─ Capítulo 008 王: Un Retoño en Invierno.
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Año 945, Invierno.
Vigésimo primer día del doceavo mes del calendario lunar, se había desatado una torrencial tormenta sobre todo el reino, el viento golpeteaba las ventanas abriéndolas con la fuerza, truenos y relámpagos resonaban e iluminaban el oscuro cielo.
Los sirvientes caminaban de aquí para allá, el palacio se había convertido en un completo desastre, debido a los fuertes vientos que azotaban las ventanas y se escurrían por los inmensos pasillos, era complicado mantener alguna vela encendida así que movían en la oscuridad ayudándose uno a otros, sus rostros continuamente era iluminados con la luz de los poderosos rayos.
En el ala este en una de las tantas habitaciones que poseía el palacio, yacía una joven mujer recostada con infernales dolores de parto, su rostro sudoroso se retorcía del dolor a medida que las contracciones venían.
Inhalaba y exhalaba pesadamente debido que tenía una mordaza en la boca, para acallar sus gritos, sostenía con fuerza uno de los almohadones de seda que estaban junto a ella, no se le había permitido que su esposo la acompañara, desde que rompió fuente.
La partera decía "Puje, su Alteza" ella no podía más, luchaba con todas sus fuerzas "Ya puedo ver su cabeza, puje con más fuerzas" su corazón latía frenéticamente, el sudor había cubierto todo su cuerpo, apretó más puño, sentía que era desgarrada y que no le alcanzaban las fuerzas.
Por otro lado, en una habitación contigua, se encontraba el futuro padre, aún más nervioso y sudoroso que su esposa, caminaba de aquí para allá completamente nervioso y ansioso por la llegada de su primer hijo.
Su suegra lo acompañaba, pero su rostro era inexpresivo, no había mostrado una sola pizca de emoción por la llegada de su nieto, simplemente bordaba en aquella habitación que era iluminada tenuemente que había sobrevivido a pesar de los fuertes vientos.
Nunca había estado de acuerdo con aquel matrimonio, aún así su hija parecía estar muy ilusionada con aquel matrimonio al igual que su padre, cuando recibió la noticia del embarazo de su hija, fue la gota que derramó el vaso, armó un escándalo que dejo en vergüenza a toda su familia.
El tiempo corría y no había ninguna noticia de su hijo, ni de su esposa, los nervios lo carcomían y no podía seguir así, salió de aquella asfixiante situación y se paró delante de la puerta, intentó tocar, pero pensó que no sería adecuado, así que se contuvo.
La puerta se abrió repentinamente con la partera sosteniendo a un pequeño bebe, las lagrimas cayeron de sus ojos y el nudo de su garganta se desató, se apresuró en cargarlo delicadamente, acarició su pequeño rostro con extrema dulzura.
Se adentró en la habitación rápidamente para ir junto a su esposa, había aguardado mucho tiempo y ya deseaba verla, sin embargo esta lo rechazó fríamente.
─ Mi reina, mira a nuestro hijo ─dijo dulcemente, entregándoselo ─ es tan hermoso
─ ¡Llévatelo! no lo quiero aquí ─exclamó cruelmente ─ ¡demonios, sácalo de mi vista!
Lo tomó rápidamente para evitar que lo lastimará ¿Qué esta sucediendo? el bebé comenzó a llorar pesé a los gritos de su madre, que enloqueció en cuanto lo escucho, tambaleando comenzó a tirar todo lo que estaba en su alrededor.
Se llevó rápidamente al bebé que no cesaba de llorar, limpió rápidamente sus lagrimas y pidió que una nodriza lo alimentará. Camino de vuelta hacía la habitación donde se encontraba su esposa y llevado por la ira le dio una tremenda cachetada, ella lo vio indignada, pero él no se inmuto.
─ ¿¡Qué crees que estás haciendo!?¿así es como vas a tratar a nuestro hijo? ─cuestiono enfurecido ─ la partera me dijo que te negaste negaste a alimentarlo y que lo deje morir ¿enloqueciste?
─ Nunca quise casarme ni tener un hijo, solo me casé por tu posición ¿entiendes? ─declaró firmemente ─ Me canse de fingir que soy la esposa amorosa, la futura madre feliz, todo fue una mentira, pero ya me canse.
Su corazón se partió en dos, sin embargo no quería seguir cuestionando los deseos de aquella mujer que antes se había convertido en su esposa.
─ Si así lo prefieres, lo que pasé en ahora en adelante contigo no es mi problema ─aseguró fríamente ─ permanecerás en el pabellón exiliada, haz lo que te plazca.
Ella no supo que decir, esperaba ver una escena donde pudiera humillarlo más, sin embargo el no se había inmutado en su presencia y ahora había sido abandonada como esposa.
Por otra parte el, se acurrucaba junto a su pequeño e inocente hijo, que incluso había sido rechazada por su primogénita.
Me desperté con mi rostro empapado de sudor, era otra noche con una torrencial lluvia, acompañada de truenos y relámpagos. Como aquella noche donde mi pequeño príncipe nació, donde la mascará de la mujer que había convertido en mi esposa se cayó.
Salí tambaleante de mi habitación y ahí me encontré con ella...Munseong.
─ ¿Qué demonios estas haciendo aquí? ─pregunté rápidamente.
─ Nuestro reencuentro no fue lo que esperaba, mi querido esposo ─respondió sonrientemente ─ además vine a llevarte con nuestro hijo.
─ "Nuestro hijo" tu no tienes hijo, nuestro matrimonio termino ─aclaré firmemente ─ ¿sabes desde cuando? desde que rechazaste y maldijiste a nuestro hijo, desde que me rechazaste como tu esposo, desde que ensuciaste mi reputación y dignidad revolcándote con todos esos hombres.
─ "Lo que pase contigo no es mi problema" "haz lo que te plazca" eso me dijiste, dejándome ahí completamente humillada ─me recordó indignada.
─ ¿Acaso querías que te rogara? maldición, ¿Cómo puedes ser tan descarada? ─reclamé furioso ─ Tu rompiste mi corazón, creí que te amaba, pero no.
Estaba demasiado furioso, no puedo creer que se haya aparecido aquí sin más, reclamando un derecho que había perdido hace tiempo atrás.
─ Ni siquiera intentaste buscarme, escuché los murmullos de toda la gente ¿crees que fui feliz? ─mencionó con la voz entrecortada,
─ ¿Qué hay de mi? ¿Crees que haz sufrido más que yo? eres tan egoísta que solo piensas en ti ─reclamé una vez más ─ No quiere que te vuelvas a acercar a mi, ni a nadie cercano a mi, así que deshaz todo lo que haz hecho.
Indignada, hizo lo que le pedí, con un poco más de calma, recordó que no estaba solo aquí ¿ellos estarán aquí? un escalofrío me recorrió el cuerpo
─ Adiós, Su Majestad ─se despidió antes de desaparecer en un humo carmesí, con aroma a frutos rojos.
Maldición, ella si sabe como hacerme enojar.
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Z I D I A N
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