
Capítulo 23. El asesinato del escritor
—Jason, ¿tenía algún problema con el señor Banks? —preguntó Lena.
—Éramos rivales, escritores natos y magníficos más no poder. Solo me gustaba buscarle las cosquillas y los puntos débiles.
—¿Y encontró alguno? —siguió interrogando Lena.
—Sí —cogió varios papeles, más bien fotos, de un cajón—. Quería que todo el mundo supiese quien era realmente, pero solo a la hora del lanzamiento de su nuevo libro. No querría hacerle daño físicamente, solo quería acabar con su carrera.
Tomé las fotos y era el señor Banks con varias mujeres y hombres de distintas posturas posibles del kamasustra. Comencé a reírme y Lena suspiró con una mirada traviesa hacia Jason y pidió prestado las fotos. Fuimos al coche y comencé a mirar toda obra de arte que había en cada postura.
—Jamás haría esa postura, ¿tú lo harías? —pregunté sin pensar y abrí los ojos de par en par y ella me miró divertida.
—Guarda eso, anda —dijo con cautela y asentí avergonzada.
—No entiendo porque todo el mundo busca estos puntos débiles —musité dejando las fotos.
—A lo mejor para que lo dejara con su mujer y abandonase a sus hijos, quién sabe. Era un famosito —contestó Lena y su móvil sonó—. Cuéntame, Scott, te dejo en manos libres.
—La alfombra no tiene evidencias ni referencias con ninguna otra compañía ni en ningún lado. Simplemente, la discoteca, tiró docenas de ellas al contenedor de basura y otras las donaron. La clientela de Grison son famosos por causar destrozos.
—Vale —resopló y colgó.
Intentamos buscar el paradero de las mujeres y hombres para obtener información hasta que encontramos que pertenecían a una página porno, de esas que llamabas a las chicas para que te hiciesen compañía por un alto precio. Scott y Queen nos preguntaron si alguna vez pagaríamos por tener una noche con alguna de estas chicas o chicos.
—No creo, Kara está casada —dijo Lena quitándoles el portátil.
—Nunca he dicho que estuviera casada —fruncí el ceño ante la molestia.
—Le has dicho a Constantine esta mañana que solo te piropeaban él y tu mujer —frunció las cejas un rostro confuso.
—Sí, pero me lo he inventado. Nadie tendría que saber que hago o no fuera de mi trabajo —dije molesta y su cara se suavizó.
¿Acaso estaba molesta por lo que dije? ¿O celosa por decir que tenía una mujer? ¿Cómo es que se había acordado de ese detalle? Me quedé mirando como estaba tecleando y me senté a su lado.
—Mira, para. Es esa chica —señalé a la rubia y ella asintió.
—Vaya, si yo también tuviera su dinero, estaría con esa rubia —comentó Winn acercándose con una sonrisa.
—Seguramente será difícil ir hacia ella —suspiró Lena.
—O podemos hacerlo de la manera fácil —cogí el teléfono y marqué el número de la página.
—Kara, qué haces —intentó quitarme el teléfono, pero la esquivé.
—Hola, cariño. Soy una chica muy generosa que quiere tener una gran cita con la mujer más bella llamada Tifani —dije mientras huía de Lena que estaba a mis espaldas—. Puede llamar a mi móvil, es este —y dije mi segundo número de móvil y colgué.
—Kara, somos la policía. Como se enteren nos podrían demandar —cogió el móvil de las manos muy enfadada.
—Gracias por tu preocupación, pero por eso vamos de paisanas.
—¿Vamos? —frunció las cejas enfadada.
—No te apetece un trío, ¿no? —me miró con la ceja alzada y carraspeé—, perdón, yo...
—Me gustan más los dúos —y sin más, se marchó dejándome con la boca abierta y los demás me miraron divertidos y disimularon siguiendo con su trabajo.
Después de varios minutos pensando en lo que había dicho Lena, un número no guardado en mi segundo teléfono sonó y lo cogí corriendo. Era Tifani que quería quedar conmigo a la noche y yo acepté con gusto. Le envíe un mensaje a Imra diciendo que podía tardar y ella me contestó que solo le avisara cuando termine.
—Adivina quién tiene una cita esta noche —comenté graciosa hacia la dirección de Lena que ella solo asintió reprimiendo una sonrisa.
Estaba en un restaurante intimo y solitario para que nadie nos molestara. Me quedé esperando hasta que una rubia apareció por la puerta. Era bellísima y se acercó hacia mi dirección. Me levanté de mi asiento, la saludé e hice que tomara asiento.
—Pero qué caballerosa —dijo divertida—, debería haber más mujeres como tú —me guiñó el ojo—, que suerte que te haya encontrado.
—Que suerte que te hayamos encontrado a ti —dije mientras le ofrecía asiento a Lena cuando apareció a mis espaldas.
—Inspectora Lena Luthor, tengo que hacerle algunas preguntas sobre el escritor Banks.
Ella me miró con odio y le pedí perdón por haberle traído así a la fuerza y que fuese como una trampa. Ella asintió y habló.
—Era un cliente habitual, nada fuera de lo normal. Juro que no tengo nada que ver con su muerte.
—¿Cada cuánto tiempo frecuentaban? —pregunté interrumpiendo su explicación.
—Una o dos veces por semana. Al principio solo quedábamos para hablar.
—Sí, claro. Lo de follar está anticuado —dijo Lena con sorna.
—Inspectora Luthor, la gente acude a mi cuando se sienten solos. Soy el oído de las personas a las que no quieren escuchar, nada más —explicó con seriedad Tifani.
—¿Cuándo fue la última vez que os visteis? —pregunté interrumpiendo la mirada seria de Lena.
—Hace un par de semanas. Vino histérico y no quiso volver a verme más —confesó.
—¿Qué pasó?, ¿se enteró su mujer? —seguí preguntando.
—No, dijo que alguien le estaba haciendo chantaje. Se creía que era yo, pero descubrió que no. Se enfadó y no lo volví a ver.
—¿Quién le estaba haciendo chantaje? —Lena se incorporó de su asiento.
—No lo sé, no me lo dijo ni yo tampoco lo sabía. Se creía que yo podría decírselo a alguien, pero también me hundiría y entonces le entró el pánico. Estaba desesperado para saber quién era y hacer un trato —terminó de explicar.
Le agradecimos por su atención y nos fuimos hacia el coche.
—Seguro que ha contactado con el chantajista. Banks se enfada, el chantajista responde y...
—Intenta ocultarlo todo inculpando a Grison —terminó Lena.
—Así que vamos a hablar con el chantajista —y Lena asintió sabiendo que nos referíamos a su rival, Jason.
—Es imposible —gritó Jason cuando llegamos a su oficina—, esas fotos estaban muy bien guardadas.
—Lo siento, chico, pero su escritorio tampoco es una fortaleza —dijo Lena con un tono irónico.
—¿Sabe cuánta gente entra y sale de aquí? —protestó el hombre.
—No, por eso me vendría bien una lista —afirmó Lena cruzándose de brazos.
—Espere un momento, ¿acaso va a manchar mi nombre? ¿Sabe que todo el mundo se enterará de esto?
—¿Qué más da? —interrumpí—, si es ahora usted el único novelista que va a sacar un libro y que hay en esta zona.
—Ya no —encendió la tele y puso un vídeo—, se va a presentar Frank en el lugar del señor Banks. Como es su amigo, la mujer de Banks dijo que estaría bien... —apagó la televisión y se dirigió nuevamente a nosotras—. Y lo peor es que si público las fotos, la gente le votará aún más.
Después de que Jason nos diera la lista, al menos de trescientas personas podrían haber accedido a las fotos. Era imposible interrogarlas a todas. Así que Lena dijo que Banks debía estar pagándole al chantajista y teníamos que seguir ese rastro y concluímos que teníamos que apoyarnos en Frank, su amigo de la editorial.
—¿Y qué? —preguntó Frank mientras cogía las fotos—, no tenía ni idea de que tenía un chantajista.
—Necesitamos los libros de cuentas para intentar localizar a quién le estaba pagando por esas fotos —quiso saber Lena.
—Entiendo, pero... no creo que deban publicar estas fotos. No queremos manchar su rostro y menos por su familia.
—Estas fotos pertenecen a un caso de asesinato. No creo que se publiquen —miró a Frank con la ceja levantada—, pero debe saber que, de alguna manera u otra, estas cosas siempre salen a la luz.
Frank asintió y se marchó. El cielo oscurecía y nos fuimos a tomar un café para seguir hilando las pruebas. Entonces, apareció Scott con unos papeles en la mano diciendo que su número de cuenta estaba vinculada a una cuenta sin titular y que el pago era más de treinta mil dólares.
—¿Es nuestro chantajista? —preguntó Lena esperanzada y Winn y Oliver asintieron—, ¿tiene antecedentes?
—Y un montón, Bruce Skeper, el investigador privado es como un matón —Winn explicó todas las barbaridades que había hecho el hombre—, y además tiene un calibre 38.
—La misma bala con el que mató al señor Banks —brindé con el café junto a Winn y Oliver.
Lena se marchó y yo tomé un sorbo muy rápido para ir detrás de ella. Resultó que fue el rival de la editorial y quiso borrar a su contrincante del mapa, metafóricamente hablando. Quiso quedar con él después de unos días para que le pagara todo el dinero restante...
—Pero nunca apareció —dijo Bruce enfadado.
Entonces Lena se levantó de la sala de interrogatorios y fuimos con el capitán que estaba detrás del cristal. Dijo que podría perfectamente inventarse todo, pero yo confesé que podría estar diciendo la verdad y que todavía era muy pronto para sacar conclusiones y asintieron. Entonces el capitán ordenó a Scott y Queen que fueran para comprobar si estaba el arma homicida y donde estaría todo el dinero del chantaje del fallecido. Nos quedamos toda la noche en vela hasta que se hizo de día esperando los resultados.
—¿De dónde sacaría tanto dinero un escritor y dónde lo guardaría? —preguntó Winn al aire mientras se iba con Oliver y me quedé con Lena.
—Pues yo lo que haría es dárselo a los míos —dije sin pensar y me di cuenta luego de lo que había dicho.
Lena abrió los ojos y me señaló y yo le señalé a ella como diciendo de que ya sabíamos quien podría ser y por qué. Así que nos fuimos de la sala de interrogatorios hasta lo que era el día del libro: cada escritor que sacaba un libro leía partes de él en una librería famosa.
—¿Ha pasado algo? —preguntó Frank, su querido amigo.
—Si, nos preguntamos que el señor Banks debe de estar forrado —sonrió Lena.
—Lo siento, inspectora Luthor, no entiendo a qué se debe esto, pero si quiere cazar a alguien, conmigo no cuente. Estoy harto de esto...
Y se marchó nuevamente con la esposa de Banks y sus hijos. Nos quedamos un poco desconcertadas y nos cruzamos de brazos a la vez. De repente, mi móvil sonó y me disculpé un segundo.
—¿Pasa algo? —pregunté.
—Nada, solo que quería saber si estabas bien. No venido a dormir a casa y me estaba preocupando, ¿va todo bien? —preguntó Imra preocupada.
—Sí, lo siento cariño. Solo que este caso está siendo muy coñazo.
—¿Seguro que es eso? —musitó.
—¿Por qué iba a ser si no? —pregunté confundida.
—Pensé que estabas agobiada y te habías refugiado en tu trabajo. No te quería molestar y yo...
—Para nada, morena. Realmente estoy en un caso estúpido y sin salida.
—Vale... —suspiró—, cuando termines, ¿paso a recogerte?
Entonces pensé cual sería la mejor idea. Si le decía que no, Imra pensará que de verdad me estoy refugiando. Si decía que sí, entonces sabría que Lena estaba trabajando conmigo.
—¿Kara? —preguntó sacando de mis pensamientos.
—Eh, sí —y otra vez dije sin pensar—. Oye, cielo, una cosa. Si tuvieras que dar casi treinta mil dólares a alguien para que te los guardara, ¿a quién se los daría?
—Pues a ti —comenzó a reírse—, qué pregunta tan rara.
—Tengo que colgar. Te quiero —dije rápidamente mientras colgaba.
—¿Va todo bien? —preguntó Lena con el ceño fruncido mientras me acercaba.
—Sí, todo bien —cogí a Lena y ella me frenó.
—¿Qué ocurre?
—Te lo pediría a ti.
—¿De qué hablas? —preguntó con los ojos abiertos.
—Vamos a comisaría, te lo enseñaré.
Una vez allí, le puse varias noticias sobre la mujer de Banks. Le expliqué que el escritor no era rico, pero su mujer sí que lo era debido a una herencia familiar.
—¿Y si ella sabía lo de la aventura? ¿Y si pidió el dinero del chantaje a alguien? —pregunté.
—Le pagó ella —concluyó Lena.
—Sí, indican que los fondos que se retiraron fueron dos días antes del intercambio —interrumpió Winn dándole una carpeta a Lena que ella lo miró.
—¿Le desaparece un dineral y ella no dice nada? —pregunté al aire.
/
—Pues claro que no dije nada —dijo la señora Banks desde la sala de interrogatorios—, eso no es asunto suyo.
—¿A pesar de que podía ayudarnos a resolver el caso del asesinato de su marido? —preguntó Lena.
—Tengo hijos, inspectora Luthor. Su padre ha muerto. Mi maravilloso marido falsificó la firma y dijo que necesitaba el dinero para sus libros hasta que me enteré de que tenía unas cuantas putas a su merced.
—¿Y qué hizo? —preguntó intimidando a su presa.
—Entre la humillación pública o chantaje, elegí el chantaje. Quería que parase —confesó la mujer.
—Dígame, qué cree que pasó aquella noche. Cuando le llamo, ¿qué le dijo en realidad?
—Dijo que quería ver a ese hombre y darle el dinero. Dios sabe que pasó después.
—¿Seguro que llevaba ese dinero? —preguntó Lena harta de la situación.
—Sí, ¿por qué? —preguntó la mujer abatida.
—Porque hemos encontrado el dinero en su casa —interrumpí la tensión—. Hemos ido con una orden de registro. Su asistenta ha cooperado mucho.
—Si su marido tenía el dinero, ¿cómo es que había vuelto a su casa? —preguntó Lena enfadada—. Estaba algo más que con rabia, estaba indignada. No solo la traicionó, sino que la humilló y por eso quería librarse de él.
—Veo a esas mujeres con esas perfectos abdominales y hundiendo a cada familia —contestó la mujer furiosa.
—Entonces, lo hizo —dijo Lena y ella negó—, ser una asesina es lo mismo ser una cómplice de asesinato. ¿Va a negociar o no?
Entonces asintió y nos explicó todo lo que había hecho. Llamó al amigo para que le ayudará con toda la movida. Así que fuimos a arrestar al verdadero culpable a la librería y al que teníamos delante de nuestros ojos: Frank Mosby. Y fue gracioso porque primero protestó y luego intentó huir, pero se tropezó con varios libros.
—¿Y la alfombra? —preguntó Henshaw.
—Fue un señuelo —contesté sonriente.
—Vaya, estoy sorprendido. Muy buen trabajo —se dirigió a su despacho—, y a ti también, Lena.
—Oye, señor... —protestó Lena.
—Era solo una broma, buen trabajo las dos —y cerró la puerta.
—Vaya, nuestro primer caso. No ha sido tan malo, ¿no? —Lena me miró preocupada y yo negué con la cabeza.
—Pero te odio, aunque un poquito menos.
—Kara, yo siempre quise decirte que lo siento y me encantaría recuperar...
—¡Kara! —interrumpió una voz y me giré viendo a Imra desde la puerta del departamento—, entendí que tenía que recogerte cuando me enviaste el mensa... —pero abrió la boca sorprendida al ver a Lena—. ¿Lena?
—¿Imra? Dios mío, ¿qué haces tú aquí? —dijo Lena sonriente y se envolvieron en un abrazo, aunque noté como Imra estaba un poco incómoda.
—Bueno, pedí el traslado y... —intentó explicar, pero le interrumpí.
—No tengo mujer, Lena, pero ella es mi novia —cogí a Imra de la mano y Lena nos miró perpleja.
—Vaya, felicidades, me alegro un montón —sonrío mientras parpadeaba, se le notaba a leguas que no lo sentía de verdad—, entonces, te dejo que te vayas a casa. Me alegro de verte de nuevo. A las dos. Nos vemos mañana, Danvers —saludó con la mano y se marchó.
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