douze. dumb and dangerous love
Todo a mi alrededor estaba rígido, sentía las venas marcarse firmemente en su espalda, como si su cuerpo fuese una escultura, e igual que la mano de Hades, se hace voladura intensa en el muslo de Proserpina, como se hunde el mármol en la escultura de Bernini, sentía que la sangre tiraba y aflojaba en su piel. Como si dentro de él, tuviera una serpiente bífida, sinuosa como cueros negros, pero sigilosa como el silencio. Sentía mis intestinos revolverse como si dentro de mí, se abrieran los avernos de Hades, y sabía que esa noche en mis sueños, haría todo el camino de Dante Alighieri para volver a sentir la frente pálida de Beatrice. Sonreí, a medias, porque sabía que no me miraba, me metí dentro de una coraza, que era mejor que mostrarle sangre fría. Volvía a echar un vistazo a esa luna que nos miraba como aquella escena de Méliés, que saltaba los cines de madrugada, y le volví temblando la espalda. No sabía, que otra dirección seguir, nunca había sido buena buscando sitios, ni monopolizando mi mente, para hacer de ella buenos esquemas, y simétricas ciudades. Aunque no voy a quitarle la razón a nadie que diga, que estaba intoxicada, perdida y obnubilada por una niebla, y no precisamente la que empezaba a aletargarse en el cielo, e iba tapando la luna, aún a medias. Para mí, Adrien era mi brújula por muy estúpido que eso suene. A pesar de todo, lo era. Me senté en un pequeño puente que iba tras una carretera, aquella a la que Adrien había salido después de haber descubierto esa escena que lo había dejado colgado de sus pensamientos, y lo había hecho volver a encerrarse en sí mismo. Cerrarse en banda, y ahí, estaba fumando, muy lejos de mí, aunque sólo nos separasen milésimas de orgullo...
Mis piernas colgaban hacia el vacío, pero no sentí vértigo, sino una tristeza difícil de medir mientras observaba las vistas que tenía desde allí: el muelle de Brighton, la costa y la noria, el palace Pier, y las cúpulas indosarracenas a lo lejos.
Unos ruidos que se me hacían muy similares a las motos del 46, punzaron mis oídos como las abejas y abejorros que se comían mis tímpanos de tanto ruido, cada vez que yo me acercaba a las flores, o estaba cerca de los árboles del campo de mi padre. Muchas veces, Georges, les sacaba el aguijón una vez que estaban muertas, y me tentaba con pincharme, diciendo que era el hombre abeja, cada vez que yo le amenazaba con delatarlo a mi padre. En efecto, unas mods y unas scooters se acercaban en fila desde los tramos de carretera más alejados, desde dónde yo estaba, tenían una pinta desafiante, y un aspecto a los Corleone. Aunque supongo que yo no tenía idea tampoco de tipos de mafias más peligrosas que mi dedo meñique, creo que la única sangre que había visto era la de mi menstruación , y dando gracias.
Mi cara debía ser un poema, las fibras de mi espalda debían ser algo peor, porque no pasó mucho tiempo hasta que se acercaron a mí, con sonrisas perniciosas y se les salía la malicia y la avaricia hasta por los poros de la frente.
Uno de ellos, era el que más miedo daba, si bien era el más atractivo de todos ellos, castaño con unos ojos marrones intensos, pero varios morados en el cuello y algo quemadas las manos, incluso tenía quemaduras en la nuca. Se acercó cerca de dónde yo estaba y pisó con furia una botella de plástico ya vacía, y como si no fuera poco ya esa demostración, tiró una caja de cigarros al vacío, como si fuera arena.
- ¿Qué miras tú, nena?- espetó provocativo.
- Nada. - me dio la sensación de que solo moví mis labios, porque me miró con una mirada desafiante y tuve miedo.
-Nada - repitió seco como burlándose. La quemadura de su nuca se veía como carne viva cada vez que se erizaba su espalda. -Me molesta que chicas como tú estén en el único sitio en el que mis mods y mis scooters guys podemos estar sin que llamen a la policía.
Yo me levanté, herida y harta de toda esta puesta en escena tan barroquizante.
- Por mí bien, quedaos aquí - dije simple y seca. -No he visto un sitio tan aburrido.
Caminé, lejos de allí como si mi vida dependiera de ello, pasé justo por el lado opuesto por el que estaba Adrien, pero sentía la maldita presencia de ese muchacho, y no sabía como escapar de él.
No fue, hasta que me paré a respirar, cuando me sentí tranquila, pero sin embargo, sentí algo metálico en mi brazo. Tenía miedo de ver si era sangre, pero, todo lo contrario. Me sentí atrapada en los ojos marrones oscuros de aquel personaje, y sentí el infierno por primera vez en mi vida.
Grité, y me golpeó en la mejilla, pero por suerte había cogido un bote de colonia con dosificador del armarito del baño del departamento dónde nos habíamos quedado por lo que pudiera pasar, así que le eché colonia en las quemaduras, el grito de dolor, que pegó, fue lo más desagradable que he oído en mi vida, casi como el dolor de una madre en carne viva, casi como la presencia de la muerte, en sábanas blancas.
Aproveché ese último espacio en blanco para correr, ahora en dirección opuesta. Adrien estaba preparando la navaja y la pistola, pero al sentir mis manos temblorosas en su brazo y mi cara de incógnita y miedo supo que la única opción era correr por nuestra propia vida, por nuestro propio bien. Ahora él, estaba conmigo en la huida, o por primera vez estaba yo con él en la fuga.
La temperatura de la noche de luna y con síntomas nublados creció considerablemente, considerando que estábamos corriendo como unos locos, sin recoger las pistas que dejamos en aquel apartamento, sin preocuparnos por los rastros de sudor, ni del amor en cada esquina. Corríamos porque éramos fuegos fatuos buscando su propio destino.
Nos paramos en un café de carretera, el camarero nos atendió sin mucha efusión pero, fue suficiente dos termos de café y varios vasos de agua. Nos mostró sitios dónde podríamos ir parando. No hizo preguntas, y por primera vez en mi vida, entendí que Adrien tenía razón, que las preguntas eran tu peor enemigo, cuando tu vida es peligro.
Nuestros rostros se miraron, podía sentir en sus ojos el origen del miedo, y él en los míos las venas de mi rostro, envueltas en un verde tembloroso.
Como la corriente del Amazonas en la primera helada del desierto de Arizona.
- ¿Quién te busca Adrien? - pregunté casi en carrerilla. Él no contestó.
Miré al techo, en busca de respuestas que me hicieran no perder la paciencia.
Luego, bajé la mirada.
-Imposible. No puedo confiar en ti. - me levanté de la mesa decidida a seguir mi propio camino ya sin mirar atrás.
Sin embargo, me quedé parada en el trayecto al baño, dónde planeaba esconderme. Porque la luz se quedó en trance, y por segundos, cualquier rastro de mariposas diurnas se quedó truncada. Todo el techo estaba lleno de oscuridad, y tenía miedo de dar un paso y quedarme manca, coja o peor. Sentí en mi espalda una oleada de mariposas nocturnas que levantaban sus alas, para hacerme volver hacia ellas. Me volví a regañadientes, pero en vez de vacío, caí otra vez en los ojos profundos de Adrien, quién me miraba con el pasado descubierto, con todo su rostro trasparente. Estaba asustado, y su frente, se pegó a la mía, como con miedo a que nos alejara como el perro que se lleva una hoja del bosque y la almacena entre los huesos que no se come. Como si quisiera dejar el recuerdo de un amor esquelético en vez de una pasión que fue vida.
Yo palpé su rostro que ardía de todo, pena.... desasosiego, un camino apagado, y lo confundí con fiebre.
-Podría confiarte mi vida, pero me aterra tenerte entre el peligro, como el Levante y el Lebeche, como el Garbino y su sombra. Tengo miedo, de dejarte en los huesos, aunque te amo con locura. Siento que eres lo que busco, la mirada que me supura en incendios, sé que mis acciones demuestran que no soy el indicado, pero mi corazón dice lo contrario, mis venas se apresuran a que no te deje en paz, entonces dime. Quién de aquí está engañando.
Su nariz frotó la mía y me mordí el labio, el camino que me había aprendido de memoria para besarlo, volvió a mí como si estuviese hecho para mí, como si al mismo tiempo en el que nuestras narices se golpearon, y nuestras bocas se abrieron para estrellarse, fuera el rompecabezas que aún nos mantenía vivos.
Nota: os dejo una de mis canciones favoritas para ambientar con este capítulo.
XOXO, Carmen ;)
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