Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Room 609

—Bueno, por ahora no tenemos habitaciones con camas individuales. La única disponible para dos personas es de una cama doble.

Miré a la uniformada delgada señora tras el mostrador y luego a West. Miles de consecuencias a raíz de este problema se me cruzaron por la cabeza.

Así de mala era mi suerte. Joder, íbamos a ir a un motel hasta que yo insistí en que los moteles eran una mierda y sólo servían para rapiditos por el camino. Yo y mi gran bocota.

—Así que... ¿La van a tomar?—nos preguntó la castaña al ver que aún no decidíamos nada, que sólo nos mirábamos a ver quién cedía primero en nuestra batalla intensa de miradas.

—No lo sé, ¿la vamos a tomar, Dylan? —West me dedicó una sonrisa de suficiencia que claramente decía "te dije que era mejor el motel".

Resoplé con resignación. Teníamos más de seis putas horas de viaje sin descanso encima, lo menos que quería hacer era ponerme a discutir por mí error.

Para ser honesta, me dolía el trasero de tanto estar sentada.

—Sí, sí, de acuerdo —acepté, poniendo los ojos en blanco. Sin tener muchas más opciones.

Sólo quería darme una ducha relajante e irme a la cama. El día había sido realmente divertido, pero bastante pesado. Esta era nuestra cuarta parada en todo el viaje, estábamos en algún lugar de Texas y habíamos visitado la ciudad antes de decidir que merecíamos un cómodo descanso. En las paradas pasadas, no habíamos tenido la oportunidad de alojarnos en un lugar tan cómodo y bonito como este se veía, habíamos decidido tener la experiencia completa de viajeros, por lo que en Dallas alquilamos un espacio en un complejo de remolques durante un par de días mientras hacíamos turismo. Pero hoy, estábamos agotados y necesitábamos con urgencia una cama bastante esponjosa con almohadas, en vez del rígido asiento trasero de su camioneta.

—Tomaremos la habitación —le indicó mi compañero, volviéndose hacia la mujer y sonriéndole con cortesía.

Bien, esto de dormir en la misma cama que mi atractivo novio, se convertiría en un deporte extremo. Estaba 100% segura de eso.

Es decir, no era como si estuviéramos evitando estar solos, dormir en un complejo de remolques significaba tener cero privacidad durante nuestras calientes sesiones de besuqueo. Siempre que intentábamos llegar así fuese un poco más lejos de lo usual, éramos sorprendidos con voces a lo lejos o personas que querían socializar con nosotros, así que no habíamos tenido mucho tiempo de pensar en lo que pudiese pasar en una situación como la que estábamos a punto de experimentar. Los dos solos, en la habitación de un hotel.

Me tomó de la mano y subimos al ascensor en completo silencio. Nos mantuvimos así, hasta que el número 5 alumbrado en rojo hizo que la máquina se detuviera, abriéndonos las puertas de nuestro piso.

—Es la número 609 —comentó West, con una pizca de picardía en su voz, caminando tras de mí mientras cargaba nuestro equipaje.

—Irónico, ¿o qué? —murmuré para mí misma.

El interior de la habitación era acogedor. Las paredes eran de un papel tapiz oscuro. Mucha decoración de madera. Una buena vista de la ciudad. Y una gran cama en el centro que ahora mismo se veía demasiado cómoda y peligrosa al mismo tiempo.

—Lindo —comentó él, sentándose sobre la cama, aún apreciando el lugar—.Ven a probar esto, bebé, es jodidamente cómodo comparado con los asientos de cuero.

Reí al verlo dar saltitos en el colchón como un niño pequeño.

—Que vengas, te digo —me ordenó de nuevo, esta vez usando su fuerza para jalarme del brazo y hacerme caer sentada junto a él.

Oh Dios, sí, era bastante cómodo.

—Se presta para mucho, ¿no crees? —Su aliento golpeó mi oído, haciendo que mi cuerpo se estremeciera casi automáticamente ante su acercamiento.

Había estado jugando con este tema antes, sobre todo luego de nuestras molestas interrupciones, bromeando acerca de lo que hubiese pasado si las personas no se hubieran aparecido, pero por alguna razón, mi corazón sintió que su comentario venía con algo más oculto.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez, recordando de nuevo que estábamos en la habitación de un hotel. Solos.

—Vamos, bebé, estoy bromeando —Se echó a reír, mordiendo mi oreja juguetonamente antes de apartarse—. Me encanta hacerte sonrojar y ponerte nerviosa, es toda una faceta nueva de ti que no me canso de ver.

—Oh, vamos, te sobreestimas, Collins —bromeé, dejando escapar una risa que delataba por completo mis nervios.

—Claro —dijo él, fingiendo estar convencido de mis palabras mientras dejaba caer su espalda en el colchón, mirando ahora al techo—. Aún me cuesta creer que estamos aquí, juntos. A pesar de que han pasado días —suspiró, sonando más serio, girando su cuerpo para abrazar mis piernas con su brazo.

Apretó su agarre hasta que me hizo caer junto a él, en su misma posición. Su brazo subió hasta mi cintura, acariciando la piel desnuda de mi vientre.

—Me alegra estar aquí contigo, bebé, lo digo en serio.

Con tan sólo esas palabras, el sueño y el cansancio se esfumaron increíblemente rápido.

Giré mi cabeza hacia él y lo miré a los ojos. Él me devolvía la mirada con ojos brillantes, profundos y necesitados. Sabía perfectamente lo que estaba pensando, había notado esa mirada antes. Para ser más específica, durante nuestras sesiones de besuqueo más íntimas. Era su mirada de deseo.

Le sostuve la mirada hasta que el calor que estaba sintiendo en todo mi jodido cuerpo hizo que desviara mis ojos hacia el techo. Dejé escapar un suspiro, sintiéndome de repente cohibida, lo cual era un estado extraño donde estar. Yo nunca me había caracterizado por ser... tímida.

Deseaba a West. Sería ridículo no admitir eso. Era West Collins, para este punto sólo le bastaba una mirada para ponerme toda ruborizada y teniendo malos pensamientos que lo involucraban sin ropa. Y sí, mientras más lejos llegábamos cuando nos besábamos, más emocionada y expectante me sentía.

Sin embargo, no sabía qué hacer, cómo actuar o qué decir en este tipo de situación. La situación donde no había alguna otra cosa que nos separara del momento de... bueno, entregar todo. Al menos para mí.

No crean que se trata de la virginidad. Nunca había tomado la virginidad como un tema demasiado importante y sagrado o cualquier mierda parecida. Tal vez porque antes no tenía necesidad de hacerlo, ya que no me encontraba muy interesada en tener algún tipo de contacto físico/emocional con chicos. Más ahora en todo lo que podía pensar era en cuán experto West parecía ser, y cuán inocente a ciertas cosas era yo.

, yo, Dylan Carter, me sentía realmente aterrada en este momento. Porque deseaba a West, el chico que nunca pensé que se enamoraría de nadie en su vida y que me había demostrado lo tanto que le gustaba. El chico que me había sacado en un viaje de carretera, y que a pesar de eso, no había sobrepasado sus límites en ningún momento.

El que ahora me estaba mirando con tanta intensidad que tuve que encararlo.

—Un centavo por tus pensamientos —me preguntó en voz baja. Su rostro se encontraba cerca del mío. Casi nariz con nariz—. Quiero saber qué pasa por tu cabeza. ¿O lo debo adivinar?

Escaneé su rostro, tomándome mi tiempo en entender por qué mi pecho se sentía tan agitado. No era sólo deseo lo que me transmitía, no se trataba de eso. Era una sensación distinta, instalada en la boca de mi estómago.

Como si cincuenta malditas mariposas hubieran consumido éxtasis y las hubieran soltado dentro de mí.

—Mi cabeza es un jodido desastre en este instante —contesté, bajando la mirada hacia sus entreabiertos y provocativos labios— No quieres saber lo que estoy pensando.

—Siempre puedes pruébame —dijo en tono seductor, percatándose que mis ojos no parecían querer moverse de su boca.

—No te pases de listo, Collins.

La falta de convicción y carácter en mi voz lo hizo reír, acercándose por un potente, pero rápido beso.

—Prometo no pasarme de listo hoy, Carter, no tienes por qué preocuparte por mí esta noche —me aseguró, quitando un mechón de cabello de mi rostro—. Me detendré como siempre.

—¿Y qué pasa... si no quiero que lo hagas? —susurré, tragando saliva

Su rostro fue un gracioso desfile de expresiones; sorpresa, felicidad, nerviosismo, perplejidad. Un poco de todas estas.

—¿Escuché mal? —preguntó, sorprendido, sacudiendo la cabeza—. Bebé, no tienes por qué acceder sólo debido a la situación. Estoy bien con solamente besarnos y dormir en posición de cucharita luego, ¿sabes?

—Vamos, Collins, has tenido que salir de la camioneta a "dar un paseo" más de una vez —le recordé, volviendo a la última ocasión, donde estaba tan agitado que regresó unos quince minutos después de su larga caminata para calmarse.

Él se encogió de hombros, luciendo algo avergonzado.

—Lo sé, lo sé, eso no significa que quiero hacerlo en este momento, a eso se le llama "jodida naturaleza vergonzosa" —comentó, señalando su entrepierna—. Eso ocurre cuando se desea a la otra persona tanto que el pequeño Collins no puede ocultar su felicidad.

—Dime que no lo has llamado "El Pequeño Collins" —Me cubrí el rostro con las manos, soltando una carcajada llena de mortificación.

Aunque, pensándolo bien, lo había, pues... sentido antes y ese nombre no le hacía nada de justicia.

Bien, callaré mi nerviosa bocota.

—Relájate, Carter —Quitó mis manos con las suyas para poder verme a la cara, luciendo divertido—. Te amo con o sin sexo. Con o sin la jodida naturaleza vergonzosa, y estamos aquí en este viaje porque quería pasar todo el tiempo que pudiera obtener contigo antes de irme a la universidad, no porque quería aprovecharme de la caliente hermana de mi mejor amigo.

Me tardé unos largos segundos en procesar sus palabras. Era primera vez que me decía que me amaba de esa forma, de la manera oficial, quiero decir. Lo hacía saber con distintas cosas desde que estábamos juntos, pero nunca la palabra con "A" había salido de sus labios hasta este momento.

Las malditas mariposas en éxtasis estaban a punto de abrir en dos mi estómago.

¿Era esto que estaba sintiendo..., la palabra con "A" también?

—¿Así que no quieres aprovecharte de la caliente hermana de tu mejor amigo? —pregunté, un poco sin aliento e intentando no parecerlo, ya que seguía procesando todo.

—Sólo quiero aprovecharme si ella quiere que lo haga —Alzó los labios, demostrándome una deslumbrante sonrisa—. Decir que te deseo en este instante es un eufemismo, pero no voy a presionar, ya te lo dije, bebé.

—También te amo —solté de repente, mi corazón hablando fuerte y claro antes de que las mariposas pudieran escapar—. Joder, te amo, Collins.

Su rostro se iluminó de la emoción y alzó sus cejas en sorpresa. Parecía extremadamente feliz. Al igual que yo.

—Y quiero que te aproveches de la caliente hermana de tu mejor amigo. Mucho.

No podía decir con certeza si estaba completamente lista o no para esto, pero diablos, tenía tantas ganas de tenerlo ahora mismo que no pensaba claramente. Sólo lo quería conmigo, ahora. Probando si la cama era tan cómoda como se veía.

No podía creer que estaba pensando y diciéndome esto... pero quería hacer el amor. Con West Collins.

¿Qué tan irreal era eso?

—Carter —suspiró mi nombre entre sus dientes, como si hubiera estado conteniendo el aliento durante unos largos segundos después de mi "Te amo"—. ¿Estás segura? Porque después de lo que acabas de decir, no creo que me pueda jodidamente detener.

Se colocó encima de mí, sosteniéndose sobre sus manos mientras me miraba con intensidad, esperando mi respuesta.

—Estaré cabreada si no lo haces ahora mismo —insistí, clavando mis talones en sus muslos para hacerlo apretarse contra mí.

Apartó unos mechones de cabello fuera de mi rostro y sonrió a medias, antes de mirar hacia el techo con dramatismo.

—Lo siento tanto, Chase. De verdad, no estaba en mis planes meterme en sus pantalones, pero ella está insistiendo, lo juro —expresó, haciéndome casi retorcer de la risa.

—¡Eres un idiota! —me reí, dándole una palmada a su brazo.

—Un idiota que acabas de decir que amas —bromeó, tomando mis muñecas e inmovilizando mis brazos sobre mi cabeza—. Y un idiota que hará lo mejor que pueda esta noche.

Solté una divertida risa.

—¿Ah, sí? Lo dice el chico del que todas las chicas hablan y lo catalogan como un Dios Sexual —Enarqué una ceja con ironía.

—No fueron tantas —Él puso los ojos en blanco, aunque sonriendo—. Tu hermano, por otro lado, sí es un jodido prostituto.

—¿Podemos no hablar de Chase siendo un prostituto mientras estamos haciendo esto? —le pedí, empezando a sonrojarme de nuevo.

—Bien —Se echó a reír, dejando un beso en mi barbilla—. Pero a pesar de lo de Dios Sexual, hay una gran diferencia entre esas otras chicas y tú —añadió, ahora plantando otro beso en mi frente—, te amo a ti y quiero hacerlo bien. Si no, me terminarás dejando por ser mal polvo, ¿sabes? Es una posibilidad.

El color no tardó en adornar mis mejillas de un intenso rojo.

—Eso no está en mis planes, Collins —Estiré mi cuello y fue mi turno de besarlo a él, en sus labios—. Realmente no podría darme cuenta si eres mal polvo o no, e incluso, no creo que te dejaría por eso.

Su sonrisa y su expresión divertida disminuyeron hasta que todo lo que me transmitía su rostro era seriedad. Dejó ir mis muñecas, ya que parecía a punto de tener sus manos ocupadas en otros lugares de mi cuerpo.

—Iré despacio, por si quieres detenerte —terció, poniéndose más cómodo encima de mí.

Asentí con la cabeza, sin decir nada. El pulso se me aceleró de un segundo a otro, haciéndome callar abruptamente.

Mierda. Esto iba a pasar.

Sin dejar de mirarme, su mano bajó con suavidad por un costado de mi cuerpo y se detuvo en el borde de mi camiseta, pidiéndome permiso con sus ojos para quitarla del camino.

Me levanté un poco, dándole una silenciosa respuesta mientras él trazaba la forma de mis curvas con ambas manos ahora, llevando el pedazo de tela hacia mi cabeza con una lentitud que me hizo dejar escapar un pesado suspiro. Sentí cómo cada vello de mi cuerpo se erizaba ante nuestro contacto piel con piel.

Maldito seas, bésame ya.

Como si me estuviera leyendo la mente, una mano se movió de vuelta a mi rostro, atrapando mi mandíbula entre sus dedos y luego, me besó con fuerza.

Una explosión de sensaciones se apoderó de mi cuerpo entero. Nos habíamos besado antes, sí, muchísimas veces, pero mi cabeza se sentía más mareada que de costumbre y mi corazón estaba latiendo como si acabase de correr un maratón. Dios mío, nunca iba cansarme de decir lo tan buen besador que West era.

Me aferré a su cabello, profundizando el beso con demasiado entusiasmo, sin sentirme aún saciada ni de su boca, ni de su lengua. Jadeé en protesta cuando sus labios abandonaron los míos, mudándose hacia mi cuello, mi clavícula, aventurándose a través del espacio entre mis pechos y se entretuvieron en mi abdomen, tomándose su tiempo en besar, mordisquear, lamer cada parte de piel expuesta que pudo encontrar alrededor.

—West... —Mis dedos hicieron presión en su cabello sin poderlo evitar. Sentía que la cama debajo de nosotros se había convertido repentinamente en una cama giratoria—Mierda —jadeé, sin aliento.

Esto no se sentía nada mal... Mejor que en aquel sueño hace semanas que tuve, sin duda. No sabía las sensaciones que embargaban en momentos así. Hasta ahora, me estaba encantando esto del sexo y ni siquiera habíamos llegado a la mejor parte, joder.

—Aún no termino, bebé —susurró, su aliento golpeando mi piel mientras empezaba a dirigirse más abajo, encontrándose con la pretina de mis jeans.

Se detuvo durante unos segundos, alzando la vista hacia mí, de nuevo pidiendo permiso para seguir adelante, a pesar de que su mano ya estaba sobre el botón, presionando sobre él, listo para desabrocharlo en cuanto le diera la señal.

Por supuesto, se la di.

Me brindó una deslumbrante y fugaz sonrisa de agradecimiento antes de desabrochar el botón, haciendo un ademán con sus manos para que contoneara mis caderas y hacer el trabajo de quitarlos del camino mucho más fácil.

Cuando estuve oficialmente en ropa interior debajo de él, la piel me ardía de lo tan ruborizada que sabía que me encontraba. Todo lo que habíamos hecho había sido debajo de la ropa hasta este momento, aparte de aquella vez en Acción de Gracias, esta era la segunda vez que me veía sólo en ropa en interior.

—No es justo que tú sigas completamente vestido —le reproché, intentando verme molesta pero estaba tan caliente y mareada que sonó más como un ruego.

West se echó a reír, sosteniéndose sobre sus rodillas para luego sacarse su camiseta y darme una celestial vista de su tonificado torso de jugador de fútbol.

—¿Mejor?—preguntó, divertido, arrojando mis jeans y su camiseta a lo demás en el suelo—¿Puedo proseguir?

Asentí con la cabeza, viéndolo volver a estar encima de mí en tan sólo tres segundos.

Pasé mis dedos por sus abdominales desnudos, su piel estaba hirviendo y su estómago se contrajo en un gemido ante el contacto de mis manos. No sabía si lo estaba haciendo bien o mal, pero dejé escapar una sonrisa al darme cuenta de mi efecto en él. Me alegraba saber que no era la única que era casi líquido sobre el colchón.

Él hizo que rodáramos hasta que me tenía a horcajadas, medio sentada justo encima de su muy contento "Pequeño Collins". Una mano suya viajó hasta lo bajo de mi espalda y se deslizó debajo de mis pantis con estampado de Superman, acariciando mi trasero.

¿Qué? No sabía que esto pasaría y estas pantis de cómics son muy cómodas para viajar. No me juzguen, no tengo toda una línea de Victoria's Secret guardada en mi cajón. Ni soy psíquica para saber que estaría perdiendo mi virginidad hoy, ¿bien?

Está bien, de vuelta a lo realmente bueno pasando aquí.

Su mano libre acompañó a la otra en poco tiempo y de repente nos estábamos besando apasionadamente, gimiendo en nuestras bocas, mientras sus manos hacían presión, empujando nuestras caderas juntas en un torturador baile que estuvo a punto de provocarme un jodido desmayo.

—Dios, Carter —murmuró, separando nuestros labios al mismo tiempo que sus manos se dignaban a dejar mi trasero, aunque esta vez, su destino fue el broche de mi sujetador.

Me erguí, luchando para no sonrojarme tanto en cuanto sentí sus ágiles dedos desabrocharlo.

Nos miramos a los ojos durante unos largos segundos, calmando nuestras respiraciones. Mi sujetador estaba bastante lejos de donde debía estar y me encontraba sentada sobre él, mostrándole totalmente mis pechos; sin embargo, tardó en verlos... sus ojos estaban ocupados mirándome fijos, buscando una duda en mí que no había en absoluto.

Cuando su vista viajó hacia abajo, sentí su estómago contraerse de nuevo en un sonoro suspiro, parpadeando hipnotizado por algo que para mí, no era nada de otro mundo, pero viendo cómo las admiraba, me sentía toda una diosa de revista de Playboy.

Dios, ignórenme, ¿ok? Sólo ignórenme.

—Eres tan hermosa —me dijo, pasando sus manos por mis hombros desnudos y deslizándolas hasta que ambas estuvieron cubriendo la reciente piel desnuda—. Y estos son hermosos también, creo que estoy enamorado de ellos —Se inclinó a dejar unos largos besos en ambos—. No puedo creer que sean míos —murmuró sobre mis pechos—. Que seas mía.

Arqueé la espalda, dejando escapar un vergonzoso gemido de entre mis dientes.

Si no hacía algo al respecto ahora, iba a desmayarme antes de llegar a la parte crucial de todo esto. En serio.

Me dio un dulce rápido beso mientras se movía debajo de mí, dejándome con delicadeza de espaldas sobre el colchón.

—Espera —La cama chirreó cuando se levantó.

Vi cómo rebuscaba dentro de su mochila, haciendo ruido de bolsas plásticas, cartón, cosas revolviéndose. Segundos después, se volvió hacia mí, llevando un pequeño material de color metálico entre sus dedos.

Un condón. Muy importante.

—¿Quieres seguir?—Se quedó parado ahí, esperando mi respuesta pacientemente.

—Por supuesto que sí —contesté con firmeza.

Nunca había estado tan segura de algo en mi vida. No estaba siendo cursi, estaba siendo sincera. Y cachonda también, un poco, probablemente.

Mi garganta se secó y mi corazón salió disparado de nuevo al verlo desabrochar sus pantalones, sin darme ningún aviso de que los bajaría junto a sus calzoncillos. Sin dejarme prepararme para ver lo que había debajo de eso.

Porque, bueno, había algo debajo, algo muy aterrador y provocativo al mismo nivel. Algo que tuve que obligar a mis ojos no ver durante más tiempo que el necesario. Mi cuerpo estaba en llamas ahora.

—Luces como un tomate, bebé —West ya había vuelto a la cama y acariciaba mi caliente mejilla con su pulgar, con expresión divertida—. Estás a un paso de convertirte en una antorcha.

Esa era la combinación entre excitación y vergüenza que me hacía lucir como un tomate a punto de arder en fuego.

—Si te duele, dímelo y me detendré, ¿bien?—me pidió, con mucha más seriedad—. No me molestaré si me lo dices.

—Está bien —Me limité a asentir de nuevo con la cabeza, sonriéndole de forma reconfortante.

Su mano bajó hacia mis pantis, tocando la piel sensible y resbaladiza durante unos segundos antes de jalarlas hacia abajo, deshaciéndose de ellas.

Estaba 100% desnuda, vulnerable y lista para entregarme completamente a West Collins. Y sabía que no me arrepentiría.

Casi dejé de respirar cuando hizo que abriera mis piernas, colocándose encima de mí y recordándome de nuevo que podía detenerlo si así lo deseaba.

Lo sentí deslizarse dentro de mí, como una sensación inexplicable de naturalidad, placer y dolor. No sabía si me mordía el labio porque dolía o porque el dolor se sentía tan bien de alguna forma que quería dejar escapar un gemido.

Joder, sí dolía, pero no quería que se detuviera. Mi piel erizada era una prueba de ello.

—¿Estás bien, bebé? ¿Te duele? —Su rostro se llenó de preocupación al ver mi expresión.

—No —mascullé entre dientes.

—No me mientas, Dyl, ¿te duele, cierto? —presionó, deteniendo en seco su movimiento.

—Un poco —confesé, frustrada de tener que admitirlo.

—Bien, esperaré un segundo —Besó mi mejilla delicadamente y se quedó así, muy quieto.

—Bien, pero no quiero que te detengas —le ordené, aferrándome a sus brazos.

Me dedicó una amplia sonrisa y se inclinó a besar mi nariz.

Luego de unos cuantos segundos, el dolor comenzó a cesar. Mi cuerpo se acostumbró con increíble rapidez al estiramiento y con un empujón por parte de mis pies, le di una señal que captó de inmediato.

Se movió lento al principio, lo suficiente cauteloso como para detenerse de nuevo si se lo pedía. Cosa que no pasó. Porque, mierda, con cada empuje contra mí, mejor se sentía mi cuerpo.

Poco después, me sorprendí a mí misma al verme clavando mis uñas en su espalda y mordiendo su hombro, intentando apaciguar una desconocida explosión que se estaba construyendo dentro de mí y se volvía cada vez más cercana teniendo a West encargándose de no dejar quietas sus manos en ningún momento.

No sé cuánto tiempo pasó ni cuantas veces mis piernas estuvieron en posiciones diferentes, pero en un punto, mis ojos se nublaron de la excitación. No podía ver nada. Mi respiración se aceleró, mis párpados se cerraron, mi cuerpo comenzó a estremecerse hasta que me sentía flotando en una nube.

Mierda. Esto era hacer el amor. Así de bien se sentía. Esto era de lo que me había estado perdiendo.

Argh... —Unos segundos luego, un gran gruñido salió desde lo profundo de la garganta de West, dejándolo completamente inmóvil.

Una sensación cálida invadió mi entrepierna.

Se dejó caer a mi lado, saliéndose de mi interior cuidadosamente. Recostó su cabeza en su brazo derecho, encarándome, respirando todavía agitado por lo que acabábamos de hacer.

—Eso fue... —Empezó a decir.

—¿Jodidamente genial? —completé, sonriendo.

—Más allá de jodidamente genial —comentó divertido, entretenido trazando caminos entre mis pechos con sus dedos—. ¿Te encuentras bien?

Tomé su mano juguetona y la besé.

—Estoy bien —le aseguré, mirándolo a los ojos—. Fue en serio perfecto.

Se acercó a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y descansando su barbilla encima de mi cabeza.

—No sabes cuánto me alegra escuchar eso —Hizo que me acurrucara en su pecho—. Descansemos, me acabas de dejar agotado por el momento, bebé.

Solté una carcajada, besando su pecho, el cual estaba tan cerca de mí que era casi imposible resistirse.

—Te amo.

—Te amo —respondió, devolviéndome el beso, aunque en la cima de mi cabeza.

Luego, continuamos acariciándonos hasta que el sueño nos venció.

                                                                                ***

¡Que alguien calle a ese jodido teléfono!

Gruñí en voz alta y me coloqué la almohada encima de mi cabeza en un intento de escuchar menos el estridente sonido.

West se movió a mi lado en un quejido y la cama crujió cuando se sentó.

—Joder, es de recepción —me indicó con voz ronca.

Ugh. ¿Qué rayos quieren? —expresé, molesta mientras presionaba la almohada sobre mi rostro.

Escuché unos "Buenos días.... Oh... Gracias, qué amable... Ok... Bajaremos en un rato... Sí..." antes de que colgara el teléfono.

—Aparentemente, la habitación viene con desayuno gratis, por eso llamaban —Me hizo saber, acostándose de nuevo a mi lado—. ¿Vamos o nos quedamos un rato más así?

Descansé mi cabeza en su pecho y paseé mi mano por sus pectorales.

Hmm... Prefiero quedarme aquí.

—Vaya, me estás eligiendo por encima de la comida, me siento más amado que nunca antes —se burló, risueño.

Puse los ojos en blanco.

—Eres un idiota —Levanté mi cabeza para mirarlo a la cara.

—Acordamos en que eso no era impedimento para que me amaras —Me guiñó un ojo con picardía.

Sonreí como una tonta.

—Desgraciadamente, lo hago —Trepé hasta llegar a su rostro y deposité un beso en su mejilla.

En un rápido movimiento, me encontré atrapada bajo su cuerpo, con una mirada traviesa cruzando por sus ojos.

Dios, dime que vamos a repetir de nuevo. Por favor, por favor.

—¿Estás adolorida? —preguntó, sin borrar esa radiante y traviesa sonrisa de su rostro.

A decir verdad, no era exactamente dolor lo que sentía allí abajo. ¿Molestia? Tal vez. ¿Dolor? Joder, no. No si eso significaba que había una segunda ronda.

—No, estoy bien —le comenté, sonrojándome de la vergüenza.

Era tan bizarro estar hablando de esto en voz alta.

—Entonces... ¿se me permite ir a revisar si todo está bien allá abajo? —Hizo un movimiento atrevido con ambas cejas.

Me mordí el labio. ¿Qué si quería?

¡Diablos sí!

—Adelante —acepté, recordando lo ocurrido anoche.

Recordando las sensaciones que despertó en mí mientras estaba tocándome.

No pasaron unos segundos más tarde, cuando me vi aferrándome a las sábanas y lanzando maldiciones por culpa de su juguetona lengua.

Sí, podía acostumbrarme a esto.


Nota de la autora actualizada:

Pues, tengan aquí la sorpresa jajajaja Desde hacía tiempo quería cambiar la versión vieja de este capítulo especial, ya que me realmente parecía que no le hacía justicia a los personajes, así que decidí darle un toque mejor a este tan importante momento para Dylan y West.

Así que, ¿qué les parece esta nueva versión?

Realmente a mí me ha encantado jajajaja

Espero que les haya parecido igual a ustedes :D

Besitos venezolanos para todos esos pervertidos que leyeron este capítulo jujujuju.

¡No olviden comentar! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro