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8.


A las once de la madrugada recibí mi primera llamada desagradable, para esta ni siquiera me moleste, pero fue la primera (seguramente de muchas) así al menos le debía escucharle.

El cliente estaba molesto porque su chica especial no estaba disponible en estos momentos y le habían transferido la llamada desde la central con un tal "Cupido", el cual intentando tranquilizarle solo le hizo estallar en cólera.

Al final, Cupido cedió y le envió conmigo.

Al no tener a ninguna otra chica que quisiese hablar con él. Y sí, al principio ardía en furia, pero después...

Se transformó en un amable corderito lastimoso que solo quería atención. Después de eso me rebautizaron como la "Domadora de Fieras" en la central. Aún estaba riéndome de eso cuando la llamada del Megalodón entró en mi línea.

—Hola, Domadora de Fieras al habla. —En realidad el cliente molesto fue el primero en llamarme de esa manera, y una vez que lo hizo, me lo creí.

—Creo que he llamado al lugar equivocado... —El Megalodón estaba a punto de colgar cuando me reí.

—Anteriormente, Luna Creciente, ¿en qué te puedo ayudar está noche?

—¿Por qué el cambio de identidad tan repentino?

—Solo digamos que he aprendido a domar fieras recientemente en mi tiempo libre y he pensado que me iba mucho mejor ese sobre nombre para este trabajo.

—Me parece adecuado. —Él rio— ¿te llegó tu propina de la última vez?

—Sabes que sí, no tienes la necesidad de preguntarlo.

—Aún así, escucharlo de tu boca es la cosa más seductora que jamás había escuchado. —Y casi puedo jurar que el hombre no había dejado de sonreír desde que tomó su teléfono para llamarme.

—Deberías tener cuidado de nuevo, no puedes enamorarte de mí en un lugar como este.

—¿Quién hablo de amor?

—Créeme es muy fácil confundir esto con lo otro en lugares como estos.

—Lo dices porque de seguro ya te ha pasado.

Y ahí descubrí que yo quiero provocar.

—Sí. Sucedió.

—¿Debo preocuparme por alguien en especial?

—Dije nada de amor, primera regla, ¿lo olvidas?

—Jamás, me diste doce reglas que tengo que respetar al pie de la letra o no atenderás más mis llamadas.

—Bien hecho. Te doy puntos por recordar eso.

—Gracias —rio complacido socarronamente. También escuché un leve ronroneo, que me daba una pista de lo que sucedería después.

—Ahora asegúrate de que nunca se te olviden.

No, yo quiero provocarlo a él.

En específico.

A él.

—Creo que es hora de usar el otro servicio de la línea, ¿no crees?

—Sí, lo creo.

—Dame un segundo... solo un par quizás para estar lista. —Le pedí.

—A ti te doy lo que quieras. —Presioné el botón de espera al mismo tiempo que Blackpink canturreo... estoy loca por ti...

Corrí a mi clóset a toda prisa, tomé dos prendas que colgaban en un gancho de color gris en la parte trasera. Un bustie y unas pantaletas de color azul zafiro brillante y de falsa gamuza, con bordes de encaje negro sin nada de detalles ni colgantes, tampoco arneses ni nada que me hiciera sentir incomoda en momentos como ese.

Me los coloqué lo más rápido que pude en mí y cuando terminé observé mi reflejo en el espejo.

Jamás vi mi cuerpo de esta manera.

Las curvas estaban donde deben. Sentí una punzada de decepción porque no tuve mucho tiempo para apreciarme en el espejo, para recorrerme, para venerarme y sobre todo, aplaudirme.

Por tremenda mujer que soy.

Me solté el cabello y me arroje a la cama, aterrice cerca de la mitad de ella. Pero lejos de la cabecera y de mis almohadas, las cuales no me parecieron apropiadas.

No tengo un juego de cama "normal".

Es de Barbie, hasta las fundas de las almohadas, el edredón y una cobija a juego de doble forro y que de un lado tiene a todas las integrantes de la serie Life In The Dream house y del otro, forro de borreguito, para no pasar tanto frío.

Y me lo regalaron mis padres el año pasado.

Ni siquiera me gusta tanto la serie, pero desde que la vi en Internet, la quise.

Prometo comportarme más como una adulta seria de ahora en adelante, mañana mismo ordenaré un juego de cama más sobrio en Amazon.

Oprimí el botón de regresar a la llamada.

—Eso fue casi una eternidad.

—Prometo que valdrá la pena.

—¿Qué traes puesto?

—Primero dime, ¿ya te has quitado algo solo?

—No, estaba esperando a que mi señora me diera todos los pasos a seguir.

—Bien, entonces... —Tomé dos respiraciones largas contra la bocina para que se asemejarán a jadeos de placer— comencemos, primero quítate la camisa que seguramente debes llevar en estos momentos.

Él ríe.

—¿Soy tan predecible?

—Mucho, obedece.

—Sí, señora —le escucho jadear y batallar con la prenda. Sé que esto es un ochenta por ciento producto de nuestra imaginación, pero de alguna manera, puedo sentirle batallas hasta con los botones de la misma.

—Ya. —Confiesa aliviado.

—Ahora quítate ese cinturón de cuero y juega con tu cremallera lentamente, bájala lo más lento que puedas.

Gemí contra el teléfono cuando escuché el sonido del zipper, él, en respuesta gruño complacido.

—Está hecho.

—Espero que estés solo o que por lo menos le hayas puesto cerrojo a la puerta para que nadie se atreva a interrumpirnos.

—Deseo con todo lo que tengo para dar en este mundo que un día puede hacerte pagar en persona, toda esta bendita bondad que me has dado.

Sigue soñando, sigue participando... dice mi mente riéndose de él.

—Por algo has llamado a un sitio llamado "Satisfacción Garantizada", ¿no crees?

—¿Qué sigue?

—Recorre con tus manos tu pecho desnudo y si no lo está, cuelgo.

—Lo está, mi señora —y le siento hacerlo. Por eso le doy lo siguiente— lo hago.

—Yo tengo mi mano libre entre mis piernas.

—Recórrelas por mí, surca esas curvas como si fueran olas en un agitado mar.

—¿Tienes calor ya?

—Mucho. —Confiesa él.

Él jadea. Yo jadeo.

Es una batalla por quién puede hacerlo mejor.

—Sabes he comprado un vibrador esta tarde para esta ocasión.

—Eso significa que querías que llegará tanto como yo.

—Por supuesto —aunque no estaba mintiendo cuando lo dije.

¿Debería?

—¿Tienes lubricante?

—Sí, lo tengo.

—Por favor enciéndelo y pásalo por tus muslos bajos... —Pide él. No, ruega.

—¡No! —Ordené—, primero dime... ¿ya te has quedado en pelotas?

—Sí, señora. —Ronronea de nuevo de placer contra el teléfono.

—Ahora es momento de contestar la pregunta de tu vida...

—¿Cuál es esa?

—Como te gustaría que te hiciera venir... ¿rápido o lento?

Oh Dios...

Tener el control siempre en este trabajo. Es la gloria.

¡La puta gloria!

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