero por la cara de Adrien, claramente había pasado alguno más.

-Ya estoy- dije parándome y agachándome para tener más visión sobre la zona herida, tenía el botiquín al lado, y unas vendas, ignoré su mirada instigadora. Cogí unas tijeras y corté la parte del pantalón que tapaba la herida, sin rozar la zona de dolor, ni preocuparme por que mis manos se llenaran de sangre, o ni qué tan horrible fuera la escena.

Cogí bastante algodón y lo humedecí con agua oxigenada, que fui aplicando en cada lugar de la herida. Luego, Betadine, o povidona, y dejé varios algodones con los productos aplicados. No sabía si sería suficiente pero fui uniendo varias vendas hasta sellarlas bien con esparadrapos, y que no se soltaran dejando la piel herida vulnerable.

-¿Siempre te las arreglas así de bien cuando alguien está herido?- enarcó las cejas sorprendido, y alargó sus pestañas, intentando parecer atractivo.

-Nunca como esto. Sólo cuidados y mimos a mi hermano cuando está devastado por la resaca-  por primera vez no estaba celoso, incluso sonrió.

-Espero que sepa la suerte que tiene contigo, yo siempre que estoy devastado por la resaca acabo encerrado sólo, con pastillas, un cubo de basura al lado, y nadie que me quite el humor de perros-  yo solté una risa.

-Es que Georges es como un gatito o un peluche cuando está enfermo, se le olvida lo guay que es normalmente, ¿ sabes? Y lo único que quiere es aplastar su cabeza contra el hombro de su hermana y que le diga que no se ha hartado de él, por muy insoportable que se ponga. No es tan malo, cuando lo conoces. Aunque sea sobreprotector, y no entienda que ya no soy una niña-  él asintió.

- ¿ Te puedo confesar algo? Antes debes prometerme que no te reirás- yo asentí.

- De acuerdo, pero... si me río, ¿qué quieres que haga por ti?-

- Aguántame un par de días más- yo sentí que el mundo se me caía encima. - Luego podrás volver a tu cuento de hadas. Podrás hacer eso, ¿ no?

-Primero la confesión, después las multas y las deudas, comisario.

-De acuerdo, Christie- sonrió. -Tuve que pedirle ayuda a un pobre hombre para que me ayudara a mantener la calma, cuando te vi bailar con ese Patrick Swayze, la primera noche en Brighton. Lo habría roto todo, sus puños y todos sus huesos incluidos. Hasta ahí, mi bochornosa confesión.

yo no pude evitar soltar varias carcajadas.

-¿Ves? Georges tiene razón en eso de no dejarte salir con chicos, no ves la seriedad en las personas, y eso es un punto nada a tu favor, Elena. - encendió un cigarro con calma mientras apoyaba su codo en la rodilla buena y se tocaba la frente, dónde tenía una cicatriz, tenía la impresión de estar hablando en serio, pero luego sentí un fuerte aliento en mi nuca, me estaba empezando a desestabilizar, cuando sentí que sus manos me desabrochaban por la parte de delante los botones del abrigo, estaba helada, congelada, y tenía miedo, no quería hacer nada con él de lo que después me arrepintiera. Creo que notó que estaba tensa, así que apartó el abrigo y lo lanzó con brusquedad hacia algún punto de los escalones.

Luego, volvió a apartarse como si hubiera cambiado de idea y me sentí vacía.

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