Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6. Dos semanas

Al día siguiente me dirigí hacia el aula, tarde como casi siempre. Llegué y me senté en primera fila. Menos mal que el comandante todavía no había llegado. Imra y Brainy me miraron con cara graciosa y ya sabía que me iban a preguntar sobre Lena, pero la voz del comandante me salvó.

—Bien, como ya sabéis la agente Luthor está de baja durante dos semanas —su mirada se dirigió a mi—, así que Danvers se queda sin su instructora, pero hay alguien que quien está dispuesto a patrullar a su lado.

—¿Quién? —pregunté sonriente.

—Yo —me devolvió la sonrisa y a mí se me borro—. Así que... ¡en marcha!

Caminé para coger todas las cosas mientras mi nuevo instructor estaba pegado a mi espalda. No era por algo personal, pero Olsen no me caía del todo bien. No porque fuera mal instructor, sino porque sentía que todavía me trataba como si no supiera hacer bien mi trabajo y porque seguramente creyese que estoy pensando en mi futuro y no en mi presente. Me estaba esforzando y quería demostrárselo estas semanas. Cogimos el coche. Por supuesto, él conducía. Conducimos a varias cuadras en silencio hasta que la radio interrumpió.

Atención, 7-Adam-15, múltiples agresiones a indigentes en la calle Northem.

—Aquí 7-Adam-15, recibido.

Olsen aceleró mientras encendía las sirenas y nos dirigimos directamente hacia la ubicación. Vimos a un grupo de adultos discutir unos entre otros y pegándose sin parar. Bajamos del coche a toda prisa y sacamos nuestras armas.

—Policía de National City, alto.

Un hombre se giró y sacó una pistola y disparó hacia arriba. Otro hombre lo desafió sacando su pistola. Los demás se asustaron y echaron un paso atrás.

—¿De qué vas tío? —dijo un hombre asustado.

—Sal de mi propiedad —el hombre barbudo apuntó al otro que era calvo.

—Estás tú en mi casa —protestó el calvo apuntando al barbudo.

Entre las discusiones, que tenían uno y el otro, vinieron los refuerzos.

—Bajen ya las armas, no se lo repito más —protestó Olsen.

—Ha sido él que se cree el rey del barrio —repitió el calvo—¸está en mi casa y solo quiero que se vaya.

—Pero toda esta zona me pertenece, así que sí, soy el rey —replicó el barbudo.

—Por el amor de Dios —interrumpí—, si todo esto es vuestro, ¿por qué no sacáis beneficio en vez de pelearos? —los dos me miraron confundidos—, quiero decir... en los barrios se puede ganar dinero montando stands o puestos de lo que sea. Además, si esta es tu propiedad —señalé el barbudo—, deberías cuidarla porque eso significa que has montado una familia y seguramente os habéis peleado por una tontería.

Los dos se miraron y soltaron las armas.

—Tiene razón, quería más cerveza.

—Sois un montón de personas, seguro que hay más vecinos que tienen.

Los dos asintieron culpables. Por una vez en mi vida no sentí miedo al enfrentarme a alguien con pistolas. Y aunque no hubo disparos, sí que hubo detenciones por posesión de armas, aunque les dije que al día siguiente estarían en la calle.

—Buen trabajo, agente Danvers —me felicitó Olsen mientras fichaba a las personas—. Creo que me estoy equivocando contigo y estoy sorprendido. Siga así. Ah y, por cierto, mañana sabrán que nota habrán sacado al fin —y se marchó nada más firmar.

Pasó todo el día y no hubo más quejas, así que Olsen me dio permiso para guardarlo todo.

Sonreí y cogí mi móvil para contárselo todo a Lena, tanto que Olsen le sustituía como lo que pasó el día de hoy. Ella me respondió alegre y me felicitó, aunque también se burló diciéndome que podría haber sacado ese coraje antes. Le contesté que era simplemente idiota y, acto seguido, me llamó.

—¿Qué ocurre? —dije preocupada.

—¿Cuándo estás libre? —contestó con dulzura.

—Pues —miré mi reloj—, en media hora, ¿por qué?

—Por nada... —parece que se arrepintió.

—Por cierto, necesito que me des la dirección de tu casa.

—¿Para qué?

—Necesitas que te curen, ¿recuerdas? Tú eres muy bruta —me burlé de ella y sentí la sonrisa telefónica.

—Te lo envío por mensaje.

—¿Sushi? —sugerí.

—¿Qué? —preguntó confundida, como siempre.

—Que si quieres sushi. Anoche me invitaste a cenar, ahora me toca a mí.

—Muy bien, te espero entonces.

Y colgó sin despedirse. Aun así, sonreí por plan. Fui a darme una ducha rápida y cuando terminé, volví a coger el móvil confirmando al ver su ubicación iluminando la pantalla. Cada vez me sentía mucho más cerca de ella. Anoche me contó su vida con Lex, su hermano y yo le conté como era mi hermana. Me habló también de su familia, de que se mudaron al extranjero por no soportar la muerte de su hijo. Querían llevarse a Lena, pero ella amaba su trabajo a pesar de todo. Yo, sin embargo, evité hablar de mis padres ya que aún me dolía y ella lo entendió.

—¿Y esa sonrisa, Danvers? —interrumpió Imra de mis pensamientos.

—Nada, cosas mías —ni si quiera sabía muy bien porque sonreía tanto.

—¿Qué tal con Olsen?

—Bien, pero nadie es comparado con Lena —cogí mi macuto para cambiarme. Aunque faltara media hora, no había nada de papeleo.

—Y, ¿qué tal la cita?

—¿Qué cita? No digas tonterías

—Sí, claro y yo me acosté ayer. Kara, le gustas a Lena —empezó a reírse y ella me confirmó al cien por cien que a Luthor le gustaban las mujeres.

—¿Qué? No, por Dios. Es mi instructora. Además, ni si quiera sé lo que me gusta a mí, no nos conocemos tanto para eso —ella me miró alzando la ceja—, ya sabes a lo que me refiero. Y, por último, no creo que nadie me vea de esa manera.

—Pero ella si te ve —interrumpió.

—¿A qué te refieres? —me puse al fin la chaqueta.

—Punto número uno: eres la primera persona que ha logrado salir con ella a cenar después de tanto tiempo. Punto número dos: cada vez os veo más cercanas, cuando Luthor es conocida como la gata arisca. Y punto número tres: la echas de menos y seguro que ella a ti también. Dime, ¿te ha llamado?

—Sí, ¿pero eso que tiene que ver?

—Kara, anoche estuvisteis juntas. ¿Para qué llamarte hoy? Es decir, realmente acabáis de veros. No han pasado ni 24 horas.

—Me ha llamado porque tenía que curarle la herida. No he tenido tiempo para contártelo, pero seré yo la que se encargue de eso porque quería pedirle disculpas —bufé.

—¿Sabes? Piensa lo que quieras, ya te darás cuenta —se rio—. Aun así, me alegro de que estéis bien.

—Supongo que gracias —me reí con ella—. ¿Y Mike? —musité.

—Es todo un galán. Hoy vamos a cenar juntos en un sitio tranquilo. La verdad es que estoy empezando a cogerle cariño —sonrió y se dio la vuelta para marcharse—, como tú con Lena —añadió riéndose mientras se iba.

No iba a protestar porque cada palabra que decía me hacía sentir confusa. Caminé hacia fuera y esperé a un taxi.

—¿Quieres que te llevemos? —interrumpió Nia de mis pensamientos y vi que estaba acompañada de Brainy.

—No es lo que parece —se justificó Dox al verlos juntos.

—No he dicho nada, aunque eso que acabas de decir suena sospechoso —me acerqué a él para intimidarle.

—Vale, estamos juntos —dijo Brainy de sopetón y Nia le golpeó el brazo—, ¿qué? —se dirigió a ella—, lo ha adivinado.

—Realmente me estaba metiendo contigo —me reí.

—Por favor, no se lo cuentes a nadie —suplicó Nia.

—Jamás, lo prometo.

—Entonces, ¿te llevamos? —volvió a preguntar Nia aunque con una mueca.

—Está bien —y fui con ellos.

Nos montamos en el coche. Brainy y Nia no paraban de hablar de cómo surgió su primer beso. El chico era tímido y torpe, pero era caballeroso y muy bueno. Nia era todo lo contario; enérgica, atrevida y divertida. Un día quedaron para cenar, y Brainy quería mostrar su caballerosidad echándole champán a la copa, pero inclinó tanto la botella que hizo la suficiente presión como para que la copa se cayese y todas las gotas fueran a parar a la ropa de Nia. Aun así, la chica no se enfadó, es más, se metió con la torpeza de Brainy y este le animó a coger una servilleta para limpiar la mancha. Y justo cuando se levantó, el novato no podía de dejar de mirar los labios de Nia, aunque fue la instructora que se impulsó hacia él y le besó.

Antes de llegar a la calle de Lena, me bajé rápido para recoger el sushi que había encargado por llamada. Subí de nuevo y agradecí que me esperarán.

—Esta calle me suena —estacionó Nia en la calle en la ubicación que puse.

—Es la casa de Lena.

Los dos se voltearon rápidos y se quedaron mirándome sorprendidos y yo fruncí el ceño asustada.

—¿De nuestra Lena? —preguntó Nia asombrada.

—Sí, ¿por qué?

Nia y Brainy se miraron alzando las cejas y luego se sonrieron.

—¿Qué pasa?

—Nada —contestó Brainy—, solo que parece que para Lena eres especial. A Nia —se dirigió a su novia—, no la deja entrar desde la muerte de su hermano. Bueno, ni a ella ni a nadie.

—Por Dios, tú también no. Solo nos llevamos bien, dejadme tranquila porque no sois los únicos que me decís estas cosas y no sé qué pensar —cogí mis cosas y ellos se empezaron a reír—. ¿De qué os reís?

—Le gustas a Lena —dijo Nia y Brainy le apoyó asintiendo.

—Gracias por traerme —ignoré su comentario y salí del coche.

Ellos me saludaron y se alejaron. Me di la vuelta, caminé hacia la puerta y me quedé parada. Mi corazón comenzó a acelerar de manera ilógica y respiré hondo para relajarme. Entre que me decían cosas sobre Lena y lo que vivía con ella cada vez me sentía más confusa. Toqué la puerta y escuché unos pasos venir.

—Hola —dijo Lena cuando abrió la puerta.

—¿Qué estás haciendo? —y no solo era abrir la puerta, tenía un hilo y una aguja en la boca.

Miré hacia su hombro y me encontré con su herida destapada y abierta. Pasé enseguida y dejé mi macuto en el suelo y la cena en la mesa de la cocina como si conociera la casa. Ella se sorprendió al verme con facilidad por su casa, pero yo estaba enfadada.

—Siéntate, dame las cosas —dije molesta y ella asintió yendo al salón donde al parecer todo estaba ahí.

La obligué a sentarse y yo me puse en cuclillas, como pude, a la altura de su hombro. Cogí las gasas para limpiarle la herida y el alcohol por precaución. Lena se quejó de dolor cuando el líquido tocó su herida.

—Eres una bruta —protestó.

—Esto no hubiera pasado si hubieras sido más cuidadosa. Dime, ¿qué ha pasado para que se te abriese? —pregunté y le miré directamente a los ojos, pero ella me rechazó y miró hacia otro lado.

Miré a donde estaba mirando y vi en el marco de la puerta una barra de tracción para hacer dominadas.

—Es que no puedes estar quieta —cogí el hilo y la aguja y empecé a coser con cuidado.

—¿Sabes lo que estás haciendo? —me miró y luego miró hacia su herida.

—Sí, claro que lo sé, y mejor que tú.

—Primero eres mecánica, ahora médica...

—Mi madre lo fue —y cuando lo dije, no volvió a hablar.

Terminé de coserle la herida y me senté a su lado para estar más cómoda para limpiarle la herida.

—Lo siento...

—Siempre dices que lo sientes, pero no puedes hacer lo que te dé la gana Lena. Tienes que cuidarte, aunque te aburras. Tienes que ser responsable o si no —señalé a su herida—, pasa esto. ¿Quieres volver a trabajar? Deja de ser tan cabezota y cuídate— me miró con culpabilidad—, o si no, no vendré a cuidarte —ella me volvió a mirar y yo me agaché para limpiar hasta la última mancha.

Se levantó y se dirigió a la mesa de la cocina mientras yo guardaba y tiraba todas las cosas sobrantes. Cuando lo había recogido todo, ella se sentó a mi lado y puso el sushi en la mesa. Quería cenar mientras viéramos algo.

La charla fue más calmada. Le conté con profundidad el día con Olsen y que para nada la echaba de menos, aunque lo dije en un tono irónico.

—Si no me echas de menos, te dejaré con tu nuevo instructor —se levantó para tirar los restos.

—Sabes que estoy de broma. Aún te quedan cinco meses para soportarme —reí y ella hizo lo mismo.

Dejó los platos en el fregadero y vi su mirada perdida en la cocina.

—¿Qué buscas? —pregunté suponiendo que quería hallar algo.

—Mis pastillas. Me está dando punzadas —señaló el hombro—, y no puedo soportarlo. Creo que está en aquel estante —apuntó con el dedo molesta hacia un lado de la cocina.

Asentí y fui a mirar. Saqué varios botes buscando el Diazepam, pero solo sacaba Paracetamol, Ibuprofeno, Aspirinas y un largo etcétera hasta que me encontré con un bote con pastillas dentro. Le di la vuelta y ponía paroxetina. Me chocó un poco al encontrar estas pastillas junto a las otras como si fuera algo normal. «¿Sigues teniendo depresión?», pensé con culpabilidad al entrar un poco en su privacidad sin quererlo.

—¿Las encuentras? —suspiró Lena.

—¿Las has comprado? —pregunté al bajarme.

—Pensaba que quedaban.

«¿Las tomabas con los antidepresivos?», mi mente no callaba. Ella me miró frunciendo el ceño. Supuse que se había dado cuenta sobre las pastillas y miró el mueble.

—Llevo dos semanas sin tomarlas —dijo de repente.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —musité acercándome a ella.

—No creo que te importara, además... antes no teníamos tanta confianza.

—Lo entiendo y tienes razón en que no teníamos confianza, pero sí me importas Lena.

—Bueno, de todas formas, estoy mucho mejor —sonrió.

—¿Quieres hablar de ello? Soy muy buena escuchando y dando consejos.

—¿Eres psicóloga? —soltó una pequeña risa.

—No, pero mi padre sí —ella me miró borrando su sonrisa—. Y no me pidas perdón, otra vez, por favor. Soy yo la que te tiene que pedir disculpas. No te he hablado de mis padres porque todavía me costaba aceptarlo —suspiré.

—¿Quieres hablar de ello? —sonrió e indicó sus brazos hacia el sofá y asentí.

Era la primera vez que me expuse a alguien con tanta sinceridad y me alegraba que fuera con Lena. Desnudé toda mi alma y me desahogué. Le conté todo sobre mi familia hasta el asesinato de mis padres. Le conté que quería llegar a ser detective de homicidios para investigar el caso de mis padres porque todavía no se había cerrado y estaba pausado, y también porque quería hablar por los muertos. Después me metí con ella de que había sido duro lidiar a su lado, pero que poco a poco le estaba cogiendo cariño.

—Bueno somos como Imra y Mike o Brainy y Nia —rio y yo me quedé pillada—, ¿qué pasa? ¿He dicho algo malo? —frunció el ceño.

—¿Por qué dices que somos como ellos?

Me asusté al pensar que había descubierto sus relaciones ya que Lena era estrictamente correcta y le veía capaz de echarles la bronca. No me preocupé tanto porque sé que ella no era una chivata, pero si advertiría ciento de veces sobre sus relaciones. Y, por último, pensé también que, si lo había descubierto, estaba comparando sus relaciones con la nuestra. Eso quería decir que seríamos algo más que amigas.

—¿Por qué nos llevamos bien? —entrecerró los ojos—. ¿Qué me estás ocultando?

Y me maldije a mí misma porque les expuse a ellos con mi rostro, pero mi teléfono me salvó.

—Kara Danvers, llevas sin contestarme a las llamadas desde hace dos horas. He estado muy preocupada por ti. Pensaba que te había pasado algo.

—Lo siento, Alex. Estoy en casa de una amiga —miré hacia Lena y ella sonrió mientras se levantaba—, voy para allá —y colgué.

—Tengo que irme.

—Sí, te he oído —sonrió, pero conocía ya esa sonrisa. Era fingida.

—Te veré mañana —me dirigí hacia la puerta.

—Kara, no te molestes. No quiero ocupar tu tiempo, tendrás cosas que hacer y conocer a gente para salir.

—No te voy a abandonar más, nunca voy a abandonar a mi compañera —le regalé una sonrisa.

—Gracias... pero no quiero que vengas...

—¿Estás bien? —me quité de la puerta y me dirigí hacia ella, pero tuvo un comportamiento raro: se apartó.

—Si. Por favor, hasta dentro de dos semanas —musitó.

Saludé con la mano en forma de despedida, ya que parecía que quería evitar cualquier contacto. Me fui de ahí un poco confundida; sin saber que había hecho, dicho o pasado. Y ahora tenía que aguantar dos semanas sin verla porque Lena básicamente me obligó a no ir a su casa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro