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Bajo su atenta mirada

Pov: Myoui Mina.

A pesar de que había conseguido crear un ambiente lo suficientemente óptimo para poder confesar quién realmente era, el repentino miedo de recibir una mala reacción por su parte me paralizó casi por completo, así que simplemente aproveché el hecho de que él no quería continuar con aquella conversación para dejar el tema hasta ahí, manteniendo, claramente la esperanza de obtener nuevamente una oportunidad lo suficientemente buena para poder decir libremente mi verdadera identidad sin tener ese sofocante temor de ver algún tipo de rechazo por su parte. Aunque sí que era verdad, que gran parte de mi no sabía si es que existiría día en que lograría tener el valor suficiente para poder ser completamente sincera con él y con la gran Duquesa; la verdad es que era aterrador el simple hecho de pensar en eso.

Para mi suerte los días pasaron más rápido de lo que tenía previsto donde el único contacto humano que había tenido fue con el Gran Duque quién, simplemente trataba de entender lo que yo había vivido ante su ausencia. Francamente, no me atreví a decir todo lo que había pasado, obviamente omití mi relación con los elfos por temor de que alguien más nos estuviese escuchando, así que tan solo le contaba vagamente de mis aventuras en un vano intento por tratar de satisfacer su curiosidad, pero muy en el fondo era consciente que no importaba lo que le dijera, él seguiría preguntando, quizás para poder satisfacer su propia culpa.

Tomé la decisión de simplemente enfocarme en lo que tenía que buscar, siendo completamente consciente que el tiempo cada vez se estaba siendo más corto para mí. En un completo silencio deslicé mi mirada hacia Chaeyoung notando como ella se las había arreglado para subir sobre las viejas escaleras buscando en el tercer piso de la biblioteca algún libro que estuviese relacionado netamente con mi existencia.

Madre... ¿Estas segura que acá estará lo que estamos buscando?

Ella no dudó en preguntar siendo consciente que a pesar de que en el interior del Ducado el personal escaseaba en gran medida, siempre cabía la posibilidad de que alguien estuviese espiando mis movimientos, sobre todo teniendo en cuenta de que el Duque había dado la orden de permitir mi libre desplazamiento en el interior de su hogar sin expresar abiertamente quién era la persona debajo de aquella gruesa capucha; no había forma de negarlo, mi mera existencia era sospechosa para cualquier persona que estuviese viviendo en el interior del Ducado. Debería estar aquí... sé que la biblioteca del Ducado es la segunda más grande del Imperio, aclaré mientras que tomaba un libro al azar tratando de encontrar algo relacionado con mi nacimiento. Le di un vistazo a lo que estaba sosteniendo, rápidamente pude notar la fina capa de polvo que cubría el grueso material, lo que demostraba el poco uso que había tenido el interior de esta habitación, a mi parecer, era un completo desperdicio que los libros estuviesen aquí juntando polvo, pero gran parte de mi comprendía el por qué estaba sucediendo esto: ante la guerra activa, la lectura era la menor prioridad para todos en este lugar. Con cuidado soplé sobre la tapa logrando revelar de esa manera las letras brillantes que formaban la frase "la caída del Imperio Kim" resaltando sobre la oscura portada.

A pesar de que no estaba realmente interesada por saber la historia del Imperio Kim, si que es verdad que el nombre del libro consiguió llamar mi atención, sobre todo teniendo en cuenta que este estaba decorando las enormes estanterías del Ducado. Para mí, no era normal que la historia de otro reino estuviese siendo custodiada precisamente por el Duque, así que querías saber a qué se debía todo este repentino misterio, ¿Qué era lo que realmente estaban ocultando?, la curiosidad me mataba, quería saber lo que estaba ocurriendo, así que sin siquiera tomarme el tiempo de ponerme cómoda decidí abrir el libro comenzando a echar un rápido vistazo a su contenido en un vano intento por encontrar algo que saciara mi curiosidad. Me mantuve completamente en mi sitio, deslizando velozmente mis dedos sobre la hoja siendo el sonido de esta pasando de un lado hacia el otro lo que llenaba el silencio de la habitación. A grandes rasgos, lo que he podido entender de lo que llevaba leyendo. Anteriormente el Imperio Kim había sido liderado por una mujer; Kim Dahyun, la única reina que logró acaparar los corazones de todo sus súbditos, convirtiéndose rápidamente en la única emperatriz soltera en obtener ese tipo de reconocimiento. Tal parece, que su poder solo duró un par de años, los únicos estables de todo lo que ha vivido el Imperio ajeno, hasta que sus propios vasallos, en especifico los nobles masculinos comenzaron internamente una revolución.

No les agradaba la idea de que una mujer tuviese tanto poder.

Madre... ¿Qué encontraste?

Había estado tan sumergida en la lectura que ni siquiera me di cuenta del hecho de que Chaeyoung ya hacía a mi lado, es sobre la emperatriz Kim Dahyun, respondí sin despegar mi mirada de las hojas. Estaba completamente concentrada en la historia, deslizando cuidadosamente mis dedos sobre las hojas tratando de saltarme la narrativa de como la antigua Reina había sido torturada tras ser injustamente acusada por su propio pueblo.

¿Kim Dahyun? ¿Te refieres a la emperatriz malvada?

Tras escucharla bruscamente giré mi rostro posando mis orbes directamente en su cuerpo. Me mantuve en un completo silencio observando atentamente como ella ya se encontraba a mi lado con su cuerpo ligeramente inclinado hacia mi dirección mientras que sus ojos igual o más rojizos que los míos veían calmadamente lo que yo estaba sosteniendo en un vano intento por seguir mi lectura, ¿Qué sabe de ella?, cuestioné logrando que ella con bastante tranquilidad decidiera alzar su mirada notando como yo ya le estaba prestando atención.

—No sé mucho del tema...—decidió alzar la voz, pero asegurándose de no ser lo suficientemente alto como para que alguien fuera de la habitación pudiese llegar a escucharla—la verdad... es que la poca información que manejo fue dada por el fuego—confesó mientras que yo seguía en mi sitio mirando atentamente como ella daba un paso hacia atrás tratando de obtener algo de espacio personal—la ventaja que tiene mi elemento es que puedo estar en todo lugar que posea una llama... desde una fogata hasta una pequeña vela encendida.

—O sea... ¿Ahora mismo podrías estar escuchando alguien hablar? —cuestioné observando como ella rápidamente asentía con su cabeza.

—Si... aunque no es tan fácil ya que no lo tengo del todo dominado—rápidamente se excusó—... pero si, se podría decir que yo puedo hacer algo como eso—admitió mientras que se llevaba sus manos contra su nuca tomando una actitud idéntica a la que yo tomaba cuando me sentía incomoda—en fin... retomando el tema, sé que la emperatriz malvada era una mujer proveniente de la tierra Imperial Kim, corre el rumor de que había ascendido al trono a base de magia prohibida, y que fue la responsable principal de que su Imperio hubiese sido envuelto en una guerra con el Imperio Im.

Mi ceño rápidamente se frunció ante lo que estaba escuchando. Sinceramente, si lo que la pequeña Chaeyoung estaba soltando era realmente verdadero, eso significaba que poseía un poder de investigación completamente abrumador, algo que cualquiera desearía obtener para usarlo en su propio beneficio; deberé tener cuidado ahora qué se esto, pensé mientras que veía como ella me sonreía con suavidad, como si me estuviese tratando de tranquilizarme.

—¿Había siquiera una prueba que demuestre que ella usó magia prohibida? —decidí cuestionar al mismo tiempo en que, con calma cerraba el libro tras terminar de hojear su contenido notando como el autor ni siquiera se había molestado en tratar de explicar con fundamentos sobre el por qué había sido tachada como usuaria de la magia prohibida.

Simplemente la marcaron como una y así quedó, siendo descrita para toda la eternidad como un ser que merecía morir de la manera en que lo hizo, sin nadie que realmente creyera en ella.

Era una situación bastante lamentable.

No lo sé.

Ella decidió esta vez no alzar más su voz. En el momento que oí sus palabras en el interior de mi cabeza no dudé ni por un segundo en volver a prestar atención a su rostro notando la tranquilidad que emanaba sus facciones. Me mantuve en un completo silencio analizando que fibra de su rostro, buscando algún tipo de signo de mentira que pudiese estar floreciendo de su ser, pero tras no encontrarlo, simplemente solté un suave suspiro al mismo tiempo en que regresaba mi atención hacia el frente dándole un corto vistazo a la innumerable cantidad de libros que esperaban en ser leídos.

—Yo no creo que ella hubiese hecho algo como eso—confesé mientras que guardaba el libro en el mismo lugar donde anteriormente lo había sacado—... al principio del libro fue mencionada como una mujer poderosa que cuidó y veló por la seguridad de su pueblo... francamente, no tiene sentido que una persona así estuviese relacionada con la magia prohibida, menos que muriese como lo hizo, sin siquiera poder defenderse.

¿Crees que fue incriminada?

Chaeyoung no dudó en cuestionar mientras que yo con calma deslizaba mi mirada hacia el resto de los libros tratando de buscar alguno que fuese capaz de resolver todas las dudas que estaban lentamente aflorando en el interior de mi cabeza. Eso... no lo sé, admití manteniendo toda mi atención enfocada en los enormes estantes que tenía frente a mí, y probablemente jamás lo sabremos, agregué siendo más que consciente de que si la Gran Emperatriz Kim había sido realmente incriminada por su propia gente, lo más seguro es que estos hicieron todo lo posible por ocultar este suceso. Solo la emperatriz y sus vasallos sabrán la verdad de lo que ocurrió aquel fatídico día, finalicé estirando mi mano para agarrar otro libre con la palabra "La historia de los Kim" plasmada en esto, ¿Por qué el Duque tiene libros sobre el Imperio vecino?

¿Quizás por curiosidad?

Ella decidió responder aun cuando realmente no le había hecho la pregunta para que lo hiciese. Decidí mantenerme en mi sitio con mis dedos aferrados sobre el borde del libro sin atreverme a siquiera darle una pequeña hojeada por temor a lo que podría contener su interior, pero... el Imperio Kim no es nuestro único vecino y, aun así, solo hay libros de ellos en esta estantería..., ni siquiera lo había preguntado, tan solo dejé el comentario en el aire manteniendo la esperanza a que ella respondiera lo que yo claramente había comenzado a sospechar, pero de lo cual, no me animaba a verbalizar, por mero temor de estar teniendo la razón.

—Simplemente se siente como si hubiese algún tipo de conexión entre los Myoui y el Imperio Kim—murmuré siendo consciente que ya estaba revelando más de lo necesario.

—Espera mamá... acaso... ¿Acaso tu crees que la magia prohibida está relacionada contigo? —cuestionó sin poder creer lo que yo claramente había comenzado a insinuar. Tras escucharla no pude evitar tensar cada fibra de mi cuerpo paralizándome en mi sitio mientras que los pensamientos de que estaba maldita no dejaban de golpear intensamente mi cabeza—mam...—bruscamente se silenció logrando que yo girase mi rostro observando la seriedad en sus facciones—viene alguien—avisó mientras que, de un solo movimiento ingresaba en mi núcleo dejándome completamente a solas en el interior de la habitación.

En un completo silencio dejé el libro que estaba sosteniendo en el mismo lugar donde lo había sacado para luego, con bastante tranquilidad girar mi cuerpo hasta que mis ojos fuesen capaces de observar cómodamente las grandes puertas que daban directamente hacia la salida. Con los labios sellados llevé mis dedos hacia mi cintura presionando las yemas de mis falanges sobre el mango de mi espada. Cabe aclarar que mi arma fue entregada el mismo día en que el había hablado con el Duque, así que en todo momento la mantuve descansando sobre mi cintura siendo consciente que sería cuestión de tiempo en que tuviese que usarla, como, por ejemplo, este momento.

De un segundo a otro las puertas bruscamente fueron abiertas causando que yo continuase estando en mi sitio sorprendida de ver quién había sido la persona que se atrevió a ingresar. Frente a mi se encontraba una joven mujer que ni siquiera debía haber alcanzado ya sus treinta años, pero la verdad, es que yo sería capaz de identificarla aun si hubiesen pasado una eternidad. Me mantuve en un completo silencio observando como ella había ampliado sus párpados abrumada de entender que yo estaba con vida: simplemente no parecía estar comprendiendo lo que claramente sus ojos estaban siendo testigo. La observé tomando una buena bocanada de aire, como si recién ahora pudiese tomarse el lujo de respirar con tranquilidad.

Sentí lastima de su situación.

Mamá, ¿Quién es el...

—Sana...—y por primera vez ni siquiera intenté de esconderme. La verdad es que su nombre brotó de mi boca antes de que yo pudiese ser consciente de ello.

Mis labios rápidamente volvieron a quedar sellados mientras que mis orbes veían atentamente como ella, en vez de tratar de acortar la distancia, tan solo cerraba la puerta detrás de su delgada espalda presionando sus omoplatos en esa zona como si estuviese desesperada por mantener una distancia prudente entre su cuerpo y el mío.

¿A que le temes?

—...¿Realmente es usted mi joven Señorita? —cuestionó provocando que yo rápidamente llevara mis manos contra mi capucha alejando de esta para revelar mis facciones—...—se quedó en silencio con su mirada enfoca en mi rostro—hola... joven señorita—y me saludó como si no me hubiese extrañado haciendo una suave reverencia, como si no hubiese pasado cuatro años lejos de mi—¿Me recuerda?

Había preguntado con suavidad mientras que sus labios lentamente habían comenzado a alzarse permitiendo que el bonito color avellana propio de su mirada se perdiese entre sus largas pestañas. A pesar de que estaba sonriendo, yo fácilmente pude notar el suave movimiento de su mentón, el cual delataba por completo sus verdaderas emociones: ella estaba a punto de romperse. De forma impulsiva comencé a caminar hacia su dirección sintiendo la fuerza con la que había comenzado a latir mi corazón. Soy completamente consciente de que este no estaba igual o más emocionado de como estuvo ante la presencia de Nayeon, sabía a la perfección que me gustaba Sana, quizás de una manera distinta, tal vez hasta más humana, pero no la amaba o por lo menos no de como amaba a la joven princesa.

¿Recordarte?, yo sería incapaz de olvidarte, pensé mientras que cada vez acortaba más la distancia de su cuerpo y el mío notando como ella no tardaba en ampliar sus párpados ante la sorpresa que le había causado el notar la corta distancia que había entre las dos.

Ni siquiera respondí a sus palabras, no me atrevía a alzar la voz por temor de romper la atmosfera que se había creado entre las dos, así que simplemente decidí estirar mis brazos agarrando uno de sus antebrazos notando la delgadez que envolvía su joven cuerpo, ¿No te has alimentado bien?, me pregunté sintiendo mi corazón arder, ¿También se debe a mis acciones?, y la verdad es que ni siquiera quería saber esa respuesta. Rápidamente Sana me sostuvo la mirada como si estuviese tratando de entender mi comportamiento, francamente, yo no era capaz de hacerle frente, me avergonzada de verla directamente a los ojos, así que no tardé nada en romper el contacto. Con las mejillas caliente y la vergüenza golpeando sin parar en mi cabeza, tiré de ella hacia mi dirección para así presionar mi cuerpo contra el suyo sintiendo el calor propio de su anatomía comenzando a fundirse con la mía. Te eche de menos. Te extrañé tanto que ni siquiera me había percatado de ello, pensé presionando mi frente contra su hombro mientas que mi mano libre la dejaba descansando en su espalda. Rápidamente ese exquisito aroma a flores no tardó en desprender de su cuerpo, olía como un jardín, era un aroma delicioso, algo prácticamente único de su persona.

—Lo siento... llegué demasiado tarde—admití sintiendo como sus dedos bruscamente se aferraban a las prendas de mi cuerpo—lo lamento mucho—y seguí disculpándome mientras que dejaba mi palma sobre su nuca escuchando atentamente como ella había comenzado a llorar—perdóname... por favor... perdóname—pedí oyendo atentamente como sus sollozos cada vez se volvían más fuerte.

A diferencia de lo que hubiese hecho todo el mundo, Sana no me recriminó por las acciones que había tomado, no me preguntó la razón que me llevó a tardarme tanto, no me insultó, mucho menos me golpeó, ella simplemente se mantuvo en ahí, en su sitio, aferrando sus dedos sobre mi torso como si tuviese temor de dejarme ir mientras que yo tan solo me dedicaba a acariciar su cabello deleitándome del aroma que desprendía cada fibra de su cuerpo. Lo lamento, y eso era lo único en lo que podía pensar, las únicas palabras que podía soltar, manteniendo en todo momento la esperanza de lograr algún día obtener aquel anhelado perdón, pero francamente, ni siquiera estoy del todo segura si es que yo realmente merezco algo como eso. ¿Debería mantener siquiera la esperanza de conseguir eso?, la verdad, es que muy en mi interior, no lo creía posible.

Rápidamente Sana rompió el contacto que había entre lados dos, pero a pesar de que yo dejé de presionar mi frente contra su hombro y sus dedos ya no estaban aferrándose sobre mi prenda, la cercanía de nuestros cuerpos seguía siendo lo suficientemente estrecha para yo sentir su calidad respiración dando directamente contra mi mentón, ¿Qué es lo que estás pensando?, me cuestioné manteniendo mi atención fija en como ella con un sorprendente tranquilidad decidía soltar de mi camiseta para dar un paso hacia atrás dejando su espalda prácticamente adherida a la madera de la puerta, indicando con esa simple acción que deseaba obtener algo de espacio personal, oh... quizás la incomodé, pensé mientras que, sin siquiera dudarlo decidía dar un par de pasos hacia atrás manteniendo en todo momento mis ojos fijos en su cuerpo, notando como ella no dudaba en comenzar a rascar el interior de su brazo izquierdo en un vano intento de poder quizás, distraerse con esa simple acción.

Ambas nos mantuvimos en un cómodo silencio observando el rostro de la otra, tratando de poder transmitir lo que estábamos sintiendo sin tener la necesidad de alzar la voz. Por un momento realmente creí que nos mantendríamos de esa forma, de verdad que pensé que el silencio y la paralización nos terminaría por dominar, pero para mi sorpresa, Sana con bastante tranquilidad decidió elevar una de sus manos tomando uno que otro mechón de su castaño cabello para luego tan solo dejarlo detrás de su fina oreja logrando sin mucho esfuerzo revolotear mi abrumado corazón.

Francamente, había olvidado lo bonita que era aun con las tenues cicatrices cubriendo gran parte de sus facciones.

—Te amo.

Y sin más que agregar tomó de decisión de confesar lo que probablemente había mantenido ocultado quizás por cuanto tiempo, provocando que yo tan solo me mantuviese en mi sitio sintiendo como mis mejillas no tardaban en tomar ese intenso color carmesí que revelaba lo avergonzada que me había dejado sus repentinas palabras, ¿Por qué ahora?, me cuestioné queriendo entender sus motivos, aun cuando era completamente consciente de lo difícil que debió ser para ella el reunir el suficiente valor como para ser sincera conmigo.

—Y~Yo...

Ni siquiera era capaz de responder a su confesión aun cuando sabía sobre sus sentimientos gracias a la princesa Nayeon, pero simplemente no sabía que decir, definitivamente no era lo mismo el oírlo por parte de otra persona que escucharlo de su propia boca. Me sentía pequeña e indefensa, me daba pavor el no ser capaz de aceptar sus emociones. ¿Le iba a romper el corazón?, eso era lo que menos quería hacer.

Rápidamente tensé mis hombros tras notar como ella nuevamente me sonrió, como si muy en el fondo fuese consciente de lo que estaba pesando en el interior de mi cabeza.

—Pero me di cuenta de que a pesar de que siempre voy a amarla, deseo poder amar a mi esposa—agregó consiguiendo que instintivamente juntase mis cejas ante la confusión. La verdad es que había olvidado el hecho de que ella se había casado—aun así, gracias por volver y permitirme el poder confesar mis sentimientos hacia usted—agradeció haciendo nuevamente un reverencia provocando que yo instintivamente estirara mis manos presionando mis dedos sobre sus hombros.

Odiaba que se comportara como si existiera una diferencia entre las dos.

—No te inclines—pedí consiguiendo que ella rápidamente volviese a enderezarse. Se quedó en un completo silencio analizando la seriedad en mi expresión.

El silencio no tardó en reinar nuevamente a nuestro alrededor mientras que, de forma lenta y quizás hasta maliciosa se podía sentir como la incomodidad comenzaba a hacer de las suyas envolviendo nuestros cuerpos. Yo, de forma instintiva alejé mis manos de sus hombros, por alguna extraña razón mis dedos picaban, como si el simple hecho de estar tocándola estuviese mal. Ella como no, no tardó en comprender el rechazo que estaba sintiendo hacia su cuerpo, pero en vez de ofenderse, simplemente actuó como siempre lo había hecho bridándome una sonrisa amable y una mirada apacible.

Nadie merecía a Sana.

—... Realmente tu.... —murmuré guardando momentáneamente silencio notando como ella esperaba con cierta paciencia a que yo nuevamente alzase la voz—¿No me odias? —la verdad es que ni siquiera sé el por qué había decidido preguntar eso cuando era más que evidente que no sabría como sobrellevar la situación si es que ella llegaba decidir responder con un rotundo y doloroso sí.

—Como podría yo odiarla—ella respondió manteniéndose en su sitio—usted me dio todo lo que tengo—admitió mientras que yo apretaba mi quijada sintiéndome incomoda de sus palabras.

Decidió quedarse nuevamente en un completo silencio observando mis facciones, a pesar de que no hizo ningún tipo de movimiento, la manera en que me estaba viendo daba la impresión de que deseaba de todo corazón poder guardar mi recuerdo en su memoria, como si fuese consciente de que ahora en adelante no sería capaz de verme con la misma frecuencia en que lo hacia en el pasado.

Aun cuando era una situación difícil de aceptar, las cosas realmente habían cambiado y no había nada que ella o yo pudiésemos hacer para tratar de remediar el tiempo. Tan solo debíamos aprender a vivir con lo que nuestros propias acciones habían causado en la vida.

—... Fue doloroso—decidió confesar tras notar mi silencio. En el momento en que la escuché no dudé en mantener mi atención fija en su rostro notando por fin lo cansada que se veía debajo de esa fachada de amabilidad tan propia de su personalidad—no saber donde se encontraba su cuerpo, si había sufrido o si es que seguía con vida... fue doloroso el no tener ningún tipo de repuesta—confesó mientras que su mirada rápidamente se perdía por sobre mi hombro como si estuviese recordando todo lo que había vivido ante mi ausencia—... pero dicen que las cosas suceden por alguna razón, así que agradezco que usted se encuentre bien.

—Lo siento.

—No debe disculparse—comentó mientras que su atención nuevamente regresaba a mi rostro—usted estaba tratando de proteger a la joven princesa, ¿Verdad? —cuestionó provocando que yo instintivamente asintiese con mi cabeza—... ¿Acaso se arrepiente?

—Jamás.

—¿Ve? —replicó consiguiendo que yo frunciese ligeramente mi ceño—no puede disculparse cuando no está siquiera arrepentida—aclaró manteniéndose en todo momento con esa misma expresión—usted estaba protegiendo a su prometida, cualquiera hubiese hecho lo mismo con tal de proteger lo que tanto ama.

—Eso no justifica el por qué tarde tanto—aclaré deseando recibir algún tipo de rechazo por su parte, sintiéndome incomoda de notar como trataba de comprender mis acciones.

No merecía comprensión.

Sana simplemente suspiró tras escuchar mis palabras. Durante los primeros segundos no dijo nada al respecto, la verdad es que daba la impresión de que estaba esperando a que alguien nos interrumpiera, pero yo sabía que el Ducado estaba prácticamente vació, así que, si alguien llegaba a visitar el lugar, estaba segura de que no entraría precisamente a esta habitación.

—Bueno... realmente no creo que deba ser yo la persona que merezca obtener una explicación por su parte—admitió al mismo tiempo en que se alejaba de la puerta, permitiendo sin ningún tipo de planeación que estas se abrieran dejando en evidencia el agitado cuerpo de la Duquesa, ¿Por qué ella está acá?, pensé viendo atentamente su cuerpo—... no fui la única informada de tu regreso.

Mierda Duque... solo te pedí un favor, pensé frustrada mientras que, de forma impulsiva daba un par de pasos hacia atrás notando como la Duquesa tan solo parpadeaba tratando de entender lo que claramente estaba ocurriendo frente a sus ojos.

—¿D~Duquesa? —pregunté notando como ella fruncía el ceño.

—¿Duquesa? —replicó dando un paso en el interior de la habitación logrando que mi cuerpo por completo se tensara ante la opresión que emanaba su cuerpo sin siquiera esforzarse por lograr eso—¿Desde cuándo mi hija me llama Duquesa? —cuestionó mirándome con esos fríos ojos verde mientras que, de forma lenta, pero casi tenebrosa una sonrisa tranquila comenzaba a formarse en su calmado rostro.

—Ah... uhm...—no fui capaz de decir nada coherente. Estaba abrumada de su presencia.

—Myoui Mina—me llamó logrando que yo instintivamente juntara mis brazos contra mi torso.

¿Todas las mujeres de la familia son así?

Chaeyoung se atrevió a cuestionar mientras que yo tan solo tragaba saliva, sin tener siquiera el valor de poder responder a su curiosa pregunta.

—¿Cómo te atreves a ocultar tu existencia? —cuestionó manteniéndose aun inquebrantable—sangre de Akira debías llevar—era más que evidente que se encontraba molesta. Ella parecía querer matarme. Estaba en verdaderos problemas—quiero una explicación.

Ni siquiera me estaba dando oportunidad de mantenerme en silencio.

—Esta bien—acepté sin más sintiéndome pequeña bajo su mirada. 

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