C a p í t u l o 0
¿Te imaginas un lugar donde el poder no se mide por la inteligencia, el talento o el esfuerzo, sino por la cantidad de ceros en tu cuenta bancaria? Así es la Academia Central: un bastión imponente de la élite, donde los pasillos no están llenos de conocimiento, sino de estatus, y las reglas del juego las dicta el dinero.
En este lugar, la meritocracia no es más que un cuento de hadas, y pertenecer "al otro lado" es casi un milagro. Aquí, los muros de mármol pulido y los vitrales que reflejan el brillo de lámparas de cristal no solo decoran; son un recordatorio constante de que cada rincón tiene un precio.
Entre los alumnos más adinerados, Miguel Anderson destacaba como una estrella en medio de un cielo lleno de joyas. Su cabello negro siempre perfectamente peinado, su uniforme llevado con un descaro que bordeaba la provocación, con la chaqueta sobre los hombros como si fuera una capa, y esas gafas de sol que rara vez se quitaba, incluso dentro del salón. Ese día, bajó de un elegante Porsche negro, último modelo, mientras los murmullos de fascinación lo seguían como un eco por todo el estacionamiento.
Miguel era más que un estudiante en la Academia Central; era una celebridad. Hijo de una poderosa familia, su nombre era conocido gracias a sus participaciones en revistas y comerciales. Pero en este lugar, no necesitaba presentación. Su apodo, "Panafresco", resonaba en cada rincón, un término que evocaba tanto admiración como envidia.
Las miradas lo seguían mientras caminaba con su característico aire de superioridad, como si cada paso marcara territorio.
—Oye, ¿soy yo o Pana Fresco últimamente es demasiado popular? —murmuró Globo de Texto, rascándose la mejilla mientras miraba a la gente aglomerándose al rededor de Miguel.
Antes de que pudiera responder, Shitpost, el bromista del grupo, le dio unos codazos con una sonrisa burlona.
—Ya, weón, tú sigues siendo el número uno. Relájate.
—Exacto, tío —añadió Sr. Fino con su característico tono sarcástico—. No te pongas celoso.
—¿Celoso yo? ¡Ja! Naaa. —respondió Globo con una sonrisa amplia, pero sus ojos lo traicionaban con un destello de inseguridad—. Solo digo que es raro verlo con tanta... atención.
Mientras tanto, Miguel ya había notado las miradas, y lejos de incomodarlo, las disfrutaba.
—Hola, cracks. ¿Cómo están, pros? —saludó con tono relajado, chocando los puños con su pandilla.
—Wazaaaaaaaaa, ¿Cómo estás? —dijo un chico peliblanco que llevaba una máscara de "Scary Movie", cuya presencia siempre llamaba la atención por su asentó asiático.
—Todo tranqui, banda. —Miguel sonrió, encendiendo la chispa de su característico carisma—. Bueno, ¿vamos a molestar al nerd o al traga Monster de edgy?
Javier, cruzado de brazos y con el rostro más serio de lo habitual, negó con la cabeza.
—Por el momento, paso. No quiero meterme en líos. Mi viejo ya me advirtió que no causara problemas.
—Tu viejo siempre de amargado, siendo el director y todo eso —dijo el Shitposter, soltando una carcajada que rápidamente contagió a los demás—. Oye, pana, hablando de líos... hay un chisme que me tiene intrigado, weón.
—¿Qué chisme? —preguntó Miguel, levantando una ceja, curioso pero manteniendo su postura relajada.
—. ¿Es cierto que estás de pololo con Kimberly?
El aire pareció tensarse. Todos sabían quién era Kimberly: una chica de reputación cuestionable, conocida por sus polémicas con exnovios que terminaban en desastres públicos.
—Che, ¿viste? Yo también escuché eso, boludo —interrumpió Globo de Texto con un tono despectivo—. Esa mina no es de nuestro palo, ¿entendés? Tremenda pobre, ahí con su Motorola todo cascado. Qué vergüenza, loco.
Felipe decidió intervenir con seriedad.
— Wasa, vi un hilo en Twitter que Cheems, ese simp, le compló el teléfono y ella solo jugó con él. Ese man cayó en deple y ahora está hospitalizado. — dijo levemente preocupado. — No te lecomiendo.
— Sí, conozco esa historia, pobre idiota — dijo el de lentes de sol. —Deberían enviarla a Arabia Saudí en una cajita de metal. No, deben de estar de joda, quién carajos les dijo esa fake new — respondió Miguel, claramente molesto por cómo estos chismes afectaban su reputación.
La conversación estaba subiendo de tono, pero lo que realmente le enfureció fue lo que Sr. Fino soltó:
— Tío, ella misma lo está soltando por ahí. Afirma que eres su 'sugar'.
Miguel, furioso, golpeó un casillero cercano.
— ¡ESA MENTIROSA! como le encantan las polémicas— dijo asqueado— Saben que... me encargaré personalmente de crearle una buena polémica, seee... una que no olvidará— y se esbozo en su rostro una sonrisa maliciosa.
—Hermano... ¿qué vas a hacel? —preguntó el asiatico, preocupado.
Le miré, decidido.
—Algo grande. Algo que termine con su jueguito de una vez por todas.
. . . .
El comedor estaba lleno, como siempre a esa hora. Entre risas y ruido de bandejas, todos parecían tener su propio pequeño mundo. Pero los ojos de la mayoría estaban puestos en Kimberly y Charlie, que estaban grabando un TikTok al ritmo de una canción pegajosa. Kimberly, con su estilo exagerado y un brillo de labial que parecía poder reflejar la luz, se movía con confianza.
Desde una mesa cercana, Miguel, con la pandilla a su lado, observaba la escena con una sonrisa que no prometía nada bueno. Se levantó con una bebida en la mano, caminando hacia ellas con la seguridad de alguien que siempre obtenía lo que quería.
—Hola, Kimburri... digo, hola, linda. —Sonrió, moviendo un mechón de cabello hacia un lado. Su voz era suave,—. Te traje esto; pareces sedienta después de tanto bailar.
Kimberly se sonrojó al instante. Charlie Edits, divertida, le dio un codazo en las costillas, susurrando algo como "¡Te lo dije!" con una risita. Kimberly rodó los ojos, pero tomó la bebida, jugueteando con un mechón de su cabello.
— G-Gracias, Pana fresco, p-por el gesto — dijo, aceptando la bebida con nerviosismo.
Miguel era un enigma para ella. El chico popular, frío y millonario que a veces parecía intocable, pero que había mostrado un lado inesperadamente tierno cuando olvidó un libro de dibujos en el comedor. Ese día, Kimberly había decidido que Miguel sería suyo, cueste lo que cueste estaba dispuesta a salir con él para explotarlo y sacarle algo de dinero, como había hecho con sus exs.
Ya era hora que él amarre diera sus frutos. Pero... al darle un sorbo a la bebida sintió un sabor amargo, medio ¿rancio?
Kimberly dio un pequeño sorbo a la bebida, esperando algo sofisticado, como un batido artesanal de algún lugar exclusivo. En cambio, el líquido sabía extraño, amargo. Se obligó a sonreír, pensando:
"Quizás era lo que acostumbraba a tomar la gente rica" pensó ella en su trastorno.
De repente, sintió algo extraño en su boca. Al escupirlo, descubrió con horror que era una pata de cucaracha.
La bebida se le cayó de las manos por el espanto, revelando más cucarachas cubiertas con yogurt de fresa en su interior. Kimberly gritó de terror al verlas en el suelo, mientras la pandilla de Miguel estallaba en carcajadas.
El rostro de Kimberly pasó del rojo al pálido en segundos, su dignidad hecha pedazos frente a todos. Miguel, con una sonrisa cruel, se acercó y le susurró al oído:
— Bienvenida al mundo real, pobre. — se alejo de ella y remarcó— Nunca vuelvas a decir que somos algo, me repugna que me shipeen con una muerta de hambre sin estatus como tú — dijo con desprecio mientras ella se iba llorando con su Motorola al baño para subirlo a estado de Instagram.
Charlie Edits, indignada por lo que había presenciado, se volvió hacia Pana fresco
— ¿Kimberly? Kimberly tu patrona pinche niño meco.
— La Kimberly usa bots para que sus edits lleguen a Kimberly Loaiza.
— ¡No es cierto! Kimberly no usa bots — dijo Charlie Edits, al borde del llanto. Recordaba cómo su amiga la había criticado por usar bots, y admiraba su "talento nato". Saber que siempre había usado bots le rompió el corazón.
En ese momento, Globo de Texto se acercó, sacándole la lengua y empujándola — Che, mostrame tus derechos, boluda. ¡Ah, no tenés ni uno, movete, estás en el medio!
Pana fresco, aburrido, intentó cambiar el tema - Vamo' a jugar chicos ya me aburrí
La pandilla se alejó, dejando a Charlie y a una humillada Kimberly atrás.
— Weon, en serio, esa Kimberly es más tonta. ¿Cómo no se dio cuenta que eran cucarachas? Si las weas muertas huelen a difunto — comentó Shitpost, sin darse cuenta de las miradas de desconcierto de sus amigos. — Lo digo por experiencia ¿cachai?.— y sus amigos pusieron cara de wtfk.
— ¡Wazaaaa! ¡La dejaste en su sitio a esa castlosa! ¡Mi hermano, eles un ídolo, le vengaste al Cheems! Se lo comunicalé pol hilo — dijo Wasin, admirando la broma de Miguel.
—Simplemente fino, chavales. Lo grabé todo. —Sr. Fino revisaba su teléfono con una sonrisa autosuficiente, asegurándose de que el video quedara perfecto.
—Ja, chicos, es que lo basado está en mi sangre. —Miguel se ajustó la chaqueta con un gesto altanero—. No lo puedo evitar; esos pobres deben saber dónde está su lugar.
La pandilla estalló en risas, como si fueran un coro perfectamente sincronizado. El eco de sus pasos resonaba en las paredes, y algún que otro estudiante evitaba cruzarse con ellos, bajando la cabeza o apresurando el paso. Miguel parecía disfrutar de cada instante.
—Esto va a explotar en redes —añadió Fino, con la mirada fija en su pantalla mientras editaba el video
De pronto, un sonido diferente rompió la armonía. Tacones. Tacones que resonaban con una autoridad casi militar. La pandilla se detuvo en seco. Una sombra se proyectó desde el final del pasillo antes de que una voz firme y autoritaria retumbara por el aire.
—¡MIGUEL ANDERSON, A DIRECCIÓN!
El ambiente se tensó. Hasta el aire parecía haberse detenido. Todos miraron a Miguel, que apenas pudo disimular el sobresalto.
—Verga... —murmuró el chico de gafas a su lado, rompiendo el incómodo silencio.
Miguel respiró hondo, intentando recuperar la compostura mientras se giraba lentamente.
—Hola, coordinadora... ¿Qué hice ahora?
—Bien sabes lo que hiciste, Miguel. No te hagas el inocente. —La coordinadora lo señaló con un dedo —. ¡Vamos a dirección!
—Ah, pero coordinadora, si yo...
—¡A DIRECCIÓN! —lo interrumpió, su tono subiendo apenas lo suficiente para dejar claro que no estaba jugando.
El resto de la pandilla contuvo la respiración. Sr. Fino se apresuró a bloquear su teléfono, mientras los demás evitaban cualquier movimiento que pudiera atraer la atención de la coordinadora.
. . . .
Miguel se dejó caer con desgano en la rígida silla de la oficina de dirección, tamborileando los dedos contra el brazo de madera mientras observaba a la coordinadora con una mezcla de burla y desdén. Ella colocó una pila intimidante de hojas sobre el pupitre frente a él, acompañada de una mirada que no admitía objeciones.
—Harás 200 planas que digan: "No voy a hacer bromas de mal gusto".
Miguel parpadeó, incrédulo.
—¿¡Doscientas planas!? —se llevó las manos a la cabeza—. P-pero el timbre de salida está a punto de sonar. ¡Voy a llegar tarde a mi casa! ¡Tengo cosas que hacer!
La coordinadora cruzó los brazos y alzó una ceja, como si su queja no le importara en absoluto.
—Debiste pensarlo antes de poner insectos en la bebida de tu compañera. —Su tono era tan afilado como un cuchillo mientras le señalaba las hojas—. Ahora, cumple con tu castigo.
El timbre de su teléfono interrumpió el tenso momento. La mujer atendió con una expresión seria.
—¿Aló? Sí, Margot. ¿Ya llegó el becado? —dijo con un tono distraído, mientras se alejaba hacia la puerta. Antes de salir, se giró para apuntarlo con el dedo, su voz dejando claro que no había espacio para objeciones.
—No sales de aquí sin terminar las planas, ¿entendido?
Miguel respondió con un asentimiento pesado, acompañándolo de un suspiro que pretendía ser dramático, pero que quedó en un simple gesto de frustración contenida.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Miguel soltó un bufido y se inclinó sobre el pupitre, dejando caer la cabeza entre sus brazos.
—"Así que un becado, ¿eh?" —pensó, mientras su mente empezaba a trabajar con una mezcla de curiosidad y desprecio—. "Aggg, otro pobre. Como si necesitáramos más lastre aquí."
Enderezándose de golpe, tronó los dedos y dejó escapar una sonrisa torcida.
—Je... No sobrevivirá mucho tiempo aquí —murmuró para sí mismo.
El timbre de salida resonó por todo el instituto, marcando el fin de las clases. Sin pensarlo dos veces, Miguel se levantó de la silla, empujándola hacia atrás con un ruido chirriante.
—Ni muerto me voy a quedar aquí toda la tarde —dijo, recogiendo sus cosas a toda prisa.
Mientras salía del despacho, una visión se detuvo en seco al ver la otra sala. De reojo, sus ojos se posaron en un chico que no había visto antes. Su cabello castaño, despeinado pero atractivo, brillaba bajo la luz que se filtraba por las ventanas, realzando su piel bronceada con un cálido resplandor.
—¿Quién demonios es ese? —susurró y luego se giró rápidamente, marchándose antes de que algo más lo distrajera. Cerrando la puerta de un portazo.
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(puntitos)
Wenas gente hermosa esta es mi primera historia bien qlera de este beio ship :'3 , dejen su comentario y su estrellita si les gustó, sí tienen una recomendación para la historia me la hacen saber ^^, por cierto la portada la hice yo a puro ibispaint crackeado como buen tercermundita xd Sí tengo un error ortográfico no duden en decírmelo
Por cierto dejo un dibujito de como es Miguel en este Au, se que ya no se parece a la portada xd pero volverla a hacer ta difícil :"v
Espero que tu recorrido por aquí sea de tu agrado, nos vemos en el siguiente cap 💫
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