
Capítulo 22. Volvemos a ser compañeras
—¡Luthor! —gritó el capitán y alzó la mano para que viniese.
Ahora mismo, en este mismo momento, no me importaría morir. ¿Ella sabía que yo iba a venir? ¿Qué iba a trabajar en el mismo sitio? Y, por último, ¿sabía que Kate iba a protestar y me iban a poner con ella al fin y al cabo?
Lena entró con naturalidad. No mostraba ninguna emoción, su cara era seria total. Incluso me recordó la vez que me asesinó con la mirada al ser mi instructora. La observé de arriba abajo, estaba preciosa y odiaba pensar en eso.
—Luthor, creo que conoce a Danvers —ella asintió, con seriedad—. Bueno, pues le ha tocado la lotería, ella será tu nueva compañera.
—Señor, pero...
—Sí, iba a ser Kate, pero me gusta hacerle rabiar. Debías haberla visto —comenzó a reírse y le explicó lo sucedido—, entonces como sé que se conocen, que mejor que empezar juntas —y nos cogió a las dos con un abrazo con felicidad.
Lena me miró con incertidumbre. Yo la miré con mala gana. No nos íbamos a llevar bien. Después de todo, el enfado y rencor habían crecido nuevamente en mí. Henshaw nos despidió y salimos de su despacho. Lena comenzó a andar y yo suspiré de mala manera para seguirla.
—Hey, soy Winn —se presentó el chico—, y este es Oliver, mi compañero —estrechamos todos la mano y me presenté—. Así que eres la famosa Kara.
—¿Famosa? —pregunté confundida.
—Sí, Henshaw nos habló de tu llegada. Además, Luthor también...
—Winn —interrumpió Lena desde su asiento—, cállate.
Winn se quedó un poco dudoso y asintió sin saber muy bien porqué y encogió de hombros. Oliver le cogió del brazo y Lance se puso en mi camino.
—Lo siento por la agente Kane, me lo han contado todo. Ella es un poco impulsiva —sonrió—, aunque yo no soy menos. Soy Sara —alzó la mano y la cogí con gusto.
—Chicas, estáis de suerte —interrumpió el capitán yendo hacia mi posición—, han encontrado un cadáver —me dio una carpeta con varios papeles—. Vuestro primer caso juntas, qué bonito —y sin más se retiró.
Miré hacia Lance y luego hacia la carpeta. Me quedé pensando en como iba a superar esto. Y no solo superarlo, sino como debería decírselo a Imra. Entonces recordé que ella venía a recogerme luego y mi pánico aumento por segundos. Y ahora, una mano me quitó la carpeta que estaba sujetando. Y era la mismísima idiota.
—Vamos —dijo con cautela—, tenemos trabajo que hacer.
Y sin más, fue hacia la puerta. La abrió y me miró. Miré a Lance cuando me dio una palmada en el hombro y era porque Lena me estaba esperando. Hizo un gesto con la cabeza para que fuera y asentí con la mirada perdida en el suelo.
Dos años desde que Lena desapareció de repente y la veo ahora del mismo modo. Subimos al coche sin decir ninguna palabra. Ni miradas ni respiraciones. Era solo el motor del coche el único ruido. Estacionamos y nos dirigimos hacia el apartamento donde había varios policías.
—Señorita Luthor —dijo un hombre divertido—, me alegro de volver a verte. He visto una alfombra y me he acordado de ti cuando te caíste clavando el tacón.
—Corta el rollo, Constantine. ¿Qué tenemos? —miró al cadáver.
—Una herida de bala a quema ropa. Murió al instante y lo enrollaron en esta alfombra —explicó señalando el orificio de la bala en la nuca.
—¿Sabes quién es? —pregunté mirando alrededor.
—Vaya, pero si no nos ha presentado —se levantó y se dirigió a mi con la mano alzada—. John Constantine, examinador forense. ¿Y tú quién eres, preciosa?
—Kara Danvers —estreché la mano con la ceja alzada.
—Vaya, Kara... ¿le han dicho alguna vez que es preciosa? —comenzó a reírse.
—Sí, mi mujer y tú —contesté con sorna.
—Vaya, así que a usted le van más las palomas cojas —sonrió divertido—, a mi es que me va todo.
—Dios —interrumpió Lena desde el suelo con el cadáver al lado—, quieres callarte ya.
—Vaya, alguien amaneció de muy mal humor —Constantine cogió su paquete de cigarro y sacó uno.
—No fumes aquí, dañarás la escena del crimen. No sé cuantas veces tengo que repetírtelo.
—Querida, me encanta el humo y no puedo vivir sin él —comenzó a discutir, pero me cansé y frené la situación.
—John, ¿podría decirnos si sabemos de quien se trata? —pero él negó con la cabeza y me agaché junto a Lena para mirar más cerca.
—No tenía ni cartera ni papeles encima. El propietario del edificio dijo que ni si quiera era de aquí. He pensado que podía ser un robo mal elaborado.
—Esto no es un robo —dijimos Lena y yo al unísono y nos miramos.
—Pero que tierno —interrumpió el rubio con una sonrisa y me levanté.
—Si fuera un robo no se molestarían dejar el cadáver aquí —explicó Lena—, además con una bala en la cabeza. Llevadlo, quiero que analicéis todo. Nosotras intentaremos identificarle.
Movieron el cuerpo y lo pusieron boca arriba. Entonces, miré su rostro y no podía creerlo.
—No hará falta —concluí y Lena me miró alzando la ceja—, es el escritor Jonathan Banks.
Nos encontramos de nuevo en comisaría explicando lo que teníamos al capitán. Teníamos que hacer todo cuanto antes para que la prensa no apareciera. Así que directamente fuimos a la casa de la mujer del hombre para interrogarla y darle la mala noticia.
—Lo siento mucho, señora Banks. Sé que es difícil, pero debo preguntarle cuando fue la última vez que habló con su marido —dije mientras cruzaba de brazos.
—Fue anoche, hacia las once. Estaba con unos amigos suyos cenando.
—¿Parecía que tuviese algún problema? ¿Algún enemigo? —siguió preguntando Lena.
—No —comenzó a llorar—, era un buen padre y hombre. Incluso me llamó Frank, su consejero. Le encantaba su vida conmigo. Por favor, encontrad al asesino —pidió de rodillas.
—Haremos lo que podamos —cogí a la pobre mujer y la senté en el sofá.
Salimos de la casa y nos dirigimos al coche. Miré a Lena más seria de lo normal y suspiró repentinamente. Entonces me animé a preguntar porque la veía muy inquieta.
—¿Estás bien? —me miró de reojo.
—Sí, solo que es duro dar noticias así —resopló sin ganas.
—Lo sé, pero no hay más remedio. Nosotras hablamos por los muertos —me recosté en el asiento mirando hacia la ventana.
—Kara, lo siento mucho. Sé que ahora no es el momento, pero quiero hablar las cosas —iba a interrumpir, pero me calló—, sé que estás enfadada o por lo menos has estado. No quise hacerte daño, eras lo que más quería en el mundo. Estaba completamente enamorada de ti y cometí el error de irme sin decírtelo personalmente —asentí enfadada—. Sé que ahora creerás que me estoy justificando, pero...
—No te arrepientes de haberlo hecho —musité.
—Era mi madre, Kara. No te podía prometer que iba a volver porque no sabía cuanto tiempo tardaría. Y tampoco quería pedirte que vinieras porque tenías a tu hermana allí y ahora mírate —comenzó a reírse con sarcasmo—, estamos en el mismo sitio.
—No volverá a ser lo mismo, Lena.
—Lo sé, pero... ¿podríamos intentarlo? Quiero decir, llevarnos bien aunque sea. No hay prisa y...
—Claro, al fin y al cabo, volvemos a ser compañeras —ella asintió no muy convencida y entonces cambié de tema—. ¿Cómo está tu madre?
—Mucho mejor, la verdad. No puede vivir sin mí ahora que estoy aquí y yo también lo estoy, o eso intento, ya sabes... —comenzó a reírse—, ¿y tú? ¿cómo estás tú?
—Ahora mismo supongo que bien, pero no hablemos más... tenemos cosas que hacer.
Ella asintió y después fuimos hacia el trabajo del escritor, en su editorial, en busca de su consejero. Cuando íbamos de camino, llamaron a Lena al teléfono.
—¿Sí? Vale, sí. Scott, quiero que me revises todos los números telefónicos. Seguro que ha hablado con alguien más después de su esposa. Sí, gracias —cortó la llamada—. Han encontrado su cartera en el contenedor del edificio. Nada de dinero ni tarjetas.
—No lo entiendo, ¿por qué esa molestia? Si yo matase a alguien dejaría la cartera en la escena.
—Sí, pero eso nos indica una cosa. Que no fue premeditado —concluyó Lena abriendo la puerta del edificio.
—Disculpe, inspectora Lena Luthor, de la policía. Queremos hablar con Frank Mosby —la secretaría señaló llorando hacia otro sitio.
—Lo siento mucho, Frank —el asintió con tristeza.
—Sé que es muy tópico, pero le queríamos mucho. Éramos amigos.
—¿Estuvo anoche con él? —pregunté mientras me sentaba en la silla que Frank señaló.
—Sí, acerca de las once y media después de la cena. Quería compartir taxi con él, pero quiso ir andando —explicó el canoso.
—¿Dónde fue la cena? —seguí preguntando.
—Fue en el Restaurante Saison.
—Eso está a unas manzanas de aquí —fruncí el ceño—, el cuerpo se encontró mucho más lejos —expliqué mirando al hombre.
—¿Sabe si tenía algún enemigo? —preguntó Lena esta vez.
—Me cuesta imaginarme que alguien le quiera hacer daño. Existen los típicos pirados que odian los relatos, pero nada fuera de lo normal. Si que había un hombre de una discoteca llamado Chicago que no paraba de acosarle.
—Sí, eso está aquí al lado —Lena frunció el ceño.
—Pero nunca mostró rabia ni agresión y mucho menos para matarle —siguió explicando el hombre.
—Eso nunca se sabe —se levantó Lena—, gracias por su tiempo.
—Lena —musité deteniéndola—, ¿no crees que deberíamos hacerle más preguntas? Que tipo de relación tenía en la empresa, si alguien de aquí era envidioso, si hubo algo fuera de lo normal en la cena...
—Kara, lo siento, pero en este trabajo todo el mundo es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario —dijo Lena saliendo del edificio.
—¿Qué quieres decir? —pregunté frunciendo el ceño.
—¿Y tú eres la mejor detective de homicidios de National City y no te sabes las tres reglas? —preguntó con sorna.
—¿De qué estás hablando?
—Uno —su índice hacia arriba—, nunca te fíes de lo que te cuenten. Dos —levantó otro dedo—, todo el mundo es sospechoso y tres —levantó su tercer dedo—, buscamos pruebas en todo el mundo para verificar que es verdad. Vamos a hablar ahora con el de la discoteca.
Y sin más se subió al coche. Yo resoplé con furia y esquivé todas las posibilidades de pelearme con ella. Entré al coche con mala gana y nos pusimos en marcha hacia la discoteca.
—Señor Grison, tenemos entendido que usted y el señor Banks no os caíais bien.
—¿Sabes que ese tío era un payaso? Quiso acabar con mi reputación, es normal que estuviera enfadado, pero me da igual ese hombre, no me hace falta matar a nadie para que vayan detrás de mí. Odiaba su ego y que fuera escritor —contestó con sarcasmo a la pregunta sobre si conocía al señor Banks.
—Yo voto por detenerle —comenté con gracia por la estupidez que acababa de soltar por la boca y Lena me miró con la ceja alzada.
—Venga ya, si ni si quiera tenéis pruebas. ¿Por qué iba hacer eso? Si fuera matando a todos los que me han puteado, haría una torre de cadáveres más alto que cualquier otra torre de este lugar —se recostó en el sofá con la copa en la mano.
—¿Dónde estuvo anoche? —Lena cambió de tema.
—Estuve en el Soho. Todo el mundo me vió.
—Muchas gracias, señor Grison.
Y sin más, Lena se alejó y seguí sus pasos. Miré que andaba con prisa y nuevamente pensé en el siguiente paso.
—Vamos a comprobar su cuartada —dijo de espaldas.
—Espera, creo que se me ha ocurrido una idea —dije sonriendo y le adelanté—, puede que me odies.
—Acabas de decir eso y ya te odio —sentenció divertida.
—Es que cuando estuvimos con el cadáver he sacado un par de fotos.
—¿En serio, Kara? —intentó frenarme, pero me adelanté girando por el pasillo de la discoteca.
—Y se los he enviado a una amiga.
—Y encima se los has enviado a una amiga —casi faltó gritarme—, ¿cómo se te ha ocurrido?
—Bueno, realmente no era una amiga, es la decoradora de mi casa.
—Pero ¡¿cómo se te ocurre?! —me frenó en seco.
—Es que quería que me dijera de dónde provenía la alfombra y, ¿sabes qué? Me lo ha dicho —giré mi cabeza y con mi mirada señalé al piso donde estaba la misma alfombra donde haya el cadáver.
—Es la alfombra. Es la misma, y está aquí en la discoteca —cogió su móvil para comprobarlo y luego me miró—, no pongas esa cara de chulita.
—¿Podemos detenerle ya? —comencé a reírme.
Llegamos a comisaría con el hombre de la discoteca. Llamamos al Soho y efectivamente, él estuvo allí y supimos que fue allí sobre las doce y Lena decidió seguir otras pistas. Yo, vacilante, dije que realmente no creía que fuese él.
—¿Y por qué ese cambio de opinión? —alzó la ceja.
—¿No es evidente? Todas las pruebas apuntan a él. Es perfectamente un señuelo —reprimí una carcajada.
—Aquí no descartamos a un sospechoso por tus teorías —se acercó hacia la sala de interrogatorios—, además, creía que querías arrestarle.
—Porque es un tonto, no porque fuese culpable. Además, si fuese multimillonaria, no pondría una alfombra mía cerca de un cadáver.
—Pero esas alfombras son de su discoteca, así que algo debe saber —concluyó Lena.
Mandó a Winn y Oliver para que encontraran alguna evidencia sobre la alfombra, de porque estaban relacionado con señor Banks y el señor estúpido Grison y porque había desaparecido una de sus alfombras. Así que esperamos a la abogada que llegaría en cuestión de minutos para interrogar al de la discoteca.
—¿Me está diciendo de ha sido casualidad que una de sus alfombras estaba justo debajo de un cadáver que conoce muy bien de quien es el cuerpo? —interrogó Lena mientras yo observaba desde fuera por el cristal.
—Sí —habló su abogada—, hay muchas alfombras con el mismo diseño en Midvale. No esperará a que mi cliente se haga responsable de su paradero.
—Pues sí, hasta que un juez me diga lo contario.
—Por Dios, inspectora —habló el señor Grison—, que manera de perder el tiempo. Ya le he dicho lo que sabía y donde estuve anoche.
—Sí —confirmó Lena—, me han dicho que entró a lo grande en el Soho con dos modelos.
—Que yo sepa, eso no es un crimen.
—No, pero como usted bien ha dicho, eso sería memorable y que todo el mundo lo vió. Y los testigos dicen que no le vieron hasta las una y media de la madrugada —se recostó en el asiento—, y Banks fue hallado muerto entre las once y las doce. ¿Dónde estuvo a esa hora? —juntó sus manos encima de la mesa esperando una respuesta.
Entonces miré de manera divertida el panorama. Sabía lo que iba a decir el hombre y conté hasta tres de manera graciosa para que lo dijera.
—Estaba durmiendo —contestó sin más.
—¡Sí! ¡Es que eres patético! —grité riéndome de él—, ¡el rey de los patéticos!
—Señor Grison —carraspeó Lena—, ¿le vio alguien durmiendo entre esa hora?
—Grison, no tiene porque contestar —comentó la abogada.
—No hubo nadie —confesó y Lena se levantó—, espere. No tenía ningún motivo para matarlo.
—No os llevabais bien, incluso me dijo que le odiaba. Seguro que no querría que publicase ningún libro más —contestó Lena.
—Sí, tiene razón y lo sé, pero jamás le haría algo así. Ni si quiera su libro iba a ser de fama mundial.
—¿Y eso por qué? —preguntó Lena desconcertada.
—Porque yo lo he leído y hay muy malas críticas. Debería leérselo usted. Además, Jason Bodimborg es su rival. ¿Ha hablado con él? —preguntó y alzó la ceja derrotada mirándome hacia a el cristal donde estaba yo.
Hizo un gesto con la cabeza para irnos. Nos abrimos paso por la comisaría y Lena me sujetó el brazo.
—La última vez que chillas en un interrogatorio —me señaló con el dedo.
—En realidad yo no estaba en el interrogatorio, yo solo observaba —dije divertida y ella me dio un golpe en el hombro.
Y me miró con esa sonrisa. Después de todo el día sonrió como si nunca lo hubiera hecho. Mi corazón paró por un segundo y esa imagen quedó clavada en mi retina. Parecía que estábamos juntas, como antes, como si no hubiera pasado el tiempo. Pero el problema es que si lo había hecho. ¿Tendría pareja? ¿Estaría casada?
Mi sonrisa se borró pensando en Imra. No sé como se lo tomará cuando se lo cuente o lo vea. Pero de una cosa sí que estaba segura, no me había olvidado de Lena Luthor.
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