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03. Nunca lo suficiente

C h a p t e r   t h r e e
NEVER GOOD ENOUGH

—Alana, no juegues con tu comida.

     Alana dejó soltar un pequeño suspiro mientras acomodaba su cabello detrás de su hombro dejándolo caer sobre su espalda. Tomó un pedazo de pescado con su tenedor para luego llevarlo hacia su boca y masticarlo.

     —¿Cómo estuvo su día, chicas? —preguntó su padre con una sonrisa sobre su rostro.

     Georgia permaneció en silencio.

     —Estuvo bien. Nada especial, en realidad —contestó Alana, tomando ahora un bocado de su ensalada.

     —¿Y qué hay de ti, Georgie?, ¿Cómo estuvo tu día? —agregó el Sr. Bundrick mirandole fijamente. Sus ojos se veían casi sin vida desde hace un tiempo ya.

     Georgia se encogió de hombros y usó su tenedor para jugar un poco con la comida sobre su plato, causando que Alana rodara sus ojos. "Alana, no juegues con tu comida". Típico.

     —Estuvo bien... —empezó —. Obtuve un 7 en mi examen de historia.

     —Eso es genial, cariño. Estamos muy orgullosos de ti —respondió la señora Bundrick con emoción.

     —¿Cuánto obtuviste, Lanny? —preguntó, para luego tomar un bocado de comida.

     —Tuve 9 —contestó Alana de manera simple antes de mirar hacia los ojos llenos de decepción de su madre.

     —Pudiste haber tenido 10 —dejó salir la señora simplemente para luego tomar un sorbo de su copa de vino.

     —Lo lamento —respondió dócilmente, ignorando la pequeña risa contenida sobre los maliciosos labios de Georgia.

     Así era como las cenas familiares solían ser. ¡Qué va!, así era como sus vidas solían ser. Georgia solía ser la chica de oro aun cuando en realidad era ella la que estaba completamente jodida, y Alana... bueno, ella nunca era suficiente.

     Sabía que ella era "la inteligente". Ella era de quien esperaban que entrara a Harvard, lo quisiera o no. Sus padres ya tenían planeada su vida por ella en la Costa Este, mientras ellos mantendrían a Georgia cerca de casa. Nunca antes pareció molestarle cuando era más joven, pero a medida de que iba creciendo, algo le quedaba bastante claro: ellos la querían lejos.

     Dolió cuando por fin lo había descubierto, pero para ahora ya se había acostumbrado. Ella solo era la hija que su madre tuvo mientras esperaba a alguien como Georgia. Cuando eran pequeñas, todo era perfecto. Las adorables hermanas Bundick. Pero aquella preferencia notable hacia Georgia, hizo que poco a poco se fuesen separando.

     Georgia iba a fiestas, era porrista, siempre tenía novio. Georgia era esa chica.

     Y Alana, pues... Alana no era Georgia. Alana era aquella escondida al fondo del panorama del último año de preparatoria. Alana era quien un sábado por la noche se quedaba en casa leyendo un libro o viendo una tonta serie de lobos adolescentes con su mejor amiga. Alana era a la que nunca nadie había besado.

     —¿Cómo estuvo la terapia el día de hoy, cariño? —preguntó la señora Bundrick.

     La mirada de Alana se lanzó sobre su hermana. Tal vez ya no eran las mejores amigas, pero Alana podía sentir que Georgia estaba molesta.

     —Estuvo bien —respondió Georgia de forma suave, sus ojos observando hacia el frente.

     —¿Quieres que hablemos sobre ello? —el señor Bundrick preguntó, mirando a la chica con simpatía en sus ojos, a lo que Georgia sacudió su cabeza rápidamente.

     —¿Puedo retirarme? —preguntó apenada.

     Los ojos de Alana se colocaron sobre el plato que había dejado Georgia. Apenas había tocado su comida. Su hermana caminó de prisa hasta las escaleras sin esperar respuesta alguna y Alana tomó un pedazo de pescado con su tenedor antes de meterlo en su boca.

     —Compré pastel de chocolate para el postre —dejó salir su padre rompiendo con el silencio incómodo —. Tu favorito, Lanny —sonrió.

     Alana devolvió una dulce sonrisa a su padre antes de que su madre se la arrancara de su rostro con un simple comentario.

     —Y yo compré una membresía de gimnasio para después del pastel.

     La chica miró inmediatamente hacia su cintura de talla 8. Tenía buena condición. No era tan delgada, pero de ninguna manera tenía sobrepeso. De vez en cuando escuchaba a personas por los pasillos de la escuela hablar sobre lo bien que se veía su cuerpo y ella siempre ignoraba los comentarios, pero a veces esas personas eran lo único que evitaban que vomitara cada una de sus comidas por aquellos comentarios de su madre.

     Alana miró a la mujer que le había dado la vida e hizo su mejor esfuerzo por no sentir coraje. Su madre no era la misma desde hace ya un año, no desde que a Georgia le lastimaron. Y desde esa noche, ella fue la prioridad. Alana estaba para sacar buenas calificaciones y lucir bonita a veces, pero nada más. Ella no valía nada más.


.     .     .


—Creo que concuerdo con Freud —dijo Kenneth tratando de esconder una sonrisa detrás de sus labios mientras separó a la chica del libro que estaba leyendo.

     Alana quitó sus gafas para luego comenzar a masajear su sien.

     —¿Qué? —preguntó de la manera más gentil posible para hacerle saber que no le estaba prestando atención.

     —Que estoy de acuerdo con Sigmund Freud. Creo que la conciencia humana es impulsada por nuestras represiones sexuales —rió un poco y observó como ella rodó los ojos.

     —Claro que lo crees... —respondió con una pequeña sonrisa sobre sus labios para luego reír un poco.

     Esta era la forma en que las tutorías eran desde hace un par de semanas. Kenneth hacía algún tipo de broma sexual o comentario en forma de coqueteo y Alana solo le seguía el juego sin tomarle en serio, pero aun así era progreso. Él podía notar que ella lentamente se sentía cada vez más cómoda con él, y eso era el paso número uno. Solo tenía que hacer que le agradara un poco más para poder encender de una buena vez en verdadero encanto Thompson.

     —¿Qué estás leyendo? —preguntó el chico, acercando el libro hacia su rostro sorprendido de lo pequeñas que eran las letras, ¿quién querría leer un libro como ese?

     —Se llama "El Pacto" —respondió ella tomando el libro de sus manos para luego doblar la página en donde se había quedado y cerrar el libro.

     —¿Es bueno?

     —Uhm, no. Disfruto de leer libros malos todo el tiempo, Kenneth —rió un poco por lo bajo.

     Kenneth rodó los ojos antes de reír ante su sarcasmo. Le agradaba este lado de Alana; la chica sarcástica. Le parecía bastante lindo. 

     —Bueno, ¿y de qué se trata?

     Alana se encogió de hombros.

     —Ya sabes, la típica trágica historia de amor... lo usual —colocó parte de su cabello detrás de su oreja para que no estuviera ya molestando sobre su rostro.

     Kenneth colocó sus codos sobre la mesa y apoyó su barbilla sobre sus manos mirándola con interés. Le gustaba la forma en la que fruncía sus labios cuando hablaba con él y la manera en la que lo miraba directamente a los ojos. Le gustaba el hoyuelo que aparecía cada vez que sonreía y las pecas que cubrían su nariz y sus mejillas. Estaba casi desesperado por extender su mano y poder tocar su piel bajo las yemas de sus dedos. Él quería escucharla gimiendo su nombre.

     —Kenneth, deja de mirarme de esa forma.

     Él sacudió su cabeza de forma brusca, cayendo en cuenta de que se había quedado observándola ya por un largo momento. Rió nervioso para luego pasar una mano por su cabello rizado y alborotarlo un poco.

     —Y-yo, uhm... ¿de qué se trataba el libro?

     Alana le miró con una pequeña sonrisa sobre los labios.

     —Es sobre una pareja que se conocía desde siempre y en el prólogo la chica se suicida, pero el chico está sosteniendo el arma, así que él es acusado de asesinato. Todo el libro se trata de los eventos antes de que pasara lo contado en el prólogo, y para ese entonces te enteras de todos estos secretos y si el chico de verdad lo hizo o no. Es básicamente cómo los secretos los arruinaron a ambos —terminó para luego tomar un poco de aire.

     Kenneth tragó saliva tratando de mantenerse calmado. Secretos. Bueno, él le tenía un enorme secreto ahora, eso era seguro. ¿Estaba diciendo todo aquello para insinuar que sabía algo o de verdad era sobre lo que trataba el libro? Decidió cambiar el tema rápidamente. 

     —Suena interesante. En fin, no entiendo el refuerzo negativo y positivo, ¿podrías explicarme eso, por favor? —sonrió de forma forzada.

     Alana sonrió solo un poco.

     —Suena a que esta vez de verdad hiciste la lectura que encargaron, eh.

     —Pues, si tú estás gastando tiempo en ayudarme, supongo que yo puedo ayudarte un poco —Kenneth respondió de forma agradable disfrutando el hecho de que ella lucía un tanto orgullosa de él.

     —Si me estás ayudando, me estás dando créditos extra para aplicaciones de universidades —se encogió de hombros mientras hojeaba la lectura que la Sra. Harllow había encargado.

     —¿Qué universidades estás considerando? —cuestionó Kenneth, notando después como su sonrisa desaparecía.

     —Aplicaré para Harvard, y eso es todo. Yale es el "plan B" que mis padres me dejaron elegir.

     Kenneth estaría mintiendo si dijera que no estaba para nada impresionado. Él sabía lo lista que era, pero ¡por dios!, eso sí era inteligencia. Él solo esperaba entrar en la Universidad Estatal de Arizona, y comparado con Harvard, eso era para nada una buena comparación. 

     —¿Por qué quieres entrar a Harvard? —cuestionó intrigado.

     —¿A qué te refieres? —Alana le miró de manera confusa.

     —Bueno, dijiste que tus padres te dejaron elegir Yale. Asumo que son quienes prefieren Harvard, porque cuando pregunté parecías... no lo sé, algo triste.

     —¿Estás psicoanalizándome, Thompson?

     —Tal vez lo estoy haciendo, ¿qué harás al respecto, eh, Lanny? —Kenneth sonrió de lado.

     —Alana —levantó ambas cejas mirándole.

     —Alana —rodó los ojos —. En fin, ¿por qué quieres irte tan lejos?

     —Hace calor en Arizona —Alana tomó su labio inferior entre sus dientes antes de mirar hacia otro lado y se encogió de hombros después.

     —Esa no es exactamente una razón para escoger algo y dejar todo atrás, ¿no lo crees? —Kenneth cuestionó, tratando de sacarle la razón real aunque estaba seguro que para ahora ya la sabía; sus padres querían que fuese a Harvard y ella no los quería decepcionar.

     —No lo entenderías, Thompson —dijo sin afán de sonar grosera y él notó que ella quería terminar con aquella conversación.

     —¿Pero por qué querrías dejar Arizona? Es divertido. La gente es agradable y no lo sé, solo no veo el problema —él sabía que quería terminar con esto pero por alguna razón no podía dejar de preguntar.

     —¿Has pensado sobre tu futuro, Kenneth? ¿A dónde te llevará Arizona en la vida? —preguntó cortante.

     Kenneth encorvó una ceja. 

     —No lo tengo todo planeado aun, Alana. No todos podemos ser tan buenos en todo como tú, ¿sabes? Desde tu perfecta familia, hasta tus perfectas calificaciones; no todos somos tan afortunados —dejó salir de una vez.

     —¡No sabes nada sobre mí! —bufó mientras recogía sus libros para meterlos en su mochila.

     —Oh, claro que sí —Kenneth empezó con veneno en su voz. Él odiaba cuando la gente que tenía todo resuelto empezaba a tenerse lástima. No a todos les iba tan bien —. Tu eres Alana Bundrick, la chica que es mejor que todos en clase. Eres el promedio número uno de toda la escuela —parecía que los ojos se le saldrían de lugar —. Nunca has ido a una fiesta, probablemente escuchas a Justin Bieber, o cualquier cosa que den en la radio porque no tienes individualidad. Preferirías leer un libro que hablar con personas reales porque, sin ofender, eres una especie de perra distante —terminó.

     No estaba para nada sorprendido cuando sintió un dolor ardiente sobre su mejilla.

     —¡No tienes idea de quién demonios soy, así que sugiero que te metas tus comentarios por el culo y cierres la boca de una buena vez! —estaba furiosa.

     El chico observó cómo ella salía de prisa de la biblioteca mientras tocaba su mejilla la cual dolía aún más cada segundo, ¿por qué demonios le había dicho todo eso? Claro que él pensaba ya alguna de esas cosas sobre ella, pero nunca debió habérselas dicho a su cara de esa forma. Eso nunca le ayudaría a ganar la apuesta.

     Resopló y descansó sus manos sobre la mesa frente a él para luego cerrar los ojos. Necesitaba arreglar esto, y necesitaba hacerlo lo más rápido posible.

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