Capítulo 17. Un día antes
—¿Quieres dejar de ser tan dramática, Danvers? —preguntó Imra mientras firmaba el papeleo.
—No es ser dramática, Ardeen... es que mañana tenemos el último examen y tengo miedo. ¿Sabes que en las pruebas físicas nos evalúan nuestros instructores? Claro que lo sabes, lo sabes todo de este centro —la miré apenada—. Seguro que Mike te va a tratar con todo el amor del mundo, y a mi... Lena me da miedo —comencé a suspirar forzosamente.
—Lena daba miedo, según Nia y según Mike. Sabes cómo trabajaba antes, ¿verdad? No quiero repetírtelo otra vez, pero si quieres te lo resumo: antes de ti, Lena —con su mano maniobró un pulgar hacia abajo—, pero, después de ti, Lena —junto los dedos de ambas manos haciendo la forma de un corazón.
—Sí, lo sé. Es que ella era una chica estricta, reservada, dura...
—Exacto —interrumpió— ¡lo era! Y ahora está rompiendo las reglas... has dominado a la bestia... —me miró con una sonrisa pícara.
—Chicas, ¿queréis terminar ya? —interrumpió Brainy—, quiero salir ya antes de que den algún aviso por la radio y tengamos que quedarnos para hacer horas extras.
Hace poco, el comandante Olsen incluyó también las horas extras con el motivo de que tenemos que acostumbrarnos a los cambios de horarios que se pueden ejercer durante alguna emergencia o para acostumbrarnos al ir con nuestro compañero.
Imra terminó con el papeleo y nos dirigimos hacia las taquillas. Brainy estaba ya cambiado, así que nos esperó fuera mientras nosotras estábamos cogiendo el macuto. Pero antes de coger la camiseta, Nia entró al vestuario.
—Menos mal que no estáis cambiadas. Necesitamos a dos y Brainy ya se estaba yendo a casa —comentó Nia divertida viendo como teníamos las camisetas en nuestras manos.
—No puede ser, encima el pequeñín nos ha abandonado... —suspiró Imra—, ¿por qué Brainy siempre tiene razón?
Dejamos nuestras cosas donde estaban y fuimos apenadas con los demás. Lena y Mike estaban al otro lado de la sala conversando amistosamente. La sonrisa de la agente Luthor cada vez brillaba más y eso me gustaba. Diría que sería gracias a mí, pero realmente lo hace ella. Yo solo le estaba dando un empujón.
—Nia, ¿tú también estás de guardia?
—¿De guardia? ¿Así es como lo llamáis, novatos? Porque sabéis que nunca estamos de guardia.
—Sí, nos referimos así por la noche, ya sabes —expliqué balbuceando.
—Claro, lo entiendo. Pero sí, yo estoy de guardia, pero desde la distancia.
—¿Desde la distancia? —preguntó Imra.
—Sí. Hago mi trabajo desde aquí. Si me necesitáis, atenderé a la radio, me comunico... esas cosas que hacen los polis desde aquí —guiñó con el ojo mientras se iba.
—Vaya suerte. Cobrar para solo atender a llamadas —protestó Imra mientras yo me reía.
Nos acercamos a los dos y sus rostros se mostraron serios. Imra y yo nos miramos frunciendo el ceño y volvimos a mirarlos. Nos quedamos en silencio y se cruzaron de brazos y miré nuevamente a Imra mientras ella solo se encogió de hombros. Resoplé y abrí la boca.
—¿Qué? —pregunté al fin.
—¿Ves? Te dije que Danvers se adelantaría en preguntar. Me debes una copa —comenzó a reírse Lena.
—No vale, la conoces más que yo —protestó Mike.
—Pero aún así has querido jugar —alzó la mandíbula con superioridad.
—¿Y nosotras somos las novatas? —repliqué mientras se reían.
—Chicos —la voz de Olsen se acercó—, aquí tenéis. Agente Matthew y Ardeen, pelea callejera en Helm Street. El vecindario nos ha llamado, id para allá.
—A la orden —y se retiraron.
—Agente Danvers y Luthor, vuestra tarea es un poco más... en fin, lo describiréis vosotras mismas —cogió el papel y nos lo entregó y Lena y yo comenzamos a leer.
—¿Un homicidio? —alzó la ceja Lena—, señor, ¿no debería ir un detective?
—Sí, Barry Allen estará allí.
—¿En serio? —exclamé feliz.
—Sí —sonrió el comandante—, aunque su sonrisa se apagará cuando descubra para que os ha llamado.
Sin dar más detalles, se marchó por donde vino y Lena y yo nos miramos sin expresión alguna. Anduvimos hasta el coche y nos pusimos en marcha. Estacionamos en una pequeña casa donde estaba todo cubierto con cinta policial y lleno de luces de patrulla.
Fuimos directamente dentro en busca del mismismo Barry. Nada más pasar a la cocina, estaba hablando con un agente. Esperamos un momento hasta que se dio la vuelta y nos miró.
—Por fin, estáis aquí. El comandante Olsen me dijo que vosotras erais las adecuadas —Barry sujetó un tablón de apoyo mientras escribía y se lo entregó al policía.
Miré a Lena y ella alzó la ceja. Quería leer su mente ahora porque pensaba que iba a estar tan motivada como yo en ver al magnifico detective. Sin embargo, su rostro fue neutral, aunque más bien profesional.
—Lo siento, Allen, pero realmente no sabemos que estamos haciendo aquí —expresó Lena confundida.
—Ah, por supuesto. Estaréis de guardia.
—¿De guardia? ¿En serio? Tienes aquí a varios agentes, ¿por qué nosotras? Y, ¿por qué de guardia? —el timbre de voz de Lena se volvió brusco, algo como desilusionada.
—Porque vosotras seréis mis futuras novatas, ¿no es así? —asentimos un poco desconcertadas porque realmente no sabíamos si eso era un cumplido, y Lena volvió a preguntar lo último—, pues estáis de guardia porque sospechamos que este individuo —enseñó una foto desde su móvil de una persona mayor—, se ha escapado y tenemos que ir a por él. Se habrá llevado consigo el cadáver, no sé para qué... Y mi querido Olsen me dijo hace varios días que tenía futuras detectives que están dispuestas a trabajar a mi vera. Así que he dicho —caminó de un lado para otro mientras explicaba—, porque no se vienen en algún caso para que puedan verlo de cerca y se familiaricen con esto. Ahora, vosotras, estáis aquí para proteger esto —sus brazos giraron por toda la habitación—, no queremos intoxicar la escena del crimen. Pensad que en algún futuro estaréis donde estoy yo —guiñó un ojo—. Lo único que tenéis que hacer es que nadie entre o salga de esta habitación.
Y sin más, sin tiempo a hacer declaraciones o aportar algo, dejó a Lena con las palabras en la boca y se fue junto a otros policías.
—¿Esto es de verdad? Debería estar en mi casa para repasar para mañana —protesté mientras me sentaba en una silla lejos de la escena—, y Allen ni nos ha mirado. ¿Seguro que es el mejor detective de homicidios?
—¿Eso te dijo Diana? —preguntó Lena y la miré frunciendo el ceño—, ¿no te dijo que Barry vive y muere por su trabajo y que todo lo demás le da igual? —comenzó a reírse—, nosotras no somos nada, simplemente un servicio más para él.
—Entonces tenemos que permanecer aquí hasta que todo... ¿termine...? —pregunté insegura mientras miraba alrededor de la habitación.
—Sí. Y menos mal que nos ha enviado a las dos, estas cosas lo suelen hacer una persona.
—¿En serio? —pregunté incrédula.
—Sí, de veras. No se necesita tantos agentes para mirar una escena del crimen y tampoco para decir: sí o no, puedes pasar... a las personas que se acerquen a este lugar —comentó mientras cogía otra silla y se sentaba a mi lado.
Mantuvimos una conversación durante media hora. Incluso enviábamos fotos a Imra y Mike de lo aburridas que estábamos. Nos levantábamos y sentábamos todo el rato sin saber que hacer realmente. Si esto lo debía de hacer un agente solo, me imagino lo aburridísimo que sería.
—Kara... —interrumpió Lena mis pensamientos—, sé que no hemos hablado mucho del tema, pero ¿cómo estás desde... lo del almacén?
—La verdad es que nunca quise hablarte de ello... por lo que sucedió, ya sabes...
—No me refiero a Diana. Olvídate de eso... —asentí cabizbaja—. Lo digo por lo de tus padres. Sabes que esas personas están en busca y captura, pero realmente no sé cómo te sientes...
—Pues la verdad, Lena... No siento nada. No sé qué debería sentir... ¿tristeza? Ya no. ¿Rabia? Puede que un poco, pero no conduce a nada. Sabía que mis padres estaban involucrados en algo, no era difícil de averiguar, pero es tan decepcionante todo...
—¿Has hablado con tu hermana?
—Jamás le comentaría sobre esto, Lena. ¿Sabes cómo se puso cuando casi me matan? Le daría algo si le suelto ahora lo de mis padres... No quiero hacerle más daño —me senté nuevamente en la silla y Lena puso su mano en mi regazo.
—Sea lo que sea, sabes que estoy aquí. No me pienso ir a ningún lado...
—Excepto cuando seamos detectives, si que te vas a ir de mi lado porque tú tendrás un instructor y yo tendré otro —comencé a reírme mientras cogía su mano.
—Sabes que dura menos tiempo, ¿verdad? —asentí—. De todas formas, haré todo lo posible para estar a tu lado y trabajar juntas —sonrió y le devolví la sonrisa—, y ahora mismo —musitó acercándose a mi—, estamos a solas y tengo unas malditas ganas de...
—Perdonen —interrumpió un individuo mientras carraspeaba que sobresaltamos de la silla—, ¿es aquí la escena del crimen?
—Sí —me levanté de repente mientras tosía—, es aquí —contesté nerviosa y suspiré—, ¿quién eres?
—Soy Roy, me dedico a limpiar las manchas y ordenar todo esto —comenzó a adentrarse, pero Lena le detuvo.
—Todavía no nos han dado ninguna orden de limpieza, señor. Me temo que le han llamado demasiado pronto.
—Oh, ya veo —comenzó a reírse—, lo siento. Entonces, esperaré... —nos miró a las dos—, fuera.
—No, quédese con nosotras —me apresuré en decir, además que no quería que se sintiese solo—, la verdad es que nunca pensé que había un limpiador especializado en estos casos.
—Claro que sí, alguien debe saber como quitar las manchas de sangre de las alfombras —comenzó a reírse y nosotras lo miramos entrecerrando los ojos—, perdón, eso suena raro.
—Por favor —indiqué la silla para que se sentara.
Comenzamos a hablar sobre su trabajo. No le fascinaba la idea de limpiar las gotas de sangre, de gasolina u otro líquido esparcido sobre las cosas, pero no tuvo elección. Se quedó en paro durante varios años después de haber prestado sus servicios de limpieza y fue despedido por no tener ningún curso. Así que descubrió este trabajo y se lleva dedicando varios años en él.
—Entonces, por la forma de las gotas de sangre, ¿sabes si el cadáver ha sido movido o estaba quieto?
—Exactamente —dijo con orgullo.
—Fascinante —miré el suelo mirando las gotas que estaban un poco puntiagudas.
—Entonces, ¿aquí han movido el cadáver hacia esta dirección? —Lena se dirigió hacia la puerta trasera de la cocina—, Kara, mira esto...
Me acerqué con cuidado. El pomo de la puerta tenía una pequeña gota de sangre difícil de ver si no estabas cerca.
—¿Por qué está todo cubierto con cinta policial menos esta puerta? —me pregunté mientras abría la puerta que daba a la parte trasera.
—Puede que sea del asesino, que haya salido por aquí y no por la entrada.
Encendimos nuestras linternas y dimos un rodeo por la parte trasera. Lena fue por un lado y yo fui hasta llegar a un cobertizo. Abrí cuidadosamente la puerta y miré por todas las esquinas.
—Lena... —alcé la voz—, creo que hemos atrapado al sospechoso.
Barry no tardó en llegar cuando le comunicamos que el cadáver era el hombre al que estaban buscando.
—¿Cómo se me puede haber pasado por alto? —preguntó Barry nervioso—, es la primera vez que me pasa. Normal que el comandante os haya enviado a vosotras. Aunque os haya dicho que estuvierais quietas, sabía que os moveríais por toda la zona.
—Agente Allen —dijo su compañero—, el sospechoso ha sido arrestado. Era el hijo. Ha confesado hace quince minutos.
—Vaya —interrumpió Roy—, por fin puedo limpiar.
—Menos mal que ha confesado... si no tendría que haber abierto una investigación —el rostro de Allen se tornó a pensativo—, en fin, gracias por todo —se dirigió a nosotras—, la verdad es que seríais buenas trabajando en esto. Y en un futuro, seríais una parejaza, así que espero que os esforcéis para trabajar juntas —comentó sonriente.
—Gracias por el cumplido, señor Allen —sonrió Lena cortésmente y yo casi me atraganto al decir lo mismo.
Terminamos el turno y nos fuimos a casa. Aunque a pesar de haber sido unas cuantas horas el tiempo voló muy rápido. Lena estacionó frente de mi casa y puso la mano en mi regazo.
—A repasar —comentó Lena divertida.
—Quédate conmigo, a dormir —cogí su mano y ella me miró sonriente.
—¿Quieres llegar tarde otra vez?
—La verdad es que te odié en ese momento —hice memoria cuando se quedó en mi casa—, ¿cómo se te ocurre irte sin decirme nada?
—Es que si no llegaba tarde —comenzó a reírse.
—¿Y te olvidas de mí? Vamos a la misma comisaría, podrías haberme despertado al menos —protesté.
—Danvers, tienes que aprender a levantarte sola. Te recuerdo que yo debería haber estado durmiendo en mi casa. Sería sospechoso que llegáramos juntas, a la vez, ¿no crees? —comentó divertida.
—Pero no me quiero levantar sola —confesé y ella me miró borrando su sonrisa vacilona—, no te pido que vengas a vivir conmigo, pero cuando te quedes, no quiero levantarme sin tus buenos días. Entiendo que te hayas ido, pero por favor, la próxima vez levántame antes de irte y me voy después para que nadie sospeche.
—Lo siento, no quería sonar...
—¿Idiota? —comencé a reírme yo—, lo eres, pero te perdono —ella asintió volviendo a sonreír, aunque esta vez de una manera tierna—, entonces, ¿te quedas? Tengo hamburguesas congeladas, pero están buenísimas. Son de la carnicería de aquí al lado.
—Sí, me quedo, pero nada de comer de mi plato.
Después de cenar y ver una película mientras yo intentaba repasar, Lena se puso nuevamente el pijama adorable, aunque ella lo definía como "horrible". Aunque pareciese que fuese infantil, le quedaba tremendamente sexy. O era eso, o es que estaba enferma por pensar eso.
Me tumbé en la cama esperando a Lena a que terminara de cepillarse los dientes. Le di las buenas noches a Alex como siempre y puse mi móvil en la mesita de noche. La silueta de Lena apareció cerrando la puerta y se paró frente a la cama.
—Mi lado es el izquierdo, ya lo sabes.
—Eres exigente hasta en la cama —protesté mientras reía.
—No sabes cuánto —se adentró bajo las sábanas y yo me giré nerviosa ante tal aclaración—, ¿y mis besos de buenas noches? —me rodeó con los brazos.
—Pensaba que los besos no se pedían —giré mi cuerpo nuevamente para darle un beso.
—Creo que se me ha pegado eso de hacer preguntas estúpidas —comentó divertida mientras me daba el último beso.
Nuevamente me giré nada más darle las buenas noches. Cuando cerré los ojos para dormir, noté como su mano se deslizaba suavemente por mi vientre. Mis parpados se levantaron por sorpresa, Lena jamás me había acariciado a no ser que fuese mi mano o brazo. Sus caricias cambiaban de dirección, primero de un lado a otro y luego de manera circular. Mi corazón se salía del pecho porque sabía perfectamente que no eran caricias para mimar a alguien.
Y yo puede que todavía no estuviera preparada. No era porque no me gustara lo que hacía, sino porque prácticamente me consideraba virgen y me daba vergüenza y pánico enseñar mi cuerpo. Tampoco habíamos hablado de sexo, aunque puede que no sea un tema para hablar, si no para hacerlo directamente, como los besos. Y la verdad es que tampoco la culpo, probablemente haría ocho o nueve meses de que nadie la tocaba y probablemente quiere llamarme de alguna manera, de manera sutil para que captara la indirecta.
Sin querer y sin pensarlo, agarré fuertemente su mano como si me estuviera atacando. Tragué saliva como si me hubiese comido un trozo de pan duro. Lena se percató porque quitó la mano inmediatamente y sentí como se daba la vuelta. Así que hice lo mismo y la abracé por la espalda.
—Lena...
—¿Hm?
—Lo siento... —no contestó—, es que no sé cómo hacerlo.
—¿De qué hablas? —musitó girando su rostro.
—De que quieres... ya sabes...
—¿Hablas de follar? —preguntó sin rodeos.
—No hables tan alto —contesté casi tapando su boca.
—Cariño, sabes que estamos a solas, ¿verdad? —preguntó divertida
—¿Cariño? —pregunté sorprendida.
—Lo siento, ¿es demasiado pronto para los apodos cariñosos? Si quieres...
—Para nada —interrumpí—, suena raro, pero me gusta si viene de ti.
—Bueno —me robó un beso—. Tranquila, no iba con esa intención.
—Mientes —dije con un tono de enfado—, arrugas la nariz cada vez que mientes.
—Estamos a oscuras, ¿cómo sabes que estoy arrugando la nariz?
—¿Ves? Acabas de decir que has arrugado la nariz —apunté hacia su frente con mi dedo índice—, no quiero que me mientas, y menos en estas cosas. Quiero que lo hablemos en vez de evitarlo.
—¿Quieres que te sea sincera, Kara? —asentí—, jamás he hablado de sexo con nadie. Siempre ha sido... acción, ya sabes. No lo considero un tema tabú, pero tampoco he profundizado el tema con nadie. Así que me va a costar explicarte las cosas...
—Pues te ha tocado a la señorita Danvers porque ni si quiera sé cómo tocar a una mujer —me alejé un poco avergonzada y ella me cogió la mano.
—Cariño, no tienes por qué avergonzarte... —carraspeó—. No voy a negarte que tengo ganas terribles de verte desnuda y hacerte el amor hasta saciarte, y no es porque lleve meses sin tocar un cuerpo o que me toquen. Eres tú que me vuelves loca. Yo estoy aquí para enseñarte, pero tampoco voy a presionarte si no quieres hacer nada. Cuando has apartado la mano, capté la indirecta y me giré por no insistirte. Dios, no quiero parecer desesperada porque no lo estoy —comenzó a reírse y me uní a ella.
—Pues dime cómo lo hago —interrumpí después de un largo silencio—, cómo te gustaría que te tocase —musité en sus labios—. Mejor aún, enséñame —terminé con morderle el labio.
—Kara, no me enciendas —pero volví a morderle el labio con más ganas—. ¿Segura que quieres hacerlo? No hay prisa...
—Sí, la verdad es que también te tengo ganas... —volví a besarla.
Sin más, ella comenzó a devolverme los besos con más intensidad. Notaba como me faltaba el aire cuando nuestras lenguas se ponían a jugar. Acaricié su nuca y ella se movió un buen rato hasta ponerse encima de mí.
—Cariño... —musitó en mi oído—, ¿estás totalmente segura?
—Ni que me fueras a dejar embarazada, Lena...
—En ese caso —mordió el lóbulo de mi oreja—, desnúdate... —dijo con su voz ronca.
Aunque ella estuviera encima, no sabía que me iba a quitar toda mi ropa con tanta rapidez y facilidad. Ella se inclinó y se sentó a horcajadas.
—¿Qué pasa? —pregunté mientras llevaba mis manos a mis pechos para taparme.
—Nada... —cogió mis muñecas y los retiró de inmediato—, que, aunque estemos a oscuras, me fascina tu cuerpo.
Y sin más, se inclinó para besarme. La verdad es que me preguntaba porque ella no se desnudaba, pero me calló cuando poco a poco se despojaba de su vestimenta. Y he de confesar que jamás en mi vida había estado tan excitada al ver un cuerpo desnudo. Sí, como ella había dicho antes, estábamos a oscuras, pero parecía que tenía vista de gato porque tenía encima a una Diosa.
Sus besos eran más intensos, sus mordeduras más fuertes. En cambio, sus agarres eran más delicados.
—¿Quieres que avance? —musitó entre mis labios y asentí fuertemente.
Noté como su rostro abandonaba mi boca y se enganchaba a mi cuello. Sus manos estaban anclando mis muñecas y su cuerpo todavía estaba a horcajadas. Sus labios capturaron mi pezón y gemí mientras suspiraba. Noté como se inclinaba y con sus piernas abrió las mías. Dejó de agarrar mis muñecas para echarse hacia un lado, aunque no abandonaba mi cuerpo y volvió a besarme.
Su mano acarició mi rostro y, lentamente, sus dedos bajaron hacia mi pecho. Me suplicó que quería tenerme boca arriba, así que eso hice mientras me besaba cada rincón de mi rostro hasta alcanzar nuevamente mi pezón. Su mano siguió su curso hasta llegar a mis caderas y volvió a musitar la misma pregunta que nuevamente asentí con ganas.
—Dios... estás muy mojada... —comentó mientras su mano acariciaba mi clítoris.
—Lena... —ella me miró sin parar de hacer movimientos—, ¿estoy enferma si te digo que me voy a correr ya?
Esta vez ella explotó: a carcajadas. Me aparté de ella con vergüenza sentándome en la orilla de la cama.
—Cariño, lo siento —se disculpó abrazándome por detrás—, no me lo esperaba. Pensaba que eras de esas que tardaban la vida.
—Me has cortado el rollo, no quiero saber nada —comenté indignada intentando levantarme pero me frenó.
—¿Y qué hacemos con esto? —preguntó mientras sus manos bajaban nuevamente a mi clítoris—, ¿no te da pena dejarlo así? —cuestionó mordiendo mi oreja.
Iba a protestar, pero un gemido me delató. Sus movimientos eran circulares, su otra mano pellizcaba mi pezón y sus mordiscos sobre mi cuello eran más intensos. Tuve la posibilidad de echarme hacia atrás porque mi peso lo sostenía su cuerpo. Le supliqué que lo quería más rápido y ella asintió.
—Te los voy a meter...
Y sin darme tiempo a responder, sus dedos adentraron con brusquedad. Me excitó tanto que no pude contener mi primer orgasmo.
—Lena —balbuceé con dificultad—, despacio... —suspiré mientras gemía.
—No, cariño, acabamos de empezar...
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