Capítulo 30. Madre
—Espero que este sea la última caja —deseó Imra soltándolo encima de la mesa de la cocina.
—Sí, gracias. Y a ti también, Maggie.
—Un placer, Danvers —sonrió.
—Oye, hoy es tu día libre, ¿qué piensas hacer? —preguntó Imra.
—Pues... —miré alrededor de toda la casa y alcé los brazos—, ya sabes —me encogí de hombros.
—¡Deberíamos salir a celebrar tu piso nuevo! —exclamó Maggie con alegría—, ¡no puedes mudarte sin celebrarlo en Midvale!
—¡Sí! —acompañó Imra ante el plan de Maggie—, vamos. Debes estar cansada de subir cajas.
—No sé, tengo mucho trabajo que hacer... —miré alrededor.
Mis manos se posaron en mis caderas y resoplé mi flequillo cansada de llevar tanto peso. Imra se coló por mis espaldas y me hizo un breve masaje, y Maggie hizo gestos en insistir en ir a tomar algo.
—No son ni las nueve —rodé los ojos—, es muy temprano para beber.
—Nunca es temprano para beber —replicó Maggie con la cabeza bien alta.
El timbre de la puerta resonó por la habitación. Todas nos miramos con el ceño fruncido. No esperábamos a nadie y menos ahora que acababa de mudarme. Imra me hizo abrió los ojos, alzó las cejas y meneó la cabeza para que fuera abrir. Me limpié el sudor de mis manos en mi blusa hasta llegar a la puerta.
—¿Lena? —fruncí más el ceño.
—¿Kara? —preguntó sorprendida—, ¿eres mi nueva vecina?
—¿Qué?
Nos quedamos mirándonos como dos idiotas. Giré mi cabeza y ahí estaban las dos con una sonrisa pícara. Miré nuevamente a Lena.
—Pensaba que vivías con tu madre.
—Vivía, la verdad, pero cuando mejoró, me echó de casa —Lena sonrió y abrí la boca—. No, no de esa manera —comenzó a reírse—, me dijo que debía ser libre y no estar atada a ella. Así que me mudé a este piso cerca de su casa por si me necesitaba... pues que estaría cerca —suspiré de alivio y sonreí, y luego miró sus manos y yo también lo hice—, te he traído esto... como nueva inquilina del piso. Vivo justamente al lado tuya.
Me señaló y asomé la cabeza.
—Vaya, me vas a tener que soportar aquí también —comencé a reírme.
—Es todo un placer —sonrió.
Sentí como mi cara se enrojecía y me tapé como pude la sonrisa tonta.
—Entonces, como vecina —Imra apareció—, sabes muy bien que hay que celebrar las mudanzas.
—The Monaghan's.
—¡Exacto! —Maggie apareció por el otro lado—, tenemos que ir allí.
—¿Qué es el Monaghan's? —preguntamos Imra y yo al unísono.
—¿Tú tampoco has ido? —preguntó Lena mirando a Imra.
—No. Es que cuando Kara y yo nos mudamos nuestros vecinos eran inexistentes. Así que no hemos hecho... ¿esa tradición? —preguntó riéndose.
—Lena, vístete que nos vamos —proclamó Maggie.
—No —negó con la cabeza—, yo no soy la que me mudo. Vosotras tenéis que ir.
—Venga, mujer —insistió Maggie—, necesitas relajarte y una tradición cuenta con sus vecinos —le guiñó el ojo.
—Vente —musité y carraspeé—, será divertido.
Asintió derrotada y fuimos a vestirnos. Lena, mi nueva vecina, que vive al lado... si lo llego hacer queriendo, no me pasa. Caminamos por el barrio donde Maggie contaba historias terroríficas de como iba hacer que Imra perdiese los estribos cuando estuvieran juntas en casa.
Llegamos al sitio. Un pub irlandés pequeño, pero con un ambiente acogedor. Se notaba que todo Midvale venía a este sitio porque estaba repleto de gente. Y eso que todavía no era la hora de salir de fiesta.
—¿Qué quieres de beber? —Maggie se acercó a mi oído.
—¡Lo que sea! —exclamé en voz alta para que me escuchara.
Maggie cogió a Lena del brazo y supuse que era para que le acompañara. Imra me cogió rápidamente y me tiró hacia ella. Había justo una mesa para cuatro personas en el fondo del sitio donde no había mucho ruido. Me dio la sensación de que la gente solo venía para bailar y beber copas porque todos estaban de pie moviendo los pies y junto a la barra.
—Aquí, cuatro jarras de cervezas bien fresquitas —Maggie puso las bebidas en la mesa.
Nos quedamos charlando animadamente mirando a las personas bailar. Hablamos de qué podría trabajar cada uno, qué hacían con su vida y por qué habían salido esta tarde.
—No quiero ir esta noche —Maggie se recostó en el hombro de Imra.
—Te recuerdo que tienes a la mejor compañera a tu lado —Imra le dio un beso tierno y yo sonreí.
—Así que tenéis turno nocturno. Menos mal que nosotras estamos de descanso —levanté la mano para chocar los cinco con Lena.
—Ojalá os llamasen para un caso urgente —Imra nos miró con envidia y nosotras comenzamos a reírnos.
—¿Lena? —miramos a la dirección de la voz y vimos a una mujer.
—¿Mamá? —Lena se levantó.
Aparté la vista rápidamente. Imra y Maggie me miraron con una sonrisa pícara y yo negué con la cabeza agachada. Realmente no sé si la madre de Lena sabía de mi existencia o qué.
—Vaya, me alegro que hayas hecho amigas en el yoga. Yo estoy aquí con mis compis —giró su cuerpo hacia nosotras—. Estas son Maggie e Imra —la madre de Lena asintió—, y ella es Kara. Esta es mi madre, Lillian.
—¡Kara! Por fin te conozco. Lena me ha hablado mucho de ti —estreché la mano.
—Espero que nada malo —comencé a reírme nerviosamente.
—Para nada. Me dijo que eras su compañera y que ahora volvéis a serlo. Eras su mejor amiga —comentó con una sonrisa.
—Mamá —carraspeó Lena un poco.
—Sí, muy amigas —mordí el labio para evitar reflejar mi molestia.
¿Su mejor amiga? ¿En serio, Lena?
—No paraba de hablar de ti. Incluso pensé que mi hija se había hecho lesbiana.
Me atraganté. Tosí repetidas veces y Lena me ayudó palmeando mi espalda.
—¿Estás bien? —preguntó Imra y Maggie a la vez.
—Sí. La espuma se fue para el otro lado —tragué la saliva amarga de la cerveza.
—Me voy, cariño —cogió a Lena y le dio un beso en la frente—, pásalo bien, y no bebas mucho.
—No tengo quince años.
—Mentales... sí —comenzó a reírse mientras se alejaba.
Se despidió con la mano y Lena volvió a girarse. Vi como tragaba saliva al notar mi enfado. Rebusqué dinero, lo coloqué en la mesa y me levanté.
—Tengo que terminar de colocar los muebles.
—Kara... —Imra me miró apenada.
—Puedo explicarlo —Lena se puso en medio.
—¿Qué me tienes que explicar? Entendería que no se lo hubieras contado por alguna razón que desconozco, pero... ¿tu mejor amiga? Hubiera sido mejor que solo hubieras dicho la mejor compañera. Lena, realmente tienes quince años.
—Mi madre es del paleolítico, Kara —me frenó cogiéndome el brazo—, y te juro por mi vida que he intentado varias veces decírselo, pero para ella sería un disgusto. Y cuando mi padre murió, y sé que suena mal, pero pensaba que no iba a volverte a ver.
—Bueno, tampoco se lo vas a contar ahora porque no somos nada —me zafé de su agarre corriendo hacia la salida.
El dolor inundó mi corazón nuevamente al escuchar las últimas palabras. Volvió la maldita carta a mi cabeza. Joder, estábamos tan bien que ha tenido que cagarla con eso. Cuando llegué a la puerta, Lena me detuvo con el brazo con fuerza.
—¿Qué estás haciendo? Suéltame —grité.
—No pienso volver a perderte.
Mi corazón se encogió. Abrí la boca para hablar, pero no sabía que decir.
—No, no somos nada, ¿eh? —preguntó molesta—. Entonces porque me dejas hacer esto.
Me tiró con fuerza hacia ella y agarró mi cara para darme un beso. Un beso corto, pero deseado.
—¿Lena? —su madre estaba detrás cuando nos separamos.
—Mamá, soy lesbiana. Y Kara no era mi mejor amiga, era mi amante.
—¿Era? —preguntó alzando la ceja.
—¿Me has escuchado? Que soy lesbiana —repitió casi furiosa.
—Lena, lo supe cuando me hablabas de Kara. Una madre lo sabe todo de sus hijos. Tus gestos, tu sonrisa, las formas de describir de Kara, la sonrisa telefónica la sentía... Ya lo sabía —negó con la cabeza con una sonrisa.
—Entonces... ¿no estás enfadada?
—¿Por qué iba a estarlo? Lena, ni si quiera me tendrías que decir cual es tu orientación sexual. No entiendo como todavía hay personas que tienen que contárselo a otros como si fuera un delito. ¿Acaso yo te he dicho que soy heterosexual? —se burló con gracia—. Es natural y normal enamorarse de alguien quien te hace feliz, y yo no soy quien para juzgar. Es verdad que cuando era joven no estaba bien visto, pero por el amor de quien quiera que esté ahí arriba, estamos en el siglo XXI y todos evolucionamos cariño —tocó con delicadeza la mandíbula de Lena—, o casi todos. No concibo como la gente hace daño a las personas por amar a alguien. Y ahora... ¿era?
—Soy —carraspeé—, lo soy —Lena me miró sorprendida—, vamos si quieres, yo es que pensaba...
—Lo somos —sonrió y miró nuevamente a su madre—, ha sido complicado, pero —me agarró la mano—, la quiero con locura... desde el primer minuto.
—Lex estaría orgullosísimo de ella, ¿sabes? —se dirigió a mi—, por fin ha sentado cabeza, pensé que estaría soltera toda la vida —comenzó a reírse.
—Mamá...
—Una madre siempre dejará en ridículo a sus hijos, cariño.
—Eso siempre —comencé a reírme.
—Y dime si se porta mal, que la castigaré encantada.
—Y yo se lo chivaré con gusto.
—Vaya, dos contra una —Lena negó con la cabeza, pero tenía una sonrisa grande.
—Y ya me voy, que disfrutéis de vuestra noche.
Inesperadamente, Lillian me dio un abrazo enorme y me susurró un gracias. Supuse el porque cuando miré a Lena. Tenía una mirada tierna y una sonrisa que no se podía apagar, y sabía que era en parte gracias a mí. Se dio la vuelta y le dio un beso en la frente a mi chica. Sí, se sentía bien decir eso.
—Por cierto, Lena... ya no te tengo que decir que uses protección —comenzó a reírse mientras se alejaba.
—¡Mamá! —gritó con vergüenza.
Le cogí del brazo y ella me miró. Me dijo que su madre había cambiado, pero no sabía que tanto y comencé a reírme.
—¿Volvemos a la mesa? —extendí la mano—, perdón por lo de antes. Yo...
Lena me interrumpió con un beso. Esta vez era un beso de verdad. No me malinterpretéis, el otro beso también estuvo bien debido a las ganas, pero este era el mejor que me había dado nunca desde hace mucho tiempo.
—Volvamos a la mesa —dijo entrelazando nuestras manos.
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