Parte 1:"La calma antes de la tormenta"
¡Hola a todos!
Quiero agradecerles sinceramente por tomarse el tiempo de leer esta historia. Sé que muchos de ustedes están acostumbrados a un estilo diferente en lo que suelo publicar, pero esta vez quise aventurarme a algo un poco más serio, con un enfoque más "profesional", por así decirlo.
Esta historia es un experimento, un proyecto en el que puse mucho esfuerzo y que busca explorar nuevas formas de contar historias. Mi objetivo es ver cómo lo reciben ustedes, y si les gusta, quién sabe, puede que esto sea solo el comienzo de algo mucho más grande.
Gracias por su apoyo. Ustedes son quienes hacen posible que pueda seguir creando y probando cosas nuevas. ¡Espero que disfruten esta nueva faceta!
- The WTE
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Todo comienza en un pequeño apartamento en Central City. Un joven de cabello algo largo y ojos de un azul claro duerme plácidamente en su cama, envuelto en un pijama rojo y azul. El reloj marca las 5:59 de la mañana, y en un instante, cambia a las 6:00. La alarma suena con ese tono repetitivo y metálico tan típico, llenando la habitación de un estruendo abrupto. Con un gesto somnoliento, el joven extiende la mano para apagarla, pero, sin medir su fuerza, golpea el despertador con demasiada intensidad, rompiéndolo en el acto.
Por un segundo, se queda inmóvil, sorprendido. Luego se ríe entre dientes y murmura:
-Solo estás creciendo, no te preocupes -se dice a sí mismo, como si la fuerza inesperada fuera algo que ya anticipaba.
Con una sonrisa, se levanta de la cama, estirándose alegremente antes de vestirse con ropa más formal. Tras preparar sus cosas para la universidad, toma su teléfono y envía un mensaje a sus padres, deseándoles un buen día y compartiendo su emoción por el inicio de su primer día de universidad. Finalmente, sale del apartamento, saludando a algunos vecinos en su camino. Mientras se aleja hacia la universidad de Central City, una de las más prestigiosas del país, su paso refleja la emoción de una nueva etapa que apenas comienza.
Al llegar a la universidad, el joven detiene sus pasos un momento y suelta un profundo suspiro. Observa los edificios imponentes y el bullicio de otros estudiantes, consciente de que este es un nuevo paso en su vida. Apenas da unos cuantos pasos hacia adelante cuando escucha el rugido de un auto acercándose. Girando la cabeza, ve estacionarse un coche lujoso y reluciente.
La puerta trasera se abre, y de ella desciende un chico de cabello corto, oscuro y lacio, con un aire sombrío y distante. Su mayordomo se apresura a alcanzarle la mochila, a lo que el joven apenas murmura un "gracias" antes de alejarse sin siquiera mirar atrás.
Jonathan, el joven de cabello largo, lo reconoce al instante. Una sonrisa se dibuja en su rostro mientras se acerca, emocionado por ver a su amigo de la infancia, Tim. Pero, para su sorpresa, cuando llega hasta él, Tim apenas le dirige una mirada fugaz, desviando la vista con un gesto molesto.
Sin darse por vencido, Jonathan insiste y saluda a Tim con una energía que contrasta con el humor oscuro de su amigo. Tim, al fin, se vuelve hacia él, respondiendo con tono áspero y algo de desdén.
-¿Qué pasa contigo? -pregunta Jonathan, sin perder la calma-. ¿Acaso tuviste un mal día o por qué estás de tan mal humor?
Tim suspira, sus ojos evitándolo, y no dice más que un leve "Nada" antes de caminar hacia el campus, dejando a Jonathan mirando con un atisbo de preocupación y algo de tristeza. Pero aun así, él sonríe, Jonathan, decidido a romper esa barrera que percibe entre ellos, acelera el paso y se coloca junto a Tim, sin dejar que su actitud fría lo desanime.
-Oye, ¿y cómo es que terminaste en esta universidad? Pensé que te quedarías en Ciudad Gótica -pregunta, tratando de suavizar el tono y hacer la conversación menos tensa.
Tim frunce el ceño, como si la pregunta le resultara molesta, pero termina respondiendo.
-No quería venir aquí -admite con un suspiro, mirando al suelo mientras avanza-. Pero Bruce... Insistió en que necesitaba un "descanso". Dice que es para que... recupere algo de perspectiva después de algo que nos pasó.
Jonathan asiente, comprendiendo mejor de dónde viene esa amargura en su amigo. La vida en Ciudad Gótica, y aún más trabajando con Bruce Wayne, debía de estar cargada de tensiones.
-Vaya... bueno, al menos no es tan malo si estamos juntos aquí, ¿no crees? -intenta animarlo, dándole una palmada amistosa en el hombro-. Y oye, luego me cuentas con más calma qué fue lo que pasó. Sabes que puedes contarme.
A pesar de la sonrisa sincera de Jonathan, Tim mantiene su expresión seria, pero le permite caminar a su lado. Avanzan juntos hacia las aulas, cruzando el vestíbulo lleno de estudiantes. Justo cuando están a punto de entrar al edificio, Jonathan observa el horario y se da cuenta de que ambos están inscritos en la misma clase. Sonríe, pero la noticia no parece ser tan bien recibida por Tim, que deja escapar un suspiro de fastidio.
-Perfecto... como si hoy no pudiera empeorar -murmura Tim, rodando los ojos.
Jonathan, sin inmutarse, sonríe con más energía, decidido a hacer que el día sea más llevadero para ambos, incluso si su amigo no está de humor para soportarlo.
Cómo media hora después:
Al terminar las clases, Tim y Jonathan caminan juntos por los pasillos llenos de estudiantes que se dispersan lentamente hacia la salida. El ambiente es distendido, y Tim, con una leve sonrisa irónica, decide romper el silencio.
-La verdad, no pensé que fueras a entender nada del tema de hoy -comenta Tim, mirando a Jonathan de reojo-. Eras un poco tonto de niño... ya lo puedo decir.
Jonathan se ríe, sin tomarse el comentario a mal.
-Oh, créeme, he cambiado bastante desde la última vez que nos vimos. -Hace una pausa, bajando un poco la voz antes de añadir con un toque de misterio-. Hasta aprendí kriptoniano.
Tim lo mira con una mezcla de sorpresa y escepticismo, arqueando una ceja.
-¿En serio?
Sin perder tiempo, Jonathan empieza a hablar en un idioma extraño, con palabras que suenan casi como un susurro alienígena. Tim lo observa atentamente, sorprendido por la fluidez con la que pronuncia las frases, y asiente, reconociendo que, al menos en esto, Jonathan no estaba bromeando.
-Es impresionante, aunque... bueno, era de esperarse -responde Tim con una media sonrisa-. Sabiendo quién es tu padre y todo.
Jonathan se encoge de hombros y sonríe con nostalgia.
-Sí, yo también lo esperaba. Pero, ya sabes, mi papá siempre está ocupado con lo de ser periodista... y, bueno, con lo otro también. -Su voz se vuelve más suave, casi reflexiva-. Aun así, las pocas veces que logramos pasar los fines de semana juntos, eran... mágicas, como si todo lo demás desapareciera por un rato.
Mientras hablan, algo le cruza por la mente, y Jonathan saca el teléfono de su bolsillo, revisando rápidamente sus mensajes para ver si su madre le había respondido. Sin embargo, no encuentra ninguna respuesta, lo cual lo deja un poco inquieto. Frunce el ceño, guardando el teléfono en silencio, mientras una pequeña preocupación se asienta en su mirada.
Notando el gesto inquieto de Jonathan, Tim frunce el ceño.
-¿Pasa algo? -pregunta con tono directo.
Jonathan sacude la cabeza rápidamente y le dedica una sonrisa, tratando de quitarle importancia.
-Nah, nada. -Hace una pausa, mirando a Tim con una chispa de entusiasmo-. ¿Qué te parece si tomamos un café? Así podemos ponernos al día con todo lo que ha pasado estos años.
Tim asiente, aceptando la invitación, y ambos se encaminan hacia una pequeña cafetería cercana al campus. Es un lugar acogedor, con un aroma a café recién molido y el murmullo de conversaciones en el aire. Encuentran una mesa junto a la ventana, piden sus bebidas, y en cuanto el café llega, la conversación empieza a fluir.
-Entonces, ¿aprendiste kriptoniano? -pregunta Tim, aún impresionado.
Johnathan se ríe y asiente.
-Sí, aunque fue complicado al principio. Mi papá me ayudó cuando pudo, pero también tuve que practicar mucho por mi cuenta. -Da un sorbo a su café-. ¿Y tú? ¿Cómo ha sido todo allá en Gótica? -pregunta con curiosidad.
Tim suspira, echando un vistazo a la calle a través de la ventana, como si el recuerdo le pesara.
-Gótica es... Gótica supongo -responde, encogiéndose de hombros-. Ya sabes, siempre complicada. Bruce me ha hecho entrenar mucho, cada vez hay más cosas que hacer... y más cosas de las que preocuparse.
Jonathan lo observa con comprensión.
-Si,debe ser duro. Supongo que por eso quiso que vinieras aquí, para que tengas un descanso. Y, bueno, ahora tienes un amigo para apoyarte en eso. -Sonríe, dándole un golpe suave en el brazo.
Tim, a pesar de su seriedad, deja escapar una pequeña sonrisa.
La conversación entre ambos continúa mientras el ruido de la cafetería parece volverse más suave, como si el resto del mundo se desdibujara por un momento. Tim se inclina un poco hacia adelante y, con un tono bajo y precavido, lanza una pregunta que ha rondado en su mente desde que vio a Jonathan en la universidad.
-Entonces... ¿tú también eres un superhéroe...? -deja la pregunta en el aire, dándole a Jonathan la libertad de interpretarla.
Jonathan se queda en silencio unos segundos, observando su café como si en el oscuro líquido pudiera hallar una respuesta. Finalmente, niega con la cabeza y suspira.
-No, no lo soy -admite en voz baja.
Sus ojos se pierden momentáneamente en la ventana, mientras su mente navega entre pensamientos y recuerdos. Empieza a reflexionar, como si un monólogo interno tomara forma con cada palabra.
-Lo pensé alguna vez-se dice a sí mismo -Pero la verdad... nunca sentí que pudiera llegar a estar a su nivel. Siempre he estado en su sombra, y no importa cuánto me esfuerce, siempre habrá algo que me recuerde que soy el hijo del hombre de acero. A veces siento que el mundo esperara que haga cosas tan grandes como él, que sea igual de fuerte, igual de... heroico. Pero, ¿y si quiero dejar mi propia huella, de una forma distinta?
Vuelve a mirar a Tim, sonriendo levemente, aunque en su mirada hay un destello de melancolía.
-Creo que quiero intentar otra cosa. Encontrar una forma de... ser alguien, pero a mi manera. Dejar mi propio rastro en el mundo, algo que no dependa solo de ser "el hijo de Superman."
Tim asiente en silencio, captando la profundidad de sus palabras. Hay un entendimiento silencioso entre ambos, como si, en esa cafetería, compartieran el peso de ser jóvenes intentando encontrar su lugar en un mundo lleno de expectativas.
Tim lo observa en silencio por un momento antes de hablar, con un tono que denota cierta curiosidad y sorpresa.
-¿Y qué piensa Clark de todo esto? -pregunta finalmente, manteniendo la misma cautela que ha mostrado durante toda la conversación.
Jonathan baja la vista al borde de la mesa, jugueteando con el borde de su taza antes de responder.
-No le he dicho nada todavía. -Suspira-. Creo que él asume que es solo algo temporal, como una fase, que es cuestión de tiempo para que use el traje y lo acepte. Pero... -Hace una pausa, midiendo sus palabras-. La verdad, siento que nunca voy a estar a la altura de lo que ese traje representa. Es un símbolo de esperanza, algo más grande de lo que yo soy... solo un adolescente,¿entiendes?
Se queda en silencio, sus ojos llenos de una mezcla de dudas y cuestionamientos internos.
-Tengo valores, sí, igual que mi papá. Pero... a veces no siento que eso sea suficiente para ser alguien como él.
Tim hace una mueca de desconcierto, sus cejas fruncidas levemente, como si no comprendiera del todo lo que está diciendo Jonathan.
-No sé,... -comienza Tim, con un tono algo escéptico-. Para mí, ser un héroe fue... increíble. Ser Robin me dio un propósito, algo emocionante y con sentido. Siempre supe que eso era lo que quería hacer.
Jonathan lo mira con una mezcla de admiración y envidia, notando la convicción en la voz de Tim, su certeza al hablar sobre su vida como Robin. Para Tim, las cosas parecen tan claras y sencillas, como si ser un héroe fuera una extensión natural de su vida. Pero para él, el peso del símbolo que debería llevar parece inmenso, y la idea de no estar a la altura sigue rondándole en la mente.
-Supongo que para ti fue distinto. Tú sabías que era parte de ti, algo que querías y que hacías bien. Yo... todavía tengo que averiguar quién quiero ser en realidad -admite Jonathan, con una sonrisa triste.
Tim asiente lentamente, aunque todavía parece algo confundido, como si no comprendiera por qué alguien elegiría no ser un héroe cuando tiene la oportunidad de serlo.
Ambos se levantan de la mesa y salen de la cafetería, el aire fresco de la tarde los envuelve mientras caminan juntos por la acera.
-Bueno, tengo que admitir que esto no fue tan... desagradable como pensé que sería -dice Tim, con una pequeña sonrisa, mientras mete las manos en los bolsillos.
Jonathan le lanza una mirada divertida.
-¿Ah, sí? Entonces logré alegrarte el día, aunque sea un poco -responde, dándole un amistoso golpe en el hombro.
Tim rueda los ojos, pero la sonrisa permanece en sus labios.
-Sí, sí... Pero ahora debo volver a mi casa temporal.
Jonathan suelta una risa burlona y alza una ceja.
-¿Casa temporal? No querrás decir "mansión temporal", ¿verdad? -replica, enfatizando la palabra "mansión" con una sonrisa socarrona.
Tim frunce los labios, haciendo una mueca como si quisiera protestar, pero al final, no puede evitar reírse un poco.
-Supongo que "mansión temporal" suena más acertado -admite con un tono de resignación y cierta vergüenza-. Bruce no sabe hacer nada a medias.
Jonathan se ríe, y ambos se quedan en silencio unos segundos, disfrutando de la compañía.
Mientras Tim y Jonathan se preparan para separarse en la esquina de la calle, un grupo de autos blindados aparece repentinamente, rodeándolos y creando un bullicio que llama la atención de los transeúntes. La situación cambia al instante, y Jonathan siente cómo un instinto ancestral despierta dentro de él. Sus ojos brillan con un tenue destello de luz, un reflejo de su herencia, mientras observa los vehículos con desconfianza.
Los agentes se bajan de los autos, vestidos con trajes oscuros y portando una seriedad que resalta en el ambiente. Avanzan hacia los dos chicos, y uno de ellos, con una voz grave y autoritaria, les pregunta:
-¿Son ustedes Jonathan Kent y Tim Drake?
Tim, sin perder la compostura, se acerca un paso y saca discretamente un bastón retráctil de su mochila, manteniéndolo oculto tras su cuerpo mientras responde con cautela:
-¿De parte de quién están preguntando?
El agente se aclara la garganta, dándose cuenta de que la situación es incómoda, especialmente al tener que tratar con adolescentes. Sin embargo, su tono permanece firme.
-Del gobierno de los Estados Unidos. -Con un gesto, muestra su licencia, un documento que brilla con un sello oficial.
Tim y Jonathan intercambian miradas, la tensión palpable entre ellos, pero no hay tiempo para deliberar. Otro agente, con un ligero rubor en las mejillas, añade:
-Necesitamos que nos acompañen, por favor.
La forma en que lo dice es casi implorante, como si supiera que el pedido es irregular y que forzarlos a hacerlo no sería la mejor de las decisiones.
-Miren, sabemos que esto es extraño -continúa el primer agente, intentando suavizar la situación-, pero es importante. No es necesario que sea a la fuerza.
Tim ajusta su agarre sobre el bastón, preparado para cualquier eventualidad, mientras Jonathan se queda en silencio, evaluando a los agentes y la situación. La sensación de que están cruzando una línea no dicha pesa en el aire, y ambos chicos saben que cualquier movimiento en falso podría llevar a consecuencias inesperadas.
El interior del auto es oscuro y opresivo, y el sonido del motor rugiendo apenas logra disimular el nerviosismo que se cierne sobre Jonathan y Tim. Ambos están sentados uno al lado del otro, con los ojos vendados, sus corazones latiendo al unísono con la incertidumbre que les rodea.
Jonathan, sintiendo la venda ajustada sobre sus ojos, no puede evitar soltar un suspiro. Se vuelve hacia uno de los agentes que lo acompaña en el asiento trasero.
-¿Saben que realmente puedo ver a través de esto? -pregunta con un tono que mezcla ironía y desafío, manteniendo la calma.
La agente al volante gira ligeramente su cabeza hacia atrás, intentando mantener la compostura.
-Es solo protocolo -responde, su voz firme pero con un atisbo de nerviosismo. Es evidente que no es la primera vez que lidian con adolescentes.
Tim se ríe suavemente, sintiendo que su amigo intenta mantener el ambiente ligero a pesar de la situación.
El auto sigue avanzando, atravesando pasillos que parecen interminables. Paredes de metal gris y puertas selladas se deslizan a su lado, mientras un ambiente de secreto y seguridad envuelve el viaje. Jonathan puede sentir el zumbido de equipos electrónicos, el murmullo de voces que apenas llegan a sus oídos y la presión de estar en un lugar que claramente no está destinado al público.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, el vehículo se detiene. Los agentes les indican que bajen, y con un movimiento cuidadoso, son guiados hacia una sala de espera. Los dos chicos son empujados suavemente hacia el interior, aún con los ojos vendados.
Cuando la puerta se cierra tras ellos, la agente que los acompaña murmura que pueden quitarse las vendas. Al hacerlo, ambos parpadean ante la luz artificial, desorientados por la repentina exposición.
La sala es austera, con muebles sencillos y paredes blancas que reflejan la luz. Hay un par de sillas y una mesa, pero poco más. Un silencio incómodo llena el espacio mientras ambos procesan lo que acaba de suceder.
-¿Qué demonios está pasando? -pregunta Jonathan, la tensión en su voz evidente.
Tim, aun con la curiosidad brillando en sus ojos, se encoge de hombros.
-No lo sé, pero definitivamente no es un viaje de vacaciones.
La puerta de la sala se abre de golpe, interrumpiendo el ambiente tenso en el que se encontraban Jonathan y Tim. Un adolescente de cabello rojo entra, sus ojos brillando con una mezcla de energía y frustración.
-¡Exacto,Ni de broma es uno de esos! -exclama, cruzando los brazos. - Me alegro de verlos aquí, esperarlos se me hizo una eternidad.
Jonathan y Tim se giran hacia él, notando que se encuentran sentados en sillas blancas y sobrias, en medio de un entorno que apenas invita a la relajación.
-Hola,yo soy Jonathan -dice el chico de cabello oscuro, tratando de ser amistoso. Asume que este nuevo chico podría ser un compañero en lo que sea que esto se trate.-
El chico pelirrojo se ríe suavemente, como si la idea de la presentación le resultara absurda.
-Oye,no necesitan presentación, chicos. Ya los conozco. Ustedes son el tercer Robin y el hijo de Superman,verdad -dice con un tono despreocupado.
Al escuchar su título, Jonathan siente un leve ardor de incomodidad en su interior, pero decide no comentar al respecto.
Tim, se inclina hacia adelante, con una expresión seria en el rostro.
-Voy a adivinar quién eres -dice, tomando un aire de misterio. Su mirada se torna más intensa-. ¿Eres... el primo de la esposa de Aquaman?
El chico pelirrojo frunce el ceño, indignado por la insinuación.
-¿Qué? ¿Solo porque tengo el pelo rojo? ¡No estoy ni cerca! -exclama, haciéndose el ofendido, pero no puede ocultar una sonrisa divertida.
Luego, extendiendo su mano hacia ellos, se presenta de manera formal.
-Soy Wally West, el sobrino de Barry Allen,o sea ,flash.
-Ah...bueno disculpa por lo de... llamarte pez -dice Tim, frotándose la nuca con incomodidad, intentando suavizar el error mientras Jonathan sonríe disimuladamente. El silencio amenaza con hacer el momento aún más incómodo, pero Wally, siempre rápido para cambiar de tema, interviene.
-Entonces, ¿Llegaron juntos o qué? -pregunta, cruzando los brazos mientras observa a ambos con curiosidad.
-Sí, es que vamos juntos a la universidad de central city -responde Jonathan-. Nos encontraron justo cuando salíamos de ahí.
-¡Ah, ya veo!. Yo también vivo por ahi-comenta Wally con una sonrisa orgullosa-, pero a mí me atraparon mientras hacía algo... completamente productivo -agrega con una sonrisa divertida-. Estoy en un año sabático ahora, pero tenía planes de entrar a esa universidad pronto.
Jonathan, entusiasmado, abre la boca para sugerir que quizás podrían ayudarlo a entrar, pero Tim lo interrumpe con una voz prudente.
-No hace falta planificar tanto a futuro sin saber primero por qué estamos aquí, ¿no creen?
Los tres se miran en silencio, conscientes de la incógnita que los había reunido en ese lugar tan peculiar.
Un estruendo irrumpe en la sala, y antes de que los chicos puedan reaccionar, un soldado es lanzado a través de una pared, estrellándose justo delante de ellos. En el polvo y los escombros, una figura emerge: una joven de cabello corto y desordenado en un estilo bob color carbón, su flequillo cae desordenado sobre su frente. Viste una bata de laboratorio arrugada, pero su expresión es feroz, claramente molesta, mientras lucha contra varios agentes con movimientos rápidos y precisos, como si fuera una gladiadora en pleno combate.
Sin pensarlo, toma una pata rota de una silla y la empuña como si fuera una espada improvisada, defendiéndose con una habilidad y brutalidad que deja a los chicos paralizados. En un solo movimiento, quiebra el brazo de un agente que intenta detenerla, y otros dos caen con apenas un par de golpes.
Tim, observando con ojos como platos, se da cuenta de por qué ellos habían sido recibidos con tanta amabilidad. No era cortesía: era prevención. Pero antes de que pueda procesarlo del todo, la chica salta hacia ellos, su mirada fija en los tres adolescentes. Se abalanza sobre Tim primero, y con un golpe contundente lo reduce al suelo en un segundo.
Justo cuando parece que va a atacar de nuevo, Jonathan da un paso adelante, levantando las manos en señal de paz. Con voz calmada y suave, le dice:
-Tranquila. No estamos aquí para hacerte daño.
Ella se detiene, su respiración entrecortada mientras lo observa. Durante un instante, sus miradas se cruzan, y algo en su expresión se suaviza. Finalmente, suspira y se deja caer sobre una de las sillas intactas, bajando la guardia.
-Lo siento -dice en voz baja, aún con la respiración agitada, mientras los observa con una mezcla de desconfianza y remordimiento.
Mientras la chica se sienta, Wally se inclina hacia Jonathan y, con una sonrisa divertida, le susurra:
-Oye ,no quiero sonar inapropiado ,pero parece que le gustaste, es eso o vio en ti la cara menos golpeable.
Jonathan le da un empujón suave y murmura:
-¡Cállate!
Antes de que puedan intercambiar más palabras, una voz autoritaria de una mujer mayor suena a través de un altavoz, resonando en la sala:
-A los cuatro, diríjanse a la puerta blanca a su derecha. Y, Donna... -la voz hace una pausa- intenta calmarte un poco y deja de golpear a mis hombres a lo loco.
La chica, "Donna," se cruza de brazos y lanza una mirada de desconfianza hacia el altavoz. Tim, aún adolorido, se reincorpora y lanza una mirada de "¿en qué nos metimos?" a sus compañeros.
-Supongo que será mejor que vayamos -dice Jonathan, suspirando.
Los cuatro se ponen de pie y, con cautela, se encaminan hacia la puerta blanca, mientras la tensión en el ambiente parece relajarse un poco... aunque nadie baja la guardia del todo.
Ellos caminan hacia la sala de exposiciones, un lugar imponente, con vitrinas que exhiben equipo de alta tecnología y documentos confidenciales. Al fondo, en una mesa, está Amanda Waller, quien los observa con una mirada firme y calculadora. Al verlos, hace un gesto para que se sienten.
Tim se cruza de brazos, mostrando su incomodidad. Su expresión es fría mientras mira a Amanda.
-Oh no puede ser, Waller,la mujer que intenta usar criminales de segunda como armas de guerra...¿Porque necesitaría recurrir con 4 adolescentes,que pasa ahora,una nueva ley prohíbe que puedas usar a los presos tanto humanos como monstruos?
Amanda solo lo mira sin perder la compostura.
-De hecho,si, no estaría recurriendo a ustedes si tuviera algún tipo de otra opción,son exactamente la última a la que quería llegar,el fondo del barril.
Tim levanta una ceja, escéptico.
-¿Espera,es en serio? ¿Qué hay de los Teen Titans? ¿La Sociedad de la Justicia? ¿Tu Escuadrón Suicida? ¿La Liga de la Justicia? Hay muchas otras opciones antes que nosotros.
Amanda suspira, como si estuviera esperando esa reacción.
-Los Teen Titans... bueno, contactar con ellos es complicado. -Amanda deja entrever una pizca de frustración-. La Sociedad de la Justicia está ocupada en una misión en otra dimensión. Y la Fuerza Especial X... -Hace una pausa y frunce los labios-. Digamos que intenté mandarlos primero. No terminó nada bien.
Jonathan lanza una mirada de confusión hacia Tim, y luego observa a Amanda.
-¿Y... la Liga de la Justicia? -pregunta Tim, curioso al ver que Waller no había mencionado nada.
Amanda guarda silencio por un instante. La pausa se extiende, volviéndose incómoda.
Jonathan, incapaz de aguantar el misterio, rompe el silencio.
-¿Qué pasa con ellos?
Amanda lo mira y, con una expresión inexpresiva, simplemente dice:
-No sé dónde están.
La tensión se hace palpable. Tim y los demás intercambian miradas de sorpresa y preocupación.
Tras el incómodo silencio, Amanda se recuesta en su silla, cruzando las manos sobre la mesa, y explica con tono grave:
-Toda Metrópolis está bajo ataque de un grupo terrorista bien armado. Su misión será entrar a la ciudad, contener la situación, salvar a la mayor cantidad de civiles posible y evacuar a quienes están atrapados en zonas de peligro.
Tim entrecierra los ojos, claramente desconfiado.
-¿Por qué una misión tan... noble? -pregunta, dejando ver su suspicacia-. Esto no parece típico del gobierno. Y, además... ¿por qué reclutar a cuatro adolescentes poderosos para lidiar con terroristas comunes? ¿Qué están ocultando?
Amanda mantiene su expresión inquebrantable.
-Obtendrán todos los detalles cuando estén en el terreno. -Su respuesta es seca y tajante, evitando ahondar en más explicaciones.
Mientras tanto, Jonathan apenas puede contener su ansiedad. Al escuchar la gravedad de la situación en Metrópolis, su expresión se ensombrece de preocupación. No puede evitar pensar en su madre, quien seguramente está atrapada en medio del caos. La posibilidad de que ella esté en peligro y que su padre no pueda acudir en su rescate lo impulsa a actuar.
"Si mi papá no puede estar ahí... entonces es mi deber ayudarla, junto con todas las personas que están en peligro." Piensa el.
Amanda los observa un momento, su expresión permanece inescrutable, pero en su mirada se percibe una leve aprobación.
Mientras la tensión en la sala disminuye un poco, Wally levanta la mano, lo que hace que Amanda lo observe con una ceja levantada y susurre con un ligero tono de impaciencia:
-Esto no es la escuela, Kid Flash. Si tienes algo que preguntar, simplemente hazlo.
Wally baja la mano y, sin perder su energía usual, lanza la pregunta:
-¿El grupo tiene algún nombre? Ya sabes, algo que suene bien, algo con estilo.
Amanda se limita a responder con tono seco.
-"Fuerza Especial 11."
Wally hace una mueca, claramente decepcionado.
-¿En serio? Es terrible. ¿Y Qué tal si lo cambiamos a algo como...no se algo mas épico como,"Young Justice" o "Los 4 fantasticos"?
Amanda lo mira sin el menor asomo de interés y replica, tajante:
-No voy a cambiar el nombre. -Después, sin perder más tiempo, añade- Los está esperando un tren subterráneo para llevarlos a Metrópolis, pero antes deben recoger sus... "cosas de superhéroes" en otra instalación, después cuando lleguen les daremos más detalles.
Los cuatro adolescentes se preparan para salir, pero antes de que atraviesen la puerta, Amanda murmura para sí misma, lo suficientemente bajo para que no la escuchen:
-Realmente odio tener que tratar con adolescentes.
Los soldados guían a los cuatro jóvenes por un pasillo largo y mal iluminado hasta llegar a una sala de almacenamiento amplia y llena de cajas de metal apiladas contra las paredes. Cada caja tiene una etiqueta con su nombre, y uno de los soldados se adelanta para abrirlas, revelando sus trajes y equipo personal.
Donna se acerca a su caja, observando con atención. Adentro encuentra su armadura negra con pequeñas estrellas plateadas, y un conjunto de equipo: un lazo plateado que brilla débilmente, un escudo ornamentado y una espada con una hoja impecable. La chica pasa una mano por el escudo, casi como si lo reconociera, antes de sujetar el lazo con firmeza.
Tim después de ver su traje de Robin, revisa su propio equipo con varios artilugios que parecen perfectamente adaptados a sus necesidades. Toma su bastón, extendiéndolo con un movimiento ágil para probar su peso y equilibrio, mientras guarda los dispositivos en su cinturón con destreza.
Cuando Jonathan abre su caja y ve su traje, suspira. La S en el pecho le recuerda inevitablemente a su padre y a la presión de ese símbolo, un símbolo de esperanza y grandeza que no está seguro de poder representar. Aunque el pensamiento de no ser suficiente pasa rápidamente por su mente, no dice nada. Simplemente toma el traje, llevándose una mano al borde de la capa, y guarda silencio mientras los demás se preparan.
Wally, mientras tanto, abre su caja con una energía inusual, esperando encontrar algo más que solo equipo de combate. Al verla vacía, frunce el ceño.
-¿No hay bocadillos? ¿Nada? -pregunta, claramente decepcionado.
Un soldado suspira y le señala una mochila más pequeña. Wally la abre y sonríe al encontrarla llena de sándwiches, barras de energía y un par de botellas de agua. Sin pensarlo dos veces, empieza a meter todo en la mochila, murmurando para sí:
-Nunca se sabe cuánto puede durar una misión. Hay que estar preparado.
Con todos ya equipados, los soldados los guían hasta el tren subterráneo que los llevará a Metrópolis. Mientras caminan en silencio hacia la plataforma, Jonathan, Donna y Tim permanecen en sus pensamientos, cada uno procesando la misión a su manera. Sin embargo, al llegar al tren, Wally rompe el silencio con una sonrisa optimista y les dice con alegría:
-¿Se da cuenta de que estamos llendo al momento que nuestras vidas cambiarán para siempre? O sea,¡será la primera vez que haremos algo que será súper importante y se contará en los libros de historia las vidas que salvaremos hoy!
A pesar de la tensión y la incertidumbre, sus palabras logran relajar un poco el ambiente, recordándoles que están a punto de enfrentar este desafío, juntos.
El tren continuaba su trayecto en silencio, con el sonido de las ruedas sobre los rieles como único acompañante. Los cuatro héroes se mantenían en sus pensamientos, y Donna seguía afilando su espada con calma. Finalmente, Wally rompió el silencio.
-Yo creo que Dios está de nuestro lado en esto, chicos. Puede que seamos nuevos en esto de ser héroes, pero un poco de fe nunca está de más, ¿no?
Tim soltó una pequeña risa, apenas audible, pero suficiente para que Wally lo notara.
-¿De qué te ríes, Drake?
Tim lo miró con una sonrisa irónica.
-Solo digo... ¿por qué crees en un dios católico cuando hay tantas cosas que lo contradicen? Alienigenas, otros dioses... ya sabes.
Wally frunció el ceño, molesto.
-Eso no contradice lo que yo creo, Tim. El hecho de que existan otras cosas no significa que no haya algo más allá.
-¿En serio? -replicó Tim, inclinándose hacia adelante-. Hemos visto cosas que están bastante lejos de lo que enseña el cristianismo. ¿No te hace cuestionarlo?
-La fe es más que lo que ves, ¿entiendes? -respondió Wally, firme.
La discusión se intensificó, y Jonathan ya estaba a punto de intervenir cuando Donna levantó la voz.
-Ya basta -dijo con firmeza, dejando su espada a un lado y mirando a los chicos con seriedad-. Este tipo de peleas no son dignas de guerreros a punto de entrar en batalla.
Los tres chicos la miraron, sorprendidos por la calma y seguridad en sus palabras. Wally, un poco incómodo, decidió cambiar de tema.
-Entonces... Donna, ¿eres hija de Wonder Woman o algo así?
Ella negó con la cabeza, manteniendo una expresión tranquila.
-No, no soy su hija. Ella me salvó cuando era solo una pequeña niña huerfana, y fui a vivir con las amazonas. -Una ligera sonrisa apareció en su rostro-. Eso me ha dado más paciencia que a la mayoría de los hombres humanos, por lo visto.
Tim no perdió la oportunidad de hacer un comentario sarcástico.
-Si tu "paciencia" incluye golpear soldados mientras estás en bata, entonces sí, tienes más paciencia que muchos.
Donna lo miró con seriedad y explicó.
-Me habían negado el derecho de decidir. Me trajeron aquí a la fuerza.
Tim levantó una ceja, curioso.
-¿Cómo?
-Usaron un objeto extraño -dijo Donna-. Emitió un sonido agudo, y me paralizó por completo.
-Interesante... -murmuró Tim, notando mentalmente la utilidad de un arma de ese tipo.
Con el ambiente más calmado, los chicos asintieron en silencio, comprendiendo que sus diferencias tendrían que esperar. De regreso a sus pensamientos, se preparaban para enfrentar lo que los esperaba en Metrópolis.
El tren subterráneo comenzó a temblar violentamente, y los cuatro héroes intercambiaron miradas de preocupación. La turbulencia empeoraba, y las luces parpadeaban sin parar. Sin perder tiempo, corrieron hacia la cabina del conductor solo para descubrir que estaba vacía. El panel del piloto automático mostraba una advertencia en rojo parpadeante.
-¿Qué demonios? -murmuró Jonathan al ver el puesto sin conductor.
-Carajo-dijo Tim-. ¡Estamos a punto de chocar! Alguien tiene que frenar esto. Donna, ¿puedes intentar con la palanca de freno?
Donna asintió, agarrando la palanca con decisión. Pero al aplicar demasiada fuerza, la palanca se rompió en sus manos con un chasquido seco.
Wally, a pesar de la gravedad de la situación, dejó escapar una risa y bromeó:
-Bueno, esa es una manera de hacerlo... -Luego se giró y corrió con supervelocidad de regreso a su asiento para agarrar su mochila y volver-. ¡Olvídense del freno! Mejor saltemos antes de que esto termine en desastre.
Jonathan asintió, y usando su fuerza abrió la puerta de emergencia de un puñetazo. Sin perder un segundo, Tim, Donna y Wally saltaron del tren en movimiento, rodando por el suelo para amortiguar el golpe. Jonathan, en cambio, usó su habilidad de levitar para descender suavemente.
Apenas se pusieron en pie, se giraron y vieron cómo el tren se estrellaba con una explosión contra la pared al final del túnel. Tras un momento de silencio, todos lanzaron un suspiro de alivio.
-Bueno -dijo Wally, aun sonriendo y recuperando el aliento-, probablemente tú y Donna podrían haber resistido eso... pero nosotros, los simples mortales, no queríamos arriesgarnos.
Tim miró los restos del tren humeando y, sin poder evitarlo, comentó con un toque de sarcasmo:
-Miles de dólares se fueron a la basura en un segundo.
Mientras los cuatro miraban los restos del tren, Wally comenzó a rebuscar en su mochila y sacó una grabadora. La miró con curiosidad, y luego la encendió para reproducir el mensaje. La voz de Amanda Waller resonó en el túnel, fría y directa:
-Bien, chicos, espero que hayan llegado sin problemas.
Wally soltó una risa sarcástica y murmuró,
-Sí, claro, sin problemas... -mientras el resto lo miraba entre exasperados y divertidos.
La grabación continuó:
-Debido a la profundidad en la que están, no podemos conectar con la superficie. Su primera tarea es reventar la pared delante de la estación de tren y ascender para establecer contacto. Manténganse alerta y actúen con cuidado.
La grabación terminó, dejando a los cuatro intercambiando miradas. Decidieron avanzar hacia la estación y se acercaron a la pared que Amanda mencionaba, solo para notar que el tren se había estrellado directamente contra ella, abriendo un enorme hueco.
Tim esbozó una sonrisa irónica.
-Bueno, parece que el tren nos ahorró el trabajo.
El ascensor comenzó a ascender, moviéndose en un silencio solo roto por una melodía incómoda que resonaba suavemente en el fondo, algo que ninguno de ellos estaba disfrutando. Finalmente, el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Jonathan fue el primero en salir, pero apenas puso un pie fuera, se detuvo abruptamente, sus ojos se abrieron desmesuradamente, y su expresión cambió al escuchar algo aterrador.
De repente, se tapó los oídos, su rostro marcado por una angustia profunda. Comenzó a llorar, sus hombros temblando mientras sus compañeros lo observaban, alarmados.
-¿Jonathan? -preguntó Tim, preocupado-. ¿Qué te pasa? ¿Qué estás escuchando?
Con voz quebrada, Jonathan logró responder:
-Escucho... escucho a muchas personas... están gritando. Están pidiendo ayuda. ¡Están sufriendo! -Las palabras salían entrecortadas, y la desesperación en sus ojos era palpable-. No puede ser solo un ataque terrorista... ¡esto es mucho peor!
Wally y Tim intercambiaron miradas de inquietud, y Donna, aunque mantuvo su postura firme, también se veía preocupada.
-Tenemos que ir a salvarlos -insistió Jonathan, empezando a moverse hacia adelante, impulsado por los gritos que solo él podía oír. Sin embargo, Tim le puso una mano en el hombro, obligándolo a detenerse.
-Necesitamos mantenernos juntos -le dijo Tim con firmeza-. No sabemos con qué nos enfrentamos. Si vamos por nuestra cuenta, solo seremos un blanco fácil.
Jonathan asintió con dificultad, su mente aún luchando contra el dolor de todos esos gritos que seguían resonando en su cabeza.
-Pero uno de esos gritos... está muy cerca de aquí -dijo con la voz apenas audible, todavía alterado.
Wally se estremeció y comentó en tono bajo:
-Eso es... bastante creepy.
Los cuatro se miraron, sabiendo que no podían ignorar lo que Jonathan estaba sintiendo. Con decisión, tomaron la decisión de avanzar juntos, adentrándose en la oscuridad y el caos que los esperaba.
Los cuatro avanzaron en silencio, siguiendo los gritos desgarradores que Jonathan escuchaba tan claramente. Cuanto más se acercaban, más intensos se volvían esos lamentos. Finalmente, doblaron una esquina y llegaron a una escena espeluznante: una joven estaba siendo brutalmente despedazada y devorada por una criatura alienígena con partes robóticas que relucían bajo la tenue luz.
Por un instante, ninguno de ellos pudo moverse; el horror y la incredulidad los dejaron congelados en el lugar. La criatura notó su presencia y, con un movimiento lento y antinatural, giró su cabeza para observarlos. Sus ojos brillaban con una malicia inhumana, y lanzó un grito aterrador, un sonido rasposo que resonó en los pasillos y les heló la sangre.
Antes de que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, Donna se adelantó, su rostro lleno de determinación. En un solo movimiento preciso, blandió su espada y partió al alienígena en dos, cortando su grotesco cuerpo por la mitad. La criatura emitió un último chillido agonizante antes de caer al suelo en un charco viscoso de fluidos y piezas metálicas.
Jonathan, aún en shock, respiraba entrecortadamente, el horror de la escena grabado en su mente. Sin embargo, no hubo tiempo para procesarlo; otros gritos y gruñidos comenzaron a oírse, acercándose rápidamente. Los ecos de pasos metálicos y chirridos mecánicos llenaron el aire, indicando que no estaban solos.
Tim, con el rostro endurecido, dio un paso adelante, su bastón listo en sus manos. Wally, aunque pálido, se posicionó junto a él, concentrado. Donna se preparó, con su espada aún goteando, y Jonathan, reuniendo todo su coraje, tomó una posición de combate a su lado, sus puños firmes.
-Prepárense -murmuró Donna, sin apartar la mirada del pasillo frente a ellos
La tensión en el aire era palpable, y el rugido de las criaturas aproximándose les recordaba la gravedad de su misión. Con el sonido de sus propios corazones retumbando en sus oídos, los cuatro se plantaron, listos para enfrentar lo que venía.
Una multitud de sombras y figuras grotescas comenzó a moverse en todas direcciones, rodeándolos. Eran alienígenas híbridos, criaturas con una mezcla repulsiva de partes biológicas y mecánicas. Sus rostros estaban desfigurados y sus ojos brillaban con un odio inexplicable, emitiendo gruñidos y chasquidos que llenaban el ambiente de una atmósfera sofocante. La escena parecía salida de una película de terror.
Un relámpago iluminó el espacio, proyectando sombras largas y distorsionadas que parecían danzar con cada crujido de la tormenta. Afuera, el cielo rugía y la lluvia empezó a caer en oleadas, golpeando las ventanas rotas y paredes desgastadas del lugar. El sonido de los truenos y la lluvia intensa aumentaba la tensión en el aire, haciendo que cada uno de ellos se sintiera en una pesadilla viviente.
La horda alienígena avanzaba sin descanso. Donna, sin dudarlo un segundo, se lanzó hacia adelante con su espada alzada, abriendo el paso con fuerza letal. Con cada golpe, cortaba metal y carne, sus movimientos precisos y rápidos. La tormenta que tronaba afuera parecía resonar con cada corte de su espada, iluminando brevemente las chispas y salpicaduras de los cuerpos de sus enemigos. A su lado, Tim usaba su bastón retráctil con la misma intensidad. Golpeaba con una precisión casi quirúrgica, sus movimientos letales y coordinados, quebrando extremidades mecánicas y rostros alienígenas. Con cada golpe, enviaba a las criaturas al suelo, inmóviles.
Jonathan, sin embargo, trataba de evitar cualquier daño letal. Usaba su fuerza para noquear a las criaturas, lanzándolas contra las paredes o dejándolas inconscientes con puñetazos controlados. A pesar de su enfoque, el esfuerzo era evidente en su expresión; cada criatura que aparecía parecía llevarlo al límite, y aun así mantenía su determinación de no matarlas. A su lado, Wally se movía como un rayo, esquivando y desorientando a los alienígenas antes de darles rápidos golpes que los dejaban fuera de combate. Con su velocidad, aparecía y desaparecía, derribando enemigos antes de que siquiera tuvieran tiempo de reaccionar.
El estruendo de la tormenta seguía intensificándose. Un trueno particularmente fuerte sacudió el edificio y un relámpago iluminó una escena que difícilmente olvidarían: las criaturas estaban cada vez más cerca, y parecían interminables. La adrenalina y la tensión los impulsaban a seguir avanzando. La lluvia que se filtraba por las grietas y ventanas rotas creaba charcos en el suelo, mezclándose con los restos de las criaturas abatidas.
Los cuatro se abrieron paso hasta las escaleras. Cada paso que subían era un desafío, pues las criaturas los seguían y los atacaban en oleadas. Donna, liderando el grupo, defendía su retaguardia, mientras Jonathan y Wally cubrían los costados, noqueando a cualquier criatura que intentara sorprenderlos. Tim, por su parte, lideraba el frente, usando artilugios para obstaculizar a las criaturas y mantener el camino despejado para el grupo.
La tormenta afuera seguía arreciando, como si el cielo mismo estuviera enojado, o como si la naturaleza quisiera reflejar el caos que ocurría en el interior. Los truenos se volvían más frecuentes y los relámpagos iluminaban el camino adelante, mostrando las siluetas de más alienígenas al acecho, como si se multiplicaran con cada segundo que pasaba.
Finalmente, lograron llegar a un pasillo más amplio en el último piso. Se detuvieron por un momento, jadeando y observando el caos detrás de ellos. La horda parecía detenerse, como si las criaturas supieran que habían sido vencidas... al menos, por ahora.
-¿Están... todos bien? -preguntó Jonathan, aún algo agitado, su voz temblando levemente mientras miraba a sus compañeros.
Un trueno resonó, acompañado del incesante golpeteo de la lluvia en el techo y paredes del edificio, subrayando la tensa calma que había quedado tras la brutal batalla.
Los cuatro avanzaron por el edificio en silencio, aún sintiendo el peso de la reciente batalla. Cada paso que daban resonaba en el eco del edificio vacío, mezclándose con el sonido de la tormenta que rugía afuera. Finalmente, alcanzaron una puerta metálica que los llevaría a la azotea. La abrieron, y la fría ráfaga de viento y lluvia los golpeó de inmediato al salir al exterior. Estaban en la azotea del imponente edificio Empire State, la famosa estructura neoyorquina que ahora parecía una pequeña isla en medio de una tormenta colosal.
Wally, siempre el más impaciente, se adelantó corriendo, subiendo hasta el punto más alto del borde de la azotea. Con la lluvia empapándolo, levantó la vista y observó el oscuro cielo, aún iluminado ocasionalmente por relámpagos. Alzó la voz para que sus compañeros lo escucharan sobre el estruendo de la tormenta:
-Definitivamente, no nos mandaron a detener algo normal -dijo con una mezcla de asombro y alarma.
La cámara imaginaria se abriría en un plano más amplio, revelando a los cuatro héroes en la azotea, empapados y bajo el aguacero, con sus miradas fijas en una visión aterradora y surrealista en el cielo. Una nave gigante, de aspecto metálico y siniestro, colgaba sobre la ciudad como una amenaza palpable. La nave parecía una gigantesca calavera de metal, con detalles macabros en sus relieves, y enormes tentáculos mecánicos se extendían desde los lados, ondulando con movimientos lentos y espeluznantes en el aire. La estructura parecía un monstruo sacado de la peor de las pesadillas, y su tamaño era tal que cubría gran parte del horizonte.
Jonathan tragó saliva, su rostro reflejando una mezcla de miedo y determinación. Donna, con su espada aún en mano, no apartaba la vista de la nave, su semblante endurecido. Tim apretó los puños, tratando de analizar rápidamente la situación mientras los relámpagos iluminaban la escena, dándole un toque casi apocalíptico.
-¿Qué rayos... es eso? -murmuró Jonathan, intentando asimilar la escala de la amenaza que tenían enfrente.
Un trueno particularmente fuerte retumbó, y la nave soltó un sonido profundo y mecánico, como un eco macabro que reverberaba por la ciudad. Los tentáculos parecían cobrar vida, moviéndose de manera amenazante hacia abajo, en dirección a la ciudad, como si la nave estuviera preparándose para atacar o descender.
Los cuatro héroes permanecieron firmes, aunque la vista de aquella estructura les hizo darse cuenta de la magnitud de lo que estaban enfrentando. En ese momento, el peso de su misión parecía haberse multiplicado, y la tormenta que caía sin cesar alrededor de ellos solo añadía a la atmósfera tensa y desoladora...
Fin por ahora...
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